Viajar a Grecia en tiempos revueltos. ✏️ Blogs de GreciaRelato de un viaje a Grecia (Atenas, Peloponeso, Delfos, Meteora y varias islas) que se desarrolló de una manera muy diferente a la que habíamos planificado en un principio al coincidir con las huelgas y las protestas de los griegos por los recortes y el rescate de 2011. Un viaje que parecía gafado, pero del que guardo un estupendo recuerdo. Espero que pese a los años transcurridos pueda ser de utilidad porque los escenarios son de los que no pasan de moda.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (20 Votos) Índice del Diario: Viajar a Grecia en tiempos revueltos.
01: PREPARATIVOS DE UN VIAJE A GRECIA QUE PARECÍA GAFADO.
02: ATENAS. Acrópolis, Museo, Ágora griega, Templo Zeus Olímpico, etc.
03: CANAL DE CORINTO, TEATRO DE EPIDAURO, TUMBA DE AGAMENÓN Y MICENAS.
04: OLIMPIA, PATRAS, LEPANTO Y LLEGADA A DELFOS.
05: DELFOS, MONUMENTO A LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS Y KALAMBAKA EN METEORA.
06: METEORA: SU SORPRENDENTE PAISAJE Y SUS MONASTERIOS.
07: ATENAS. MUSEO ARQUEOLÓGICO, MONASTIRAKI, COLINAS FILOPAPO Y LIKABETOS.
08: CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS: MICONOS.
09: CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS. KUSADASI (TURQUÍA). EFESO.
10: CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS. ISLA DE PATMOS.
11: CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS. ISLA DE RODAS.
12: CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS. ISLA DE CRETA. PALACIO DE CNOSOS.
13: CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS. SANTORINI, LA POSTAL DEL EGEO.
14: ATENAS (TERCER DÍA). FIN DEL VIAJE Y CONCLUSIONES.
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Etapas 4 a 6, total 14
OLIMPIA, PATRAS, LEPANTO Y LLEGADA A DELFOS.Este día visitamos Olimpia por la mañana y luego emprendimos un largo viaje hacia Delfos, comimos en Patras y cruzamos el Canal de Corinto por el gigantesco puente inaugurado en el año 2004. Contemplando las bonitas costas griegas, llegamos a Delfos, después de atravesar otro mar, pero de olivos.
TERCER DÍA EN GRECIA.
Olimpia. La ventaja que tenía este sistema de tour, de dormir la noche anterior en el lugar más destacado que íbamos a visitar al día siguiente, es que podíamos llegar temprano a los sitios, antes de que acudiera la mayor parte de los turistas, lo cual agradecimos en algunos lugares.
Itinerario de la jornada según GoogleMaps, que no se si es muy exacta en kilómetros y tiempo.
Olimpia no se considera un lugar imprescindible al hacer un primer viaje por Grecia, por lo tanto es uno de los principales candidatos a eliminar de los itinerarios. Dicen que apenas se conserva nada en pie… Bueno, eso no es nuevo, como en muchos otros yacimientos arqueológicos griegos. Sin embargo, yo disfruté pateando el lugar donde nacieron los Juegos Olímpicos, y tampoco me pareció que no tenga nada que ver… Además, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1989, por algo será... Otra cosa es si se compara con otros sitios del Peloponeso que no vimos. En eso no puedo opinar.
Ticket de acceso: Palestra: centro de entrenamiento de los atletas. Entrada del estadio y estadio (marcado en el césped, no quedan restos). Restos del Philippeion, encargado por Filipo II en honor de los reyes macedónicos. Taller de Fidias. No sé, quizás fue porque el campo estaba precioso por las últimas lluvias y las ruinas lo agradecían o porque las expectativas eran tan bajas que me sorprendieron incluso las piedras que quedan o porque simplemente pisar el taller donde trabajó Fidias en la construcción de la enorme estatua de Zeus que presidió el templo dórico del siglo V, ya me compensó de sobra la visita. El caso es que conservo un grato recuerdo de Olimpia, aunque queda poco y parte de lo que se ve está reconstruido
Después de ver las ruinas, fuimos a visitar el Museo Arqueológico, que se inauguró en 1982 y tiene una gran muestra de arte prehistórico, arcaico, helenístico y romano, entre las que destacan el Hermes de Praxiteles, el casco de Milciades y varios relieves del Templo de Zeus.
