Hay ruidos que saben a gloria cuando eres tú quien los hace. Este es el caso del sonido que emitían las ruedas de las maletas cuando se encaminan hacia la puerta de embarque. Menudo placer para nuestras orejas volver a escuchar esta música celestial.
Así pues, después de un intento fallido de viajar a Londres por culpa del volcán de nombre impronunciable, salimos con nuestras maletas con la pegatina viajera destino a Pisa para hacer una ruta Toscanera en coche.
Así pues, después de un intento fallido de viajar a Londres por culpa del volcán de nombre impronunciable, salimos con nuestras maletas con la pegatina viajera destino a Pisa para hacer una ruta Toscanera en coche.
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Una vez más nuestros amigos de Ryanair nos llevaron hasta destino, si bien los trapicheos de los controladores aéreos hicieron que saliésemos con 1 hora de retraso. En otro viaje eso no habría pasado de curiosidad, pero en este se nos presentaba el dilema de visitar Pisa el día de nuestra llegada o el de la partida, así que se nos planteaba un acertijo nada más empezar el viaje.
Una vez en el aeropuerto de Pisa, aterrizamos sobre las seis de la tarde, nos encaminamos hacia la zona de alquiler de coches para coger el Lancia Ypsilon que habíamos contratado con AVIS. Un consejo: La zona de alquiler de coches queda muy cerca de la terminal de llegadas, así que si seguís el camino marcado en rojo llegaréis rápidamente y no os hará falta esperar al bus-lanzadera.
Así pues, tras los pertinentes trámites, salimos del parking, GPS en mano a la búsqueda y captura de la famosa Torre de Pisa y el Campo dei Miracoli. Sabíamos que tendríamos poco tiempo para realizar la visita pero dudábamos que el último día tuviésemos tiempo de dejar las maletras en la consigna de la estación de trenes, para ir luego de visita a la Torre y volver. Por suerte, la elección fue la correcta.
Nada más salir nos dimos cuenta que la chica del GPS no había estado en Pisa (por desgracia descubriríamos que no conocía ni Pisa ni el resto de la Toscana, pero eso ya lo iremos viendo), y es que en un par de minutos nos volvimos a encontrar a las puertas del aeropuerto. Así que pasamos de seguir sus indicaciones y nos conformamos en acatar las informaciones de los paneles informativos. Al poco rato, no sin antes volver a conducir en círculo merced a nuestra amiga robótica, aparcamos en una zona azul que queda justo enfrente de la entrada de la muralla.
Cruzamos el pórtico de entrada para entrar de lleno en el Campo dei Miracoli y toparnos con ese triedente mágico que forman el Baptisterio, la Catedral y el Campanile o Torre Inclinada de Pisa, toda una delicia para los ojos.
Una vez en el aeropuerto de Pisa, aterrizamos sobre las seis de la tarde, nos encaminamos hacia la zona de alquiler de coches para coger el Lancia Ypsilon que habíamos contratado con AVIS. Un consejo: La zona de alquiler de coches queda muy cerca de la terminal de llegadas, así que si seguís el camino marcado en rojo llegaréis rápidamente y no os hará falta esperar al bus-lanzadera.
Así pues, tras los pertinentes trámites, salimos del parking, GPS en mano a la búsqueda y captura de la famosa Torre de Pisa y el Campo dei Miracoli. Sabíamos que tendríamos poco tiempo para realizar la visita pero dudábamos que el último día tuviésemos tiempo de dejar las maletras en la consigna de la estación de trenes, para ir luego de visita a la Torre y volver. Por suerte, la elección fue la correcta.
Nada más salir nos dimos cuenta que la chica del GPS no había estado en Pisa (por desgracia descubriríamos que no conocía ni Pisa ni el resto de la Toscana, pero eso ya lo iremos viendo), y es que en un par de minutos nos volvimos a encontrar a las puertas del aeropuerto. Así que pasamos de seguir sus indicaciones y nos conformamos en acatar las informaciones de los paneles informativos. Al poco rato, no sin antes volver a conducir en círculo merced a nuestra amiga robótica, aparcamos en una zona azul que queda justo enfrente de la entrada de la muralla.
Cruzamos el pórtico de entrada para entrar de lleno en el Campo dei Miracoli y toparnos con ese triedente mágico que forman el Baptisterio, la Catedral y el Campanile o Torre Inclinada de Pisa, toda una delicia para los ojos.
