NORUEGA I. DE TRONDHEIM A OSLO. FIORDOS Y GLACIARES. ✏️ Blogs de Noruega

No diré que siempre tuve ganas de conocer Noruega porque no es cierto. Mi interés surgió cuando vi las fotos de un viaje que hizo una amiga. Me puso los dientes tan largos que de la noche a la mañana lo convertí en un destino prioritario. Y no me arrepentí. Dicen que ese país cuenta con los paisajes más bellos del mundo, no lo sé; lo que sí puedo afirmar es que allí encontré algunos de los lugares más bellos que yo he visto, sobre todo porque son paisajes para el alma y el recuerdo, que igual habrá a quien le dicen poco, pero a mi me dejaron con la boca abierta, los ojos ávidos y el corazón encogido ante una explosión de naturaleza casi irreal.

Fueron dos viajes separados y he estado pensando si unificarlos en un solo diario o poner cada uno por separado. Al final, ha decidido hacer dos partes para que no resulte tan largo. La parte I comprende un primer viaje, de 9 días, realizado en la última semana de julio, saliendo de Trondheim y llegando a Oslo. La parte II comprende la zona al norte del Círculo Polar Ártico Laponia, Islas Lofoten y Vesteralen y Cabo Norte, también duró 9 días y lo hicimos en la primera semana de julio para vivir el fenómeno natural del sol de media noche.

No dudo que la mejor forma de viajar es hacerlo por libre, preferentemente en coche y yendo al ritmo de cada cual, por donde a cada uno le apetezca. Siempre que podemos lo hacemos así, pero hay momentos y lugares en los que no nos resulta la mejor elección.

Noruega fue uno de esos casos. Por un lado, es un país muy caro, el segundo destino turístico más caro del mundo después de Japón, con lo cual preferíamos saber de antemano cuánto nos íbamos a gastar. Teniendo en cuenta los hoteles y que estaban incluidas algunas comidas, visitas y las conexiones de barcos, salía más barato así. Además, con una orografía tan peculiar, hay que planificar muy bien la ruta combinando el trayecto por carretera con el horario de los barcos, pues si no se hace bien, se puede perder muchísimo tiempo. Eso unido al clima cambiante, al idioma y a las pocas ganas de conducir, nos decidió a buscar un viaje programado que se ajustase a lo que queríamos ver.

Tuvimos mucha suerte y la experiencia fue realmente buena en ambos viajes. Sendos grupos de poco más de 20 personas, con lo cual teníamos sitio de sobra en el autocar para ponernos donde nos diera la gana. Como la mayoría hasta se pelea por ir delante, nos dejaron casi toda la parte de atrás libre, y fuimos sumamente cómodos, poniéndonos donde nos apetecía, los dos en ventanilla y bien repachingados. Además, como en Noruega la mayor parte del tiempo se circula por carreteras nacionales, a menudo panorámicas, el autobús permite muy buenas vistas. Pero lo más importante es que nosotros exigimos ni más ni menos que lo que contratamos y eso fue lo que recibimos en ambos viajes y, sobre todo, que los dos guías fueron extraordinarios. En la zona de los fiordos, una chica valenciana encantadora, casada con un noruego, que residía en un pueblecito cercano a Briskdal; en Laponia, un madrileño igualmente amable y muy preparado. Como éramos pocos, se brindaron a hacer un viaje a nuestra medida (dentro de los itinerarios marcados, claro) y nos preguntaban dónde nos apetecía parar o qué visitas preferíamos hacer. Así que ninguna queja, todo fenomenal.

Sé que hay casos y casos, pero tampoco es cierto que los viajes organizados tengan que ser necesariamente un desastre como a veces se quiere dar a entender. Eso sí, hay que tener muy claro lo que te dan por lo que pagas y preparar el viaje casi con la misma atención que si fuese por libre, estudiando los itinerarios y los hoteles para no llevarse sorpresas; y en las ciudades, las visitas y excursiones, mucho mejor por libre, con lo cual hay que asegurarse de que el alojamiento esté, a ser posible, en el centro, o al menos con buena comunicación. Sale un poco más caro, igual que si vas por tu cuenta, pero a la larga compensa un montón. Otros lujos y sutilezas de alojamiento y manutención, cada cual sabrá mejor lo que le interesa En cualquier caso pienso que lo peor que se puede hacer en un viaje organizado es olvidarse de todo y dejarse llevar sin más.

