Un viaje por la Historia y los mitos: Malta y Sicilia. ✏️ Blogs de Europa Sur

Tras desayunar estupendamente (El buffet lo permitía pues tenía bollería, fruta fresca, huevos revueltos, yogures…), a eso de las nueve partimos en nuestro recorrido a pie por Palermo. Aquí hay un autobús turístico gratuito que rodea la zona céntrica de la ciudad pero tiene un único sentido, el de las agujas del reloj, por lo que si hubiéramos querido utilizarlo para ir a nuestro primer destino, que era la Catedral, tendríamos que hacer todo el recorrido completo, lo que lleva bastante tiempo. Nosotros sin embargo podíamos estar en línea recta en nuestra meta en un cuarto de hora caminando. Atravesamos en nuestro trayecto uno de los mercados callejeros de Palermo: Il Capo, con los gritos de sus vendedores. Llegamos finalmente a la Catedral cuya mezcla de estilos la hacen tremendamente atractiva.


Para visitarla hay que pagar según los distintos recintos que se quieran ver. Así la parte de iglesia propiamente dicha es gratis (tampoco es nada especial, todo sea dicho), las tumbas, tesoro y cripta y el tejado son las de pago. Nosotros elegimos tumbas, tesoro y cripta por 3 €. Al tejado, lo más caro, ni se nos ocurría subir con el calor que hacía. Hay unos w.c. curiosamente detrás de unas de las capillas y que son de pago.
En la Catedral se encuentran los supuestos restos de Santa Rosalía, patrona de Palermo. En 1984 la revista Science afirmaba que los huesos pertenecían realmente a una cabra. Pero eso no convenció a sus fieles y siguen paseándolos en procesión todos los 15 de julio. También es curiosa la meridiana, añadida en el siglo dieciocho, que permite saber al mediodía que momento del año estamos cuando penetra el sol por un pequeño agujero en el edificio y que científicamente recibe el nombre de gnomon.
Vemos las tumbas de los reyes y reinas sicilianos, algunas de ellas de pórfido traídas aquí desde su ubicación original en la catedral de Cefalú.

En el tesoro, lo más destacable es la famosa corona de Constanza de Aragón, mujer de Federico II, rey de Sicilia, que era hija de Alfonso II de Aragón y nieta de Alfonso VII de León (obsérvese lo antigua, siglo XII, que fue la relación entre la corona de Aragón y después la de España con Sicilia).

En la cripta se encuentran sarcófagos con los restos de otros miembros de la familia real, la mayoría eran personajes religiosos.


Seguimos nuestro periplo que nos lleva al Palacio de los Normandos para ver principalmente la Capilla Palatina que está incluida en el conjunto árabe-normando patrimonio de la Humanidad que hablamos ayer. El calor es ya de envergadura y cuando llegamos vemos que es unos de los puntos turísticos de Palermo por la cantidad de gente que hay. El precio es de 10€ para los adultos y 8 para los menores de 25 años. Se supone que incluye la visita a los apartamentos reales pero luego nos damos cuenta, pues no dicen nada a la entrada, que como sede de la Asamblea Regional Siciliana están ocupada y no es visitable hoy. Nos parece un timo que no avisen o reduzcan el precio en estos casos. ¿Para qué…? No obstante la Capilla es una verdadera joya. Si ayer nos quedamos decepcionados en Cefalú hoy es de verdadera admiración. ¡Maravillosa!


A la entrada se encuentra la única representación, pero en mosaico (las demás son estatuas), del llamado Genio de Palermo, emblema de la ciudad, junto a Santa Rosalía.


Realizado en el siglo dieciocho durante el reinado de Fernando I de Borbón, que duró nada menos que 66 años, desde que tenía nueve, cuando su padre, nuestro rey Carlos III, tuvo que venirse a España a ocupar su trono.
Lo de genio no se refiere a que fuera muy inteligente sino al sentido antiguo de deidad protectora y que se representa como un viejo coronado vestido de rey y con una serpiente que se alimenta de su pecho y que tiene un lema un tanto enigmático “Palermo, concha de oro, alimenta a los extraños, devora a los suyos” (Concha de Oro es la llanura en la que yace Palermo)
Tras esto, reiniciamos el recorrido para llegar primero a la cercana Iglesia de San Juan de los Eremitas con sus típicas cúpulas morunas rojas.


