REPÚBLICA CHECA: PEQUEÑO ROAD TRIP CON FINAL EN PRAGA ✏️ Blogs de Checa Rep.Viaje de 9 días a la República Checa, con una primera parte en coche de alquiler, acabando con 3 días en Praga.Autor: Marimerpa Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (30 Votos) Índice del Diario: REPÚBLICA CHECA: PEQUEÑO ROAD TRIP CON FINAL EN PRAGA
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Etapas 4 a 6, total 11
El día amaneció algo más despejado que el día anterior. Después de un desayuno contundente (como todos en este viaje), pusimos rumbo a Hřensko, un pueblo turístico a orillas del río Elba, base para conocer el Parque Natural de la Suiza Bohemia (Ceske Svycarsko). Nuestra intención era hacer una ruta hasta Pravčická Brána, un arco de piedra que es la principal atracción del parque. En el 2013 hicimos una breve incursión en la parte alemana de este parque, la Suiza Sajona, desde Dresde, y nos gustaron muchos sus formaciones rocosas a orillas del río. Así que este año nos dispusimos a conocer la parte checa. Es un sitio donde hay mucho turismo, pero la mayoría procede de Alemania. De hecho, era difícil que alguien te entendiera en inglés, la mayoría de la gente solo hablaba alemán.
Para ir a Pravčická Brána, es posible hacerlo a pie por un camino que parte desde Hřensko o desde Mezni Louka, siendo más aconsejable este último ya que, aunque es más largo, la subida es más sostenida y se va por un bosque muy bonito. Pensamos hacerlo ida y vuelta desde Mezni Louka, pero escribí a la oficina de gestión del parque y me dijeron que podía hacerlo lineal desde Mezni Louka hasta Hřensko y volver en el autobús 434, del que me mandaron los horarios. Finalmente fuimos a Hřensko, aparcamos allí (120 coronas todo el día), cogimos el autobús hasta Mezni Louka y comenzamos el camino, que está señalizado con marcas rojas. Había gente, bastante gente, como era de esperar siendo un sábado de agosto, pero no nos resultó agobiante. La ruta comienza con una pendiente suave entre un bosque de altos árboles. Había una humedad considerable, y eso aumentaba la sensación de calor, y eso que el día estaba fresco y nublado. A medida que subimos empezamos a ver las formaciones rocosas que caracterizan a este parque. El camino es muy bonito, con algunos miradores a los que asomarse. Hay paneles explicativos, pero solo están en checo y en alemán, así que me enteré de poco. A los 6 kilómetros de ruta aproximadamente hay un desvío que sube a Pravčická Brána. Poco a poco fuimos viendo el arco de piedra y el edificio que sirve de restaurante. El arco es inmenso, de eso ya nos dimos cuenta nada más subir. Pero para acceder a él y verlo en todo su esplendor desde los miradores hay que pagar una entrada que cuesta 75 coronas. No dudamos en pagarlo, ya que habíamos llegado hasta allí. Y creo que es imprescindible, porque paseando por la red de miradores se puede ver Pravčická Brána desde distintas perspectivas, además de otras vistas de la Suiza Bohemia, espectaculares. El día estaba nublado y era una pena porque todas las fotos salían con bruma, pero eso nos permitió fotografiar el arco de piedra, que en caso de estar despejado, a la hora que nosotros fuimos hubiera tenido el sol justo encima. Cuando nos cansamos de admirar el paisaje nos sentamos en un kiosco que hay justo debajo del arco y nos pedimos una cerveza que nos supo a gloria, después del calor de la ruta y en un entorno tan privilegiado. De las mejores cervezas del viaje, y no fue cara para estar en un sitio así. Continuamos el camino en descenso hasta llegar a Hřensko, por un sendero muy húmedo, como podía verse en los árboles y rocas cubiertos de una capa verde. Tras un par de kilómetros se llega a un cruce y a partir de ahí el camino transcurre junto a la carretera. Fue la parte que menos me gustó de la ruta, creo que aporta poco. Y nos la podríamos