BOMBAY - GOA ✏️ Diarios de Viajes de IndiaEl tren parte para Bombay a las 8:40, queda por delante un día de viaje. Viajo en clase 2A, los asientos se convierten por la noche en cuatro camas, voy solo durante casi todo el día. El tren para en monte Abu, un destino turístico con varios...Diario: APUNTES DE UN VIAJE A INDIA⭐ Puntos: 4.4 (14 Votos) Etapas: 3 Localización: IndiaEl tren parte para Bombay a las 8:40, queda por delante un día de viaje. Viajo en clase 2A, los asientos se convierten por la noche en cuatro camas, voy solo durante casi todo el día. El tren para en monte Abu, un destino turístico con varios templos de interés. Sube una pareja india que aparenta ser de clase media-alta. Hablamos durante largo rato sobre España, conocen el museo Guggenheim de Bilbao, les gusta el arte. Les pregunto cosas sobre India; costumbres, lugares, religión… Es curioso que incluso en los billetes de tren, después del precio ponen "solo" *** Imagen borrada de Tinypic *** Tras largas horas en las que se alternan conversaciones, ratos dormitando, degustación de viandas varias y disfrute del lento discurrir del paisaje, llegamos a la estación de Bandra, en el norte de Bombay. Tengo que tomar un taxi hacia el centro, tardo más de media hora en recorrer el trayecto, Bombay o Mumbai, es enorme, unos 20 millones de personas si contamos toda su área metropolitana, un imán para decenas de miles de personas que cada año aspiran a mejorar sus vidas en la capital económica de India. Esto da lugar a los tristemente famosos “slums” , suburbios de hojalata y madera donde se hacinan millones de seres humanos. Llegamos a la estación Victoria Terminus, hoy conocida como Chatrapati Shivaji Terminus (CST), mi intención es reservar el billete de tren hacia Goa. El taxista pretende clavarme 700 rupias, le digo que eso es demasiado y que debe rebajar ese precio, baja a 600, tras un rato de discusión termino pagando 500, lo que sigue siendo un robo, según me enteraré más tarde. No quedan billetes para el tren nocturno del día siguiente así que tendré que viajar durante el día. Bombay es un inmenso caos de tráfico y gente, todo bulle de actividad. En cualquier calle hay un mercado con cientos de puestos en los que los comerciantes anuncian su mercancía a voz en grito. Los autobuses de dos pisos dan el toque colonial a su paso y la ciudad se mueve como un animal gigantesco que no descansa. *** Imagen borrada de Tinypic *** Me alojo en el hotel Bentley´s, en el barrio “mochilero” de Colaba, un cómodo hotel de grandes habitaciones en un tranquilo caserón rodeado de vegetación. Ceno algo en el café Leopold, centro de reunión de mochileros, que luego sería tristemente famoso por ser uno de los objetivos de los atentados integristas en 2008. El día siguiente paseo junto a la puerta de la India, un arco de triunfo construido junto al mar en 1924 para recibir la visita de Jorge V, irónicamente también sirvió para que el 28 de febrero de 1948, las últimas tropas británicas aún en suelo indio embarcaran en el navío Empress of Australia y abandonaran definitivamente el país. Entro en el hall del impresionante hotel Taj Mahal, construído en 1899 por el magnate indio Jamshedji Tata, uno de los primeros industriales indios y cuyos descendientes hoy controlan gran parte de la economía india, no solo construyen coches (dueños ahora de Land Rover y Jaguar) sino que abarcan casi cualquier sector imaginable; siderurgia, finanzas, compañías eléctricas, fertilizantes, químicas, editoriales, software…El señor Tata, harto de las restricciones a los indios para entrar en los grandes hoteles, solo para británicos, decidió construir el que sería sin duda el mejor hotel de la ciudad. El hotel sería en 2008 el objetivo principal de los salvajes atentados integristas. Entro en un local con internet, poco después entra un grupo de hipijas, llevan el kit completo de todo viajero realmente integrado en la cultura india; faldas y blusas de vistosos estampados, chalecos y pañuelos de vivos colores, collares, pulseras, henna en las manos, incluso alguna el punto rojo en la frente, bindu o tilak. No paran de comentar lo “cool” que es todo, los paisajes, monumentos, las costumbres, la gente, debe ser muy “cool” decir todo el rato “cool”. Se lo están pasando en grande, aunque no termino de entender la actitud de quien parece estar en un parque temático. El paisaje durante el viaje a Goa es