Aquí voy a hacer un alto para comentar lo que supuso en el tour nuestra guía, una mujer de mediana edad, profesora de historia. Por la forma en que habíamos reservado el circuito, no tuvimos tiempo de pararnos a pensar que era eso de un “tour cultural”. Enseguida lo aprendimos con ella, quien desde el primer momento nos ofreció todo tipo de explicaciones sobre la Grecia antigua (y también la moderna, incluyendo su visión sobre la situación que se estaba viviendo por entonces) conjugado con lo que íbamos viendo. Aunque me encanta la historia, no soy ninguna entusiasta de las clases magistrales y ni siquiera suelen gustarme demasiado las visitas guiadas a los monumentos. Sin embargo, reconozco que aquello fue algo especial: conocimos el significado de hasta la piedra más remota, la última leyenda, los personajes que existieron y los que no, los dioses, las diosas, los héroes, los mitos, incluso el más anónimo personaje histórico o de ficción; era como si las ruinas y las esculturas cobraran vida ante nosotros mientras la escuchábamos, lo que no viene nada mal en Grecia, donde se agradece tanto la imaginación. Es cierto que más de una vez se me hizo algo pesada su meticulosidad al comentar hasta el más ínfimo de los detalles, pero ella siempre decía lo mismo: “cuando os canséis, no tenéis más que seguir la visita por vuestra cuenta; de verdad que no me importa”. Bueno pues casi nunca nos íbamos porque cuando estabas a punto de hacerlo no faltaba el momento en que su relato volvía a engancharte sin remedio. Además, lo mismo que te hacía disfrutar con la historia y las leyendas, paraba el autobús en una cuneta para dar de comer a los gatos, compraba dulces típicos para que los probasemos, nos explicaba las propiedades de las plantas que inspiraron la antigua medicina griega y hasta me prestó una crema para aliviar el dolor y la hinchazón que me produjo en una pierna la picadura de un insecto en Delfos. Desde aquí, te envío un abrazo, Artemisa (ese era su nombre y de ahí viene el mío en el foro).
Patrás. Ya de camino hacia Delfos, antes de cruzar el Golfo de Corinto, paramos a comer en esta ciudad, la tercera en importancia de Grecia y su segundo mayor puerto. La ciudad no tiene nada de particular, pero resulta curioso visitar la iglesia Agios Andréas, moderna pero que imita una basílica bizantina. Construida en el lugar donde supuestamente fue martirizado San Andrés, guarda su cráneo y parte de su cruz. Creo recordar que fue la única iglesia donde pudimos hacer fotos en el interior.
Puente Colgante ente Antirion y Rion. Cruzamos el Golfo de Corinto por el Puente Colgante que une la Península del Peloponeso en Antirio con la costa sur continental en Rion, y que constituye una de las obras de ingeniería mundial más destacadas de principios del siglo XXI. Con cinco tramos de cable, 28 metros de ancho, 164 metros de altura máxima y 2.225 metros de largo suspendido (2.880 metros en total) es el puente más largo del mundo en su género y se inauguró en agosto de 2004, siendo otra de las grandes construcciones que se llevaron a cabo con vistas a las Olimpiadas de 2004, celebradas en Atenas, si bien era un proyecto largamente acariciado por los griegos, pues facilita enormemente el paso de un lado a otro de personas y mercancías, que antes dependía de transbordadores. Su coste fue elevadísimo, 630 millones de euros (se financió en gran parte con fondos de la Unión Europea) porque se tuvieron que salvar graves inconvenientes como el fondo marino muy profundo (hasta 65 metros), un terreno inestable para su cimentación y estar situado en una zona de muy alta actividad sísmica, lo que obligó a actuaciones especiales para hacerlo resistente a un terremoto de hasta 7 grados en la escala de Richter y a vientos de hasta 250 kilómetros por hora.
