Península de Dingle ✏️ Diarios de Viajes de Irlanda

Al día siguiente viajamos hasta Dingle, donde pasaríamos los próximos cuatro días. Cogimos el autobús en Tralee y el viaje duró poco más de una hora. Al igual que hicimos con el tren, habíamos comprado los billetes con antelación por internet en la página www.buseireann.ie Os recomiendo comprarlo con antelación porque, al igual que en el tren, las tarifas son bastante más baratas. Pero aquí os tengo que comentar algo para los que lo hagáis... Tened cuidado si compráis billete de ida y vuelta. Yo he comprado muchas veces billetes de Alsa por internet en España y para viajar no tienes más que presentar el email de confirmación que te envían, sin necesidad de imprimir ningún billete (tanto para la ida como para la vuelta). Bueno, pues en Irlanda no es así... Unos días antes de viajar, contacté con Bus Eireann por email porque, al realizar la compra de los billetes, no te piden que elijas ningún autobús concreto, solo la fecha del viaje de ida. Me contestaron que no había problema, que podía viajar en cualquier autobús que fuera de Tralee a Dingle en el día que yo había elegido... y que la vuelta la podía hacer en cualquier autobús y horario, siempre que fuera dentro del plazo de un mes. También me dijeron que podía viajar entregando el email de confirmación al conductor. Pues bien, resulta que para la ida sí fue así y no tuvimos ningún problema. Le entregamos al conductor el email y éste escribió los números del código de reserva en una máquina... y nos dio un billete. Nuestro error fue pensar que para la vuelta sería igual. Pero no, resulta que para volver tienes que presentar el billete que el conductor te ha entregado a la ida. El email de confirmación ,en este caso no te sirve de nada porque al introducir el número del código en la máquina le da error. Nosotros, como creíamos que nos valdría con el email de confirmación, perdimos el billete que nos dio el conductor. Y como consecuencia, tuvimos que comprar un nuevo billete en el autobús de vuelta... bastante más caro que el que habíamos comprado por internet.

Durante el trayecto de Tralee a Dingle pudimos observar cómo el paisaje iba cambiando por momentos y entrábamos en una zona mucho más rural, montañosa, con carreteras estrechas llenas de curvas, ovejas por todas partes y paisajes espectaculares. Por decirlo de alguna manera, sentimos que entrábamos en la auténtica Irlanda... La península de Dingle es una de las zonas conocidas cono Gaeltach... zonas en las que se ha conservado la cultura irlandesa y su idioma. Es habitual que muchos estudiantes vayan a estas zonas para aprender el gaélico.

Llegamos a Dingle al mediodía y fuimos a buscar el Bed and Breakfast: Coastline Guesthouse... el mejor alojamiento en el que hemos estado. La casa está fenomenal situada, en un calle muy tranquila, a 10 minutos andando del centro de Dingle. Después de la experiencia de Tralee, el lugar nos pareció perfecto, cerca de todo pero lo suficientemente lejos como para no oir ruido. Está justo delante de la bahía por lo que las vistas son espectaculares. Un lujazo abrir el ojo por la mañana y encontrarte con esas vistas desde la habitación, la verdad. La habitación era enorme, limpísima, cómoda y bien decorada y el baño bastante grande. El desayuno genial, con varios menus para poder elegir... Nos encantó el lugar.

Dingle nos pareció un pueblo precioso. La pega es que hay muchos turistas. Supongo que en Agosto tiene que resultar igual un poco agobiante. Pero en Septiembre se estaba tranquilo... Es un pueblecito muy agradable, con todas las fachadas muy bien pintadas y cuidadas, muchos pubs (algunos tienen música en directo todas las noches), tiendas muy bonitas. Hay bastantes tiendas típicas de souvenirs pero también tiendas de artesanía, galerías de arte... Está situado en el interior de la bahía de Dingle, rodeado de montañas, y las vistas son fabulosas.


Durante la primera tarde, nos dedicamos a pasear un poco por las calles del pueblo y relajarnos. Y descubrimos algo muy curioso. En una de las calles hay una placa dedicada a un acuerdo firmado el 28 de Abril de 1529 entre el Conde de Desmond y un enviado de Carlos V. Según este tratado, se incorporó gran parte del suroeste irlandes a la corona de los Habsburgo, por lo que se supone que esta zona fue española en su día y según decía la placa, sus ciudadanos tenían los mismos derechos que los de los territorios españoles, austriacos y holandeses. Otro secreto escondido de Dingle es un arbol tallado, junto a la iglesia de St. Mary. Se llama el Arbol de la Trinidad y muestra, junto a los símbolos de los Evangelistas, tallas de Cristo y la Virgen. El estilo de la talla es muy curioso, con reminiscencias del arte precolombino. El autor es Carlos Lizana Carreño que, según creo, es chileno.