espectacular, por la ventanilla del tren se suceden los campos de arroz, palmeras, colinas de verdes intensos, el sol anaranjado va descendiendo hacia las montañas que se ven al fondo. Me siento junto a las puertas abiertas de la plataforma central del vagón y disfruto mientras el aire que entra alivia el calor. Mi compañero en el compartimiento es Akash, creo que se escribe así, un marino de la armada india, me cuenta que tiene ganas de licenciarse, dentro de dos años y después de 14 de servicio. Solo puede estar con su familia durante 46 días al año, y tiene mujer y un bebé. Su idea es conseguir trabajo en uno de los barcos turísticos que recorren el río Mandovi. Mi parada es en la estación de Karmali, la más cercana a la capital de Goa, Panjim. Akash me dice que negociará por mí el precio del taxi para llegar a la ciudad. Una vez en la ciudad y pagado el precio acordado por mi amigo el marinero, me dedico a buscar alojamiento. La mayoría de los viajeros sólo para en Panjim el tiempo justo para coger un autobús hacia cualquiera de las playas en la costa de Goa. Pero a mí me gusta Panjim, es una pequeña ciudad muy tranquila, con aire de vieja colonia detenida en el tiempo. Goa fue colonia portuguesa desde 1510 hasta nada menos que 1961, cuando tropas indias entraron en el estado para anexionarlo. No hubo enfrentamiento, pero Portugal no reconoció esta anexión hasta 1974. La arquitectura tiene un aire europeo, muchos rótulos en los comercios están en portugués y algunos vehículos lucen en su parte trasera la enseña portuguesa. No parece haber rencor hacia la antigua metrópoli, más bien lo contrario. Una agradable plaza es el centro de la vida en Panjim y unas enormes escaleras conducen a la iglesia de la Inmaculada Concepción. Es un buen lugar para probar la rica repostería local mientras disfrutas viendo la vida pasar. *** Imagen borrada de Tinypic *** El día siguiente tomo un autobús a la cercana Old Goa, la antigua capital, rio arriba, lo fue hasta que la malaria hizo a los portugueses cambiar la ubicación a Panjim, un sitio más cerca del mar y relativamente más saludable. Old Goa es un sitio enigmático y excitante, una ciudad de catedrales, basílicas y conventos medio comidos por la selva circundante, algunos de ellos son solo ruinas, en otros quedan reducidas comunidades religiosas. *** Imagen borrada de Tinypic *** En la basílica del Buen Jesús se hallan los restos de San Francisco Javier, discípulo de San Ignacio de Loyola, evangelizó Goa, además de Japón y otras partes de Asia. Su cuerpo, supuestamente incorrupto, se puede contemplar cada 10 años (la próxima vez en 2014) en una multitudinaria peregrinación. *** Imagen borrada de Tinypic *** Paseo por el silencio de los enormes edificios acosados por la vegetación e intento imaginar como era la vida aquí, cuando en la ciudad de Old Goa se unían Europa e India, construida desde la nada y mezcla de dos mundos tan diferentes. Cómo vivían y qué sentían los funcionarios, soldados, religiosos y comerciantes venidos a esta parte del mundo desde tierras tan lejanas. *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** La tarde la dedico a un crucero por el río Mandovi. El barco se va llenando de turistas indios, soy el único occidental. En mitad de la cubierta principal comienza un espectáculo de karaoke amenizado por los animadores del crucero, van reclamando la colaboración en la fiesta, primero de los niños, luego las mujeres, los hombres. Se van alternando para cantar en el escenario alegres viajeros que pierden el pudor conforme pasa el tiempo. Me encojo en mi asiento rezando para que no decidan echarse unas risas a cuenta del guiri, y parece que consigo pasar desapercibido. El sol va descendiendo como un enorme disco y llena el río de reflejos anaranjados, en las orillas se mecen las palmeras que sobresalen sobre el resto de la vegetación. El plan para el día siguiente es unirme a un tour organizado por el departamento de turismo de Goa para recorrer el norte del estado. El autobús recorre lugares como Arambol, Vagator, Anjuna, Calangute… se detiene en cada sitio, para poder disfrutar de las playas y visitar las ruinas de algún que otro fuerte portugués. Goa todavía atrae a miles de fiesteros que buscan reunirse en las playas y disfrutar de las raves de música tecno, el “goa trance” como estilo propio del lugar. Sobre todo cuando se acerca la navidad y año nuevo, acuden a