Laos, el país de la felicidad ✏️ Blogs de LaosViaje a un país en el que el concepto de felicidad adquiere todo su significado, a pesar del retraso económico. Más fotografías en www.miraetiopia.comAutor: JuanchoPozuelo Fecha creación: ⭐ Puntos: 3.1 (9 Votos) Índice del Diario: Laos, el país de la felicidad
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Viaje a Laos
El afán de encontrar sitios todavía poco transitados por el turismo, unido por la atracción por ese maravilloso río llamado Mekong, me llevó a preparar durante unos meses un viaje a un desconocido país llamado Laos. Laos es un montañoso país sin acceso al mar que limita con grandes gigantes como China al Norte, Vietnam al Este y Tailandia al Oeste, así como la otrora gran civilización Camboyana al sur, también tiene una pequeña frontera al norte con Myanmar. Laos es un país con muy poca población, unos 5 millones de habitantes, así que comparad con sus populosos vecinos, sin embargo esta poca población se divide en más de 42 etnias y lenguas distintas, esto ya empezaba a darle sentido al viaje. Decir Laos es decir río Mekong, el río recorre el país de Norte a Sur, le da fronteras con Myanmar, Tailandia y Camboya y es su vía de comunicación principal, en este caso es más el río de la vida que nunca (es su apodo). Entramos en Laos desde Tailandia en un puesto fronterizo caótico, esa noche empezó a arreciar el monzón y en el momento de cruzar el Mekong, daba algo más que respeto. Habíamos alquilado unas barcas con motor (llamadas allí lanchas rápidas), que suben a toda velocidad contracorriente por el caudaloso Mekong, sólo de pensar en lo que teníamos que hacer se te ponían los pelos de punta, después de deliberar sólo había 2 opciones o remontar el río en lancha o renunciar al viaje. Decidimos remontar el río. Fueron las cuatro horas más terribles de mi vida, lo que podría haber sido un maravilloso paseo se transformó en un infierno, nunca he visto llover así (quizás una vez en Chiapas), los troncos bajaban por el río y nuestro barquero los esquivaba, había remolinos por todas partes y de vez en cuando aparecía una roca, por si fuera poco la lluvia se te colaba entre la ropa y al cabo de un rato el frío era insoportable, fueron cuatro horas repasando mi vida por capítulos, además con el peso añadido de mochilas y cámaras de fotos, al mínimo percance sabía que no habría solución. Por suerte llegamos al final, a partir de aquí entramos en el paraíso. Desde que se entra hasta que se sale de Laos, todo es verde, un verde chillón que no puedes ver en ningún otro sitio, llegamos a una pequeña aldea y unos lugareños nos dejaron cambiarnos en su choza y nos prepararon un sabrosísimo arroz con verduras, posiblemente no me haya sabido una comida mejor en mi vida. Nuestro guía era el claro exponente de lo que es Laos, un personaje chiquitito y delgado con una sonrisa permanente y con una sonrisa permanente, había sido durante 10 años monje budista para poder estudiar, después aprendió alemán y se apuntó a un programa de estudios en el extranjero para practicarlo, el régimen comunista de entonces le envió 8 años a Cuba para “practicar alemán” y después de 3 días de avión llegó a un país lleno de gente de color que creyó de África y aprendió español, estaba casado, su mujer tenía un puesto de verduras en Vientiane (luego nos la presentaría) y tenía una hija a la que adoraba, era feliz, sencillo, capaz de lo que fuera para nos sintiéramos mejor, limpio, tranquilo, en fin era LAOS. Los paísajes y los arrozales en nuestro camino hacia Luang Sing eran para quitar el aliento, los caminos eran intransitables y no había más vehículo que el nuestro, así que la sensación de paz era absoluta. Muang Sing, era un pueblo que tenía un mercado donde se juntaban las tribus y era muy vistoso porque cada una venia ataviada con sus ropas tradicionales, pero eso no era lo único que le daba gracia a los mercados. Enseguida descubrimos la obsesión por la limpieza en este país, cualquier sitio en el que entras está brillante, las