ZAMORA, TORO y "Las Edades del Hombre" ✏️ Blogs de EspañaUn fin de semana en octubre de 2016Autor: Lapilvi Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Índice del Diario: ZAMORA, TORO y "Las Edades del Hombre"
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Este es el relato de un fin de semana en octubre de 2016 visitando Zamora, Toro y la exposición Las Edades del Hombre, con alojamiento en el Parador de Zamora.
Zamora nos ha sorprendido por la cantidad de arte que contiene su casco antiguo que, muy merecidamente, está declarado Conjunto Histórico-artístico. Me ha resultado chocante que una ciudad con tanto patrimonio artístico concentrado en su antiguo recinto amurallado (iglesias, conventos, palacios, catedral, castillo...) no sea un destino turístico de primera línea. Es una ciudad perfecta para visitar en un fin de semana porque tiene el tamaño justo para ver su centro histórico en un día y medio y se puede dedicar otro medio día a visitar Toro, que está a tan solo 30 km. Para los amantes del arte y de la arquitectura, Zamora es un destino estupendo, porque tiene tanto patrimonio antiguo como moderno. Hay multitud de iglesias románicas, pero también hay una buena concentración de edificios modernistas. Por cierto, las iglesias se encuentran en excelente estado de conservación. La mayoría son de acceso gratuito, aunque muchas cobran 1€ por sacar fotos del interior. Todos los edificios y monumentos importantes tienen junto a la entrada un panel explicativo acerca de sus características e historia. Zamora y su Puente de Piedra sobre el río Duero Etapas 1 a 3, total 4
Llegamos a Zamora por carretera al anochecer del viernes y fuimos directamente al Parador, donde teníamos reservada una habitación doble con desayuno para el fin de semana. La situación del Parador es inmejorable, en pleno centro, a dos minutos andando de la Plaza Mayor y menos de diez de la Catedral y el Castillo.
El inconveniente llegando en coche es que toda la zona tiene estacionamiento regulado y hay que renovar el ticket de aparcamiento cada dos horas. En Recepción nos indicaron que además es difícil encontrar hueco para aparcar en la calle, que probásemos en la plazuela lateral a la que hace esquina el Parador (plaza de Claudio Moyano) y, que si no encontrábamos sitio ahí, teníamos la opción de dejarlo en un Parking público que hay en la calle de San Martín, a escasos 300 metros, con el que tienen un convenio y "sólo" nos cobrarían 12,60 € diarios. Tras varios minutos intentando en vano encontrar un hueco en la citada plaza o en los alrededores, claudicamos y acabamos dejándolo en el Parking público. La parte buena de dejarlo en el Parking es que, al menos, la mañana del sábado durante el horario regulado no tendríamos que estar pendientes de ir cada dos horas a renovar el ticket. El Parador está ubicado en un palacio renacentista del S.XV muy bien conservado, del que destaca su precioso patio de galerías acristaladas y la majestuosa escalera. Los espacios comunes, amplios y decorados a base de tapices, armaduras, baúles de madera, etc., te trasladan al Medievo y resultan muy relajantes y acogedores. En la parte de atrás tiene una piscina al aire libre que sólo abre en verano, desde la que se disfruta de una buena panorámica del Duero y los campos del sur. Sin embargo, el encanto se rompe al entrar a la habitación. Aunque es amplia, está muy vulgar y pobremente amueblada, con piezas de diferentes estilos sin un criterio decorativo concreto, y un cuarto de baño anticuado. Hay una sola butaca, decrépita e incomodísima. Nuestra ventana da a la plaza lateral que antes mencioné y tiene unas contraventanas de madera que dejan la habitación a oscuras si se cierran, pero te dejan expuesto a las vistas desde el exterior si se abren, ya que no hay visillos. En resumidas cuentas, no sé si habrá otras habitaciones mejores o modernizadas, pero nosotros quedamos un tanto decepcionados con la nuestra porque no estaba a la altura de la categoría de un cuatro estrellas, ni mucho menos del precio que cobran (y eso que nosotros íbamos con un bono-oferta). Eso sí, las vistas desde la habitación no estaban nada mal: Dejamos nuestras cosas en la habitación y salimos a buscar un lugar para cenar. Tras callejear por la zona decidimos quedarnos en un restaurante llamado Capitol, en la Plaza de Santa Eulalia, donde compartimos unos chipirones fritos (bien hechos pero sin más), un pulpo a la brasa con langostinos (bastante bueno) y un bacalao al ajoarriero (bueno también). Acompañado de una botella de agua, una cerveza, dos copas de vino y dos postres, la cuenta ascendió a 58 €. Tras la cena, un paseíto nocturno por los alrededores del Parador con buena temperatura y de momento sin lluvia, a pesar de los pronósticos. Había bastante ambiente en la calle de Ramos Carrión y en la Plaza Mayor, pero sobre todo en la calle Herreros, donde se concentra gran parte de los pubs y bares de copas del centro de Zamora. Etapas 1 a 3, total 4
Nos levantamos el sábado y desayunamos en el Parador. El buffet incluye frutas, embutidos, algunos platos calientes, yogures, un surtido de panes, bollería, café… Quizá esperábamos algo más para la categoría del establecimiento, pero no está mal. Hay que destacar el zumo de naranja, natural y recién exprimido, cosa que se agradece bastante.