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Por razón de tiempo, nos teníamos que desplazar hacia Siena y sabíamos que tardaríamos cerca de 2 horas de viaje, tuvimos que realizar la visita con celeridad. No pudimos entrar a hacer la visita al interior, así que nos contentamos con contemplar las fachadas y a jugar a sostener la torre para tener una foto que seguro que tienen más del 90% de personas que entran a visitar el complejo del Miracoli.
La Torre capta la atención aunque no quieras. La verdad es que uno se queda ahí plantado esperando ver como finalmente la gravedad puede con ella ya que su inclinación es tan exagerada como esperábamos (si no más si cabe).
La Torre capta la atención aunque no quieras. La verdad es que uno se queda ahí plantado esperando ver como finalmente la gravedad puede con ella ya que su inclinación es tan exagerada como esperábamos (si no más si cabe).
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Después de 1 hora pululando por la zona y tras realizadas las fotos de rigor, y satisfecha ya nuestra curiosidad sobre la inclinación del Campanario pisano, nos dirigimos hacia el coche, no antes sin hacernos con algún recuerdo que certificase nuestra estada en Pisa.
Ya dentro del pequeño Lancia, dimos una nueva oportunidad a nuestra compañera de viaje para que nos llevase lo más rápido posible hasta Siena donde teníamos el hotel de las 2 primera noches de viaje.
Ya dentro del pequeño Lancia, dimos una nueva oportunidad a nuestra compañera de viaje para que nos llevase lo más rápido posible hasta Siena donde teníamos el hotel de las 2 primera noches de viaje.
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Al parecer la cosa ahora sí funcionaba, así que nos llevó cómodamente por una autovía donde tomamos nuestro primer contacto con el paisaje Toscano... y con los radares de velocidad italianos. En eso sí que no fallaba, por suerte, la colega del GPS, una máquina, nunca mejor dicho, y es que las carreteras están minadas de radares. Eso sí, un cartel anuncia la llegada del radar, pero nunca está de más tener una alarma que te mantenga alerta antes de llegar al punto fatídico.
Así que todo iba de perlas hasta que entramos en un pueblo y la colega del GPS se lió más que un cable telefónico. Menudo Show nos montó en una rotonda. Venga a dar vueltas y vueltas y más vueltas. Total que al final volvimos a pasar de ella y tomamos la salida que nos vino en gana. Sin saber fuimos a para a la famosa carretera comarcal SS222, esto es, una estrecha carretera que te lleva por la bonita ruta Chiantigiana hasta Siena. El rodeo kilométrico valió la pena porque las vistas de las suaves montañitas sienesas son dignas de contemplar con sus viñedos, sus cipreses, sus casas de campo... así que perdonamos a nuestra guía electrónica y dimos por buena la confusión.
Así que todo iba de perlas hasta que entramos en un pueblo y la colega del GPS se lió más que un cable telefónico. Menudo Show nos montó en una rotonda. Venga a dar vueltas y vueltas y más vueltas. Total que al final volvimos a pasar de ella y tomamos la salida que nos vino en gana. Sin saber fuimos a para a la famosa carretera comarcal SS222, esto es, una estrecha carretera que te lleva por la bonita ruta Chiantigiana hasta Siena. El rodeo kilométrico valió la pena porque las vistas de las suaves montañitas sienesas son dignas de contemplar con sus viñedos, sus cipreses, sus casas de campo... así que perdonamos a nuestra guía electrónica y dimos por buena la confusión.
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Finalmente, y pasadas las 9 de la noches y 3 o cuatro confusiones más de nuestra compañera de viajes, llegamos por fin al hotel Moderno, que como suele suceder, lo más moderno que tenían era el nombre. Bueno, no seamos muy críticos tampoco. Sabíamos a lo que íbamos. Queríamos un hotel con parking y cerca del centro histórico. Así que nos venía como anillo al dedo, primero porque a parte de parking, este era gratuito, y segundo porque Siena es una ciudad asentada en diferentes colinas y el hotel aunque quedaba fuera de las murallas, tenía justo delante la entrada de una zona habilitada con escaleras mecánicas para así salvar el desnivel de la subida. A parte la habitación no estaba mal, amplia, con el baño bastante nuevo, nevera y... mosquitos. Por Dios, si solo entrar en el ascensor ya nos topamos con ellos. Menudos helicópteros estaban hechos, a parte que llevaban arsenal para que las picadas durasen toda una semana. Por suerte, para estos casos llevamos dos cosas que nunca fallan: el radarcan que los ahuyenta, y mi mujer que esta sí que es de fiabilidad 100%... si a alguien le pica es a ella. Así, que como no podía ser de otra forma, me tocó lidiar con un par de insectos biónicos de estos. Por suerte, finalmente salí airoso del encuentro y nos pudimos dedicar a por completo a nuestra cena “low cost” en la habitación.