Lepanto. Fuimos por la costa, viendo al otro lado del Golfo las costas del Peloponeso y sus pueblos. El paisaje era muy bonito. Llegamos a Lepanto, donde hicimos una pequeña parada para ver su puerto fortificado, famoso por la batalla que tuvo lugar allí en 1571, cuando la Armada española y genovesa al mando de Juan de Austria venció a los otomanos, impidiendo su expansión hacia occidente; y en la que Miguel de Cervantes resultó herido en el pecho y en la mano izquierda, de ahí la expresión "el manco de Lepanto", aunque en realidad no la perdió sino que quedó sin movimiento. El lugar no tiene gran cosa, pero su significado histórico justifica al menos echarle un vistazo.
Seguimos por la carretera que corre paralela al mar, contemplando a nuestra derecha las costas del Peloponeso con sus montañas y sus pueblos: muy bonito el paisaje.
Pasamos después por Galaxidi con su puerto, recuerdo de un pasado industrial que llevó a la deforestación de la zona, ya superada por fortuna. Sobre sus casas de piedra pudimos ver la silueta de la Iglesia de Agios Nikolaos.
Tras superar el puerto de Itea, nos separamos del mar y empezamos la subida hacia Delfos, atravesando unos de los mayores olivares de Europa: realmente impresionante. En España tenemos Jaén, pero esto tampoco se queda escaso. ¡Caramba!
Nos alojamos cerca del moderno pueblo de Delfos, en un hotel que tenía unas vistas maravillosas con el mar de agua del Golfo de Corinto enmarcando, muy al fondo, el inmenso mar de olivos, y las colinas que rodean el Monte Parnaso, que de momento solo pudimos ver de manera velada porque casi había anochecido. Por la noche subimos a dar una vuelta por el moderno Delfos. No había demasiado que ver, pero el paseo fue agradable. Además del atractivo arqueológico, es una zona muy concurrida en invierno porque en unos kilómetros hay una conocida estación de esquí.
Según pudimos saber luego por las noticias, la situación en Atenas seguía tensa, aunque un poco más controlada que el día anterior después de que el Parlamento hubiera aprobado las condiciones de la U.E. para el rescate. La bancarrota estaba salvada, pero los sacrificios exigidos al pueblo griego eran muy grandes, y así te lo hacían saber cuando hablabas con ellos, si bien casi todos estaban convencidos de que lo mejor era permanecer en la Unión Europea y dentro del euro.
Etapas 4 a 6, total 14
DELFOS, MONUMENTO A LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS Y KALAMBAKA EN METEORA.Este día lo comenzamos visitando Delfos, un lugar realmente espectacular tanto por su significado histórico como por sus ruinas y sus paisajes. Imprescindible en cualquier viaje a Grecia. Después emprendimos un larguísimo viaje atravesando Tesalia hacia Meteora. Dormimos en Kalambaka.
DÍA CUATRO EN GRECIA.
Nos levantamos temprano y desayunamos muy a gusto en la terraza del hotel, contemplando las fantásticas vistas que habíamos podido entrever en el ocaso de la tarde anterior, aunque estaban un pelín emborronadas por una ligera neblina.
Enseguida nos preparamos para iniciar la ruta de la jornada. Como ya he mencionado, el dormir en el lugar de la visita principal de la jornada tenía la ventaja de que llegábamos antes que la mayoría de los turistas, lo que en Delfos nos vino francamente bien.
Itinerario de la jornada según Google Maps.
Delfos. De camino pasamos nuevamente por el pueblo moderno. Vale la pena madrugar para llegar a Delfos antes de que esté demasiado concurrido. En mi opinión, es uno de los lugares imprescindibles en Grecia, un sitio mágico y espectacular por su significado histórico y por su ubicación en torno al Monte Parnaso. Ya, simplemente, el transitar por la estrecha carretera que lleva hasta el yacimiento es toda una experiencia tanto para la vista (por los paisajes) como para la imaginación (por las ruinas con que nos encontramos).