Iniciamos a continuación la visita de la ciudad. Nuestros planes eran dedicar el sábado a ver Zamora y el domingo ir a Toro para ver la ciudad y la exposición de Las Edades del Hombre, que este año 2016 se celebra en esa localidad. En el siguiente plano de Zamora he indicado la situación de los lugares que pudimos ver a lo largo del día, que básicamente se concentran en el interior del recinto amurallado, con una breve incursión al otro margen del río Duero para ver el conjunto de la ciudad desde enfrente: Nada más salir del Parador nos encontramos en la Plaza de Viriato, una acogedora placita sombreada por plátanos de ramas entrelazadas, donde está el monumento dedicado al susodicho guerrero lusitano. Delante de la estatua hay un panel que cuenta la vida del autor, el escultor zamorano Eduardo Barrón González, hijo de un zapatero remendón, cuyo talento y perseverancia le llevaron de la pobreza al merecido prestigio. A continuación nos dirigimos por la calle Ramos Carrión hacia la Plaza Mayor, que el día anterior habíamos visto de noche. De camino, junto al Parador, llama la atención por su peculiar color celeste el Teatro Ramos Carrión. Miguel Ramos Carrión fue un poeta, periodista y humorista zamorano del S.XIX, a cuyo nombre se ha dedicado una de las calles más importantes de la ciudad, además del Teatro y una estatua situada delante de éste, justo frente a la casa donde nació. Llegamos a la Plaza Mayor, donde encontramos tres edificios significativos: el Ayuntamiento viejo, el Ayuntamiento nuevo y la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva. Llama la atención la posición de ésta última, en mitad de la plaza, y es que hasta la década de 1970 la Plaza Mayor era mucho más pequeña, pues había una serie de edificios alrededor de la iglesia y adosados a ella. En aquellas fechas, con motivo de una restauración de San Juan de Puerta Nueva, se aprovechó a demoler la mayoría de aquellas edificaciones para dotar a la ciudad de una plaza pública de gran tamaño, de la que carecía hasta entonces. Así fue como surgió la Plaza Mayor tal y como la conocemos hoy en día. Aspecto de la Plaza Mayor: Aquí, la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva y el Ayuntamiento nuevo: La Iglesia de San Juan de Puerta Nueva y el Ayuntamiento antiguo: Y aquí el Ayuntamiento antiguo: En las fotos anteriores se aprecia en el tejado de la torre de la iglesia una veleta metálica que representa a un guerrero con armadura, conocida como “El Peromato”. No se conoce a ciencia cierta su origen ni su significado, pero es uno de los emblemas de la ciudad de Zamora. También hay que destacar la pareja de esculturas de Antonio Pedrero Yéboles que hay en la plaza, dedicadas al Merlú, que es como se llama a cada pareja de cofrades de la Semana Santa zamorana. Después bajamos por la calle de Alfonso XII, donde pudimos ver la moderna ampliación que se ha hecho del Teatro Ramos Carrión, y que al parecer está previsto inaugurar a finales de este año 2016. Llegamos a la Plaza de Santa Lucía, donde está el Museo de Zamora. Plaza de Santa Lucía El Museo de Zamora tiene su acceso por la trasera de la plaza, en su parte más alta: Parte de las dependencias de este museo se encuentran en un pequeño edificio cúbico diseñado por los arquitectos Mansilla y Tuñón en 1993, enclavado entre restos de la antigua muralla. Aunque solemos preferir caminar por las ciudades antes que invertir tiempo en sus museos, decidimos echar un vistazo al interior, interesados también por su arquitectura moderna. La exposición es gratuita y está dedicada a la arqueología e historia de Zamora. Una de las cosas que más nos gustaron del museo fue un gran mosaico expuesto en una de las paredes, precioso, procedente del suelo de una antigua villa romana que se halló en excavaciones en la cercana localidad de Requejo. Aunque en la foto parezca pequeño, es enoooormeee: Retrocedimos hacia la Plaza de Viriato pasando junto a la Iglesia de San Cipriano, en cuya torre anidan cigüeñas, como en casi todas las torres