haber saltado si hubiésemos aparcado en Mezni Louka, ya que en el cruce había una parada del autobús 434. Llegamos a Hřensko, donde nos comimos los bocadillos que llevábamos con unas cervezas y nos dispusimos a salir del pueblo, lo cual nos resultó un poco complicado, ya que teníamos que salir dirección Janov y no vimos la señal. Tuvimos que dar la vuelta por una abarrotada calle con un mercadillo... Por fin salimos, por unas carreteras estrechas que nos llevaron a Panská Skála, la siguiente vista que queríamos hacer antes de llegar a Kutna Horá. Panská skála significa la Roca del Señor en checo, también se le conoce como Órgano de Piedra (Kamenné varhany). Se trata de unas columnas de basalto que recuerdan a los tubos petrificados de un órgano y evidencian la antigua actividad volcánica del lugar. Es la reserva geológica más antigua de Bohemia. Dejamos el coche un parking muy cercano (20 coronas) y subimos a lo alto de la formación rocosa, donde estuvimos un rato haciendo fotos. Continuamos nuestro camino hasta Kutna Horá por las carreteras checas, en las que hay que armarse de paciencia, con los pasos a nivel y las paradas por obras y desvíos. Llegamos a nuestro alojamiento Penzion Bed and Breakfast, dejamos las cosas y salimos a cenar y conocer un poco de la ciudad. Dimos un paseo y fuimos a cenar en un restaurante que nos había recomendado la dueña de la pensión, el Dacicky. Nos gustó mucho, tiene decoración medieval, pero preferimos sentarnos el patio, donde se estaba muy bien, con una temperatura muy agradable. La cerveza estaba buenísima, la hacen específicamente para ellos, y de comer nos pedimos un codillo que estaba exquisito. Tres cervezas, el codillo y una guarnición nos salió por 420 coronas. Después dimos una vuelta por la ciudad, que estaba preciosa iluminada, y además se estaba muy tranquilo, porque la mayoría de los turistas van a Kutna Horá de día desde Praga. Un paseo muy agradable que nos gustó mucho, el broche perfecto a un gran día. Etapas 4 a 6, total 11
Después de desayunar, hicimos el check out, dejamos el coche aparcado en la pensión y nos fuimos a visitar la ciudad.
Kutna Horá tuvo su máximo esplendor en el siglo XIII, con un gran boom económico y social derivado de la explotación de las minas de plata ubicadas en las montañas que rodean la ciudad, de ahí viene su nombre, cuyo significado literal es Montaña Excavada. Fue tanto el crecimiento de la villa en ese periodo, que llegó a competir en importancia con la mismísima Praga. El declive llegó a mediados del siglo XVI, cuando la mina más importante de la zona sufrió una terrible inundación que la dejó inutilizada. Las continuas plagas de peste y el estallido de la Guerra de los Treinta Años, acabaron definitivamente con el antiguo esplendor de la ciudad. En la oficina de turismo compramos la entrada conjunta para visitar la Catedral de Santa Bárbara, el Osario y la Catedral de Sedlec, que cuesta 180 coronas. Primero fuimos a la Catedral de Santa Bárbara (difícil fotografiar la fachada principal a esa hora por la posición del sol). Es una de las mejores muestras de la arquitectura gótica del país. Se empezó a construir en la época de esplendor de Kutna Horá, pero la obra se paralizó por la inutilización de las minas de plata. No se retomó hasta finales del siglo XIX, y el impresionante diseño inicial se redujo a casi la mitad. En el exterior el elemento más destacado son los arcos que sujetan la nave central, las tres pirámides del techo. Por dentro es muy bonita, tiene una bóveda con unos adornos muy llamativos, que se entrecruzan en las columnas. Las vidrieras pintadas a mano son espectaculares, y tiene frescos medievales que cuentan la historia de la ciudad relacionada con la minería. Santa Bárbara es la patrona de los mineros, y en toda la iglesia hay muchas referencias a la minería. Seguimos visitando