Goa por oleadas, principalmente desde Europa e Israel. Esta peregrinación se remonta a los 60, cuando los hippies terminaron recalando en esta parte de India, por su clima, paisajes y quizás una tolerancia hacia las drogas que no había en otros sitios. No en vano a finales de los 60 el “Magic Bus” salía de Amsterdam, a veces a diario, con destino Goa, vía Kabul (sí que han cambiado las cosas….). *** Imagen borrada de Tinypic *** El tour termina por hacerse algo pesado, ya que recorremos muchos sitios en poco tiempo, pero me sirve para reservar alojamiento para el día siguiente en uno de los sitios que más me han gustado, Vagator. Caminando el día siguiente hacia la estación de autobuses se planta ante mí un hombre vestido con traje, algo desaliñado, luce bigote y lleva en la mano un pañuelo con el que se seca el sudor de la frente, con voz algo temblorosa me dice “do..you..speak..english….sir”, le contesto que si y me cuenta como le han robado la cartera y ahora no tiene posibilidad de viajar de vuelta a su casa, donde le espera su familia. Me pregunta si puedo dejarle algo de dinero, por supuesto con la firme promesa de enviármelo de vuelta a la dirección del hotel donde le diga que voy a alojarme. Algo no me cuadra,¿ por qué este tipo me pide ayuda a mí, un guiri, cuando está en su país rodeado de sus paisanos y con la familia a una llamada de teléfono? Me disculpo y le digo que no tengo dinero para prestarle, no sin un ligero cargo de conciencia, por si la historia es real. Vagator son dos playas separadas por un promontorio rocoso, al sur la más tranquila, una cala rodeada de palmeras en la que dejar pasar las horas olvidando cualquier preocupación. Al norte del saliente rocoso está “Big Vagator”, una extensión de fina arena blanca ideal para pasear. Al final de la playa, una corta ascensión a la colina cercana permite subir a un fuerte portugués del siglo XVII, desde el que se contemplan las interminables playas hacia el sur y el territorio casi virgen al norte, más allá del río Chapora, cuya entrada desde el mar controlaba el fuerte. En la parte más al sur de la cala pequeña veo todos los días un grupo de occidentales, todos jóvenes, algunas parejas con niños pequeños. Tienen montado una especie de campamento improvisado entre las palmeras. Unos toldos para resguardarse del sol y los aguaceros, hamacas que cuelgan y algunas alfombras en el suelo. Parecen pasar los días en ese lugar. Da la impresión de que viven cerca, si no de forma permanente, si por una larga temporada. Supongo que son algo así como nuevos hippies y se les ve muy felices. Los restaurantes y pequeños hoteles se sitúan a ambos lados de la carretera principal que recorre de este a oeste el lugar. Tras unos días decido cambiar de aires y me dirijo a Palolem, en el sur. En la guía se la define como la playa perfecta, un amplio semicírculo de blanca arena rodeado por un frondoso palmeral y todos los servicios necesarios para todos los bolsillos. Me encuentro con un lugar masificado, con cientos de construcciones más o menos estables cubiertas por plástico azul, tiendas, bares y cabañas elevadas sobre bambú para alquiler, que pueden resultar atractivas de forma aislada, pero en una cantidad tan grande le dan a aquello un aspecto grotesco. Salgo de allí tan rápido como me lo permiten las piernas. Camino del autobús me cruzo con un sadu, un asceta que renuncia a todo lo material para buscar la unión con lo divino mediante la meditación, viven de las limosnas. Tiene el pelo y la barba muy largos, viste un simple taparrabos y lleva el cuerpo cubierto de cenizas, lo que le da la apariencia de una estatua viviente. Al acercarse a mi repite “holy man”, “holy man”, para que me quede bien claro quien es. Le doy unas monedas y me saluda juntando sus manos. *** Imagen borrada de Tinypic *** En los parabrisas de los autobuses, grandes estampas de la Virgen de Vailankani sustituyen lo que en otras partes de India serían imágenes de Ghanesa o Krishna. Durante el trayecto hay un continuo subir y bajar de lugareños, con los enseres más variados a cuestas, gente que va o viene a los mercados de los diferentes pueblos, colegiales uniformados de enormes ojos oscuros y eterna sonrisa en sus rostros que te miran divertidos. Finalmente termino recalando en Colva, un lugar a primera vista no muy apetecible. La carretera que llega a Colva termina en un gran parking junto a la