Cuenta la leyenda que al principio de los tiempos, Zeus soltó dos águilas en lados opuestos del mundo y se cruzaron sobre Delfos, lo que interpretó como que era su centro. Aquí estableció su morada el dios Apolo, que a partir del siglo VIII a.C. comenzó a recibir un gran flujo de gentes de todo el mundo antiguo para consultar al oráculo sobre el curso de sus vidas. Conoció su época dorada desde el siglo VI a.C. hasta la llegada de los romanos en el siglo II a.C. Fue abolido por el emperador Teodosio en 393 d.C. Todo el sitio arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987. Carretera hacia Delfos.
Al yacimiento principal se accede por un Ágora, donde los visitantes podían comprar todo tipo de objetos religiosos (a pasar por la tienda primero, como ahora: en aquella época ya existía el merchandising, ). Allí estuvimos un rato recibiendo explicaciones y me debió picar algún bicho (no era un mosquito) en una pierna, que me produjo una hinchazón bastante considerable y con picor, aunque afortunadamente no me impidió seguir con la visita en parte gracias a una crema que me dio nuestra guía, que llevaba de todo.
Ticket de acceso:
Delfos nos recibió asi:
El Ágora (las tiendas de la epoca). Subimos la ladera hacia el Santuario de Apolo por un camino empedrado (Vía Sacra, a cuyos lados se situaban los diferentes tesoros construidos por las ciudades para albergar las ofrendas de sus respectivos ciudadanos) descubriendo el Tesoro Sifnio, el Tesoro Ateniénse (edificado tras la batalla de Marathon y reconstruido en 1909), la cámara del Consejo de Delfos, la Sala del Magistrado, la Roca de la Sibila y el Templo de Apolo (las ruinas que hay datan del siglo IV a.C., fueron excavadas por arqueólogos franceses en 1812 y parte del templo se reconstruyó después).
La Vía Sacra y sus tesoros.
Tesoro ateniense. Los creyentes pagaban una tasa y hacían un sacrificio, un sacerdote exponía sus preguntas y escuchaban al dios Apolo a través del oráculo, manifestándose en voz de una sacerdotisa que entraba en trance. Luego, el sacerdote interpretaba lo dicho por la sacerdotisa, de modo normalmente ambiguo para acomodarse a cualquier acontecimiento futuro.
Templo de Apolo.
Por fin alcanzamos el Teatro, construido hace 2.500 años y con aforo para 5.000 personas. Aquí, el escenario resulta espectacular y no solo por el propio teatro sino por el extraordinario paisaje que se contempla. No hay más que dejar volar la imaginación y disfrutar del momento.
Mucha gente se da la vuelta desde el Teatro, pero si hay tiempo y no importa caminar cuesta arriba, yo aconsejaría subir hasta el Estadio, ya que es uno de los mejor conservados de Grecia. En parte excavado en la roca y con capacidad para 7.000 espectadores, desde el siglo VI a.C. albergó recitales de música y teatro para posteriormente ser sede los Juegos Piticos. Los restos que se conservan actualmente son de la época romana y gran parte de las gradas se encuentran intactas.
El Estadio.
[ Terminada esta visita, fuimos hasta el llamado Recinto de Marmaria (cantera de mármol), al que se accede por un sendero, al otro lado de la carretera, donde se encuentran los restos del santuario de Atenea Pronaia. Además de las ruinas de un par de templos, hay que llegar hasta aquí para ver uno de los monumentos más bonitos de Delfos, el tholos circular, del siglo IV a.C. Estuvo rodeado por 20 columnas, de las cuales fueron reconstruidas tres en 1938. La foto de las columnas con su entorno queda la mar de chula.
Después fuimos a ver el Museo Arqueológico, que contiene piezas sumamente interesantes y está considerado el segundo más importante de Grecia después del de la Acrópolis en cuanto a esculturas y restos de arquitectura clásica. Destacan un friso con los héroes griegos luchando con gigantes, la esfinge de Naxos y, sobre todo, la figura del Auriga de bronce, una estatua que conmemora la victoria en una carrera de cuadrigas durante los Juegos Píticos de 478 a.C.