Una vez dejado todo en orden salimos a pasear por la ciudad. Las escaleras mecánicas te dejaban justo detrás de la iglesia de San Francesco y justo delante de la fachada encontramos una de las puertas de entrada a la muralla de la ciudad. Pasamos tranquilamente y sin rumbo por las encantadoras calles medievales de Siena. Fue un placer ya que estaban casi desiertas, así que pudimos degustar cada edificio, cada palacio, cada detalle. Una auténtica gozada. Así pues pasamos por Via dei Rossi hasta via Branchi di Sopra para alcanzar piazza Salimbeni.
Una vez dejado todo en orden salimos a pasear por la ciudad. Las escaleras mecánicas te dejaban justo detrás de la iglesia de San Francesco y justo delante de la fachada encontramos una de las puertas de entrada a la muralla de la ciudad. Pasamos tranquilamente y sin rumbo por las encantadoras calles medievales de Siena. Fue un placer ya que estaban casi desiertas, así que pudimos degustar cada edificio, cada palacio, cada detalle. Una auténtica gozada. Así pues pasamos por Via dei Rossi hasta via Branchi di Sopra para alcanzar piazza Salimbeni.
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Luego retrocedimos en búsqueda de la goya de la corona sienesa, la Piazza del Campo y su Palazzo Pubblico con la Torre de Mangia que al parecer es la segunda en altura de Italia. Pasamos por una escaleras que daban paso a un portíco y, tatatachaaaaan allí estaba el hermoso Palazzo Pubblico. Un regalo para la mirada. Para ponerle la guinda en el pastel, la luna llena adornaba el cielo toscano. Menudo momentazo.
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El tiempo que gastamos por la plaza es difícil de decir. Estuvimos largamente admirando las calles que protegen a la inclinada plaza, tal como una ostra cuida a su joya. En uno de los extremos la Fonte Gaia (aunque esta es una copia por estar la original a resguardo de las inclemencias del tiempo).
Es curiosa la forma de concha inclinada que tiene la plaza (los amigos del foro del otro lado del gran charco no con fundir concha con lo que todos estabais pensando, bandidos que os conozco), y es impresionante pensar cómo puede desarrollarse allí mismo la celebre carrera del Palio. El subidón de adrenalina tiene que ser digno de vivir.
Es curiosa la forma de concha inclinada que tiene la plaza (los amigos del foro del otro lado del gran charco no con fundir concha con lo que todos estabais pensando, bandidos que os conozco), y es impresionante pensar cómo puede desarrollarse allí mismo la celebre carrera del Palio. El subidón de adrenalina tiene que ser digno de vivir.
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Finalmente nos acercamos al Palazzo Publico y entramos a contemplar su patio de entrada. Lo más destacado fue ver desde dentro del patio la esvelta y estirada torre del Mangia alzándose en busca de las nubes. Aprovechamos también para confirmar que “las instalaciones” abrían a las 10 de la mañana. Así pues proseguimos la ruta esta vez a la caza y captura del Dumo sienés.
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Nos decidimos pasar por Via di Citta para así no tener que subir por las escaleras que llevan del Basptisterio hasta la Opera de Duomo. El paseo fue nuevamente una gozada y es que la ciudad atesora unas calles medievales de lujo.
Al alcanzar la catedral quedamos impactados por su estructura, su Campanile y por el el juego de colores de los diferentes mármoles que la decoran. A Brucelina le recordó la decoración de alguna de las estructuras árabes que vimos en nuestra cada vez más lejana visita a Egipto. Pasamos un buen rato sentados admirando la fachada de la catedral y casi en familia ya que tan solo habíamos allí una docena de personas. Todo un lujo.
Al alcanzar la catedral quedamos impactados por su estructura, su Campanile y por el el juego de colores de los diferentes mármoles que la decoran. A Brucelina le recordó la decoración de alguna de las estructuras árabes que vimos en nuestra cada vez más lejana visita a Egipto. Pasamos un buen rato sentados admirando la fachada de la catedral y casi en familia ya que tan solo habíamos allí una docena de personas. Todo un lujo.
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Tras las fotos de rigor decidimos vagar sin rumbo por calles que aun no habíamos pisado para llegar finalmente a Piazza del Campo y luego rumbo al hotel para recuperar fuerzas después de una jornada muy completa.