playa, alrededor hay numerosas tiendas de souvenirs y variada oferta de hoteles, algunos bastante agradables con precios más que asequibles. Hasta el gran parking llegan cada día autobuses llenos de turistas indios, y los fines de semana coches con familias procedentes de Bombay. Sin embargo todos ellos permanecen en una franja de playa que no va más allá de los 300 metros a un lado y otro del parking. *** Imagen borrada de Tinypic *** Caminando diez minutos hacia el norte o el sur, dispones de los 26 kilómetros de playa prácticamente en exclusiva, de vez en cuando un bar-restaurante ofrece sus hamacas y sombrillas a quien se tome una económica bebida y también pescados a la plancha o en salsa recién sacados del Océano Indico. Una buena opción es alquilar una bici, pedaleando por la interminable playa apenas te cruzas con nadie durante horas. Algún aislado resort exclusivo tiene alineadas sus hamacas y los clientes son atendidos por uniformados empleados. *** Imagen borrada de Tinypic *** Me alojo en el Amigo Plaza, un hotelito de reciente construcción en el que consigo un buen precio, ya que no es temporada alta. *** Imagen borrada de Tinypic *** Es un buen lugar en el que dejar pasar los días… y es exactamente lo que hago. *** Imagen borrada de Tinypic *** Llega el día de vuelta a Bombay, me despido agradecido de Goa. Viajo en autobús a Panjim y cuando me dirijo, bajo el sol inclemente, desde la estación de autobuses a buscar un transporte que me lleve a la de tren, aparece el jambo de la otra vez!, con su traje usado, el pañuelito blanco en la mano temblorosa, los ojillos tristes y su conocido “do..you…speak…english ….sir”. Estoy a punto de preguntarle por qué no está en Bollywood ganando una pasta con su dotes de interpretación, pero me limito a sonreírle y negar con la cabeza. Me cae bien el tipo. Tomo un autobús en Panjin que el conductor me asegura para en la estación de tren. Tras unas cuantas paradas me indica amable que he llegado a mi destino, yo por las ventanillas solo veo que estamos en lo alto de un puente que salva la vía del ferrocarril, alrededor solo se ven campos. Le pregunto si está seguro y el hombre afirma señalando hacia la derecha sin dejar de sonreír. Cojo la mochila y bajo, sin tenerlas todas conmigo, cuando el autobús arranca y se aleja, puedo ver la estación. Bueno, si, está en esa dirección, unos dos kilómetros en esa dirección. Parado en lo alto del puente la veo a lo lejos. Voy caminando por las vías, acordándome, desde el cariño, de toda la familia del autobusero. Afortunadamente iba con tiempo de sobra y puedo disfrutar aún de un atardecer en medio de los campos de arroz que rodean la estación, solo se oyen los grillos y el aleteo del vuelo de algún ave. Todo son enormes alfombras verdes que van cambiando sus tonos conforme el sol desciende. Tras un cómodo viaje en el “Mandavi Express” llego a Bombay. Es el comienzo de la fiesta de el “Diwali” o festival de las luces, la entrada del nuevo año hindú, tiene lugar en el decimoquinto día de la quincena oscura del mes de kārttika (21 de octubre al 18 de noviembre), y puede durar cuatro o cinco días. Buscar alojamiento ahora es como hacerlo en Pamplona el 6 de Julio. Tras recorrer varios hoteles en la zona de Colaba, todos están llenos o las tarifas son exageradamente elevadas. El recepcionista de un hotel conoce una opción económica que me puede servir. Llama a un amigo y este me acompaña hasta un antro de mala muerte con una estancia que hace de recepción-sala de televisión-dormitorio del encargado. Un israelí con cara de pánico me dice que ha visto una rata corretear bajo el sofá. El somnoliento recepcionista lo mira socarrón, me mira a mí y le pido ver la habitación. Lo previsible, un camastro en una habitación con manchas de goteras en el techo. Bueno, una noche se pasa en la cárcel, pienso. Charlo un rato con el israelí y me voy a dormir cuando el sueño me vence. El día siguiente lo dedico a pasear por Bombay y hacer las compras de última hora. Me dirijo al “Cottage Industries Emporium”, en la calle Shivaji Marg cerca de la puerta de India, tienen variada oferta de artesanía con precios fijados por el gobierno. Una especie de tienda estatal, con dependientes apáticos que se nota que no van a comisión, pero donde encontrar variedad y calidad a precios razonables. También paso por “Bombay Store” en P Mehta Road, una gran tienda también con mucha variedad