El auriga de bronce.
Los frisos. Las esculturas, con la esfinge. Volvimos al hotel para comer y luego emprendimos un largo viaje que nos llevaría hasta Meteora. Cruzamos unas montañas con unos paisajes estupendos, mucho más verdes y boscosos de lo que me hubiera imaginado en Grecia.
Después llegamos al paso de las Termópilas, que se encuentra junto a la carretera que procede de Atenas. Allí se ha construido un monumento moderno con la estatua del rey Leónidas, que conmemora la batalla que en el año 480 a.C. libraron a su mando 7.000 soldados espartanos frente a un impresionante ejército persa, al que contuvieron durante unos días. Únicamente sobrevivieron dos griegos y los persas invadieron Grecia central y Atenas, pero fueron derrotados en el año 479 a.C. en la batalla de Platea por los atenienses y sus aliados. Junto a la estatua se encuentran los túmulos funerarios de los soldados muertos y a la izquierda unas fuentes de aguas sulfurosas que dieron nombre a las termópilas, palabra que puede traducirse como puertas calientes. No es que sea un sitio especialmente bonito, ni siquiera lo son las esculturas, pero su significado histórico casi obliga a detenerse unos minutos y sacar alguna foto.
Kalambaca. El viaje hasta Kalambaca se nos hizo muy largo porque el paisaje por las zonas que cruzamos no resultaba tan atractivo como el Peloponeso, las orillas del Golfo de Corinto o los alrededores de Delfos; tras pasar el macizo montañoso, las llanuras de Tesalia por donde transcurre la carretera eran bastante anodinas.
En las proximidades de Meteora, el asunto comenzó a cambiar, y unos enormes pináculos de piedra caliza fueron surgiendo llamativos en lontananza conforme nos acercábamos a Kalambaca, donde estaba nuestro alojamiento de esa noche.
Kalambaca es una pequeña ciudad de Tesalia, considerada la entrada natural a Meteora. Casi todas sus casas son de construcción moderna ya que los nazis quemaron la ciudad durante la II Guerra Mundial. Meteora merece una visita tranquila, al menos de una jornada, por lo que es muy aconsejable (incluso imprescindible) pasar una noche aquí, o mejor aún en el cercano pueblecito de Kastraki (situado a unos 2 kilómetros), que tiene mejores vistas hacia los montículos porque está más embebido entre ellos. Sin embargo, nuestra habitación en el Hotel de Kalambaca ofrecía unas vistas magníficas pues incluso llegábamos a ver uno de los monasterios colgados en la roca, el de Agiou Stefanou, con su cúpula parecida a una cebolla.
Antes de cenar, fuimos a dar un paseo hasta la ciudad antigua y llegamos a la Catedral del siglo XIV, con influencias bizantina y paleocristiana, y seguimos caminando hasta la Iglesia de la Virgen Dormida (siglos IX y X), que cuenta con un campanario bizantino y un relieve en el exterior del siglo IX. No se pueden hacer fotos en el interior, que cuenta con frescos del siglo XII y el único púlpito de mármol de Grecia.
Junto a la Iglesia hay un balcón que hace las veces de mirador y desde el que se tienen una amplia vista de la ciudad. A sus espaldas, enmarcando la iglesia, emergían como gigantes los picos de Meteora, coronados por sus monasterios. Desde aquí se vislumbraban los de Agias Triados, a la derecha, y el de Agiou Stefanou, a la izquierda. Nos hubiera gustado acercarnos a Kastraki, pero la noche estaba cayendo y ya no nos daba tiempo.
Etapas 4 a 6, total 14
METEORA: SU SORPRENDENTE PAISAJE Y SUS MONASTERIOS.Este día fue uno de los más especiales porque el paisaje de Meteora es realmente espectacular, más todavía al estar coronadas sus rocas con monasterios ortodoxos del siglo XIV.
