PORTUGAL, ¡QUÉ BONITO ES Y QUÉ CERCA ESTÁ! ✏️ Blogs de Portugal12 días de recorrido en coche por Portugal.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.7 (27 Votos) Índice del Diario: PORTUGAL, ¡QUÉ BONITO ES Y QUÉ CERCA ESTÁ!
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Etapas 1 a 3, total 12
ETAPA 1(510 KM).
Frecuentemente, los lugares que tenemos más cerca son los que más tardamos en conocer, precisamente porque están tan a mano solemos pensar “en cualquier momento vamos…”. Eso nos pasó con Portugal, iban pasando vacaciones, visitábamos diferentes países y, sin embargo, nuestro vecino del oeste siempre quedaba pendiente salvo alguna escapada esporádica cerca de la frontera. Por fin, quisimos reparar este injusto descuido y decidimos realizar este precioso recorrido de 12 días y casi 3.000 kilómetros (más de 2.000 en Portugal), saliendo un 24 de julio desde Madrid.
Salimos temprano, pero sin madrugar demasiado. Por la autovía A5, el viaje se hace rápido y después de 400 Km y poco más de 4 horas de viaje, entramos en territorio portugués, región del Alentejo. Apenas a 12 Km de la frontera se encuentra la ciudad de ELVAS, cuyas fortificaciones y conjunto histórico fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 2012. No tenía esa consideración cuando estuvimos allí, pero sabíamos que merecía la pena detenerse para hacer siquiera una breve visita, que aprovechamos además para comer en uno de los restaurantes de la Praça da República, donde también se encuentra la catedral (Sé) de Nossa Senhora de Assunçao: Aquí empezamos a darnos cuenta que en Portugal los aperitivos que te ponen antes de o con la comida (el queso es inevitable y dependiendo del sitio ponen varias cosas más) los incluirán en la cuenta aunque no se hayan pedido (y ojo que pueden subir bastante). Así que si no se quieren, hay que decir que los retiren; claro que si gustan, se puede tener en cuenta para pedir menos de comer ya que muchas veces estos entrantes nos parecieron mejores que lo que había en la carta o el menú. Como era menester, tomamos nuestro primer bacalao. Estaba bueno. Después fuimos a dar una pequeña vuelta por la ciudad, que merece una visita más pausada de la que nosotros le pudimos dedicar, con sus fortificaciones, el Castillo, el largo de Santa Clara y su picota, el Acueducto de Amoreira, etc.
A primera hora de la tarde, llegamos a ÉVORA, todavía en la región de Alentejo, cuya historia se remonta a más de 2.000 años y que alcanzó su apogeo en la Edad Media, llegando a ser residencia de los Reyes de Portugal hasta finales del Siglo XVI en que comenzó su decadencia. Habíamos elegido un hotel con encanto (Albergaria do Calvario), ubicado en un antiguo molino de aceite del Siglo XVI, en el mismo centro. Nos gustó mucho y para pasar una noche no nos íbamos a arruinar. Después de acomodarnos, salimos a conocer la ciudad, que se recorre perfectamente a pie. Entre los lugares más atractivos está el templo romano de Diana, del Siglo II, del que se conservan 14 columnas corintias restauradas. Aparte de las ruinas del templo, me gustó la plaza donde se ubica, a la que también se asoma el antiguo Convento dos Lóios y el Museo de la ciudad:
Otros sitios para ver son la Iglesia de San Francisco (con su Capela dos Ossos que no visitamos), la Catedral, las murallas y el acueducto; también me llamó la atención el pórtico de la Iglesia de Nossa Senhora da Graça, con estos personajes soportando globos terráqueos:
Esta curiosa fuente renacentista de Largo da Porta de Moura:
Y la popular y siempre concurrida Praça do Giraldo, donde los vecinos del pueblo se sientan a tomar el fresco y los turistas un refresco en las terrazas de los bares:
Para terminar la jornada, cenamos en uno de sus típicos restaurantes. Pese a ser verano, no hay que descuidarse con la hora en los pueblos del interior y en las ciudades pequeñas ya que cierran antes que en España. Etapas 1 a 3, total 12
ETAPA 2. (194 Kilómetros).
Después de un suculento desayuno incluido en el precio del hotel, abandonamos Évora rumbo a Lisboa, pero aprovechamos para ver otras cosas por el camino. Muy cerca de Évora se encuentran al menos 150 megalitos que se pueden visitar libremente, en un circuito de unos 80 Km. Los arqueólogos datan estas “tolbas” (piedras talladas) entre 4.000 y 200 años antes de Cristo. No teníamos tiempo de hacer el recorrido completo, así que nos dirigimos a la zona de dos Almendres donde vimos un menhir aislado de 2,5 metros de altura y, sobre todo, su sorprendente CROMLECH, el mayor de la Península Ibérica, compuesto por casi un centenar de menhires colocados de manera que forman dos elipses concéntricas. Su significado es un misterio, aunque se supone que podía constituir algún tipo de recinto religioso, quizás un templo dedicado al sol.