el centro de la ciudad: la fuente de piedra, el colegio de los Jesuitas, la corte italiana, la iglesia de San Jacob (su torre es enorme y se ve desde muchos sitios). Cuando dimos por concluida la visita al centro, volvimos al coche y nos fuimos a Sedlec. Aparcamos junto a la Catedral, que fue lo primero que visitamos. Es la primera muestra de la arquitectura gótica en la región de Bohemia, que se inauguró en el año 1320. Pero fue incendiada durante las guerras husitas y quedó en ruinas. Se reconstruyó en la primera mitad del siglo XVIII, siguiendo un diseño barroco. Es un edificio muy grande, su altura es lo que más llama la atención, ya que su decoración es escasa. Es muy curioso que se puede subir a la parte de arriba y ver la parte interior de la bóveda de la iglesia. Después fuimos a visitar el osario, que está al final de una calle que sale de la catedral. Hay a quien el lugar le pueda parecer morboso, por el hecho de que allí hay 40.000 huesos humanos, pero yo creo que se no es el espíritu con el que hay que acercarse al osario. Merecer la pena ir por ver la decoración, lo que se puede hacer con esos huesos. La historia de tan curioso lugar tiene su origen cuando el abad del monasterio llevó tierra santa del Gólgota y la esparció en el cementerio. Entonces mucha gente empezó a querer enterrarse allí, incluso personas moribundas viajaban hasta Kutna Horá para que los enterrasen en este cementerio. Cuando se construyó la iglesia se habilitó un sótano como osario. Al cabo de los años el lugar se quedó pequeño y había que poner orden de alguna manera y al tallista que contrataron se le ocurrió decorar todo el recinto con los propios huesos, las paredes, techos y el mobiliario del lugar se hicieron mezclando las variadas formas del esqueleto humano. La verdad es que es una obra de arte, y parece mentira que ciertas cosas estén hechas con huesos, desde el escudo de armas de la familia Schwarzenberg, la lámpara, los candelabros, guirnaldas, y hasta la firma del autor y la fecha está escrita con huesos. Por cierto, la lámpara no estaba, fue toda una desilusión, ya que debe ser lo más impresionante de todo. Había un cartel con la foto y decía que la estaban restaurando. El osario me gustó, aunque el lugar es pequeño y había mucha gente, resultaba un poco agobiante. Quizá me impresionó más la capela dos ossos de Évora, en Portugal, en la que los huesos no cumplen una función tan decorativa. Tal vez porque fue la primera capilla de huesos que vi y estábamos solos allí, el ambiente era muy distinto. Capela dos Ossos - Évora Comimos en el restaurante U Ruze, junto al osario, del que había leído buenas críticas en tripadvisor. Pero no nos gustó nada, quizá no acertamos con la elección de la comida, pero no quedamos contentos con lo que comimos ni con la cerveza que tenían. Pedimos el menú del día, que consistía en una sopa (estaba buena), pollo al horno con arroz, que estaba muy seco y el sabor era un poco artificial, y un trozo de pastel de jengibre. Fue uno de los días que peor comimos en el viaje. La cerveza Albert tampoco nos gustó mucho. Volvimos al coche y comenzamos la ruta del día, para llegar a Cesky Krumlov con parada intermedia para ver Telc. Ese día se nos hizo pesado de conducción, fueron en total 4 horas, pero con las carreteras checas y las obras acabamos bastante cansados. En Telc dejamos el coche en uno de los aparcamientos habilitados en las afueras del pueblo. Lo más importante de este pueblo (Patrimonio UNESCO) es su plaza, con un conjunto de casas del renacimiento con una cuidada decoración. Me pareció muy agradable, aunque el calor y la cantidad de gente que había me resultaron un poco agobiantes. También vimos el castillo, por fuera, y un pequeño lago. Había una especie de mercado medieval, por lo que el gentío era considerable. Si se pasa cerca, recomiendo la