de Zamora. Esta iglesia es del S.XII y en su interior conserva aún algunos restos de pinturas de su primera época. Seguimos camino por la Rúa de los Francos hacia el oeste. Al inicio de la calle encontramos este pequeño pero gracioso mural: Y en la esquina con la calle Moreno, este impresionante trampantojo en el que no es fácil dilucidar dónde acaba la realidad y empieza el arte: Más adelante está la Iglesia de la Magdalena, una de las más interesantes del románico zamorano. Aunque fue construida entre los siglos XII y XIII, tiene una historia de derrumbes y reconstrucciones debido a su esbeltez inicial, por lo que las ventanas superiores son góticas y la cubierta es de madera. En el exterior destaca su portada sur, decorada con motivos vegetales que pretenden simbolizar el paraíso celestial: Y en el interior llama la atención un sepulcro de piedra románico de una mujer cuya identidad se desconoce, aunque se piensa que pudiera tratarse de la reina Doña Urraca de Portugal: Justo enfrente de la Iglesia de la Magdalena se encuentra el Convento del Tránsito. Aquí no pudimos entrar, por encontrarse cerrado al público, aunque sí pudimos acceder al zaguán de entrada, donde nos hizo gracia la notita dejada por las monjas en el torno: "No vendemos dulces" Desde aquí bajamos hacia el Puente de Piedra para cruzar el río Duero y poder ver una panorámica del conjunto monumental desde la otra orilla. Este puente también es muy antiguo, del S.XII. El Puente de Piedra sobre el río Duero El casco antiguo de Zamora desde el Puente de Piedra... ... y desde la otra orilla del río Duero: Fuimos andando hacia el oeste a lo largo del parque que bordea esta otra ribera del río, tomando fotografías del casco antiguo de Zamora desde diferentes puntos de vista, hasta llegar al siguiente puente, el Puente de los Poetas, por el que volvimos a cruzar hacia el centro. La pena es que el día estaba muy gris y nublado. Vista desde el Puente de los Poetas De nuevo en el casco antiguo, nos acercamos hacia la Aceña de Olivares, un conjunto de molinos de agua medievales del siglo X situados a la orilla del Duero, que constituyeron en su época la primera gran industria que tuvo la ciudad. Dejaron de usarse en el S.XIX y en 2008 se rehabilitaron para convertirlos en Centro de Interpretación de la Industria Tradicional del Agua. La entrada es gratuita, con un horario de 10:00 a 14:00 y 19:00 a 22:00, pero cuando pasamos nosotros por allí eran más de las 14:00 y no pudimos entrar. Conjunto de la Aceña de Olivares Subimos ya hacia la zona de la Catedral. Ésta se construyó en el S. XII y es de las más pequeñas y antiguas de Castilla y León, pero tiene una singularidad interesante, que es su cimborrio, es decir, la base cilíndrica que soporta la cúpula. Su diseño es muy peculiar y exótico. Hay quien ve en él claras influencias bizantinas, pero otros historiadores de arte aseguran que fue un diseño propio y genuino. El caso es que sirvió de inspiración para otras cúpulas de la zona del Duero, como la de la Colegiata de Toro y la de la Catedral de Salamanca. Como teníamos intención de hacer la visita guiada nocturna de la Catedral (llamada “Aromas de Fe”), sólo dimos un vistazo rápido del interior y dejamos ya compradas las entradas. Había empezado a chispear y los estómagos ya iban clamando misericordia, así que nos fuimos a buscar un lugar para comer. Nos metimos por la Rúa de los Notarios y allí nos llamó la atención un restaurante llamado Depicoteo, donde tenían raciones, tostas y un menú del día por 12€ con platos creativos que no tenía mala pinta. Entramos y pedimos un menú cada uno. Todo estuvo bueno en general, excepto la lasaña de verduras (tremendamente grasienta, nadaba en un charco de aceite) y las cantidades eran suficientes, así que salimos satisfechos. La lluvia se despachó a gusto mientras que comíamos, y cuando salimos había dejado de llover. Con los estómagos complacidos volvimos hacia la zona de la Catedral para ver el Castillo, que está justo al lado. Esta fortificación, de