Por el sur de China y mucho más ✏️ Blogs de ChinaShanghai, Tongli, Suzhou, Hangzhou, Chengdu, Leshan, Kunming, Dali, Lijiang, Shangri-la, Hong-Kong y MacaoAutor: Mint787 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (14 Votos) Índice del Diario: Por el sur de China y mucho más
01: Sin dejarnos influir por los malos presagios
02: Calor, humedad, bochorno... o diga simplemente Shangai
03: Tongli y Suzhou, la tranquilidad cerca de Shanghai
04: Dando la vuelta al Lago Oeste de Hangzhou
05: En Chengdu nos enteramos de por qué la comida de Sichuan tiene fama de picante
06: Sin palabras para explicar la experiencia del Buda de Leshan
07: Con los Pandas nos despedimos de Sichuan e iniciamos el camino de Yunnan
08: Por el Bosque de Piedra de Shilin y las grutas de Jiuxiang
09: Dali, la ciudad dónde la vida no tiene fin
10: Lago ErHai, el que llueva o no llueva, no está en la boca de la rana
11: Perdidos en el laberinto de Lijiang
12: Yulong, conocido como el paraíso de los suicidas, inspira a nuestro conductor
13: En el Salto del Tigre el Yangtsé no está para bromas
14: Shangri-la, cuando el camino honora al viaje
15: Adiós al paraíso perdido
16: Un país, dos sistemas
17: Por el camino de los nueve dragones hacia las estrellas
18: Cidade do Santo Nome de Deus de Macau
19: Adiós Hong Kong, adiós China
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Etapas 4 a 6, total 19
El tren hacia Hangzhou sale pronto Así que a las siete de la mañana y con las maletas a cuestas nos encaminamos de nuevo hacia la estación de Shanghai. Minutos antes de las ocho se abren las puertas del andén y nos disponemos a acceder al tren, llevándonos nuestra primera sorpresa. Es como si nuestros asientos no existieran, incapaces de encontrarlos le enseñamos los billetes a la interventora que amablemente nos acompaña hasta una puerta de vidrio en el inicio del tren, que nosotros interpretábamos que daba paso a la máquina pero que en realidad se trataba de un pequeño compartimento justo delante del maquinista que, con ocho asientos a modo de sillones, constituía la primera clase. Vaya, resulta que llevamos billetes de primera clase y no nos habíamos dado cuenta. La interventora, tras desalojar a algunos viajeros que habían aprovechado la comodidad de los sillones para dormir un poco, no señala nuestros asientos. Al poco suben tres personas más con las que compartiremos los 90 minutos que nos separan de nuestro destino, Hangzhou. Una vez allí, nos disponemos a tomar un taxi que nos lleve al hotel y, si nos descuidamos tardamos más que en el propio trayecto, la cola es enorme, pero, desacostumbradamente, ordenada. Esperamos con paciencia y cuando es nuestro turno le enseñamos al taxista al papel donde tenemos apuntada la dirección y el nombre del hotel, algo que, no nos cansaremos de repetir, resulta imprescindible. En poco tiempo llegamos al Zhejiang Hotel, un cómodo hotel pero su valor no radica tanto en sus prestaciones como en que está justo al lado del lago. Después del chek-in y de dejar las maletas nos dirigimos rápidamente al lago para iniciar nuestro recorrido. Lo iniciamos en la zona norte, la más próxima al hotel. Dar una vuelta al lago es como explorar un pequeño microcosmos de lo que es una moderna ciudad china, familias al completo, estudiantes, jóvenes parejas, ancianos, hombres y mujeres en grupo o en solitario, y por supuestos, viajeros y turistas… todo el espectro social se da cita en el lago Oeste de Hangzhuo. La vuelta al lago se hace pesada. El calor es agobiante, no tanto como en Shanghai pero por poco le va a la zaga. La vuelta la realizamos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Desde Hubin Lu nos encaminamos a Beishan Lu. Comemos en un restaurante que se halla al inicio de la pasarela de Su y tras atravesar el lago y poco antes de llegar a la Pagoda de Leifeng se desata el diluvio universal. Nos refugiamos en la marquesina de un autobús. Tomamos el autobús 52 (2Y) sabemos que es el que da la vuelta al lago. Nuestra tarjeta sim china nos demuestra su utilidad, con el GPS y el google maps nos guiamos hasta la calle Qinghefang, muy cerca de la cual nos deja el autobús, nuestro siguiente destino en Hangzhou. La calle Qinghefang alberga varias farmacias de medicina tradicional, tiendas de artesanía y también casas de té, entre ellas la Casa de Te Taiji, una