DÍA 5 EN GRECIA.
Llegábamos al último día del tour. Íbamos a dedicar toda la mañana a los Monasterios y por la tarde emprenderíamos el largo viaje de regreso a Atenas.
Zona de los Monasterios de Meteora según GoogleMaps.
Itinerario por los Monasterios desde Kalambaka y Kastraki.
Meteora es un lugar que en su conjunto está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1988 y su nombre significa “cuerpo que cae del cielo”. Así los Monasterios de Meteora se refieren a los monasterios suspendidos en el cielo. Según la leyenda, Zeus creó este mar de inverosímiles picos al descargar su ira contra las montañas, aunque la explicación que ofrece la ciencia es bastante diferente. Hace cientos de miles de años aquí había un mar interior, pero como consecuencia de los movimientos tectónicos, el terreno cedió, el agua encontró una salida hacia el mar Egeo y todo el macizo se hundió, las montañas que lo flanqueaban presionaron sobre los depósitos sedimentarios del antiguo mar y se originaron grietas y fisuras, que la erosión y los terremotos fueron conformando en el paisaje único, extraño y espectacular que hoy podemos contemplar. Por si eso fuera poco, la instalación de los monasterios ortodoxos en sus cumbres le ha proporcionado un magnetismo único, convirtiendo este escenario en uno de los más visitados de Grecia.
Ya en el año 985 se instaló en una cueva de Meteora un ermitaño llamado Barnabás. Otros le siguieron, pero la verdadera proliferación de los monasterios sucedió a partir del siglo XIV, cuando el imperio bizantino estaba en clara decadencia y los albaneses y los otomanos invadieron Grecia, con lo que los monjes se vieron forzados a escapar y a buscar refugio en lugares seguros y alejados de las persecuciones de los infieles. El primero de ellos fue el Megálo Meteoro, fundado por Athanasios, a 615 metros sobre el nivel del mar. A partir de entonces, las cumbres de las imponentes y recónditas rocas de Meteora se convirtieron en el sitio más propicio para instalar sus monasterios y se erigieron hasta 23 más, a los que en un principio solo era posible alcanzar mediante escaleras de cuerdas. Posteriormente se instalaron cabrestantes y los monjes eran izados en cestas. Debido a su precariedad, a finales del siglo XIX la mayor parte estaban abandonados o en ruinas. En 1920 se construyeron escaleras talladas en la piedra para alcanzar los seis que quedaban habitados y que son las que utilizan actualmente los turistas durante sus visitas. En cualquier caso, los monjes tampoco estuvieron completamente protegidos ya que los monasterios fueron asaltados en varias ocasiones por los turcos, en el siglo XVII y en el XIX. Durante la II Guerra Mundial se destruyeron varios monasterios por las tropas italianas de ocupación ya que muchos miembros de la resistencia griega los utilizaron para refugiarse.
Los seis monasterios que permanecen habitados y pueden visitarse están unidos entre sí por una carretera de 10 kilómetros de longitud que rodea todo el conjunto de rocas y que lleva hasta la base de cada uno de ellos. El simple tránsito por esta carretera ya justifica el desplazamiento hasta aquí, ya que las vistas son realmente soberbias y, concretamente, el Mirador de Psaropetra ofrece un panorama espectacular. Hay un autobús público que hace el recorrido desde Kalambaka y Kastraki. También existe un itinerario a pie de unos 17 kilómetros para recorrer la zona. Lástima que no dispusiéramos de tiempo suficiente para hacerlo. Debe ser muy bonito e interesante. En una jornada no es posible visitar todos los monasterios porque no todos abren a diario. Hay que tener en cuenta que hay unas normas de vestuario para el acceso: no se pueden llevar los hombros al aire, los hombres tienen que ir con pantalones largos y las mujeres con faldas por debajo de la rodilla, no valen los pantalones ajustados ni los vaqueros, así que viene bien llevar un pareo para ponerse por encima de la ropa. También está prohibido sacar fotografías en el interior de los recintos religiosos. La entrada cuesta entre 2 y 3 euros. En esta fotografía se ven cuatro de los seis monasterios: San Nicolás, Gran Meteoro, Varlaam y Rosanou.