la que sólo quedan unas ruinas, data del S. XI y fue morada de Doña Urraca. En origen tenía un foso defensivo todo alrededor, con un puente levadizo de cuya existencia aún puedes ver indicios si te fijas un poco. La visita, gratuita, es interesante, y además desde las zonas más altas hay bonitas vistas de la Catedral. Acceso al Castillo Interior del Castillo Vistas de la Catedral desde el Castillo Muy cerca del Castillo está la Iglesia de San Isidoro, también románica. Y un poquito más al norte se encuentra el Portillo de la Lealtad -o de la Traición, como se llamaba antes-, que es una pequeña puerta del primer recinto amurallado de Zamora. Cuenta la historia que fue junto a esta puerta donde el caballero Vellido Dolfos apuñaló a traición al Rey Sancho, que llevaba meses asediando la ciudad, mientras éste despachaba discretamente sus necesidades intestinales entre unos matorrales. Con este asesinato se evitó la conquista de Zamora por parte del Rey Sancho, quedando la ciudad en poder de su hermana Doña Urraca, la legal heredera. Al principio se tomó el asesinato como una traición de Vellido Dolfos al Rey Sancho, de ahí el nombre original de la Puerta. Fue en el año 2010 cuando se decidió cambiar al nombre actual como homenaje al noble zamorano Vellido Dolfos que, al fin y al cabo, sólo había actuado por lealtad hacia su ciudad. De la Iglesia de San Isidoro y del Portillo de la Lealtad no hicimos fotos. Después fuimos volviendo hacia el centro y pasamos por la Plaza de San Ildefonso, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre. Es el templo románico más grande de Zamora después de la Catedral. Aunque se empezó a construir en el S. XI tiene, como casi todas las iglesias tan antiguas, partes reconstruidas con posterioridad, como su portada neoclásica. Si pasamos por la calle trasera (calle de San Pedro) podremos ver los arbotantes que cruzan hasta los edificios de la acera de enfrente por encima de nuestras cabezas, que fueron necesarios para estabilizar la estructura. Foto obtenida de StreetView (Google Maps) A continuación nos dirigimos al Centro de Interpretación de las Ciudades Medievales, situado en la calle de Pizarro. Es un museo muy chiquitito donde se explica cómo eran las ciudades en aquella época, haciendo especial hincapié en el caso de Zamora. La visita es gratuita y no se tarda más de media hora en verlo todo. Hay una maqueta muy bonita que recrea el aspecto que tenía en el siglo X la calle Balborraz, una de las más genuinas de Zamora, que desciende con gran pendiente desde la Plaza Mayor hacia el Duero: En la planta de arriba, el edificio tiene un mirador acristalado sobre el Duero, aunque el vidrio estaba tan sucio que estropeaba bastante las vistas. Aún así conseguimos hacer alguna foto del atardecer sobre el Puente de Piedra sin que se notara demasiado la porquería: Salimos del museo y nos encaminamos hacia la calle Balborraz para verla in situ. Aunque habíamos pasado junto a ella ya un par de veces, aún no habíamos descendido por su pronunciada cuesta. Esta calle tan empinada es de las más antiguas de Zamora y su nombre procede del árabe “bab al ras”, que significa “puerta de la cabeza”. Originariamente estaba llena de talleres de artesanos y aún hoy se conservan las tiendecillas de los comerciantes pintadas de diferentes colores, por lo que está declarada de Interés Turístico. Estaba empezando a oscurecer y aún queríamos ver algunas fachadas modernistas. Ya en la propia calle Balborraz puede verse algún ejemplar, pero es al este de la Plaza Mayor, sobre todo en las calles de Santa Clara y de San Torcuato, donde abundan los ejemplos. Es fácil darse un paseo por estas zonas e ir descubriéndolos. Arquitectura modernista en la calle Balborraz Arquitectura modernista en la Plaza de Sagasta Muchos de los edificios modernistas de Zamora son del arquitecto catalán Francesc Ferriol y Carreras, quien en 1908 se trasladó a vivir aquí para trabajar como arquitecto municipal. Sin embargo, dos de los edificios modernistas más