de las más antiguas de China. El té de Hangzhuo es el Longjing Cha (te del pozo del dragón), uno de los tés verdes más aromáticos de China y está considerado uno de los mejores del mundo. Por problemas de tiempo hemos tenido que descartar la visita a los campos de tés de los alrededores de Hangzhuo, en otra ocasión será. En la entrada de la calle Qinghefang nos encontramos un enorme Buda dorado, que sirve de montaña por la que escalan multitud de pequeños Budas. En un tramo de la calle hay un grupo de curiosas estatuas que reproducen diferentes momentos de la vida cotidiana: un niño jugando, una mujer haciendo la colada, un vendedor... Entramos en tiendas, hacemos fotos y finalmente nos alejamos por calles adyacentes en un paseo muy agradable. Para regresar al hotel utilizamos el metro, prácticamente nuevo, y después de comer algo nos retiramos a descansar antes de emprender camino a Chengdu. Etapas 4 a 6, total 19
Hasta las 11:15 no sale el vuelo a Chengdu, lo que nos permite tomarnos la mañana con calma. El vuelo de Air China se desarrolla sin ningún problema y puntualmente a las 14:10 aterrizamos en Chengdu. La ciudad nos recibe lloviendo y el trayecto en taxi hasta el hotel nos permite hacernos una idea superficial de la capital de Sichuan, un ciudad china más de las muchas que hemos visto con sus contrastes de viejas y nuevas construcciones y con unos autobuses públicos de un encanto especial. Nuestro hotel es el Holiday Inn Chengdu Oriental Plaza, un magnífico hotel perfectamente situado para lo que son nuestros intereses en Chengdu: la visita al Buda de Leshan y al Centro de Conservación de Osos Panda Gigantes. El Flip Flop Hostel, situado en el 98 de la calle Dongsheng (Dongsheng Jie), ofrece, entre otras, una visita de medio día al Centro de Conservación de Osos Panda Gigantes, que se adapta perfectamente a lo que necesitamos, pues solo disponemos de un día y medio en Chengdu y nuestra intención es dedicar el día entero a Leshan y la mañana siguiente, antes de partir a Yunnan, aprovecharla para los osos panda. No nos cuesta demasiado orientarnos y llegamos sin problemas a Dongsheng, pero identificar el número ya es otro cantar, afortunadamente una amable señora nos ve en nuestro despiste y deduce qué es lo que estamos buscando y nos indica dónde es. Una vez en el Flip Flop contratamos por 120 Y la vista a los pandas. Las opciones que tienen para Leshan no nos convencen y preferimos hacerlo por nuestra cuenta. Volvemos al hotel y el recepcionista nos indica dónde está la estación de autobuses y también nos informa que si queremos ir al día siguiente será mejor que saquemos los billetes hoy, pues si no podemos encontrarnos con colas que nos retrasen demasiado. En un papel nos apunta lo que debemos decir a la taquillera y hacía allá que nos dirigimos. No sin algún despiste, encontramos la estación de autobuses y tras unos minutos de cola le entregamos el papel a la taquillera que nos entrega los billetes para Leshan (48 Y), no tienen hora específica y sirven para todo el día. Tras familiarizarnos un poco con la estación, paseamos tranquilamente buscando algún lugar donde cenar antes de retirarnos a descansar. En la avenida donde está situado el hotel, pero a una cierta distancia, hay una especie de centro comercial al aire libre cuya planta superior esta llena de restaurantes. Entramos en el que nos parece más animado y a pesar de que la carta está íntegramente en chino nos ayudamos con las fotografías y pedimos un plato de maíz rebozado en una especie de tempura y uno de pollo con verduras. El maíz no presenta ningún problema, pero las verduras del pollo consisten en todo tipo de guindillas de mil y un colores diferentes, a cuál más picante, todo sazonado con la famosa pimienta de Sichuan. Ya sabíamos que la comida de Sichuan tiene fama de ser la más picante de China, pero nunca imaginamos que lo fuera hasta ese punto. La cena se convierte en una experiencia inenarrable. Etapas 4 a 6, total 19