Monasterios actuales. Para no perderme, voy a describir los monasterios según los fuimos viendo durante nuestro recorrido, es decir los que continúan habitados y se pueden visitar. Primero pasamos por Kastraki, donde, además de su vegetación, nos llamaron la atención varias cosas, como una curiosa roca en forma de dedo, llamada Andrachti, que es objetivo de muchos escaladores y también un saliente en la roca o una cueva con numerosas banderas, flores y ofrendas. Nos explicaron lo que significaba, pero la verdad es que se me ha olvidado, quizás tenga relación con los miembros de la resistencia muertos durante la II Guerra Mundial.
Vista de Kastraki, con la roca en forma de dedo al fondo. El sol daba de cara.
Curiosa capilla en la roca en Kastraki, solo apta para escaladores. Siguiendo hacia Meteora, el primer monasterio que nos encontramos fue el de Agiou Nikolaou o de San Nicolás. Como todos, está instalado en lo alto de una roca vertical, a la que parece imposible acceder si no fuera por una empinada escalera de varios tramos escavada en la piedra. Todavía conserva las cuerdas por donde antaño ascendían los monjes.
Ticket de acceso:
Monasterio de San Nicolás, que aún conserva las antiguas cuerdas por donde subían los monjes.
El paraje es realmente bonito, tiene mucha vegetación y en lo alto cuenta con una terraza de madera desde donde se obtienen unas fabulosas vistas panorámicas, con Kastraki, las rocas Doupiani y del Espíritu Santo que casi se pueden tocar con los dedos, los monasterios de Megála Meteoro y Varlaam, y la zona oeste de Meteora que no es tan visible desde otros monasterios. También merece la pena dar la vuelta por el exterior, para ver las formaciones rocosas de cerca. El monasterio es pequeño, estaba poco concurrido y cuenta con unos frescos extraordinarios, pintados por Theofanes. La verdad es que pasamos un buen rato en este monasterio, no sé si porque realmente tenía algo especial o porque nos lo parecía al ser el primero que veíamos.
Vistas desde el Monasterio de San Nicolás.
Después, continuamos por la vertiginosa carretera que se pega y se retuerce junto a las rocas ofreciendo espléndidos panoramas. La vista del monasterio que acabábamos de visitar, desde la carretera, casi producía mareo. A la izquierda sale una carretera que lleva hasta el pequeño aparcamiento del monasterio de Gran Meteoro.
Megála Meteoro o Gran Meteoro. Fue el primero en construirse, el que se encuentra a más altura y el más famoso y concurrido de todos. A la entrada está la cueva donde vivió su fundador, Athanasios, que está enterrado en la iglesia principal. Fue el más rico y poderoso por la protección que le brindó el emperador serbio Symenon. Tiene una gran cúpula y hermosos frescos, además de un gran osario con una espeluznante exposición de cráneos. Había muchísima gente y me gustó más desde lejos (hay un mirador soberbio) que in situ. No paramos demasiado tiempo allí.
Monasterio de Argias Varvaras Rosanou. De monjas, su iglesia de la Metarmorfosis data de 1545 y tiene bellos frescos de la Resurrección y de la Transfiguración pintados en 1560. Para llegar hay que cruzar un pequeño puente colgante de madera, está situado en un lugar espectacular y ofrece unas vistas soberbias. Nos gustó mucho, aconsejo visitarlo.
Monasterio de Varlaam. Se encuentra a unos 700 metros pasado Gran Meteoro y de vuelta a la carretera principal. Tiene un museo, una canasta con cuerdas y una iglesia con frescos del siglo XVI. Es el segundo más grande de Meteora, vimos un montón de gente, autocares incluidos, y decidimos no ir hasta allí, conformándonos con las vistas de lejos.