emblemáticos de Zamora no son suyos: Se trata del Casino y del Mercado de Abastos. El Casino, situado en la calle de Santa Clara, fue diseñado por Miguel Mathet y Coloma en 1905 para uso y disfrute exclusivo de la pequeña burguesía zamorana. Actualmente el edificio está abierto a todo el mundo, aunque hay que ser socio para poder entrar en el gran salón de las cristaleras de la primera planta, donde hay un restaurante-cafetería. Nosotros sólo pudimos ver un poquito asomando las narices por la puerta. La escalera del edificio está cubierta por este bonito lucernario: El Mercado de Abastos es obra del arquitecto zamorano Segundo Viloria. Fue construido en 1902 y llaman la atención los bonitos rosetones modernistas de vidrio de sus fachadas testeras. Como en octubre anochece pronto y el edificio no estaba iluminado, no pudimos hacerle fotos, así que pongo aquí una imagen tomada del Street View: Muy cerquita del Mercado de Abastos está la Iglesia de Santiago del Burgo, que lucía este precioso aspecto con su iluminación nocturna: Eran en torno a las 20:15 cuando volvimos hacia la Plaza Mayor y nos sentamos en uno de los bares a tomar algo y descansar un rato haciendo tiempo hasta la hora de dirigirnos de nuevo a la Catedral para la visita nocturna, que comenzaba a las 21:00. Catedral en la noche zamorana La visita consistió en un paseo por el interior del templo, que a esas horas estaba ya cerrado al público, deteniéndonos en diferentes zonas mientras una voz por megafonía iba dando explicaciones. Desde nuestro punto de vista, lo más destacable del interior es el magnífico Coro tallado en madera y el precioso sepulcro labrado en piedra que hay en la Capilla de San Juan Evangelista, uno de los mejores del gótico español. Fantástico el coro Una maravilla el sepulcro La visita cuesta 12 euros por persona (año 2016) y tiene una duración de una hora. Merece la pena por poder visitar la Catedral sin gente y con explicaciones, pero para nuestro gusto hace demasiado hincapié en fechas, nombres y datos prolijos de retablos, rejas, pinturas, etc., dejando un poco de lado la arquitectura del edificio en sí. Salimos de la Catedral a las 22:00 y, como teníamos ya algo de hambre, nos fuimos hacia la zona de pinchos y tapeo de Zamora -que es justo en el otro extremo del casco antiguo, en la zona final entre las calles de San Torcuato y de Santa Clara- a buscar algún sitio baratito donde tomar alguna ración. Puede parecer que anduvimos dando vueltas por Zamora todo el día de un lado a otro, pero la verdad es que las distancias son tan cortas que se tarda poco más de quince minutos en ir desde una punta a la otra. En general, todo el centro estaba muy animado, con montones de gente paseando y llenando los locales. Pero sobre todo la zona de tapeo estaba abarrotada. ¿Alguien pensaba que en Zamora no había ambiente? Acabamos entrando en un bar llamado Caballero, en la calle de las Flores de San Torcuato, porque nos llamaron la atención las fuentes de patatas con salsa brava y alioli que se veían, de muy buen tamaño. El lugar estaba llenito de gente, e incluso había clientes en la calle, pero conseguimos hacernos un huequito en la barra. Con una ración de estas patatas y un par de bebidas apañamos una cena “light” por unos 7 euros, si no recuerdo mal. Las patatas estaban bien fritas y las salsas no eran malas. ¡Por lo menos la brava picaba un poco! Y es que cada vez es más difícil encontrar unas patatas bravas que de verdad lo sean. Y tras esa frugal cena nos volvimos dando un paseo hacia el Parador, cansados pero satisfechos de la visita. Zamora nos había sorprendido muy gratamente. Nos hubiera gustado haber podido ver la Aceña de Olivares abierta y los edificios modernistas con más luz… pero todo no puede ser, sobre todo en otoño cuando las horas de luz son menos. El día siguiente lo queríamos dedicar a ver Toro y la exposición de Las Edades del Hombre, así que la visita de Zamora se daba por concluida. Etapas 1 a 3, total 4
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