El Gran Buda de Leshan era una de las asignaturas que nos había quedado pendiente de nuestro anterior viaje y el cincuenta por ciento de nuestro interés en Chengdu, el otro cincuenta, los osos Panda, lo resolveríamos al día siguiente. El día amaneció gris, muy gris y cuando emprendimos camino a la estación de autobuses se desencadenó el diluvio. Bajo un cielo que, literalmente se desplomaba sobre nuestras cabezas, llegamos a la estación sobre las 8:30 horas. Los controles de seguridad fueron sencillos y tampoco nos costó demasiado encontrar la cola correcta para el autobús que nos tenía que llevar a Leshan. Ya en camino, y cuando parecía que el destino se apiadaba de nosotros pues había dejado por fin de llover, un monumental atasco en la autopista nos tiene más de una hora completamente inmóviles. Dado que por el sentido contrario los vehículos circulan con normalidad, suponemos que se trata de un accidente o una avería que ha bloqueado el camino en nuestro sentido. Durante esa hora asistimos a una gratuita lección del más puro estoicismo zen, sin inmutarse, sin que nadie se ponga nervioso –a excepción de nosotros, claro-, todo el mundo se organiza para hacer más llevadera la espera. Salimos a la carretera y se montan corrillos donde algunos comen, otros fuman, incluso aparece algún mazo de cartas… simplemente se trata de pasar el tiempo. Y el tiempo pasa, y tan sorpresivamente como se hizo el atasco, éste se deshace y a buena marcha llegamos hasta Leshan. Al bajar del autobús, numerosas manos nos indican y señalan las minivans que, por 5 Y, nos conducirán hasta la entrada misma del recinto que aloja al gran Buda. El tiempo se mantiene inestable, ahora llueve, ahora no, lo que no nos impide disfrutar del camino y la visita. El paseo por el monte Lingyun es extremadamente agradable, se trata de emprender una ligera ascensión en la que se suceden las estatuas budistas, edificaciones religiosas, tumbas, cascadas y escaleras, muchas escaleras, pero cuando finalmente se llega hasta el Buda, se desvanece cualquier inconveniente, es absolutamente impresionante. Y lo es casi tanto como la cola de personas que están dispuestas a esperar para bajar los 250 peldaños de la escalera que, zigzaegando, conduce desde la cabeza hasta los pies de la estatua. Resulta ser una espera de cerca de hora y media, amenizada a veces por la lluvia. Nos hacen fotos, hacemos fotos, nos divertimos con las infructuosas estratagemas de un abuelo para colarse con su nieto, y así va pasando el tiempo hasta que, por fin, podemos iniciar el descenso. Ciertamente no tengo palabras para expresar lo que significa la experiencia. Un descenso por los 71 metros de una estatua esculpida en la montaña hace más de 1.200 años hasta llegar a la base, donde los pies de 11 metros de largo parecen que puedan tocar el agua de los ríos Minjiang, Dadu y Qingyi que allí confluyen. Y al frente, el monte sagrado Emei. Las sensaciones vividas superan ampliamente las expectativas que teníamos en la visita. Allí, en la base, agradecemos el hecho de haber venido por nuestra cuenta, pues la mayoría de las excursiones organizadas se contentan con ver el Buda desde la cabeza y renuncian a llegar a la base. Creemos que, llegar hasta aquí y no hacerlo es un auténtico crimen. Después de un buen rato disfrutando a los pies de la estatua, iniciamos el ascenso por el lado contrario al del que venimos, por un camino que nos conduce hasta un pequeño pueblo de pescadores que, una vez atravesado, desemboca en el espectacular puente de Haoshang, cerca ya de la salida sur del recinto. Estamos lejos de la entrada principal y tomamos unos tuk-tuks eléctricos que nos dejan en la entrada, donde una minivan nos conduce hasta un autocar pirata -aunque al principio no nos percatamos de ello- que por 50 Y nos llevará de regreso a Chengdu. Nos deja en una calle lateral, a unos 50 metros de la estación oficial de autobuses, y al bajar encontramos una multitud de motocicletas-taxi esperando a los viajeros. No es nuestro caso, pues preferimos caminar para conocer un poco de la vida cotidiana de la ciudad. Nos adentramos por calles y callejuelas, acercándonos a nuestro hotel, pero antes de llegar cenamos en un restaurante al que habíamos echado el ojo la noche anterior. La carta está en inglés y pedimos lenguas de pato y pollo, por supuesto picantes, pero qué le vamos a hacer se trata de Sichuan y si cientos de chinos acuden cada año a Sichuan para disfrutar de su cocina picante no vamos a ser nosotros quienes les llevemos la contraria. Comemos sí, pero no podemos decir que en Sichuan disfrutásemos demasiado de la comida. Etapas 4 a 6, total 19
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