Seguimos por la calle Antonio Mongitore buscando otro mercado famoso de Palermo, el de Ballaró, uno de los más grandes. Las calles que recorremos son de una suciedad indescriptible con basura por todas partes y hasta excrementos, pensamos que de animales con sus olores consiguientes. Finalmente llegamos a la calle del mercado llenísimo de gente pero uno no se puede relajar demasiado pues entre la muchedumbre se meten, sin consideración ninguna, las “motorinos”, las cuales con sus conductores no tienen a bien irse por lugares menos concurridos. Se me van los ojos por los puestos de fruta fresca del fértil campo siciliano. Terminamos llegando a la Iglesia de los Jesuitas en la Piazza Casa Professa. Hay que pagar (cosa que no hacemos) para visitarla pero se puede admirar desde la entrada. Es una verdadera muestra del barroquismo decorativo.
Llegamos enseguida a la calle Maqueda, una de las vías principales de Palermo, lo que demuestra una vez más como engaña esta ciudad y estábamos en pleno centro. Como es la ZTL, que ya mencioné, hay muy poco tráfico. Recorremos un tramo hasta la Piazza Bellini donde se hallan dos iglesias interesantes: Santa María del Almirante (en italiano dell´Ammiraglio), popularmente conocida como la Martorana, y San Cataldo con cúpulas rojas también.


Ambas muy interesantes de contemplar su interior, pero de pago por lo que también excusamos nuestra visita pues somos cuatro y si pagamos 5 € por persona en cada iglesia es una ruina. Se admiten opiniones contrarias…
También están la Iglesia de Santa Catalina de Alejandría y el Teatro Bellini. El calor que hace es estos momentos es de campeonato pero la verdad es que distraídos viendo estos lugares únicos se resiste mejor.
Al girar a la derecha por un corto estrechamiento formado por la iglesia de Santa Catalina y el Palazzo Pretorio (Ayuntamiento) o delle Aquile (por las águilas de su fachada) nos encontramos con la Piazza Pretoria y su magnífica (en todos los sentidos) fuente, que en otro tiempo se llamó de la “vergogna” por la desnudez de las figuras que la adornan.

Tras hacernos las fotos consabidas volviendo de vez en cuando a la sombra que a esa hora daba el edificio del Ayuntamiento, seguimos hasta la Piazza Vigliena, que todo el mundo llama Quatro Canti, donde se cruzan dos calles principales: Vittorio Emanuele y Maqueda y que sirven de fronteras de los cuatro barrios, distritos o “mandamenti” de Palermo: Albergheria, Seralcadio, Kalsa y Loggia. Y cada esquina se encuentran cuatro reyes españoles: Carlos V, Felipe II, Felipe III y Felipe IV y sobre ellos las cuatro santas de la ciudad: Oliva, Ágata, Ninfa y Cristina y patronas de cada uno de los barrios respectivos. No está Santa Rosalía por ser posterior su nombramiento como santa a la construcción del cruce. Y debajo cuatro fuentes que rememoraban los cuatro ríos antiguos de Palermo: Kemonia, Papireto, Oreto y Pannaria, que también se les representa en la Fuente Pretoria. Por lo que se ve se le echaba mucho de menos, tras taparlos.