Con esto no estoy defendiendo ni denostando ninguna opción; en realidad, eso es secundario en un diario y cada uno prepara y hace el viaje como más le guste. Lo importante es que este destino es una maravilla en cuanto a paisajes se refiere y de una forma o de otra, el disfrute está asegurado; y si el tiempo acompaña, como fue nuestro caso, resulta inolvidable. Así que voy a terminar este rollo insufrible que me he marcado como preludio y empezaré con el viaje.

Volamos de Madrid hasta Copenhague, donde hicimos escala para coger otro vuelo hasta Trondheim. Vamos, todo el día de aeropuertos. Esta zona está al sur del Círculo Polar Ártico y, en cualquier caso, tampoco era ya época del sol de media noche, así que la oscuridad tarda en llegar, pero llega. A las 22:30 horas todavía había luz y pudimos ver un poco el verde paisaje de camino al hotel. Sólo nos dio tiempo de irnos a dormir. El día siguiente había que madrugar. Nos alojamos en el hotel Thon Prinsen y muy bien: céntrico y con buen desayuno; lástima, estuvimos solo unas horas.

Amaneció un estupendo día de sol, con una temperatura en torno a los 20 grados, muy agradable para una visita turística. A primera hora, desde una colina vimos una bonita perspectiva de esta ciudad, que se encuentra solo a 500 Km. del Círculo Polar Ártico, pero cuyo clima está atemperado por la corriente del Golfo.

Vista de Tronhheim, a orillas del río Nidelva, que desemboca en el fiordo:

Trondheim fue la primera capital de Noruega aunque por poco tiempo. Su historia se remonta al año 996, en que fue fundada por los vikingos con el nombre de Nidaros. Hoy es la tercera ciudad más grande de Noruega después de Oslo y Bergen, y destaca como ciudad universitaria. Fue un próspero enclave comercial durante la Edad Media, pero su importancia fue decreciendo como consecuencia de una serie de incendios devastadores (y es que los incendios han marcado la historia de Noruega). Su principal monumento es la Catedral de Nidaros, el edificio medieval más grande del país y una obra maestra de la arquitectura nórdica, mezcla de estilos normando, románico y gótico. Derruida y reconstruida varias veces a lo largo del tiempo, su construcción se inició en 1070 sobre la tumba del rey Olaf, que fue canonizado y se convirtió en el santo patrón de Noruega, lo que hizo del lugar un centro de peregrinación de toda Escandinavia. La Catedral fue arrasada, como no, por varios incendios hasta que en el Siglo XIX el gobierno noruego financió su restauración en estilo gótico, tal como la vemos hoy.

Fachada principal de la Catedral de Nidaros:

Estuvimos por la zona del río, cruzamos su pintoresco puente rojo:

Vimos los coloridos edificios de de la zona del Bryggen (el muelle), levantados sobre pilastras cual palafitos. Antiguamente eran almacenes, pero han sido restaurados y convertidos en tiendas, restaurantes y bares:

Paseamos por las dos orillas del río, fuimos al puerto y, finalmente, volvimos al centro para comprar unos refrescos y unos bocadillos en una tienda. Había buen ambiente y mucha gente comprando en los puestos del mercado. Una ciudad muy agradable. Salvo el mirador, todo lo más destacado para visitar está muy cerca y se puede ir andando. Levantándose prontito, en una mañana se recorre bien, salvo que se quiera entrar en algún museo.

Después de comer, cogimos dos ferris, uno por el fiordo de Halsa y otro para cruzar el de Molde. Por cierto: en noruego, fiordo es “fjord”, cascada, “fosse” y glaciar, “breen”, con lo cual ya sabemos lo que significan esos sufijos añadidos a un nombre. El cielo se había cubierto, pero no hacía frío, así que pudimos ir tranquilamente en cubierta, contemplando hermosos paisajes de laderas verdes y picos con glaciares que se elevan imponentes sobre las aguas; mientras tomábamos una porción de una riquísijma tarta de chocolate que compramos en el barco.

Antes de llegar a Alesund, subimos al mirador de Fjelistua, donde se obtiene la mejor foto de la ciudad, asentada en siete islas. Parece una ciudad en miniatura, con sus hermosas casitas de colores apiladas al borde del agua. La luz ya tenue afianzaba el contraste de colores y se veía como una auténtica postal. Únicamente desentonaba un horrible edificio grande y marrón, abajo a la izquierda, que para más inri es el ayuntamiento. Se ve que las chapuzas existen en todas partes, y al parecer los vecinos de Alesund no están nada contentos con el edificio municipal.

