Portugal Sur Paraiso Sur ✏️ Blogs de PortugalRecorrido costero por la mitad sur de Portugal y el interior.Autor: PepaRabal Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (5 Votos) Etapas 4 a 6, total 6
DÍA 5 El siguiente destino está en Odemira. Vamos a un alojamiento rural llamado Herdade Do Estacada que está en medio del campo, cerca del cabo Sardao, entre Zambujeira do Mar y Vila Nova de Milfontes. Este alojamiento forma parte de la red Casas Brancas. Si tenéis oportunidad visitad su página poniendo casas brancas costa alentejana e vicentina. Desde Carrapateira vamos por la N120. Es realmente bonita esta carretera, y mas así, con el día un poco lluvioso, entre pinos, alcornoques y algunos eucaliptos. Entre los huecos de la vegetación se ve el azul del océano, siempre a nuestra izquierda. También pasamos por pequeñas poblaciones rurales muy tranquilas. Nos ha costado un poco encontrar la Herdade, porque no tiene ni un solo cartel indicativo, menos mal que llevábamos en papel el planito de internet. El sitio es estupendo, sobre todo relajante. Dormimos un rato y las dueñas de la casa nos recomiendan ir por la tarde a Zambujeira do Mar. Es un pequeño pueblo a orillas del mar, con poco turismo. Está a unos 12 kms de la casa y el cielo se está despejando. La carretera está prácticamente vacía y llegamos pronto. El pueblo está en alto y tiene una estupenda playa a los pies. Las casas son pequeñas y ordenadas, de dos plantas, amarillas, azules, blancas. Al atardecer todo se tornó dorado. Cada atardecer que hemos visto ha sido más espectacular que el anterior. Se veía gente llegar a la “primera línea” de las terrazas de los bares para ver la puesta de sol tomando una cerveza. En cuanto empezó a anochecer la gente fue desapareciendo, así que nos fuimos después de comernos unos bocadillos. Ya hace frío y sólo son las 7 y media... DÍA 6 Al día siguiente nos deleitan con un magnífico desayuno a base de productos caseros, mermeladas, bizcochos, galletas y un pan delicioso en un porche mirando al campo. Está un poco nublado. Hoy vamos a Vila Nova de Milfontes, a unos 15 kms al norte, con intención de ver las muchas playas que tiene. Es un pueblo muy bonito, más turístico de Zambujeira, pero estaba todo muy tranquilo. Hay muchas tiendas, bares, negocios de todo tipo, y un ambiente local muy animado. Por supuesto que también tiene sus servicios públicos (muy limpios) y su oficina de turismo, donde nos informan de las playas. Sus casas son muy pequeñitas y coloridas y a medida que bajamos por sus calles vamos viendo aparecer el mar. No tiene monumentos grandiosos ni espectaculares y todo es muy armonioso en su conjunto. Vila Nova está en un sitio ideal, a orillas del río Mira, a un lado de una amplia desembocadura que tiene playas de fina arena a ambos lados. Explorar las muchas playas en una mañana es imposible. Hay calitas secretas a lo largo de toda la costa, pero tienes que tener un buen mapa, así que, para no perdernos por una intrincada red de caminos de arena donde por poco se nos queda clavado el coche, decidimos seguir los carteles de caminos asfaltados y tomar dirección a Almograve. Encontramos muy buenas playas. El día se había despejado totalmente, aunque hacía viento, así que buscamos un hueco protegido, lleno de vegetación y con varios chorros de agua dulce. Allí plantamos la sombrilla y las toallas. Sacamos los bocatas y las cervecitas de la mini-nevera y pasamos un día de playa estupendo. Cuando bajó un poco la marea nos fuimos. Queríamos ver el atardecer en la playa de Carvalhal y pasar antes por el cabo Sardâo. El faro del cabo Sardâo no es gran cosa, pero sus acantilados son preciosos. Las rocas son enormes masas de piedra lisa que se meten oblicuas en el mar. Luego nos fuimos dirección Zambujeira para llegar a la playa de Carvalhal por un carril de tierra con muchos baches. Cuando llegamos se había nublado y no pudimos ver una puesta de sol espectacular. Pero la playa mereció la pena. Es mas profunda que ancha, con acantilados a ambos lados y un pequeño arroyo que desemboca allí. De sus paredes rocosas se desprende un agua tan ferrosa que al llegar a la arena se torna casi negra. Las rocas tienen formas muy caprichosas. Es una playa muy amplia y a la vez muy recogida. Se hizo de noche mientras acabábamos las provisiones de la nevera. Después a la Herdade, a descansar. Al día siguiente otro estupendo desayuno y partida al siguiente destino, Palmela, cerca de Lisboa. Etapas 4 a 6, total 6