Yo no entiendo mucho de arqueología, pero he de decir que este lugar me impresionó incluso más que Carnac (que visité posteriormente), quizás porque al ser mucho más pequeño y no estar tan atestado de gente (de hecho estábamos solos), puedes moverte a tu aire, examinar los símbolos que aún permanecen tallados en muchas de las piedras y detenerte a observar perfectamente su trazado. Además el paisaje es muy bonito y se divisa Évora al fondo. Si se pasa por los alrededores, esta visita resulta muy recomendable, especialmente a primera hora de la mañana cuando todavía no hace mucho calor.
Rumbo a la costa y por carreteras secundarias llegamos a Setubal, ciudad industrial, con el tercer puerto más grande de Portugal. Como había muchísimo tráfico y no nos atraía demasiado lo que veíamos, nos limitamos a buscar un sitio para comer en las inmediaciones del puerto, donde encontramos un hueco para aparcar. Se hacía tarde y pedimos un menú sencillo en un bar. El pescado estaba bueno aunque el precio nos pareció elevado para unas raciones más bien escasas. Eso sí, la mouse casera de chocolate lo compensaba todo, realmente exquisita.
Después tomamos la carretera panorámica que bordeaba la costa atravesando la SERRA DA ARRABIDA: Vimos hermosos panoramas del mar y de la península de Troia, una gran lengua de arena delimitada por el estuario del Sado y bordeada de dunas y pinos, que en cuestión de segundos aparecía y desaparecía entre las nubes, dejándonos estas vistas realmente espectaculares hacia el sur:
Hacia el norte, se podía adivinar LISBOA:
Seguimos hasta Sesimbra y de ahí al cabo Espichel, que ofrece este panorama desde lo alto del acantilado: Y esto es lo que se ve mirando hacia la izquierda:
Por fin, casi a las 8 y media de la noche, atravesábamos los 2.277 metros del Puente 25 de abril, pagamos el peaje y entramos en LISBOA. Este famoso puente de acero (al parecer inspirado en el Golden Gate de San Francisco) es el puente colgante más largo de Europa, se construyó en 1966 y, en principio, tomó el nombre del dictador Salazar para ser rebautizado en 1974 con la fecha de la revolución de “los claveles”, que otorgó la democracia a Portugal. En 1999 se añadió un piso debajo por el que circulan los trenes.
Teníamos muchas ganas de llegar al hotel. Y es que no hay que dejarse engañar por los kilómetros a recorrer: por las carreteras que nosotros transitamos, circula poco tráfico y se disfruta mucho del paisaje, pero hay que olvidar la velocidad y las prisas. Nos alojamos en la Avenida da Libertade, en un hotel desde el que se puede ir al centro histórico en 10 minutos pero sin estar en el mismo centro, con estación de metro muy cerca y, lo más importante, con garaje para dejar el coche, detalle que compensa pagar un poco más porque circular en automóvil por el centro de Lisboa puede llegar a convertirse en una auténtica pesadilla. Salimos a dar una vuelta y a cenar. Como ya era tarde para buscar un restaurante, nos conformamos con unos ricos bocadillos en uno de los muchos bares de la Avenida de la Libertade. Etapas 1 a 3, total 12
ETAPA 3. (1er. día).
LISBOA se puede disfrutar de muchas maneras y cada uno tiene que decidir según sus gustos, así que no habrá dos los itinerarios iguales, pero si algo está claro es que para recorrer la ciudad no hay nada mejor que caminar (subiendo y bajando cuestas, jeje) y utilizar el transporte público, sobre todo el tranvía. Por lo cual no viene mal agenciarse un bono para utilizar los tranvías, autobuses, elevadores y metro a precio reducido (fue lo que hicimos). También se puede adquirir la “Lisboa Card”, que además de transporte ilimitado y entradas a museos y monumentos permite ir en tren a Cascais o Sintra, aunque a nosotros no nos interesaba. Lo mejor es consultar en Internet y que cada cual decida según el tiempo de estancia, sus gustos y necesidades.