Nos alojamos en el hotel Scandic, en el mismo puerto, a cinco minutos andando del centro. Las habitaciones, pequeñas, lo habitual en Noruega, pero las vistas son preciosas, el servicio y el desayuno muy buenos.

Estas eran las vistas desde la habitación, casi nos caemos al agua:

Salimos a cenar y a dar una vuelta por el centro. Sobre las 20:30 todavía brillaba el sol, pero apenas había nadie en las calles pese a que estaban instaladas unas casetas de feria en una plaza; sólo unos pocos turistas despistados pululando por allí. Tomamos unos perritos calientes y unos refrescos en uno de pocos quioscos que había abiertos. Restaurantes, ni soñarlo: aparte del precio desorbitado, estaban todos cerrados. Así que sin más que ver, nos fuimos a dormir.

👉 Ver Etapa: PREPARATIVOS Y VIAJE. TRONDHEIM - ALESUND. ⏫ Volver arriba Compartir:

Nos levantamos muy temprano, como de costumbre. Estaba nublado y hacía un poco de fresco, pero con un chubasquero bastaba. Después de desayunar muy bien en el hotel, fuimos a conocer la ciudad, que se recorre en poco tiempo. La historia de Alesund está marcada por un fuego devastador que destruyó toda su zona centro en 1904. Inmediatamente, se produjo una respuesta internacional que ayudó a su reconstrucción en estilo Art Nouveau.

Las casas son bonitas y el reflejo sobre las aguas le da mucho encanto, al igual que los intensos colores de las flores que se ven por todas partes. Me llamó la atención el gusto que tienen en este país por las flores y lo cuidados que están los jardines, tanto públicos como privados, incluso los maceteros que ponen en la puerta de las casas o en los balcones son espectaculares por la acertada mezcla de flores y colores y contribuyen a realzar aún más el entorno.

Salimos de Alesund en dirección a Andalsnes. Además del trayecto por carretera, tuvimos que coger un ferry para cruzar el fiordo de Romsdals. Las nubes empezaron a apartarse y con la llegada del sol subió la temperatura y el recorrido se convirtió en un auténtico placer, tanto en el barco como en el autobús. Enseguida empezamos a divisar innumerables cascadas acariciando las laderas verdes de las montañas y altos picos grises coronados de nieve arañando un cielo muy azul.

Por fin llegamos a un lugar que esperábamos con impaciencia: la ruta de los Troll, el famoso Trollstigen, una carretera de montaña con un desnivel del 9 por 100, que se retuerce de modo imposible sobre sí misma, en la cual, se dice, moran estos personajes de leyendas nórdicas. La señal es inconfundible:

Según nos acercábamos, veíamos más cerca la maravillosa cascada Stigfossen, precipitándose desde la montaña a la que teníamos que subir por el Trollstigen. En este valle convergen las paredes verticales del Romsdalshorm y los escarpados picos de Trolltindane. Realmente increíble, no se puede describir con palabras, tres veces tuvo que parar el autobús junto a la carretera para dejarnos hacer fotos; como ya he dicho, la guía se portó fenomenal y abusamos un poquito de ella.

Si circular por esta carretera ya tiene su miga, hacerlo en autocar es el colmo. Me puse del lado del precipicio y en algunos bucles realmente no ves el fondo y se te ponen los pelos de punta. Coincidieron dos autobuses y uno tuvo que retroceder, menudo vértigo. No digo que haya sido la carretera más“emocionante” por la que he pasado, porque no es verdad, pero el paisaje es tan salvaje y bello que convierte esta experiencia en algo único.

Trollstigen:

Tuvimos tiempo de sobra para pasear por los alrededores y comer, cada cual donde y como quiso. Nosotros escogimos el restaurante porque necesitábamos tomar algo caliente, pedimos un guiso de bacalao y tarta. Fue bastante caro y las raciones eran pequeñas, pero estaba bueno y al menos, al ser buffet, sabíamos lo que pedíamos y el precio que íbamos a pagar. Continuamos hacia el sur por paisajes de tonos verdes indescriptibles, con altos picos salpicados de plateadas cascadas hasta llegar a Linge, donde otro ferry nos llevó en un corto trayecto hasta Eidsdal.

Desde allí nos dirigimos hacia la llamada Ruta Dorada o carretera de las Águilas, que va desde Eidsdal hasta el Geiragerfjord, ofreciendo unas vistas impresionantes de este maravilloso fiordo.