visita a Telc para ver su plaza. Tras esta parada continuamos otras dos horas de viaje hasta Cesky Krumlov. Nuestro alojamiento, la Penzion Pod Hrazi, era un B&B familiar de 4 habitaciones a las afueras del pueblo. Para nosotros la ubicación ideal, porque podíamos dejar el coche (en el centro imposible) y solo estaba a 10 minutos caminando del centro. Una vez conocimos a nuestros anfitriones y nos dimos una ducha, nos fuimos al centro, a cenar y empezar a conocer este precioso pueblo. Ya de camino, por la calle Horní, paramos en una terraza mirador, con bancos para sentarse, y unas vistas preciosas del pueblo y del castillo. Nos encantó, desde entonces fue nuestro parque, y volvimos unas cuantas veces. Cenamos en el restaurante Svej, que nos había recomendado la dueña de la pensión, y fue todo un acierto. Está en Latrán, según se cruza el puente. Pedimos unas costillas que estaban deliciosas, coliflor rebozada y sopa de setas. Todo muy bueno, con dos cervezas nos costó 494 coronas. Pasear por Cesky Krumlov de noche tiene un encanto especial. El pueblo es muy bonito, con la vista omnipresente de la torre del castillo, y una tranquilidad que difícilmente se encuentra por el día. En la plaza había un músico tocando música relajante, el ambiente era muy agradable. Volvimos a la pensión, no sin antes pararnos en nuestro mirador a tomar una última cerveza. En todos los viajes hay algún sitio especial, donde te sientes a gusto. En este viaje fue este mirador. Etapas 4 a 6, total 11
Este día lo dedicamos entero a recorrer Cesky Krumlov. Es cierto que el pueblo no necesita dos noches y un día completo, pero nos apetecía a estas alturas del viaje un poco de relax, y parar más de una noche en el mismo sitio. Además, el día que pasamos en Cesky Krumlov era lunes, por lo que las principales estancias del castillo estaban cerradas.
Tras un contundente desayuno nos fuimos a recorrer Cesky Krumlov. La primera parada en nuestro mirador, y después entramos en el patio de un antiguo colegio jesuita, que hoy alberga un hotel de lujo (con unas vistas de fábula), y en cuyo patio había un pequeño mercado de artesanía. Luego entramos en la Iglesia de San Vito (entrada gratuita), que está muy cerca y es el edificio religioso más importante de la ciudad. De estilo gótico, llama la atención su altura, como ya se intuye desde el exterior. Del interior destaca el retablo. Del exterior, la característica más llamativa de la iglesia es su octogonal torre campanario neogótica, perfil inequívoco de Cesky Krumlov. Después fuimos hasta la plaza de la Concordia (Namesti Svornosti), con la típica columna de la peste, ricamente decorada. Es muy bonita y con un ambiente agradable. El edificio más destacado es el ayuntamiento, con cuatro impresionantes escudos en la fachada. Nos dedicamos a recorrer las coloridas calles de este pequeño pueblo. Caminamos junto al río, en un agradable paseo. Había gente recorriendo el río en barca, en una especie de rafting. No hubiese venido mal con el calor que hacía, pero no íbamos preparados para actividades acuáticas. Desde todos los puntos de Cesky Krumlov es omnipresente la torre del castillo, y para allá que nos fuimos, recorriendo primero la calle de Latran, donde hay casas en las que merece la pena detenerse. Este barrio aledaño al castillo es una de las partes más antiguas de la ciudad, donde en un principio vivía el personal de servicio del castillo. Posteriormente, quedó incluido en el centro de la ciudad y empezó a habitarse por gente acomodada, origen de muchas las casas que podemos ver hoy en día, con ricas decoraciones artísticas. En el castillo había mucha gente, se nota que es el principal atractivo de un pueblo muy turístico. En el foso, junto a la puerta de entrada, hay dos osos, que nosotros no conseguimos ver nada más que de refilón. Me pregunto si la costumbre de