Después llegaba el momento de recargar las pilas y decidimos ir a un restaurante próximo pero un tanto oculto en un callejón cercano: Primi Piatti. Fue todo un acierto. Platos enormes y a un precio casi ridículo para los tiempos que corren. Spaghetti a varios gustos, pizzas, scalopines al funghi y nuestras cervecitas de 600 cc. No llegó a los 75 euros por los siete. Tras esto decidimos tomar el café y el postre en el Touring Café, que se encuentra en la próxima Vía Roma. Toda una institución en la que dicen se hacen de los mejores “arancini” (después volveremos sobre ellos). Es muy pequeño y hay pocas mesas y tuvimos suerte de que en ese momento una mesa se quedara vacía. No sé cómo estarán los mencionados arancini, pues ya podéis imaginar que teníamos el estómago lleno y no era momento para degustarlos, pero sí padecimos unos camareros que parecían estar discutiendo entre ellos y tardaron una hora en atendernos. Creo que fue el peor servicio que tuvimos en todo nuestro periplo por Sicilia pues todos los demás fueron de muchísima amabilidad. La excepción que confirma la regla será.
Era cosa de las cuatro y la canícula estaba en todo su esplendor, es decir que hacía un calor de narices y decidimos irnos al hotel a refrescarnos un poco. Tomamos el bus gratuito que ya mencioné antes y que pasa por allí. Son cómo, llaman los italianos, “pulminos” (minibús de color rojo) e iba lleno (lo de turístico es solo el nombre pues la mayoría eran del país) y lo que era peor, en su interior hacía un calor sofocante que no sé cómo pudimos soportar. El recorrido de una media hora fue en sentido inverso el que habíamos hecho a pie aunque es de entender un tanto más largo y nos bajamos al lado del Teatro Massimo. Y hasta nos pareció “fresco” el ambiente al bajar del autobús.
El teatro Massimo construido a finales del siglo 19, debe su nombre a lo grande que es. Con decir que es el mayor de Italia es suficiente.


En sus escaleras se rodaron las últimas escenas de “El Padrino III”, como puede verse en este video (Espero no ser un “spoiler”):



Caminamos unos 10 minutos hasta el hotel. Nunca habíamos agradecido tanto un “recibimiento” tan “frío”. En la calle, la temperatura rondaba los cuarenta así que cualquier temperatura inferior era muy de agradecer así que no digamos los veintipocos grados de la recepción.
Descansamos un buen rato y a eso de las siete volvimos al teatro Massimo para retomar el bus que nos llevaría hasta la Piazza Marina, que cómo su nombre indica es la zona del puerto deportivo. Aquello está recientemente renovado y junto a zona de restauración hay un pequeño parque vallado que estaba muy concurrido pues la brisa marina hacía muy agradable la temperatura. Desde allí se divisa el Monte Pellegrino donde se encuentra el Santuario de Santa Rosalía, que es la cueva donde aparecieron los huesos que ya mencionamos.
A las siete y media un guardia de seguridad comenzó a “invitar” al personal a abandonar el parque pues se cerraba a esa hora. Y nos dirigimos a realizar una inmersión en la “comida rápida” siciliana y nos fuimos hasta el famoso “Franco u Vastiddaru” (la úes es de la grafía siciliana). Pensábamos que habría que compartir las mesas pero no, nos pusimos en la terraza en dos mesas y nos atendieron diligentemente. Pedimos un plato de arancini surtidos y bocadillos de la casa. Todo nos gustó mucho y también el ambientazo que era extraordinario todo lleno de paisanos y más tarde gente esperando. Nosotros estuvimos hasta las nueve y media. Me parece uno de los lugares imperdibles de Palermo.
Bueno lo prometido: los arancini (en singular arancino o en siciliano arancinu) son una especie de bolas fritas rellenas de arroz y variados contenidos. Los hay por toda Sicilia, incluido puestos callejeros, y son baratísimos. Y como llenan mucho te apañan cualquier comida del día.
Como el bus gratuito termina sus servicios a las nueve nos dispusimos a volver caminando. Con la noche calurosa, pero me imagino que más fresca que dentro de las casas, había mucho ambiente en la zona peatonal de la calle Maqueda con puestos ambulantes hasta el teatro Massimo. Así que animadamente paseando llegamos al hotel nuevamente en unos veinte minutos. El día había sido bastante agotador con el calor y nos esperaba un fresco y reparador sueño.

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Amanecemos repuestos y nos dirigimos a la sala de desayunos donde disfrutamos nuevamente de un espléndido desayuno con un buen “cappuccino”. Tras esto y bajar nuestro equipaje, pedimos que nos acerquen el coche (“la macchina” como dicen los italianos) y mientras pagamos. Ha sido una magnífica estancia en este hotel. Son las nueve cuando nos ponemos en marcha rumbo a Monreale. Recorremos en toda su longitud el Corso Calatafimi sorteando como ya hemos comentado a otros vehículos y peatones. Pero afortunadamente el mayor tráfico es de entrada a la ciudad. Monreale está en un extremo de la Concha de Oro, en las laderas del Monte Caputo, donde está un castillo, hoy semiderruido, llamado Castelaccio que construyó Guillermo II a la vez que la Catedral.

En una media hora hemos llegado al Parcheggio Comunale (aparcamiento municipal) que es de pago horario. Desde aquí se divisa un magnífico panorama con los montes que limitan la mencionada planicie. Pese a lo temprano, ya el sol apretaba lo suyo y desde el mismo aparcamiento accedemos por una escalera a una calle llena de puestos de recuerdo a un lateral del conjunto de la Catedral y el claustro.

Esta catedral fue mandada construir por Guillermo II, mientras en Palermo su preceptor, Walter of the Mill, más conocido como Gualtiero Offamilio, entonces arzobispo de Palermo, ordenaba hacer la catedral de Palermo. Cada uno tiene su tumba en su respectivo templo. Por el camino que elegimos, la primera vista es la de la fachada, que recuerda en cierta forma a la de Cefalú, aunque en este caso la torre izquierda es mucho más corta, dicen que dañada por un rayo en 1807.
La entrada se realiza por un lateral que da a la Piazza Guglielmo II, coqueta plaza en cuyo centro hay una fuente.

La entrada es gratuita pero si luego se quiere visitar el claustro o los tejados hay que pagar. El interior es impresionante por su grandeza comparada con la Capilla Palatina mucho más pequeña. Como en todos los casos el Pantocrátor preside toda la nave central. Las paredes de las naves laterales están cubiertas de mosaicos con escenas de Antiguo y Nuevo Testamento, al igual que la Capilla Palatina.
Aquí comparto un magnífico video de la Catedral.

Tras la visita nos tomamos un café en una terraza de la Piazza Guglielmo II, para también aprovechar para hacer nuestras necesidades pues nos esperaba un tirón hasta Trapani. Tras tomar el coche nos dirigimos hacia la autopista del norte atravesando una zona bastante montañosa y que muestra una Sicilia que no responde a las ideas preconcebidas que uno tiene cuando se imagina a esta enorme isla. Muy bonito paisaje solo alterado por algunos rincones a los lados de la carretera por montones de bolsas negras de basura, en muchos casos con ella desparramada, que nos hacía echar imprecaciones sobre los desconocidos autores de esta suciedad.
Paramos en una gasolinera de Partinico a rellenar el depósito. Y desembocamos en la autopista. El límite de velocidad teórico es de 130 km/h. La autopista recorre un paisaje diferente al descrito anteriormente: llano y muestra porque los romanos consideraron a Sicilia el granero del imperio, zonas de cultivos por todas partes.
Nuestro destino propiamente no era Trapani, sino el funicular (aquí le llaman Funivia) que lleva desde allí al pueblo de Erice (preferimos hacer esto a subir directamente en el coche al pueblo pues no sabíamos cómo podía estar de lleno el escaso estacionamiento que tiene). Aparcamos sin problemas en el parking de pago, pero si notamos que el calor era tremebundo. Nos dirigimos al funivia. El precio ida y vuelta es de 9 euros. El trayecto que lleva unos veinte minutos permite ver todo Trapani, su puerto, sus salinas (explotadas desde la época fenicia nada menos) y su costa con sus islas Egadi, pese a la fuerte calima que reinaba y la suciedad de los cristales de la cabina del teleférico.
Llegamos a Erice que se encuentra en la cima del Monte San Giuliano que en muchas épocas del año cubre la niebla o sopla un frío viento pero hoy a lo más que permitía era bajar unos grados de temperatura de la que había abajo. Los orígenes de esta antigua ciudad se remontan a su supuesto fundador Erix, hijo de la diosa Afrodita, a la que dedicó un templo aquí. Habitada por una tribu de los sículos (pueblo que da nombre a toda la isla) llamada élimos, descendiente de troyanos, que se helenizaron más tarde, tomada por los cartagineses, posteriormente expulsados por Pirro de Epiro, y nuevamente tomada y destruida a manos del general cartaginés, Amílcar Barca, hasta la Primera Guerra Púnica y la victoria de los romanos. Es decir de antesdeayer, ja, ja, ja. Luego sería árabe hasta ser conquistada por los normandos con el resto de la isla. Hoy en día es un conjunto medieval digno de visitarse y disfrutarlo sin el calor que tuvimos que soportar (pese a que dicen que en otras fechas suele haber en este lugar frío y niebla).
Atravesamos su Puerta de Trapani,
recorrimos la Via Vittorio Emmanuele hasta la Piazza della Loggia desde allí en la via G. Fontana nos encontramos con la trattoria La Vetta da Mario, donde casualmente no tuvimos ningún problema de ponernos los siete en la pequeña terraza de que dispone en la calle. Nos dispusimos a paladear la pasta típica de erice, el busiate, en las mas variadas formas: a la sarde (con sardinas), con ricota, con pistacho, con gambas… Todo muy rico y abundante animados por un camarero que era todo un showman que nos estuvo dando coversación toda la comida y que al final nos hizo la “broma” de darnos primero una cuenta con un suplemento de 150 euros, que cuando vió nuestras caras nos dió la verdadera por solo 83 euros. Después hemos debatido si era realmente una broma o no. Tras la comida hicimos un recorrido por las calles visitando también las numerosas pastelerías que hay con dulces de almendra. Es famosa sobre todo la de Maria Grammatico.

En ella probé el famoso “genovesi” de crema que junto al “cannoli” son los dulces sicilianos por excelencia.
Regresamos por el mismo camino y al final vimos la Iglesia Matrice y su torre-campanario de principios del siglo catorce.

Ni se nos ocurrió subir a la torre con sus 108 escalones pues con el calor podríamos morir en el intento aunque aquí si soplaba el viento característico del lugar.
Volvimos al coche, via teleférico, y cuando intentamos entrar la temperatura interior era, sin exagerar, infernal y el volante no se podía ni tocar. Así que pusimos el aire acondicionado y esperamos a que se enfriara un poco para partir. Con este calor la idea que nos pareció mejor era ir hacia el hotel y darnos un baño en la playa particular que tiene. Así que dicho y hecho. A las cinco aproximadamente estábamos en el Hotel Punta Nord-Est de Castellammare del Golfo. Antiguamente puerto de Segesta, que visitaríamos al día siguiente, y cuna de grandes mafiosos especialmente Salvatore Maranzano que en en EEUU tuvo sus enfrentamientos en Nueva York con otros clanes, por lo que le llamaron “Guerra de Castellammare” ayudado por el famoso Lucky Luciano y el no menos famoso Bugsy Siegel (el más tarde fundador de Las Vegas): Luego se enfrentarían acabando con la muerte de Maranzano y cuyo clan fue “heredado” por otro nato en este lugar Joseph Bonnano y cuya “famiglia” se considera actualmente activa con sus sucesores. (Cuando redacto estas líneas surge la noticia de la muerte en la cárcel del mafioso nacido en la ciudad mafiosa mítica de Corleone,Totò Riina, asesino intelectual del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, y los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsalino, todos luchadores en los años 80-90, contra la “Cosa Nostra”. Unos auténticos héroes cuando el estado se propuso acabar con la Mafia (De estos últimos lleva el nombre el Aeropuerto de Palermo). Por cierto, creedme, si no quieres poner a un siciliano en un compromiso, mejor no preguntes por la Mafia en Sicilia.
Tras tomar posesión de la habitación con vistas al mar Tirreno y al Golfo del mismo nombre (obsérvese el humo de otro incendio en la lejanía),


nos pusimos el bañador y dejando a nuestro paso la piscina que estaba muy concurrida, pasamos por un paso subterráneo y bajamos unas escaleras finalmente llegábamos a una cala ¡qué decepción¡ estaba toda ella llena de guijarros (aunque la vista de satélite de Google Maps no hacía pensar eso. A lo peor un temporal de invierno los habría llevado). Solo había una pareja tomando las últimas horas del sol que daba, sobre unas rocas. Llevábamos, previsores nosotros, zapatillas pues ya sabemos que muchos lugares de baño en el Mediterráneo no son de arena (aunque Castelllammare tiene varias de rubia arena) y con cuidado donde pisábamos nos arrojamos al agua, que como era de esperar estaba calentita. Disfrutamos del baño y cuando el sol dejó la playa nos volvimos a la habitación.
Tras las correspondientes duchas, sobre las ocho y media nos dispusimos a pasear hasta el centro. En concreto al Corso Giuseppe Garibaldi donde había un ambientazo de paseantes y terrazas llenas, escapando del calor reinante que me imagino habría de hacer en el interior de las casas. Se observaba ser un lugar de veraneo de paisanos que disfrutaban de sus vacaciones. Acabamos sentándonos en una terraza llamada, nada menos, que Pizza Mon Amour di Battaglia Giusseppina y que tiene una carta con 200 tipos diferentes de pizza para los más variados gustos y también varias ensaladas. Luego regresamos de nuevo paseando tratando de disfrutar del poco fresco que hacía. Nos esperaba el descanso.

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Tras tomar el desayuno en el hotel. Muy bueno y completo. Nos dispusimos a salir hacia la Zona Arqueológica de Segesta. Se encuentra situada a solo 15 kilómetros de nuestro hotel. Dirigimos nuestro GPS hacia el aparcamiento que según Google Maps estaba justo a la entrada de la zona arqueológica. Pero resultó que cuando llegamos nos indican que el aparcamiento ha cambiado de sitio y que desde el nuevo emplazamiento había un autobús que nos traía. Menudo cabreo, pues ya podían haberlo indicado en el camino. Eramos de los primeros en acceder al terreno de aparcamiento que costaba 5 € tarifa plana. Nos fuimos hacia el autobús y allí tuvimos que esperar un buen rato hasta que se llenó. Yo solo pensaba que cuánto más tiempo perdiésemos más calor nos iba a hacer después. Esta vez si pusimos unas toallas en los volantes para que no nos pasara a la vuelta lo de ayer. Finalmente llegamos a la zona de venta de las entradas (6 euros) que ya tenía una pequeña cola con un grupo que había llegado. Informados por los “buenos samaritanos” de los foros que comentaban que había otro autobús (navetta como le llaman los italianos) que te alcanzaba al anfiteatro por 1,5 € ida y vuelta (los tickets los venden en otro sitio) por lo que si uno no va avisado vas a subir a la naveta y te echan para atrás por no tener el billete. Con el calor que hacía, subir y bajar caminando los dos kilómetros era de suicidas (aunque vimos algunos).
La primera parte de la visita es el templo, al que se accede subiendo una escalera que bajo el sol abrasador se convertía en un suplicio, pero mereció la pena.
Segesta era un asentamiento de los élimos, de los que ya hemos hablado, y que tuvieron gran influencia de los griegos como puede observarse por los monumentos que quedan. Lucharon contra otra ciudad más al sur, Salinunte, a la que derrotaron y destruyeron con ayuda de los cartagineses. Pero luego durante la Primera Guerra Púnica se alió con los romanos. Probablemente en esta época abandonaron esta ubicación y se fueron a su puerto Castellammare. Hoy sus ruinas están en medio de la nada y es por lo que se supone que permaneció el templo que parece que ni siquiera fue terminado pero curiosamente impresiona por su situación.


Luego de vuelta tomamos la navetta hasta el Monte Barbaro donde se haya el anfiteatro con una capacidad de unos 3000 espectadores, con unas vistas magníficas.


Parece que la elección de los parajes de los teatros no era casual como ya vimos en Taormina. Después tuvimos que esperar un buen rato para regresar en la navetta. Desde ella se ve una impresionante vista del templo.

Finalmente abajo tuvimos que hacer otra gran espera para el bus que nos llevaría de regreso al aparcamiento. Resumiendo se pierde un montón de tiempo con los medios de transporte. Yo diría que demasiado, por lo menos una hora y media y todo bajo un sol abrasador en este caso.
Cogimos el coche afortunadamente protegido su volante con destino a Agrigento, o más concretamente Vilaggio Mosé, donde estaba nuestro hotel. Eran unos 150 kilómetros que nos llevaría más de dos horas pues la autopista solo llega hasta Castelvetrano (unos 45 kilómetros) pues allí se desvía hacia Mazzara del Vallo.
Al hotel llegábamos sobre las tres bajo un sol que rajaba las piedras pero afortunadamente en el hotel tuvieron la amabilidad de darnos la habitación pese a que la hora de entrada era desde la cuatro. Tras tomar posesión de la habitación que daba a la piscina, en ese momento superconcurrida como era de esperar, con un los estómagos rugiendo nos dirigimos a un McDonald´s cercano pues por la hora considerábamos que cualquier otro restaurante estaría cerrado. El paseo no podríamos decir que fuera de placer con el sol calentando a tope y se ve que en Italia la guerra de la comida rápida se va perdiendo pues ofrecen muchas más ensaladas y más abundantes y las hamburguesas menos variadas. No obstante hicieron su función y tras comer nos regresamos al hotel. Nos cambiamos y nos fuimos a la playa más conocida de la zona la llamada Scala dei Turchi (la Escalera de los Turcos).
La verdad es que la ida a la playa es algo incómoda. Desde nuestro hotel hay que atravesar Puerto Empedocle en dirección a Realmonte y cuando se llega a la zona de la playa hay que buscar aparcamiento. Muchos coches están aparcados a los bordes de la carretera, pero nosotros buscamos un aparcamiento (5 €) de los dos que hay. Gracias a la hora que era no estaban completos. Ya veíamos que los del país aparcan donde les da la gana pero nosotros no nos fiamos. Después hay que caminar hasta una escalera que baja hasta la playa. El acantilado que le da nombre separa dos partes de la playa. Y su blancura impresiona.

Se puede caminar fácilmente por él pues el material que lo forma una roca llamada marga no resbala y mucha gente lo utiliza para tomar el sol. En nuestro caso estaba justificado pues se acercaba la puesta del sol y las vistas desde ella son sensacionales, pero el resto del día con el sol y la blancura puede que te pongas rojo como un salmonete, creo yo. El baño no era muy fácil en ese momento pues la entrada al agua estaba llena de piedras, que no se ven, y cubría solo hasta la pantorrilla. Por lo que para darse un baño en condiciones hay que meterse bastante adentro. Pero el calor era mucho y con tumbarse era suficiente. Pero por si fuera poco a mi mujer y mi hija le picaron creemos que alguna medusa por lo que tuvimos que ir al socorrista a que les pusiera una crema calmante. Pasado el susto pudimos bañarnos un rato como pudimos y con el temor de ser picados, pero es que había que refrescarse como fuera (Hay que destacar que esta playa si da al Mar Mediterráneo, pues al norte de la isla está el Mar Tirreno y al oeste el Mar Jónico).
Pese a la hora seguía la playa bastante concurrida. Finalmente cuando el sol ya se despedía subimos de nuevo la escalera de vuelta con lo que el fresco adquirido se perdió rápidamente. El regreso parece que coincidió con la “operación retorno” y fue bastante lento. Ya anochecido, se veían iluminados en lo alto alguno de los templos del Valle de los Templos. Esa sería la visita del día de mañana. Al lado del hotel hay un supermercado Lidl así que decidimos comprar algo para la cena y hacerla en el hotel donde la verdad se estaba más fresquito.

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