DÍA 7
Para llegar a Palmela tenemos que ir dirección norte hacia Setúbal. A 14 kms de Setúbal está Palmela y a 49 está Lisboa. Tenemos que cruzar la desembocadura del río Sado, y su enorme estuario, que es parque natural. Nos vamos por la R390, tranquila y bonita, aunque el paisaje va cambiando, se va pareciendo a las dehesas de Extremadura. Hay pinos y cada vez más alcornoques con los troncos desnudos y rojos y montones de cortezas de corcho a los lados de la carretera. Como queremos pasar por Sines, en vez de ir por la N120 hacia Santiago do Cacém, nos desviamos hacia el mar en lugar de ir por el interior. Desde Sines hasta Troia hay más de 60 kms ininterrumpidos de playas. Al llegar a Sines nos para el equivalente a la guardia civil de Portugal. Yo llevo todos los papeles en regla pero me piden la carta verde. Le he sacado todos los papeles habidos y por haber y no hay carta verde. Al final me dice que pase pero que debería llevar ese papel. Ya sabéis, llevad la carta verde si cruzáis la frontera. El guardia estuvo muy amable, aunque insistente, pero consiguió ponernos de los nervios y quitarnos las ganas de ver Sines, así que pasamos de largo y fuimos dirección Santiago de Cacém, que es lo que teníamos que haber hecho desde el principio. Luego seguimos hacia Alcácer do Sal y luego hacia Setúbal. Hay que prestar atención porque es fácil meterse en la autopista de peaje en lugar de ir por la nacional. Estos pueblos están muy animados. Se ve mucho movimiento en ellos. Hay viñas y rebaños de ovejas, cabras y vacas, por lo que toda esta zona es proveedora de buenos vinos y quesos. [align=center] Palmela es una ciudad pequeña, en lo alto de un promontorio desde el que se divisa todo el estuario del Sado, Troia e incluso la desembocadura del Duero. Como todo promontorio que se precie, tiene su castillo en lo alto. Hemos elegido parar en Palmela porque sin ser un lugar muy turístico, está situada estratégicamente cerca de muchos sitios interesantes. está muy cerca de Lisboa, Setúbal está a un paseo, el parque natural de Arrábida, la costa de Caparica, a 64 km. de Cascais y de Sintra, con su hermoso parque natural, el estuario del Sado... desde este sitio tranquilo te puedes mover para ver montones de cosas, muchas de ellas poco conocidas. El hotel está en la entrada al casco antiguo. Está un poco desfasada la decoración pero muy limpio y el personal muy profesional. Soltamos todo y vamos a buscar el puesto de turismo, para lo cual subimos y subimos cuestas hasta llegar al castillo. El puesto está dentro. La chica nos informa de todo muy bien. Nos dice que están promocionando el vino moscatel y unos cuantos bares a los que ir a comer. El castillo está muy bien conservado y tiene salas de exposiciones, bar, aseos, hasta un parador o Pousada, como le dicen aquí. Decidimos ir a comer por allí cerca y subir otra vez para ver el castillo con detenimiento después de dormir la siesta. Probamos el queso de la zona, que se llama Azeitao y lo hay de varias maduraciones. Es de oveja y está muy bueno. También comimos unas empanadillas de calabaza caseras, todo regado con vino tinto de la zona, parecido al Ribera de Duero, y para terminar un postre de tarta de chocolate con nueces y otra de naranja, con café y té, todo por 15 euros. Cuando subimos al castillo había una boda. Todos hacían fotos. Esperamos un poco y luego lo recorrimos a fondo. Tiene unas vistas espectaculares. Bajamos después por las calles del casco antiguo. Se ve que tuvo su esplendor en otros tiempos, con casas señoriales y escudos nobiliarios, pero ahora está todo dejado “de la mano de Dios”. Fachadas desvencijadas y poco cuidadas, algunas abandonadas, pero a pesar de todo tiene un encanto algo decadente. Al volver una esquina nos hemos encontrado un mirador hacia el oeste con bancos y un pequeño bar detrás con algunas mesas. Nos hemos sentado a ver la puesta de sol (que esta vez si que era espectacular de verdad) y mira por donde, los 5 ó 6 clientes del bar se han puesto a tocar las guitarras y a cantar fados con unas voces buenísimas, auténticas de fado, todo un lujazo, no se puede pedir más. Luego el bar cerró, ese y todos, aquí en cuanto anochece cierra todo, y no encontrábamos ningún sitio