Seguimos hasta el final de la carretera, contemplando alguno de los parajes más espectaculares de Meteora, como el que ofrece una roca vertical sobre Kalambaca, en cuya cima se asienta el Monasterio de Agias Triados. Apareció en la película de James Bond, Solo para tus ojos, y desde la distancia, parece imposible llegar hasta allí. Me enteré después que está solo a un 1 kilómetro a pie desde Kalambaka.
Al final de la carretera, se encuentra el Monasterio de Agiou Sefanou o de San Esteban, el más aislado, pero que veíamos muy bien desde nuestra habitación en el hotel de Kalambaka. Es un convento de monjas.
Poco antes de llegar nos encontramos con uno de los miradores más espectaculares de Meteora, desde el que se pueden contemplar los seis monasterios y un panorama realmente fantástico. No os lo perdáis, merece mucho la pena aunque el viento sopla de lo lindo y te da cierta cosa acercarte al extremo de la roca. Yo me quedé… cerquita pero no muy al borde, por si acaso .
Desde este mirador, las vistas cortan la respiración.
Monasterios de Gran Meteoro y Varlaam. Para finalizar una jornada sumamente interesante que habíamos empezado muy temprano, fuimos a comer a un restaurante familiar, donde nos recibió la dueña, una señora muy mayor, que nos mostró muy orgullosa sus fogones y la materia prima con la que cocinaban sus hijos. Nos sirvió guisos tradicionales realmente buenos. De lo mejor del viaje a Grecia en cuanto a la gastronomía. Lamento no recordar nada más, pero en aquella época aún no me había registrado en el foro (aunque lo leía y lo consultaba mucho) ni, lógicamente, escribía diarios, con lo cual no hacía fotos en los restaurantes ni en los hoteles.
Itinerario de vuelta desde Kalambaka a Atenas.
Por la tarde nos faltaba lo peor: el viaje de regreso a Atenas, largo, tedioso y aburrido, sin que lo remediaran los paisajes más entretenidos, ya al borde del mar, del final del trayecto.
Fotos tomadas desde el autobús.
Nos llevaron hasta nuestro alojamiento de esa noche: el hotel Plaza, de cinco estrellas. ¿Cinco estrellas? Pues sí, un chollo, una oferta espléndida que encontré inesperadamente en internet, casi más barato que el de tres estrellas donde habíamos estado las dos primeras noches, y con desayuno incluido. Eso sí, sin cancelación gratuita: pago en el acto y no reembolsable. Y me arriesgué. ¿Misterio? Pues sí… en la mismísima esquina de la Plaza Sintagma, un lugar espléndido… si no fuera por las movidas de aquella dichosa semanita griega. Cuando llegamos, lo peor de las protestas había pasado… de momento. Pero las cosas no estaban tranquilas. En la plaza seguían las sentadas de grupos numerosos con pancartas frente al Parlamento; además, los restos de la batalla campal que había tenido lugar durante los días anteriores resultaban evidentes. Tuvimos que entrar al hotel por una puerta lateral, la principal estaba cerrada y tenía los cristales rotos. Numerosos adoquines del suelo de la plaza estaban levantados y habían sido arrojados contra las puertas y los cristales de varios hoteles de cinco estrellas que hay en la plaza. Para una vez que se me ocurre reservar un cinco estrellas… Menos mal que no coincidió con lo peor del tema.
Ambiente en la Plaza Sintagma cuando llegamos a nuestro hotel, que era el de la esquina con las cristaleras anaranjadas por el reflejo del sol, foto de abajo, a la derecha.
El hotel muy bien, aunque se notaba que el personal no estaba del todo tranquilo. Nos dieron una habitación en la primera planta que daba a la calle y nos dijeron que, por si acaso, no nos acercásemos demasiado a las ventanas. La terraza exterior, con unas vistas estupendas a la Acrópolis estaba cerrada a cal y canto, y no pudimos disfrutar de ella.
Plaza Sintagma por la noche.
Salimos a dar una vuelta y a cenar. Había mucha gente y se mascaba una calma tensa, pero esa noche no presenciamos ningún incidente. Terminamos por la zona aledaña a Plaka, donde el ambiente era más turístico y agradable.
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