de artículos para recuerdo o regalo. Recorro los puestos de la calle principal de Colaba, “Colaba Causeway”, donde se pueden encontrar algunos productos iguales a los que tienen en las tiendas anteriores, con la ventaja de poder regatear por ellos. Las calles de Bombay están llenas de mendigos, muchos de ellos niños, algunos afectados por la poliomielitis, una enfermedad viral que afecta sobre todo en la infancia, el virus infecta y destruye las células motoras, causando parálisis y atrofia muscular. Pese a las campañas de vacunación del gobierno, sigue haciendo estragos, sobre todo entre la población rural. La pobreza más absoluta se extiende entre millones de personas. Viendo sus condiciones de vida, su mirada y su sonrisa permanente pierdes el derecho a quejarte y enfadarte por chorradas el resto de tus días. Al atardecer tomo un taxi para ir al aeropuerto, curiosamente en el trayecto de ese viaje en taxi tendré la peor y la mejor experiencia de todo mi recorrido por India. El taxi para en un semáforo, lo cual aprovecha un crío para acercarse a pedir limosna a través de la ventanilla bajada, intento no hacerle caso, pero me agarra de la manga para hacerse notar mientras suplica unas rupias. En ese momento le grito, algo así como vete de aquí o déjame en paz. Se dirige al siguiente coche para pedir. Inmediatamente me arrepiento, y busco mil excusas, la primera es que favorecer la mendicidad infantil solo sirve para que sus familiares exploten a los críos indefinidamente, también pienso que a veces llega a ser agobiante la cantidad de personas que piden, el calor sofocante es también una buena excusa, no he debido hacerlo pero el calor te llega a sacar de quicio…. no sirve de nada, me siento un auténtico miserable. Es curioso que la memoria selectiva siempre nos ofrece los mejores recuerdos, soslayando los peores de cualquier experiencia. De un viaje se recuerdan los grandes momentos, vivencias que enriquecen, majestuosos paisajes, el sabor de una comida suculenta. Sin embargo al recordar mi viaje a India lo primero que “veo” es el interior oscuro de aquel taxi, las pequeñas manos y el moreno flequillo intentando encaramarse sobre la ventanilla. No esta mal que sea así, merecido lo tengo. Más tarde, en el avión de vuelta a España pienso que quizás India te enseña algo más importante que sus monumentos y paisajes, te permite asomarte a tu interior. Todo es extremo en India, la condición más humillante y devastadora da como resultado la más bella sonrisa, lecciones vertiginosas que no te da tiempo a procesar en su momento. Tu reacción frente a experiencias y sensaciones tan intensas que te abren por dentro, te permite conocerte mejor a ti mismo y conocer mejor el mundo. El taxi sigue su camino, Diwali está en pleno apogeo. Circulamos por una autovía elevada sobre la ciudad, lo cual permite disfrutar de una estupenda vista de las calles y avenidas de Bombay a derecha e izquierda. Toda la ciudad está en la calle, literalmente millones de personas lo llenan todo. Enormes mercados con miles de puestos se suceden en cada cruce. Las ventanas de todos los edificios de la ciudad están iluminadas por luces de colores, ya sea en barrios humildes o pudientes, infinitos puntos rojos, azules, amarillos, verdes intensos dan la apariencia de un gigantesco árbol de navidad. Los fuegos artificiales estallan donde quiera que mires. La gente baila y canta, ríe, come, bebe (alcohol si su religión lo permite). El taxista me explica que todos disfrutan de este festival, sea cual sea su fe, hindúes, musulmanes, budistas, sijs, jainistas, cristianos. Yo sigo pensando en el crío… Bombay impresiona a esa hora, la vida con mayúsculas y en toda su intensidad. Ahora me gusta escuchar música chill out con bases indias y algunas veces echo curry en las comidas. Escribí este diario durante un viaje a India hace unos años, no he detallado datos prácticos como precios, horarios, hoteles o restaurantes ya que han podido variar mucho. Creo que casi tengo que disculparme por la calidad de las fotos, solo llevé dos cámaras de usar y tirar, y todavía me estoy arrepintiendo. Por último dar las gracias a quienes lean este diario y a quienes lo hacen posible a través de esta página. Ánimo a quienes se planteen viajar allí, no conozco a nadie que se haya arrepentido. Índice del Diario: APUNTES DE UN VIAJE A INDIA
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