donde comer algo sin coger el coche. Nos fuimos a la parte moderna del pueblo y allí encontramos una de esas pizzerías rápidas que también tenía sopas y otras comidas. Cuando terminamos de comer eran las 9, nadie por la calle y los dos resfriados, así que a dormir. DÍA 8 Al día siguiente es domingo y hemos planeado ir a Lisboa, en autobús, un paseo de 40 minutos. El autobús para casi en la puerta del hotel. Durante el recorrido el paisaje no es muy bonito, solo cuando pasa por el estuario del Sado. Eso si que es bonito. Está lleno de aves, sobre todo de flamencos en las salinas. Cuando llegamos a la estación de autobuses que está en las afueras, tuvimos que coger el metro para llegar al centro. Allí conocimos a un estudiante chileno que vive en Lisboa y nos indicó como llegar a las diversas zonas interesantes de la ciudad. La parte más céntrica estaba a tope de turistas y la verdad es que después de estar en tantos sitios tranquilos, esta multitud nos resultó un poco agobiante. Procuramos retirarnos de los tumultos y recorrer las calles más retiradas, aunque también famosas como el barrio de Chiado. Nos parece todo muy decadente, bello y triste, como los fados. Salimos casi huyendo, no porque no nos gustase la ciudad, que nos encantó, sino porque Lisboa se merece una visita más premeditada y de más tiempo. DÍA 9 Al día siguiente el camarero del bar del hotel se empeño en que no pasáramos hambre, cada vez que veia el vaso o el plato vacío venía a rellenar. Así que cogimos fuerzas y nos fuimos al cabo Espichel, la “barbilla” que hay debajo de la “nariz” de Portugal. Hemos pasado por unos sitios muy bonitos y nos hemos quedado con las ganas de verlos de cerca, como la costa de Caparica, unas playas kilométricas con unos todavía más kilométricos bosques detrás. Otra vez será. Desde Palmela hasta el cabo Espichel hay que tomar dirección Sesimbra, y es una carretera que va pasando por numerosos pueblos pequeños, donde se venden productos de la tierra como vino, quesos de Azeitao y de otras clases, pastelería típica y muchas más cosas. Siempre vamos bordeando el parque natural de Arrábida, que estamos dejando para verlo a la vuelta. No hemos entrado a Sesimbra, pueblo marinero, pero es de los sitios que merece la pena ver. También queda apuntado para el próximo viaje. Cuando se llega al cabo Espichel se ven varios edificios singulares. El principal es el Santuario de Nossa Señora do Cabo, de estilo barroco, que por lo visto es lugar de peregrinaje y romerías. La Ermita da Memoria está a la derecha, un poco alejada del edificio principal. Según cuentan allí se apareció la virgen en 1410. Este edificio es muy pequeño y con un aire morisco que se recorta de blanco sobre el azul del mar. Hay otro edificio del 1770 que de denomina Casa do Agua. Hasta allí llegaba agua por un acueducto de 2,5 km procedente de Azoia. El faro queda un poco más alejado y el paisaje que lo rodea es muy salvaje. Por supuesto que las vistas son espectaculares. También se pueden ver huellas de dinosaurios, pero eso está mas lejos y no hemos ido. Después de ver todo esto nos vamos a adentrarnos en la Arrábida. Es parque natural tanto terrestre como marino. Se va por una carretera que sube sin parar en medio de un espeso pinar y ya no aparece ninguna población ni edificaciones. Dentro del Parque Natural, queremos ir a Portinho porque nos han dicho que es muy bonito.Tenemos que tomar un desvío a la derecha. Ahora toca bajar. La carretera se hace tan estrecha que tiene un semáforo para entrar y salir de Portinho por un solo carril. Portinho da Arrábida es un lugar relajante, muy pequeño, con muy pocas casas y unos cuantos restaurantes sobre el mar. Es una cala recogida envuelta por montañas y árboles. Como todavía era temprano para comer, decidimos ir a Setúbal, que ya estaba cerca, y comer allí. Desde la carretera se ven unas playas que nada tienen que envidiarle a las del Caribe. Arena blanca, aguas de un verde claro y transparente, árboles y al fondo se ve la península de Troia, con otra enorme banda de playa, aunque mucho más urbanizada. Con estos bellos paisajes llegamos a Setúbal. A la entrada hay un montón de restaurantes-chiringuitos llenos de gente de la zona, nada de turistas. Pensamos que cualquiera de ellos sería bueno para comer. Seguimos un poco más adelante con el coche para buscar un buen aparcamiento