Cuando se visita Lisboa hay un hecho clave que todo viajero debe conocer y recordar: el terrible terremoto de 1755, con varias sacudidas que ocasionaron el derrumbe de cientos de edificios, muchos de ellos iglesias que aplastaron a miles de fieles que asistían a las misas ya que eran las 9:30 de la mañana del 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos; además, se produjeron incendios devastadores y enormes olas procedentes del Tajo que inundaron la parte baja. Más de 15.000 personas murieron en la capital y buena parte de sus mejores edificios, junto con las joyas, mobiliario, archivos y obras de arte que contenían, quedaron reducidos a escombros: casi la mitad de la ciudad quedó destruida. Inmediatamente, Sebastiao José de Carvalho e Melo, primer ministro del rey José I, puso en marcha la reconstrucción de la ciudad: a este hombre, más conocido como el Marqués de Pombal, es a quien Lisboa le debe su trazado moderno, una cuadrícula de calles paralelas desde los muelles hasta el Rossio. Después de desayunar opíparamente en el hotel (llevábamos alojamiento y desayuno, salía mejor de precio y se gana tiempo), con una guía y un plano enfilamos la Avenida da Libertade, construida entre 1879 y 1882 a imitación de los Campos Elíseos de París como lugar de desfiles, fiestas y manifestaciones. Hoy en día buena parte de sus 90 metros de ancho acogen siete carriles de intenso tráfico que unen el centro con el norte de la ciudad, lo que no permite relajarse en un paseo tan agradable y tranquilo como debió ser antaño, pero que sí mete de lleno en el ritmo de la capital. Pasamos por la Estación del Rossio: En la Praça da Figueira subimos a nuestro primer tranvía, que nos llevaría al barrio de Alfama: el ascenso vertiginoso y posterior recorrido por sus estrechas y empinadísimas calles constituye toda una excursión en sí misma que se completa después a pie pasando por la Catedral, la Casa dos Bicos o el Miradoiro de Santa Luzia. Tras recorrer las pintorescas calles del minúsculo barrio de Santa Cruz, se llega al acceso al Castelo de Sao Jorge, que fue residencia de los reyes portugueses desde mediados del siglo XII hasta principios del XVI, y que se restauró completamente en 1938. Lo que más me gustó fue el paseo por las almenas y, sobre todo, los espectaculares miradores sobre Lisboa y el Tajo. Imprescindibles, realmente.
En el centro de esta foto se aprecia perfectamente las ruinas de la iglesia do Carmo.
De nuevo en la zona Baixa, nos dirigimos al elevador de Santa Justa (o elevador do Carmo). Es un ascensor neogótico de acero con filigranas, construido a principios del Siglo XX por un arquitecto francés (Raoul Mesnier du Ponsard), discípulo de Eiffel.
En realidad es un medio de transporte, ya que comunica las partes alta y baja de la ciudad, pero se ha convertido en una atracción turística más debido a su peculiar arquitectura y a que sus 45 m. de altura regalan estas preciosas vistas del Rossio (Praça Dom Pedro iV):
Aquí se distingue al fondo, a la derecha, la Catedral (Sé) y el barrio de Alfama:
Y aquí se tiene una estupenda perspectiva del Castelo de Sao Jorge:
Volvemos a la Baixa y caminando por la Rua Augusta (una animada calle peatonal con suelo de bonitos mosaicos, repleta de tiendas, cafés y artistas callejeros), pasamos el Arco del Triunfo hacia la Praça do Comercio (o plaza del Palacio). Se trata de un enorme espacio abierto que albergó el palacio real durante 400 años. El terremoto de 1755 destruyó el palacio primitivo junto con sus tesoros, archivos y biblioteca; Pombal diseñó el nuevo palacio en unos edificios con soportales que ocupaban tres lados de la plaza, el lado sur es un mirador sobre el Tajo. Después de la revolución de 1911, las fachadas se pintaron de rosa y las dependencias se destinaron a edificios administrativos; hoy en día han recuperado su inicial color amarillo. Después de comer y descansar un rato en el hotel, fuimos al Santuario do Cristo Rei. Cogimos un trasbordador en la Praça do Comercio hasta la otra orilla del Tajo y allí un autobús te acerca hasta su base en un corto trayecto. La estatua es una copia del Cristo Redentor de Río de Janeiro, tiene 28 m. de altura y se eleva sobre un enorme pedestal.
Un ascensor interior sube hasta los pies de la estatua, que a 82 m. de altura, ofrece unas vistas impresionantes de Lisboa y del estuario del Tajo.
Incluso en su base, constituye un mirador espectacular sobre el Puente 25 de abril. También se puede aprovechar al salir o al entrar a Lisboa para verlo.
De nuevo en la Baixa, fuimos al elevador de Gloria, un funicular amarillo, parecido a un tranvía, todo pintarrajeado, que sube hasta el Barrio Alto:
Desde el Miradouro de San Pedro de Alcántara se contempla toda la zona oeste de Lisboa. La verdad es que los amantes de las vistas panorámicas y los miradores tenemos mucho trabajo en Lisboa, jeje.
Dimos una vuelta por la zona de Chiado. No sé si era por la hora, pero había muy poco ambiente y apenas gente en la calle, así que quedamos un poco decepcionados. Habíamos pensado cenar en alguna de las terrazas de la Praça dos Restauradores, pero los nubarrones que acechaban por la tarde convierten en realidad su amenaza y empieza a diluviar. Corre que te corre las multitudes se refugian en el interior de los establecimientos y resulta imposible encontrar sitio libre. Al final, cenamos unos emparedados muy ricos en la barra de un café; después volvemos en metro hasta el hotel. Ha sido un día muy intenso y agotador pero ha merecido la pena: nos gusta Lisboa. Etapas 1 a 3, total 12
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