camas en las que duermen están impolutas, es curioso en un país donde llueve tanto y hay tanto barro, un barro rojizo y arcilloso que es difícil quitárselo de encima. Esto hace que los mercados estén llenos de productos (sobre todo verduras), con un aspecto increíble y colocadas una a una como si de una exposición se tratara. A partir de aquí y hasta nuestra siguiente parada en Luang Nantha, no paramos de visitar poblados de tribus distintas (los nombres creo que no merecen la pena), de arrozales y de conventos budistas, aquí el budismo es otra de las columnas vertebrales del país, el propio comunismo se ha fundido con el budismo e impregna el carácter de la gente, aquí si que impera la máxima de no hacer daño ni a la hierba, de hecho la policía cierra los viernes y no abre hasta el lunes, pocos incidentes pasan en este país. Fueron muchos días de monte, paisajes y gente viviendo como hace 300 años, las conclusiones que saqué fueron que son gente que no desea más que lo que tiene y que en general son muy felices, sólo un punto muy negro, la sanidad no existe aquí y una simple infección es letal para esta gente, en una ocasión un hombre al que acababa de picar una serpiente me pidió algo para curarse, se me cayó el alma a los pies de pensar que le quedaban horas de vida. La siguiente parada era uno de los puntos fuertes del viaje, Louang Prabang, esta pequeña ciudad tiene unos alrededores bellísimos, montañas verdes y en sus faldas hermosos arrozales, está atravesada por el Mekong y tiene una gran concentración de templos budistas alguno de ellos muy bonito. Tiene un palacio y en sus dos calles principales se asienta un mercado que da gusto recorrer de arriba abajo. Hay 2 espectáculos dignos de ver en la ciudad, uno es la llamada a la oración en los templos con los monjes tocando los gongs, extremecedor, y otro cuando sale el sol, en ese momento cientos de mojes forman en fila y durante horas recorren la ciudad en silencio recogiendo las ofrendas de comida que a diario les ofrecen todos los habitantes de la ciudad, luego los juntarán todos en un puchero y comerán su única comida diaria. Si alguna vez hay que retirarse a un lugar apartado, donde reina la belleza y paz y donde su gente es feliz, ese lugar es Luang Prabang. Las siguientes paradas fueron Vang Vieng, con sus imponentes montañas y que es el icono de los hippies, había demasiados fumaderos de opio y salvo los paisajes no me gustó demasiado, luego fuimos a Vientiane, la capital, visitamos palacios y templos y paseamos por la capital, agradable, en general es como un pueblo grande. Al día siguiente nos dirigimos en avioneta hacia el sur, aterrizamos en Pakse y nos dispusimos a visitar las ruinas de Champasak. El norte de Laos es de cultura Thai, un mundo de monjes budistas y de masajes, el sur es de clara influencia camboyana. Las ruinas de Champasak son como las de Angkor en Camboya pero en miniatura, aquí empezó la cultura Khmer, una floreciente cultura que dejó imponentes monumentos arquitectónicos y que definió las caracteristicas de la Camboya actual. La visita a las ruinas tuvo la particularidad de que estábamos sólos, con lo que pudimos disfrutar de ellas con intensidad, Champasak es como revivir el libro de la selva, te imaginas a Mogli y a los monos en ellas, Angkor por supuesto, es más espectacular pero se disfruta más intensamente Champasak. La salida de Laos en su frontera sur con Tailandia no fue agradable. Durante el viaje prácticamente no habíamos visto vehículos, sin embargo una interminable hilera de camiones, cargados con troncos, posiblemente milenarios se dirigían hacia ella, me dio la impresión que a ese ritmo la belleza de Laos no duraría muchos años, una lástima. También empezamos a echar de menos a los laosianos, la hospitalidad de esta gente nos había atrapado, desde entonces la idea que tengo en la cabeza de la felicidad absoluta se aproximaducho a Laos. 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 3.1 (9 Votos)
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