y a lo tonto llegamos al centro antiguo. Hay una amplia avenida llena de bares, cafeterías, restaurantes, y todo tipo de negocios. Forman parte de una especie de centro comercial abierto, un casco antiguo lleno de tiendas y bullicio, casi todo peatonal. Comimos en un restaurante con un menú a 9 euros a base de arroz con pulpo, salmón, bebida y postre, todo buenísimo, en una terraza acristalada que se llenó en poco tiempo. Nos llamó la atención no ver turistas por las calles, aunque todo estaba lleno de gente. Las cafeterías, las tiendas de ropa, de comestibles, etc. Después de comer hicimos un recorrido por toda la ciudad antigua. Las calles de Setúbal me recordaron una ciudad italiana del renacimiento. Los colores de las casas, los adornos de las fachadas, el empedrado... pero ya muy gastado. Las calles están limpias, pero los edificios están un poco abandonados a pesar de que mucha gente vive en ellos. Como no teníamos ni idea de cómo sería esta ciudad, la verdad es que nos llevamos una grata sorpresa. Setúbal nos gustó mucho. Ya por la tarde, otra vez en Palmela, nos han ofrecido en el hotel una degustación de productos de la zona, porque es el día del turismo y están de promoción. Hemos tomado vino moscatel, una variedad de queso de Azeitao que es igualita a la torta del Casar y fogaças, que son como galletas gordas, dulces y muy buenas. A modo de despedida, porque por la mañana nos vamos camino a Évora.[/align] Etapas 4 a 6, total 6
DÍA 10 Hoy vamos camino de Évora, ciudad patrimonio de la Humanidad, camino del Alentejo, por la N4, procurando no meternos en la autopista. Está a unos 100 kms de Palmela. Hemos llegado a media mañana, así que vamos a dar un primer vistazo y a comer. En la oficina de turismo nos cuentan en español todas las cosas interesantes de la ciudad, que no son pocas. Hay multitud de edificios importantes y además nos proponen una ruta alternativa un poco alejada de los lugares más turísticos (porque aquí si hay turistas), además de darnos un montón de documentación, guías de restaurantes y mapas. Évora es una ciudad muy antigua, tiene edificios romanos, árabes, medievales, renacentistas, manuelinos.... dentro de una triple muralla, cada una de una época histórica diferente. También tiene universidad, y como es principio de curso, todas las calles están llenas de estudiantes con largas capas negras y también de novatadas. Hay mucho ambiente por las calles. Después de dar un paseo viendo los principales edificios nos vamos a comer a un sitio llamado Medieval, especializado en platos típicos de la zona, así que entramos. Los platos son enormes y no hemos podido acabar con todo, sobre todo con los embutidos y el secreto ibérico. Con vino, café y postre, menos de 30 euros. Aquí hay costumbre de poner en las mesas de los restaurantes unos platos de aperitivos, generalmente embutidos y quesos, aunque no los pidas, pero luego te lo cobran. Si no lo quieres pagar, con no tocarlos basta. Al terminar de comer nos fuimos al hotel, que está en la carretera, a 3 kms de la ciudad. Se llama Casa do Vale y está muy bien. La decoración está muy cuidada y es todo muy cómodo. Después de la siesta nos vamos otra vez (a pesar de que seguimos los dos con un pedazo de resfriado...). Queremos hacer ese recorrido alternativo por la parte antigua. Está todo muy cuidado, habitado, lleno de casitas pequeñas y blancas, con los bordes de las ventanas y las puertas pintados de amarillo o de azul. Apenas hay casas en ruinas. Los trapos cuelgan tendidos en las ventanas, vecinas pintando sus fachadas, tiendecitas, humo por las chimeneas, mucha “vidilla” de barrio. Hemos visto numerosas iglesias, palacios, conventos. De lo más llamativo es el templo romano de Diana, muy bien conservado. La catedral no es tan espectacular como las que tenemos en España, pero es muy bonita. Se ven preciosos trabajos de forja en los edificios. Aquí también hay, como en otras ciudades portuguesas, una “Capela dos Ossos” o capilla de huesos, que, como su nombre indica, está recubierta de huesos, muy famosa y visitada, pero a mi me parece un poco macabro y pasamos de ir. A las 8 de la noche está todo cerrado y no hay donde ir, así que nos recogemos pronto. No hay nadie por las calles. DÍA 11 Al día siguiente nos vamos a recorrer el Alentejo, camino de España. En vez de entrar por Extremadura, vamos