Esa noche estuvimos cenando en el pub Murphy´s, uno de los más famosos y concurridos de Dingle, en el que comeríamos varias veces (cuando encontrábamos sitio). Si vais por allí os recomiendo que pidáis el cordero. Por menos de 30 euros, nos comimos cada uno un buen plato de cordero, con una salsa de carne riquísima y acompañamiento, y un plato de profiteroles con chocolate y nata. Una de las mejores cenas que hemos tenido en Irlanda...

A la mañana siguiente, hicimos un tour arqueológico por la península de Dingle con Scuird Archaeological tours. Antes del viaje, me puse en contacto con ellos para reservar el tour, pero me dijeron que en Septiembre no salen todos los días (necesitan un grupo mínimo de 6 personas), por lo que me aconsejaron llamar uno o dos días antes de hacer el tour. Yo, la verdad, no me veía capaz de mantener una conversación telefónica con mi nivel de inglés, así que fuimos a la oficina de turismo para ver si nos podían hacer el favor de llamar ellos. No hubo ningún problema y la chica que nos atendió llamó amablemente. Le dijeron que esa misma mañana tenían el tour y que, si queríamos, nos pasaban a recoger 10 minutos más tarde en la puerta de la oficina de turismo. Dijimos que sí y a los 10 minutos nos estábamos montando en la furgoneta al lado de Tim, nuestro guía. El tour nos llevó por la parte oeste de la península de Dingle y pudimos ver paisajes y playas espectaculares, los lugares donde se rodaron las películas “La hija de Ryan” y ”Un horizonte muy lejano”, el embarcadero de Dunquin, una placa dedicada a la Armada Invencible (con frase en castellano incluída), etc. Desde el punto de vista arqueológico vimos varias piedras Ogham, piedras talladas con una antigua forma de escritura celta; el Reask Monastery, un antiguo asentamiento monástico del siglo VI, y el Gallarus Oratory, el monumento arqueológico más conocido de la península de Dingle. El tour nos costó 20 euros por persona, duró 3 horas y mereció la pena. Quizá esperábamos ver más restos arqueológicos, en vez de dedicar tanto tiempo a ver paisajes, pero nos pareció muy interesante. La pena fue no tener más nivel de inglés, porque nos perdimos gran parte de las explicaciones de Tim...


Por la tarde, decidimos ir a conocer al habitante más ilustre de Dingle: Fungie. Fungie es un delfín que vive en la bahía de Dingle desde hace 27 años. Todos los días hay barcos que te llevan a verle. Tengo que decir que, al principio, éramos un poco escépticos y pensábamos que igual era el típico engaño para turistas. Aun así, decidimos coger el barco... Nos acercamos a la oficina que tienen en el puerto y ponía que el próximo barco salía a las 16:00 y que había que apuntarse con antelación. Así lo hicimos... El viaje dura una hora y cuesta 16 euros por persona (no te cobran nada si no se ve al delfín). Para nuestra sorpresa, Fungie apareció poco después. Estuvo un buen rato junto a nosotros, nadando y jugando. Era muy gracioso porque, durante un rato, estuvo nadando justo al lado del barco. Mientras el motor del barco estaba encendido, él nadaba y, cuando el motor se paraba, salía a la superficie para que le viéramos. Como es una bahía el viaje fue muy tranquilo... hasta que en el barco salió unos segundos a mar abierta y a mi casi me da algo. Tengo miedo a los barcos y aquello se movía de una forma exagerada. Por suerte, enseguida entró de nuevo en la bahía... La verdad es que fue una experiencia muy bonita y nos lo pasamos fenomenal.


Esa tarde, después de cenar en el Dingle Bay Hotel (no se cena mal y os recomiendo el Seafood Bake), estuvimos dando una vuelta por el puerto. Acababa de llegar un barco y estuvimos viendo cómo descargaban las cajas con el pescado. Y luego nos fuimos a escuchar música a uno de los pubs que hay enfrente del puerto. La verdad es que es un poco difícil elegir a cuál ir porque hay varios que ofrecen música a diario. En esta ocasión, la elección no fue muy acertada y la música era un poco aburrida (y mira que a mi me encanta la música celta).

La mañana siguiente la pasamos en el acuario. La entrada cuesta 12 euros y te vale para todo el día, es decir, puedes salir y entrar las veces que quieras. Lo que más nos llamó la atención del acuario es el “touch tank”, una piscina abierta para que puedas tocar a los peces. ¿Alguna vez habéis pensado que una raya pueda venir para que la acaricies? Pues sí... en el tanque había 5 rayas y 4 de ellas se acercaban a ti para que pudieras acariciarlas. Impresionante... Lo más asombroso era cuando estabas acariciando a una y venía la otra para recibir también su dosis de mimos. A las 14:30 podías ver cómo las daban de comer así que volvimos a esa hora, después de comer nosotros, para verlo. También hay un tanque con tiburones, aunque a mi personalmente no me gustan mucho. Os dejo un breve video de una de las rayas:



Por la tarde estuvimos dando un paseo, fuimos a ver el parque (muy pequeño y descuidado) y estuvimos mirando tiendas.