tener osos en los fosos de los castillos está muy extendida por el país y de dónde viene, aunque ahora solo son un reclamo para el turista. La entrada a los recintos es gratuita, y las estancias del castillo se pueden visitar en dos circuitos guiados, y también el teatro barroco, pero al ser lunes, todo esto estaba cerrado, y de las visitas de pago solo se podía hacer la de subir a la torre, a la que se accede desde el primer patio por 50 coronas. La torre no es muy alta y el acceso es fácil. A mitad de subida hay una exposición sobre la torre y la decoración a lo largo de los años. Desde arriba hay buenas vistas del recinto del castillo y del pueblo, aunque no mucho mejores que las que hay desde el resto del castillo. Seguimos paseando el castillo, por los varios patios que tiene, todos bellamente decorados de colores. Una vez se pasa el puente que une las dos partes del castillo hay un mirador con unas vistas preciosas, donde nos tomamos unas cervecitas, que nos sentaron de lujo. No solo por las vistas, sino por la cerveza Eggenberg, fabricada en Cesky Krumlov, que estaba muy buena, enseguida nos hicimos fans. Después de las cervezas y las fotos de rigor, continuamos subiendo hasta los jardines barrocos del castillo, donde hay una fuente con esculturas, flores y árboles, ideales para el paseo. Más adelante hay un pequeño bosque con un estanque, pero a esta zona ya no le vimos mucho encanto. También hay un restaurante y un auditorio giratorio. Con tanto paseo nos había entrado hambre, así que nos fuimos a comer. Decidimos repetir en el Svej, que nos había gustado la noche anterior. Pedimos pata de conejo asada con puré, filetes de venado con dumplings, y una ensalada con queso y remolacha. Para acompañar cervezas Eggemberg, la negra ahumada nos gustó mucho. Todo estaba muy rico, pero lo que más el conejo. Nos costó poco más de 600 coronas y comimos mucho y bien. Para reposar la comida y descansar un poco nos fuimos a nuestro mirador a echarnos una pequeña siesta. Con música relajante en directo y todo, se estaba muy bien. Después nos tomamos unos tés en el Vlassky dvur, y aprovechamos para echar un vistazo al edificio, ya que es una muestra de la conexión de la arquitectura y los diferentes estilos artísticos. El edicio tiene fachada a 3 calles, y cada fachada es diferente. Nos fuimos a comprar unas cervecitas locales para llevarnos a un supermercado en la calle Latrán. La fábrica de Eggemberg no se puede visitar, por cierto. Volvimos a recorrer la calle de Latrán, parándonos en el Monasterio, que alberga exposiciones (no entramos) y en la Puerta Budejovická. Entramos de nuevo en el castillo y fuimos al mirador del bar a tomar otras cervecitas con vistas y hacer fotos con la luz de la tarde. A la salida pudimos ver a uno de los osos del foso. Después dimos otro paseo junto al río y fuimos a buscar un sitio para cenar. Pensamos ir al restaurante Mastal, en la plaza de la Concordia, que nos lo había recomendado la dueña de la pensión, pero estaba hasta arriba, no había ni una mesa. Se ve que es uno de los locales más grandes y estaba lleno de grupos de alemanes y de japoneses. Probamos en un italiano que habíamos visto el día anterior, que está en el Vlassky dvur, pero estaba cerrado. Y a falta de otras referencias, volvimos al Svej, otra vez. Preferimos un lugar conocido y bueno, que uno desconocido sin saber cómo sería. No teníamos mucha hambre, así que pedimos cosas ligeritas de la carta, dos sopas, coliflor rebozada y dos salchichas marinadas. Con las correspondientes cervezas fueron 370 coronas. Una última parada en nuestro mirador de la calle Horní para despedirnos de Cesky Krumlov antes de ir a descansar a la pensión y dar por finalizado el día, que a pesar de haber sido de relax acabamos cansados. Etapas 4 a 6, total 11
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