a bajar hacia el sur para entrar por Huelva. La próxima parada está prevista en Aracena. La carretera es muy tranquila. Está rodeada de olivos y vides, en suaves colinas. A los pocos kms nos encontramos con un pueblecito, Portel, con su castillo en lo alto. Paramos para verlo. Todas las casas son muy blancas, no hay azulejos. Tienen los tejados bajos y las calles están limpísimas. A pesar de ser un pueblo muy pequeño, tiene una zona wifi, servicios públicos, información turística, amplios jardines con modernas esculturas y parece un buen lugar donde vivir. Tienen mucho queso, miel, aceite y vinos de la tierra a buenos precios. Seguimos recto para Beja. Otro pueblo, aunque más grande, que también tiene su castillo en lo alto. Aquí hay muchos restaurantes y tiendas, está también muy cuidado pero las casas están más deterioradas y hay muchas en venta. Hemos almorzado muy bien en una pizzería y después nos hemos ido dirección Serpa. Serpa es un poco mas pequeño, también con castillo y acueducto. Hay muchas tiendas con queso y vino de la tierra. Después de un paseo remoloneando, nos vamos pa'españa. El paisaje va cambiando por completo. De las suaves dehesas y campos de olivos pasamos a serranía. Montes más altos, enormes alcornoques, matorrales, pinos...La carretera cruza por encima del Guadiana en una postal idílica. Y así, con la luz del atardecer sobre el paisaje serrano, llegamos a Aracena. Después de dejar las cosas en el hotel, que está a las afueras del pueblo, nos vamos de paseo. Se ha hecho de noche y ¡¡¡por fin mucha gente en la calle después de las 8!!!. Bares de tapeo, terrazas de cafeterías y lugares donde degustar la comida típica. Aracena es un pueblo muy animado y bullicioso. Ahora volvemos a poner los relojes en hora, una hora más. DÍA 12 Y ÚLTIMO Al día siguiente, después del desayuno seguimos ruta hacia la costa, a Sanlúcar. Vamos a Sanlúcar a tapear y a tomar manzanilla. Ya estuvimos el año pasado y teníamos ganas de repetir. Hemos ido al mismo hotel, el Barrameda, que también estaba muy bien y ahora nos han dado una habitación con una gran terraza, mejor todavía. Este hotel está en la plaza del Cabildo, donde están los mejores bares. Rápidamente bajamos al Barbiana, que tiene un manzanilla buenísimo, y tomamos lo que aquí llaman revuelto de patatas, que es ensalada de patatas con melva, cebolla y perejil. Es un bar pequeño pero tiene mesas fuera. Luego hemos ido al Balbino, la mejor tortilla de camarones del mundo mundial, entre otras cosas. Como siempre, estaba a tope de gente. Después a tomarnos un helado y a la siesta de cabeza. Por la tarde bajamos a pasear por el paseo marítimo, frente a Doñana, y a comprar algo a los sobrinos en el centro de interpretación de Doñana que se llama la Fábrica de Hielo. Todo está lleno de gente paseando, sentada en las terrazas, en los parques, y los bares cada vez mas llenos conforme va anocheciendo. Me encanta este ambiente. En la playa quedan bañistas aprovechando los últimos rayos de sol. Otra vez hemos ido de tapitas, esta vez al bar de la bodega La Gitana, en la misma plaza del Cabildo. Luego buscamos un bar de copas en el que estuvimos el año pasado, pero está cerrado. Al día siguiente teníamos planeado ir por la costa hasta Conil, Barbate, Tarifa y toda esa zona, pero estamos ya tan cansados que después de desayunar buscamos por internet una ruta más corta para llegar a Málaga. Luego hemos ido a las bodegas de La Cigarrera, cerca del mercado, a comprar unas botellas de manzanilla. Esta bodega abre su bar al mediodía para tapear y tiene un precioso patio central donde se está muy a gusto. No hemos ido por la autovía Jerez-Los Barrios, hasta Algeciras, y de allí a Málaga por la costa. Los paisajes entre Jerez y Algeciras también son muy bonitos. El resto, hacia Málaga es una sucesión de urbanizaciones por toda la costa, la viva imagen del tipo de costa del que íbamos huyendo. Los pequeños paraísos los hemos ido dejando atrás, aunque sabemos que están ahí, muy cerca. PD: Esperamos que nuestro diario os resulte útil. Como habréis visto las fotos no recogen las imágenes más típicas de cada lugar, esas los podéis ver en cualquier sitio. Hemos ido buscando esos rincones más desconocidos que tan gratamente nos han sorprendido. Hasta la próxima... Etapas 4 a 6, total 6
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