Y llegamos a nuestro último día en Dingle... Ese día lo dedicamos a relajarnos. Por la mañana, estuvimos viendo un antiguo convento en el que se exponen una vidrieras impresionantes, hechas por Harry Clarke. Las más bonitas que he visto nunca... Las vidrieras de este hombre son fácilmente reconocibles por sus colores y la profundidad de sus imágenes. Te dejan también ver un pequeño jardín en el que hay un cementerio, donde están enterradas las monjas, un pozo y una especie de templete japonés que nos encantó. En él se pueden atar trozos de tela para pedir un deseo... Es curioso lo que la gente llega a dejar con tal de pedir un deseo. Vimos calcetines, pañuelos de papel y ¡¡¡¡¡¡hasta fundas de móvil!!!!!! Por supuesto, nosotros también dejamos allí nuestro pequeño deseo.


Después estuvimos haciendo nuestras últimas compras de recuerdos y de comida para el viaje del día siguiente.

Por la tarde nos echamos una pequeña siesta, hicimos la maleta y nos fuimos a dar un paseo por el puerto y disfrutar por última vez de la impresionantes vistas que ofrece este pueblo. Cenamos y nos quedamos a escuchar de nuevo música en directo. En este caso, acertamos plenamente y la actuación fue genial. Un grupo llamado Atlantic Gales que nos encantó. Nos lo pasamos de maravilla.

Comentaros, para los que no os de miedo el barco, que desde Dingle también se puede hacer un eco tour de tres horas que te lleva a ver los alrededores y, si hay suerte, la fauna local (aves, focas, etc) o se puede coger el ferry a las islas Blasket, unas islas que estuvieron habitadas hasta los años 50 por una comunidad de escritores en lengua irlandesa. Yo no me atreví... Con lo que se movió el barco los escasos segundos que salimos de la bahía ya tuve suficiente.

A la mañana siguiente, después de dejar el bed and breakfast, fuimos a un cibercafé para realizar el checking para el vuelo del día siguiente (ya no nos quisimos arriesgar) y cogimos el autobús a Tralee, con el incidente con el billete arriba comentado. Allí subimos al tren para Dublín, nuevamente con transbordo en Mallow. Tras varias horas de viaje, llegamos a Heuston Station y allí cogemos el Luas hasta Busaras (la estación de autobuses). Nuestro hotel, el Juryss Inn Custom House, está a 5 minutos de allí. El hotel nos gustó mucho y, gracias a la reserva que hicimos por Internet, nos salió bastante barato (para los precios que habíamos visto en el centro de Dublín). La habitación era grande y estaba muy bien. Nos preguntaron si queríamos habitación en la parte delantera (con vistas al río Liffey) o detrás. Le pedimos la más tranquila posible. Y la verdad es que lo fue. Estaba en una calle lateral y tenía doble ventanal por lo que no oímos ningún ruido de la calle. El desayuno está bastante bien aunque nada que ver con los desayunos recién cocinados de los bed and breakfast. Era completo, pero tipo buffet...

Tras dejar las maletas, nos fuimos a dar un paseo por Dublín... O´Connell, GPO, etc . La vuelta a Dublín fue un poco “traumática”. Solo un día antes estábamos paseando por el puerto de Dingle, oyendo únicamente el sonido de las gaviotas. Y ahora estábamos en pleno centro de Dublín, rodeados de gente, coches, ruido... Nos agobiamos un poco, la verdad. Fuimos a cenar a Temple Bar y estábamos tan cansados que nos metimos en el primer sitio que encontramos. Gran error... Descubrimos tarde que era el clásico “señuelo” para turistas, con una comida no muy allá, sin ningún irlandés de cliente (pensamos que ni de camarero) y con un servicio francamente mejorable, en lo que al trato se refiere. Sin embargo, al estar cansados y hambrientos, decidimos quedarnos. De vuelta al hotel, pasamos por el O´Connell Bridge, desde donde pudimos ver una especie de casas de colores (iluminadas), que habían dejado flotando días antes en el río Liffey y que evocaban, según dijo el creador en la TV, la hospitalidad irlandesa. Una imagen preciosa.


A la mañana siguiente, después de desayunar, nos fuimos al aeropuerto. Cogimos el Airlink 747 en la estación de autobuses. El trayecto hasta el aeropuerto cuesta 6 euros y tarda unos 30 minutos. Ultimas compras y, a las 15:30, con casi 1 hora se retraso y una pena inmensa, dejamos Irlanda.