Antes de ir a Geiranger para tomar el barco que hace el crucero por el fiordo, subimos un mirador desde el que se obtienen unas vistas aún más grandiosas del fiordo. Lástima que un par de enormes cruceros zarparan en ese instante, llenando de humo el panorama: ¡viva la ecología! Estuvimos un buen rato, esperando que se disipara, pero las altas paredes verticales retenían el humo para nuestro enfado. En fin, es una vista peculiar, jaja. Menos mal que, incluso así, el paisaje es soberbio. Se te queda la mirada enganchada al horizonte y no ves el momento de marcharte de allí.

El Geiranger, de 16 Km. de longitud, es uno de los fiordos más conocidos de Noruega y, quizás, el más fotografiado. Ya en el barco, saliendo del puerto:

Enseguida aparece la cascada de las Siete Hermanas. Durante el verano, suele ocurrir que algunas de las hermanas se vayan de vacaciones; nosotros tuvimos suerte y sólo faltaba una. Lo malo es que el sol pegaba de plano en su dirección y el reflejo no permitía hacer bien las fotos.

Este fiordo es estrecho, con altos picos que lo rodean, lo cual le hace realmente bonito. Sin embargo, a mi casi me gustaron más las perspectivas a vista de pájaro que las del propio crucero. Aún vimos otra espectacular cascada llegando Hellesylt, el puerto de destino:

Después un rato de carretera, llegamos hasta el lugar donde nos alojaríamos dos noches. Era un pueblo pequeño, muy bonito, como todos en Noruega, pero no consigo recordar su nombre, lo siento. Apenas eran unas cuantas casitas y un par de pequeños hoteles muy apañados. Allí por lo menos teníamos la cena incluida, lo cual supone un verdadero ahorro. Era un menú servido en mesa, no gran cosa, pero cuando hay hambre la sopa y el salmón siempre están buenos. No había mucho que hacer allí salvo pasear y contemplar un, eso sí, bucólico panorama. De todas formas, da igual. Es tiempo de irse a la cama. Ha sido un día intenso y precioso. Además, hace un tiempo estupendo. ¿Qué más podemos pedir? Sólo una cosa: que mañana siga brillando el sol.

👉 Ver Etapa: ALESUND - CARRETERA TROLL - FIORDO GEIRANGER. ⏫ Volver arriba Compartir:

Y petición cumplida: brilla el sol, hace un día espectacular. Como espectacular es el itinerario previsto para hoy: el glaciar de Briksdal, otro de los destinos más conocidos de Noruega. Jostedalsbreen es el casquete glaciar más extenso de la Europa continental, con 100 kilómetros de largo por 15 de ancho. Sin embargo está en evidente retroceso, se cree que como consecuencia del calentamiento de la tierra. Existen varios puntos desde los que se puede visitar este glaciar. El más conocido es Briskdalbreen y allí nos dirigimos por la mañana.
El recorrido desde el pueblecito donde nos alojábamos fue precioso, de esas ocasiones en que te parece habitar en el lugar más parecido al paraíso.

En la zona donde empieza el parque propiamente dicho había bastante gente, no era extraño con el día maravilloso que hacía. Todo está muy preparado para el turismo, quizás demasiado, pero el paisaje es tan bello que te abstraes. Existen dos recorridos principales, uno con una caminata muy suave por la montaña y otro más corto por una pista por donde también van coches de caballos. Cualquiera vale, lo que ves te encanta, pero se disfruta más yendo a pie.

Las cascadas se precipitan por todas partes desde lo alto de las elevadas cumbres y la lengua de hielo azul se va agrandando ante tu vista. El torrente de agua que escapa del glaciar se derrama en esta enorme cascada que brama en tus oídos y te moja al cruzar el puente:

Nos propusieron dar un paseo por el mismísimo hielo y no me lo pensé. Hicimos un grupito de nueve personas y en el precio entraba el alquiler de botas, casco, crampones y piolet. Y… ¡arriba!

De pronto, se escuchó un estruendo y vimos con aprensión desprenderse enormes trozos de hielo que se deslizan en forma de pequeño alud por los laterales del glaciar. Se nos pusieron los pelos de punta, pero nos dijeron que no nos preocupásemos, que es normal por el calor, pero que yendo por los lugares correctos, no hay ningún peligro. A los pies del glaciar, nos pusimos el equipo y ya estábamos dispuestos para caminar sobre el hielo, vaya pinta de escaladores, jajaja.. Suelo hacer senderismo, pero nunca algo así.. Nos acompañaba un guía del parque y también nuestra guía valenciana, que se apuntaba a todo y no quiso dejarnos solos por si liábamos alguna, jaja. Hicimos una cordada y, tras recibir instrucciones, nos pusimos en marcha.

