Estrasburgo: retorno con mi suegra a su ciudad de emigrante ✏️ Blogs de Francia

Mi suegra (la Pilarín, que no le gusta la palabra suegra), siempre quiso volver a Estrasburgo (en la frontera con Alemania), a donde emigró buscando trabajo en los años 60, de recién casada. Ella decía que al jubilarse, con la pensión que cobrasen de Francia, harían un viaje a Estrasburgo para visitar la ciudad que les cobijó cuando en España apenas había trabajo... Sin embargo, mi suegro enfermó justo el año en que ella se jubiló y falleció al año siguiente, por lo que el sueño se le quedó por cumplir.

Tras asegurarnos de que seguía teniendo ilusión por viajar a Estrasburgo, le regalamos los billetes de avión en su cumpleaños para pasar dos escasos días. Habríamos cogido más días para aprovechar a ver los alrededores, pero es que la pobre apenas puede andar de los dolores que tiene y aun así aguantó como una jabata, nos siguió a todos los sitios (literalmente, porque anda tan despacio que es casi imposible ir a su paso), tres días le costó recuperarse y no se quejó na de na. Bien por ella!!!

Así que el lunes 9 de agosto, embarcamos en Gerona (nunca habíamos volado desde allí) en un avión de Ryanair con destino Baden Baden, en Alemania, a tan solo 50 kilómetros de Estrasburgo, con salida a las 10.35 horas y llegada puntualísima a las 12.20 horas.

El vuelo fue bastante tranquilo, aunque al piloto parecía que le empujaban para aterrizar (no recuerdo yo eso tan ridículo de intentar frenar con los pies en ningún vuelo.....pues en este sí), además que eso parecía la versión aérea de Teletienda, madre mía, hasta lotería te intentan vender. Penica daban los de la tripulación que cuando le cuenten a sus madres que son azafatos/as y se pasan el vuelo vendiendo cosas......pa contarlo en el "mercao" vamos!!!

En cualquier caso el territorio alemán nos recibió con un día espléndido y el aeropuerto de Baden-Karlsruhe, que es chiquitillo, nos resultó muy curioso, pues todavía conserva algunos hangares (fue un aeropuerto militar canadiense durante la segunda Guerra Mundial) y algunos de ellos siguen en uso.

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Allí comenzó nuestro accidentado acercamiento a Estrasburgo, pues a pesar de tener claro que el autobús que debíamos coger rumbo a Baden Baden era el 205 (todo por no querer alquilar un coche por aquello de que pase algo y te quedes tirado, como no íbamos solos...), nos subimos en otro sólo porque vimos a todo el mundo haciendo fila para subir a él. Menos mal que nos dimos cuenta a tiempo porque se puso delante del nuestro y hala corre para bajarte, saca las maletas del maletero y súbete al del conductor "simpático" que fue incapaz de decirnos dónde había que bajarse (menos mal que sí o sí te das cuenta de has llegado a la Estación de Baden Baden). Unos 20 minutos duró el precioso trayecto en el que pasamos por varios pueblos preciosos. Daban ganas de quedarse a verlos todos, con esos jardines con sus rejas-verjas-setos que los tenían de adorno (apenas levantan un metro del suelo y ellos tan tranquilos, ni se plantean que les puedan entrar a robar), los tejados tan cuidados, tan empinados, y esas casas tan pintorescas con maceteros colmados de flores en todos los rincones. Precioso el mini viajecito vamos. En una fachada hasta había pintado un mural de un niño bebiendo agua de un abrevadero y en un jardín una vaca esculpida y lacada en azul cobalto.

En la misma Estación donde nos dejó el autobús teníamos que coger el tren a Estrasburgo, así que nos acercamos a la ventanilla de información para preguntar a qué hora salían los trenes. Bueeeeeeno, aquí otra paletada, jajaja, que el tío nos da una hoja impresa con la información, le pedimos tres billetes y cuando se cansa de no entendernos nos suelta que en "four minutes" sale nuestro tren, que pa la derecha y pa abajo, a correr otra vez (aquí yo me veía deteniendo el tren para que mi suegra pudiera llegar a su pasico, y ya empezó a cansarse de tanto transporte jajajaja, y lo que le quedaba... )

Todavía no sé cómo pero conseguimos subir al tren, que justo hacía su entrada en el andén cuando poníamos el pie en el último escalón. Una vez dentro, mientras buscábamos dónde sentarnos, se nos ocurrió preguntar a los ocupantes del vagón si ese tren iba a Estrasburgo (primero que entiendan lo que quieres decir, pues al parecer no suena muy bien nuestro alemán, no sé porqué...jejeje). Y.......oh!!! sorpresa!!!!.....todos nos dicen que...NOOOOOOOOOOOOOO. Y el tren que arrancaba!!!! Yo me veía perdida por Alemania, que casi me tiro del tren en marcha, con maletas y suegra y todo!!! Así que decidimos bajar en la parada siguiente. Pero durante ese tiempo, a mi marido se le encendió una luz en la cabezita pelada que tiene, y se le ocurrió que quizá tendríamos que hacer transbordo.... y así era!!!! El listo de la ventanilla, que se había explicado como el culo!!!! Y no fue capaz de decirnos que teníamos que hacer transbordo en Appenweir, que es lo que parecía decir la hojita impresa que nos había dado el tipo, claro en alemán.

Cuando íbamos a llegar a la estación de Appenweir a uno de los alemanes del vagón le debieron entrar remordimientos del susto que nos había dado y se nos acercó para explicarnos que al bajar del tren teníamos que andar unos 5 minutos por la estación buscando el andén que iba a Estrasburgo pasando por debajo de un puente o algo así (por supuesto hablaba alemán), pues las vías a Francia, por lo visto estaban más alejadas (la verdad es que aquí se portó bien el alemán, que si no allí estaríamos aún como pasmarotes esperando nuestro tren, que si por el de información es....).

En fin, que allí estábamos en la estación de Appenweir, a pleno sol, a las 2 de la tarde de un día de agosto, esperando durante 50 minutos a que llegase el trenecito (Baden Baden-Appenweir: 20 minutos; tiempo de espera en Appenweir: 50 minutos; Appenweir-Estrasburgo: 25 minutos; suena un poco friki eh???) Y mi pobre suegra diciendo que si no había un viaje directo, que cuanto transbordo (avión, autobús, tren, otro tren, ah y 2 horas de furgoneta de Salou al aeropuerto de Gerona), que ella cuando fue en los 60 iba casi directo, con su transbordo de tren en Lyon y hala, todo recto hasta Estrasburgo (eso sí, sus 12 horitas de viaje no se las quitaba nadie, jajajaja). Había un chaval de Estrasburgo esperando el mismo tren que volvía de sus vacaciones en Barcelona y estaba haciendo el mismo recorrido que nosotros, será que no íbamos tan mal, pensamos.....y el muchacho flipaba con los alemanes y eso de tener que hacer transbordo esperando tanto tiempo para un trayecto de unos 60 kms.

Aprovechando que teníamos tiempo estuvimos cotilleando por la estación que era una especie de parque, super limpio, muy verde todo, con una cantidad de flores y árboles alucinante y ni un solo guardia!!!! Ni falta que les hace, tan educados, limpios y cívicos ellos. Hasta había una especie de cajeros automáticos a pie de andén para sacar los billetes que dejaba imprimir información en varios idiomas (este sí que sabía español ), y lo más curioso es que funcionaban!!! (Nos sirvió para mirar los horarios de los trenes de vuelta). No tenían botones quemados, ni chicles pegados, nada oye, sin truco alguno, funcionaban. Faltaba el bar, claro, que no podías tomarte ni un café, ni echar un tragito de agua, con el calor que hacía. Como dice mi marido en España primero se pone el bar, y después si queda pasta se ponen las vías!!

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Al fin, llegó el tren, y ya más calmados nos dispusimos a disfrutar de los últimos 20 minutos en tren hasta Estrasburgo. Nos gustó el trayecto porque el paisaje es muy chulo, y por aquello de la frontera con Francia (el punto fronterizo es Kehl) y cruzar el Rhin en tren.

Bueno, finalmente, a las 15.05 el tren hacía su entrada en la estación de Estrasburgo, que como les debía parecer un poco vieja, le han puesto una especie de vestido en plan campo de fútbol y a funcionar, tan moderna que parece ella. Por dentro es bonita, pues es de estilo modernista y está bien conservada, con esculturas en la entrada y todo.

Lo primero que hicimos fue acercarnos a la oficina de transportes para asegurarnos de que nuestro amigo el alemán nos había vendido los billetes con ida y vuelta como le habíamos intentado decir, pues nos parecía que el precio no era muy lógico (32,40 euros los tres) y resultó que efectivamente no nos los había vendido así, de manera que aprovechamos para sacar los billetes de vuelta.

En frente mismo estaba la Oficina de Turismo, así que de cabeza nos fuimos pa dentro. Una francesa muy amable nos orientó sobre lo más imprescindible, aunque habíamos hecho los deberes leyendo en los foros. Nos dijo que por la ubicación del hotel no merecía la pena sacar abono de transporte, que podíamos recorrer todo andando, así que le hicimos caso. Lo que sí compramos fue el Strasbourg Pass, un pase por 12,40 euros que incluía la visita a un museo a elegir de la ciudad, el ascenso a la plataforma de la catedral, el tour turístico en barco por Estrasburgo, la entrada al reloj astronómico y medio día de bici por la ciudad (las hay a montones por todas partes, y las dejan en cualquier sitio con su candado, sobre todo en los puentes. A mí me parecía bonito). Además el bono tiene descuentos en muchos otros sitios (por ejemplo, el tren turístico nos costó la mitad de su precio con el Strasbourg Pass). También compramos una guía de la ciudad y un plano (nos cobraron 1 € por un plano que luego en el hotel regalaban a mansalva....sin comentarios). Al final no le sacamos tanto partido como habríamos querido, pero si vais por allí echarle un vistazo pues está bastante bien.

Como eran las tres de la tarde y no habíamos comido nada desde el aeropuerto de Gerona, nos dirigimos directamente a una panadería que había en una esquina dentro aún de la estación a pillar unos bocatas que nos comimos allí mismo, en unas mesas altas de bar que colocan al lado, para que la gente coma tranquila. La panadería se llama Paul y el mostrador era de película, un montón de clases de panes (de semillas, con frutas, pasas, cereales...) y bocadillos (jamón y queso, tomate y mozarella, brie y mantequilla), así como pasteles y bollos de todas clases. Me habría comido uno de cada. O dos, jejeje También tenían ensaladas y no era excesivamente caro (20 euros nos costaron 3 bocadillos grandes, 3 bollos rellenos de frutas del bosque y bebidas para los tres).

Y con el estómago lleno, nos encaminamos hacia el hotel, que estaba a unos 5 minutos pero que nos costó llegar unos 20 al paso de "La Pilarín". El paseo nos sirvió para tomar un primer contacto con la ciudad y aún no habíamos llegado al hotel cuando ya me había cautivado. El Ill, los puentes con maceteros plagados de flores, las bicicletas, las casas de entrado de madera tan originales...me sentía como en el cuento de Hansel y Gretel. Qué preciosidad de ciudad!!!!

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Y pasito a pasito llegamos al hotel que habíamos reservado, el Best Western Hotel De France. A mí no me gustó nada. Era ...vulgar, sí esa es la palabra: ni feo ni bonito, ni viejo ni moderno, ni frío ni cálido. Es que no me decía nada. No era caro y estaba bien situado pero no había ni jabón en las habitaciones. por no hablar de la inexistencia de caja fuerte, que no es que llevemos cosas de valor, pero no sé, para guardar el dinero, el móvil, el GPS, en fin que no me gustó, así que no lo recomiendo.

Tras abonar nuestra estancia subimos a dejar las maletas, darnos una ducha y cambiarnos de ropa para salir a conocer la ciudad.

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Con ánimo resuelto y plano en mano, salimos a dar una vuelta por Estrasburgo (capital de la Alsacia y Patrimonio de la Humanidad) que significa literalmente "Calle fortaleza", en busca de la casa donde la Pilarín se había alojado mientras vivió allí. Con la cámara de fotos preparada nos encaminamos hacia el centro histórico para que ella nos guiara desde allí por el recorrido que recordara. Tras localizar la calle en la que supuestamente había vivido (que con nuestro francés y el suyo dedujimos que era la Rue Krutenau), nos pusimos en marcha.

Echamos a andar por la calle de nuestro hotel (Rue du Jeu des Enfants) hacia la Plaza Kleber, pasando antes por la plaza de L´homme de fer, que es un centro de conexiones de tranvías (la plaza está rodeada por una rotonda circular de hierro de 700 metros cuadrados). El hombre de hierro que da nombre a la plaza es el letrero de una farmacia, un hombre con una armadura que nos costó un poquito fotografiar por la escasa luz nocturna. El actual es una copia y el original está en el Museo Histórico. Representa la obligación de los miembros de las corporaciones de presentarse vestidos con armadura delante de la catedral cuando tocaba a rebato. No era gran cosa la Plaza pero sí resultaba curiosa y tenía un montón de tráfico tranviario.

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La Plaza Kleber es una plaza peatonal que en los 60 ya era el punto neurálgico de la ciudad, y que actualmente es el corazón de Estrasburgo. En ella se mezclan los edificios antiguos alsacianos característicos, con sus tejados de larga caída y las construcciones de entramado de madera, con farolas de estilo más moderno colocadas cuando se reformó la Plaza. En este lugar se concentran los festejos para las fiestas. La Pilarín decía que le gustaba más en su tiempo porque entraban coches que le daban más vida a la plaza..... Añoranza de otros tiem pos.

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Tras cruzar la plaza nos dirigimos hacia la catedral por la Rue des Grandes Arcades (sus arcos hacen honor a su nombre), una de las vías comerciales principales de la ciudad que atraviesa la Plaza Gutenberg, en la que hay un monumento dedicado al inventor de la imprenta pues al parecer vivió aquí unos cuantos años y fue en la ciudad donde comenzó a fraguar su invento. De hecho, durante los siglos XV y XVI, Estrasburgo vivió un desarrollo económico potenciado por las ediciones y la propagación de la Reforma.

Había en esta plaza un tiovivo precioso de ambiente clásico y un mercadillo de flores y libros de saldo. Tenía su encanto. De camino a ella, cruzamos una callejuela con el Temple Neuf al fondo que tanto mi marido como su madre se empeñaron en que era la imagen que lleva colgada 45 años en casa de la Pilarín y que se suponía era una calle que desembocaba en la catedral. Pero según "mi plano" (es que siempre me adueño del plano, jejejeje) no podía ser, así que seguimos hacia adelante con la suspicacia clavada en mi espalda , hasta encontrarla al cruzar la Plaza Gutenberg. Es la entrada a la Rue Mercerie con una casa de entramados preciosa en la esquina derecha, antigua y con tallas de madera muy bien conservadas, y la fachada principal de la catedral al fondo. Una vista preciosa desde luego, y una primera toma de contacto con la construcción más alta de occidente (144 metros) hasta que la catedral de Colonia vino a quitarle el record. Para que madre e hijo tuvieran otra instantánea diferente les hice una fotito que igual colgamos junto al cuadro

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Finalmente hicimos nuestra entrada en la plaza de la catedral. IMPRESIONANTE. La catedral es preciosa, con más de 2000 esculturas y un rosetón de vidrieras de 16 pétalos deslumbrante. La "Belle Damme" le llaman y no exageran. Por encima del rosetón dos torres unidas por un campanario (la plataforma) a donde se puede acceder a unas vistas diferentes de la ciudad. Una auténtica joya gótica con tan solo una aguja, pues pensaron que la construcción no aguantaría el peso de dos torres tan altas. Dejamos la visita al interior para el día siguiente pues nuestro propósito para esa tarde era encontrar "la casa".

Siguendo las instrucciones de la Pilarín que ya empezaba a estar cansadica, cruzamos por el lado sur de la catedral hacia la plaza del castillo (place du chateau) donde se encuentra la entrada al patio interior del Palacio Rohan (que no pudimos visitar en esta ocasión y que al parecer merece la pena por su colección de arte, sus decorados, las esculturas y los tres museos que se encuentran en él: el de Bellas Artes, el de Artes decorativas y el Arqueológico, uno de los más importantes de Francia). Lo rodeamos en dirección al Ill (el río que rodea el centro histórico de Estrasburgo, afluente del Rhin y cuyo caudal se regula mediante un sistema de canales y esclusas que tuvimos ocasión de conocer por la noche) donde la fachada principal está adornada con motivos profanos al contrario que la fachada del lado de la catedral, adornada con motivos religiosos. El Palacio toma su nombre de la familia de Rohan, que proporcionó a la ciudad 4 obispos y se construyó como residencia episcopal en ladrillo rosa, una piedra que predomina en muchos edificios de Estrasburgo.

Cruzamos el puente Madeleine y por el Muelle de los Bateleros avanzamos hacia la calle Krutenau, parándonos a descansar en algún banco del camino pues parecíamos tres lisiados recorriendo la ciudad: la Pilarín con sus dolores, mi marido con una lumbalgia de campeonato y yo convaleciente de una tremenda contractura. Vaya cuadro, arrastrándonos los tres por Estrasburgo

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Eso sí, como todos los rincones nos iban gustando no parábamos de hacer fotos: a las fachadas, a los puentes, a los patos (como si no hubiésemos visto patos en nuestra vida ). Llegamos así a la plaza Zurich, donde un mendigo muy majo que nos vio perdidos, nos señaló en qué dirección debíamos ir en un castellano muy....... de mendigo, y así fue como llegamos a la calle Krutenau, con toda nuestra ilusión....hasta que la Pilarín soltó: ¿y qué hacemos aquí, si esta no es mi calle? FLIPA CON ELLA. Pues resultó que Krutenau era el nombre que le daban al barrio, y su calle era la calle Zurich que en el plano pa mí que terminaba en la plaza, pero noooooooo, que se prolongaba tras la plaza en un ángulo de 90 grados. Así que hala!! tira pa la plaza Zurich otra vez, y el mendigo alucinando, que casi nos lleva al número 67 de la manica. Pero finalmente logramos llegar y allí estaba la Pilarín, en la puerta del edificio rehabilitado que fue su hogar durante 6 años (y 2 de mi marido).

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Y tras el reencuentro volvimos sobre nuestros pasos y fuimos hacia el embarcadero del Batorama (el barco que recorre Estrasburgo por el Ill) que estaba junto al Palacio Rohan. Cogimos billetes para el barco de las 21.00 horas porque era el próximo barco descubierto (mejor que el cubierto para sacar fotos) y como quedaba una hora todavía nos fuimos a cenar algo cerquita. Y menos mal que estábamos cerca porque tuvimos que cenar en 10 minutos!!!! de lo que tardaron en servirnos. Casi no llegamos al barco!!!!!. Tuvimos que adelantarnos la Pilarín y yo mientras Antonio pagaba la cuenta. Pero llegamos eh???? La cena muy bien: dos tarté flambé (una clásica y otra con queso Munster), una ración de caracoles (los sirven en una fuente especial para caracoles sin la cáscara y con una salsa de vinos y especias), y bebidas para los tres (todo muy típico ) nos salió por 28,60 euros en "La table d´Emilie" (Place du Marche aux Cochons de Lait).

Ya en el barco montados, nos dieron una vuelta por el Ill hasta la zona del Parlamento europeo (lo que nos vino muy bien porque no pensábamos verlo), pasando por la Petite France, los puentes Cubiertos, la presa Vauban. Te colocan unos cascos que te van explicando la historia de la ciudad y de los distintos monumentos y tomamos fotos preciosas pues la perspectiva es espectacular. Lástima que se fue haciendo de noche y las últimas fotos apenas hacen justicia a la ciudad.

Lo más curioso de este trayecto fue cuando al llegar a las esclusas encajonan el barco mientras elevan el nivel de agua para continuar el trayecto por el Ill. Y de vuelta al revés, esperamos a que bajaran el nivel de agua para poder continuar. Fue una experiencia inolvidable y totalmente recomendable para los que vayáis a Estrasburgo.

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Al final del trayecto nos dejó de nuevo en el embarcadero del Palacio Rohan y pasito a pasito nos dirigimos al hotel a descansar, que ya nos lo habíamos ganado. Aún paramos en la catedral a ver el espectáculo de luz y música que mostraba todos los detalles de la fachada principal.

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Un día duro que terminó con las ganas de poder tomar un café (no encontramos nada de camino al hotel para poder tomar un café y solamente eran las 22.30 horas!!!!).

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El segundo día en Estrasburgo amaneció tan soleado como el anterior y tras un buen desayuno en el hotel (era lo mejor del hotel que ya he comentado que no me gustó nada) nos encaminamos hacia la Plaza de la Catedral pues queríamos acceder a la visita del reloj astronómico. Como caminábamos despacito nos costó llegar más de lo previsto, amén de que fuimos dando un rodeo para conocer otras callejuelas. Llegamos a la Plaza de la catedral desde la Rue des Orfevrès, una calle estrecha y comercial de productos típicos alsacianos, plagada de banderines con los estandartes de las diversas familias de comerciantes y muy concurrida. Esta calle desembocaba en la Rue des Hallebardes (calle de las alabardas) que era el camino pretoriano del campamento romano del cual nació Estrasburgo y que en las fachadas sigue conservando las alabardas que recuerdan a los armeros que se establecieron aquí en la Edad Media.


Entramos así en la Plaza de la Catedral por el lado norte, al pie de la casa Kammerzell la más grande y más decorada de las casas de entramados de Estrasburgo. Tiene más de sesenta ventanas cuyos marcos están esculpidos en madera, con esculturas de temas religiosos y profanos. La casa pertenece al municipio y fue declarada monumento histórico. En los bajos hay un restaurante un poquito selecto. Vamos que se nos iba de presupuesto.

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Otro de los elementos representativos de la Plaza es la ex "Pharmacie du Cerf" (farmacia del ciervo) que hasta hace unos pocos años era la farmacia más antigua del mundo (data del siglo XIII). En nuestra opinión fue un tremendo error del muncipio no quedarse con la gestión de la misma, por el asunto turístico y también por el histórico. Una pena la verdad, cositas de estas sin sentido. La planta baja (del siglo XIII) fue construida en piedra y las arcadas están adornadas con ramas y serpientes. Los pisos altos son de entramado y están fechados en 1567. La fecha está grabada en la columna de arenisco, llamada "medidor de vientre", porque los canteros que trabajaban en la construcción de la catedral estaban obligados a no superar cierta corpulencia para poder escurrirse entre las rendijas de la catedral. Por supuesto hice pasar por ella a Antonio y doy fe de que cabía

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Faltaba todavía media hora para que abrieran las puertas para entrar a ver el reloj, pero ya había mucha gente en fila, así que nos pusimos en ella a esperar que se hiciera la hora. La catedral la cierran a las visitas durante la proyección del documental sobre el reloj (a las 12.00) y el desfile de los apóstoles-autómatas delante de Cristo (a las 12.30 antigua hora alsaciana), que les da la bendición uno a uno para después bendecir a la muchedumbre. Durante este desfile, el aleteo y el canto de un gallo (tres veces) situado en la parte alta a la izquierda, recuerda las negaciones de San Pedro. El reloj es una maravilla de la ciencia, de la tecnología y de la estética.

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Junto a él, el Pilar de los Angeles que es en realidad un Juicio Final esculpido en piedra y que marca el inicio del gótico en la construcción de la catedral. Y la catedral en sí es un museo: las vidrieras, el crucero, el púlpito esculpido, la pila bautismal que data de 1843. Me había gustado por fuera, pero por dentro me encantó.

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A la salida, en la Plaza del Castillo nos montamos en el tren turístico para que la Pilarín descansara. Una experiencia más. No tan bonito como el barco de la noche anterior pero también tenía su encanto porque era un recorrido por el interior de la ciudad y a la luz del día. Casi muero aplastada por un tranvía (EL TREN SE QUEDÓ PARADO EN MITAD DE LAS VÍAS MIENTRAS CRUZABA UN PEATÓN Y YO VEÍA VENIR EL TRANVÍA HACIA MÍ, Y VENÍA, Y VENÍA.....HASTA QUE PARÓ Y EL TREN ARRANCÓ, UFFFF QUE SUSTO) pero por lo demás estuvo bien. También te ponían los cascos con las explicaciones en español y así nos enteramos por ejemplo de que las casas de entramados (vigas de madera que se entrecruzan y se rellenan de adobe, ladrillo o piedra) no se consideran bienes inmuebles, sino muebles por su facilidad para desmontarse y trasladarse la construcción a otro lugar. Hicimos muchas fotos y nos quedamos con las ganas de ver la Petite France, así que por la tarde nos fuimos hacia allí de cabeza.

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A la vuelta nos comimos unos bocatas en otra de esas panaderías Paul porque se nos había hecho tardísimo y no nos daban de comer en ningún sitio y tras la frugal comida nos fuimos a descansar un ratito al hotel.

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