Caminando por el glaciar te das cuenta de la altura que tiene el hielo y lo altos que son los, digamos, escalones. Se puede apreciar en la foto, comparándolo con las personas:

Hay que clavar muy bien los crampones para poder avanzar e ir con cuidado y sincronización con los demás para no tropezar con el de delante o arrastrar al de detrás. Muchas veces tuvimos que emplear el piolet para ayudarnos a trepar por el hielo, que me perdonen los expertos si estoy escribiendo alguna barbaridad ¡estos novatos, jeje! Al principio da un poco de cosa, pero te vas acostumbrando y resulta muy divertido, toda una aventura. Las perspectivas del paisaje desde el glaciar se tornaron sorprendentes y contemplamos pequeñas cuevas en el hielo e hilillos de agua entre algunas grietas. Las vistas eran espectaculares.

En ese momento, me empezó a fallar la cámara digital que estrené para el viaje. Era un problema de batería y tardaba mucho en encenderse, pero tampoco podía llevarla conectada todo el tiempo porque me hubiese quedado sin carga. Así que tuve que limitar las fotos a cuando me dejaba hacerlas: qué rabia, precisamente en uno de los momentos culminantes . Preferí no pensar en que pudiera morirse definitivamente cuando quedaba tanto viaje por delante.

Hace poco me he enterado de que este trekking por el glaciar de Briksdal ya no se puede hacer, parece que la masa de hielo ha disminuido muy considerablemente desde que estuvimos allí y se están tomando medidas para protegerla. Una lástima, no sé cómo estará ahora, aunque supongo que en cualquier caso merecerá la pena verla. En otra lengua, creo que en Niggards, parece que sí se puede hacer el trekking. Lo recomiendo.

Volviendo al viaje, nos dieron un par de horas libres y, para comer, tomamos ciervo en el restaurante del parque. Aunque era caro, nos decidimos porque la guía nos aseguró que estaba muy bien. Bueno, ya ahorraríamos otro día. Ciertamente, estaba bueno.

Por la tarde, estaba previsto volver al hotel y pasear por los alrededores, pero la guía nos propuso visitar otra zona del glaciar de Jostedalsbreen. Como sólo supuso unos pocos kilómetros más de autobús, únicamente nos cobró la tarifa del barco y la entrada al parque, en Kjenudalsbreen, la zona menos turística y, por tanto, menos conocida de las lenguas visitables del glaciar. Ella vivía cerca y lo conocía muy bien. Una vez allí, comprobamos que nos dijo la verdad: había poquísima gente, ningún grupo, y apenas se menciona este sitio en foros y blogs. Lo recomiendo, es muy especial.Llegamos por barco, cruzando el lago Lovatnet. Las vistas, realmente idílicas, y si alguien no se lo cree, valga la primera muestra:

Las aguas de un verde intenso reflejan mágicamente los abruptos acantilados que lo circundan por cuyas laderas resbalan enormes cascadas; al fondo se divisa la lengua del Jostedal.

Sin embargo, este lago tiene una historia un tanto macabra. Aquí se han producido repetidas tragedias por deslizamientos de tierras de tal magnitud que arrancaron rocas enormes, las cuales al caer al agua formaron olas gigantescas que engulleron todo lo encontraron a su alrededor. Dos veces ocurrió esto en el Siglo XX, matando a mucha gente. Apenas se puede creer viendo este apacible y bucólico lugar que parece sacado de un sueño:

Al glaciar se accede en un viejo autobús (un antiguo Scania) del parque que te deja junto al sendero que lleva por el valle de Stordela hasta Loeaklsbreen. Allí convergen dos lenguas glaciares, cuya imagen es completamente distinta a la de Briksdal, mucho más..., cómo diría, descuidada y salvaje, pero al tiempo muy natural.

El hielo es de un azul más intenso y está cubierto de tierra, como sucio, pero se ofrece bellísimo, y el agua corre tumultuosa con un bramido enorme que te deja sordo y maravillado. No puedo describirlo, prefiero poner unas fotos que, sin embargo, no le hacen justicia:

Hay que marcharse, ¡qué pena! Fue uno de esos días que no te gusta que acaben. Menos mal que volvimos en el barco, disfrutando por segunda vez de los paisajes del lago.

👉 Ver Etapa: GLACIAR DE JOSTEDAL. BRIKSDAL Y PARQUE KJENUDALSBREEN. ⏫ Volver arriba Compartir: