Es el día 8 del viaje y nos vamos ya de Takayama rumbo a Kanazawa. No obstante tenemos tiempo libre para dar unos últimos paseos por la ciudad, hasta las 10:30. El autocar nos deja en el distrito Sanmachi.
En primer lugar damos un paseo por el mercado de Miya-gawa, ubicado junto al canal del mismo nombre y que atraviesa el distrito. Se pueden ver diferentes tipos de verduras, artesanía y souvenirs. No es nada del otro mundo, pero para comprar algún detalle puede estar bien.
En primer lugar damos un paseo por el mercado de Miya-gawa, ubicado junto al canal del mismo nombre y que atraviesa el distrito. Se pueden ver diferentes tipos de verduras, artesanía y souvenirs. No es nada del otro mundo, pero para comprar algún detalle puede estar bien.
Lo que de verdad me interesa visitar, que no me dió tiempo la tarde anterior, es una de las típicas casas de comerciantes. Elegimos la Kusakabe Mingeikan. Esta familia comerciante llegó a Takayama durante el período del clan Tokugawa. El establecimiento se llamaba Taniya y se utilizaba fundamentalmente para prestar dinero y posteriormente también como casa de cambio. Durante el período Meiji, restaurado ya el poder imperial, la casa se incendió (en 1875) y fue reconstruida 4 años después siguiendo el estilo arquitectónico del período Edo. El horario es: 8:30 - 17:00 h mar-nov, 8:30-16:30 dic-feb, 500 JPY.
En la construcción de la parte principal de la casa se utilizó la madera de ciprés japonés.
En la construcción de la parte principal de la casa se utilizó la madera de ciprés japonés.
La casa, que actualmente es un museo de arte popular, contiene objetos como artesanía en madera, cerámica, muñecas de alto diseño, un carruaje, urnas de incineración, un altar budista de la familia. Además hay otra sala con la cocina y un jardín. En algunas de las habitaciones las puertas correderas tienen grabados muy elaborados. La casa tiene probablemente una superficie superior a los 1000 metros cuadrados.
Tras una hora de visita (lamentablemente no tenemos más tiempo hasta la salida del autocar) nos dirigimos nuevamente hacia la zona del mercado donde nos espera el autocar para salir hacia Kanazawa. Durante el trayecto atravesamos la montañosa zona de los Alpes japoneses. La carretera es un continuo zigzaguear, subiendo y bajando y bordeando algún que otro pantano, con la presa de Miboro. Tenemos una parada intermedia en Shirakawa-go, famoso por las granjas en forma de "A" y techo de paja, de nombre gassho-zukuri (manos unidas en oración). Durante los años 60, la construcción de la presa hizo que muchas de estas granjas se trasladaran a las ubicaciones actuales, para evitar que quedaran sumergidas por las aguas. La localidad que visitamos en concreto es Ogimachi, que es Patrimonio Mundial de la Unesco. Actualmente está preparada para el turismo, refleja las costumbres que aún perduran en algunas de las regiones más rurales del país. Tenemos unas 2 horas para pasear por la localidad. Inicialmente paseamos por la pequeña localidad para tener una panorámica de las diferentes granjas.
Finalmente entramos a una granja, la Wada-ke (300 JPY, 9:00-17:00 h) que contiene una muestra de diferentes herramientas relacionadas con la seda, como por ejemplo telares. Se trata de la granja más grande de Shirakawa-go, perteneciente a una familia de ricos comerciantes de la era Edo. En la granja tenemos acceso además a otras salas como la cocina y el altar familiar.
Desde la planta superior donde están las herramientas, se puede ver una bonita panorámica.
Finalizada la visita de la granja, es hora de dejar esta preciosa localidad. A continuación, y como tenemos el horario ajustado, paramos en el primer área de servicio para comer. En el restaurante tienen una hoja donde vienen dibujos de los platos disponibles, con un número asociado. En esta ocasión hay que pedir el plato mediante otro método. En una máquina expendedora hay que marcar el nº del plato que te interese y recoger el ticket. Después ir a la barra y entregar el ticket. En esta ocasión me decanto por un tazón enorme de sopa con ramen. Este plato junto con el refresco me cuesta unos 700 u 800 JPY. Si hay algo más difícil que coger el nigiri-sushi, las lonchas de sashimi o la tempura de langostinos con palillos, sin duda alguna deben ser los fideos en cualquiera de sus tipos. Es literalmente imposible, al menos para una persona que lleve usando tales artilugios tan sólo 1 semana. Al final, pillo como puedo los fideos y utilizo la costumbre japonesa de aspirarlos. Supongo que por una vez nadie me mirará raro y con gesto de desaprobación :oops:.
Terminada la comida nos marchamos ya hacia Kanazawa directamente. El guía no para de contar anécdotas e historias, eso se agradece, porque aprendes más sobre el país, aunque llega un momento que ya se hace cansino, ya que lleva 2 ó 3 días sin parar de parlotear. Sus temas de conversación en este tiempo han sido muy variados:
- Sectas religiosas existentes en la actualidad.
- Forma "característica" de andar de las japonesas, de la cual parece que el kimono es la culpa.
- Universidades privadas más importantes del país. Resulta que son de origen católico.
- Planificación de los japoneses en todos los aspectos de su vida. No hay lugar a la improvisación. Por ejemplo: los ayuntamientos diseñan el itinerario que deben seguir los niños para ir desde sus casas hasta los colegios, el gobierno se plantea instaurar de nuevo las clases los Sábados porque muchos niños no saben qué hacer en su tiempo libre.
- La 2ª Guerra Mundial.
- La costumbre japonesa de copiar todo tipo de artes y técnicas para seguidamente realizar una mejora.
- A las japonesas no les gusta tomar el sol porque tener la piel morena lo consideran un signo de baja clase social. .
- Altares religiosos en los hogares: budistas, sintoístas y católicos. Lo de los altares católicos está relacionado con el hecho de que algunas personas estudien en universidades privadas de origen católico. Según parece los japoneses tienen un sentido muy práctico de la religión.
- Entusiasmo que tienen los japoneses con la cultura estadounidense. Los consideran los mejores.
Llega un momento que uno ya no sabe si tomarse muy en serio lo que dice este hombre.
Llegamos finalmente a Kanazawa, ciudad cultural de aproximadamente 500.000 habitantes. Esta localidad destaca principalmente por el maravilloso jardín del siglo XVII Kenroku-en, el barrio de las geishas y los samuráis e incluso la galería de arte moderno Siglo XXI. Ni cortos ni perezosos nos bamos directamente en el autobús hasta el jardín. Deben ser aproximadamente las 3 y media y ni qué decir que el calor sigue siendo de lo más agobiante, tanto que me veo obligado a recorrer el jardín armado de abanico y paraguas, para quitarme el sol. Este jardín está considerado uno de los tres más bonitos de Japón y ni qué decir que al menos me parece espectacular. El nombre de Kenroku está relacionado con el jardín chino de la dinastía Sung que exigía 6 atributos para la perfección: aislamiento, antigüedad, amplitud, artificialidad, agua abundante y vistas panorámicas. Este jardín cumple con estos requisitos de pleno. Durante el recorrido vemos diversos lagos (espectacular el primero, donde me hago una foto con una panorámica bastate completa), árboles con formas curiosas, sobre todo uno con el tronco en posición totalmente horizontal y que casi reposa sobre el lago, también vemos los postes que utilizan para atar las ramas de los árboles en invierno (con el doble efecto de crear formas de gran belleza y evitar que caigan por el peso de la nieve), por supuesto los cuervos, y algunas cascadas y riachuelos.
Terminada la comida nos marchamos ya hacia Kanazawa directamente. El guía no para de contar anécdotas e historias, eso se agradece, porque aprendes más sobre el país, aunque llega un momento que ya se hace cansino, ya que lleva 2 ó 3 días sin parar de parlotear. Sus temas de conversación en este tiempo han sido muy variados:
- Sectas religiosas existentes en la actualidad.
- Forma "característica" de andar de las japonesas, de la cual parece que el kimono es la culpa.
- Universidades privadas más importantes del país. Resulta que son de origen católico.
- Planificación de los japoneses en todos los aspectos de su vida. No hay lugar a la improvisación. Por ejemplo: los ayuntamientos diseñan el itinerario que deben seguir los niños para ir desde sus casas hasta los colegios, el gobierno se plantea instaurar de nuevo las clases los Sábados porque muchos niños no saben qué hacer en su tiempo libre.
- La 2ª Guerra Mundial.
- La costumbre japonesa de copiar todo tipo de artes y técnicas para seguidamente realizar una mejora.
- A las japonesas no les gusta tomar el sol porque tener la piel morena lo consideran un signo de baja clase social. .
- Altares religiosos en los hogares: budistas, sintoístas y católicos. Lo de los altares católicos está relacionado con el hecho de que algunas personas estudien en universidades privadas de origen católico. Según parece los japoneses tienen un sentido muy práctico de la religión.
- Entusiasmo que tienen los japoneses con la cultura estadounidense. Los consideran los mejores.
Llega un momento que uno ya no sabe si tomarse muy en serio lo que dice este hombre.
Llegamos finalmente a Kanazawa, ciudad cultural de aproximadamente 500.000 habitantes. Esta localidad destaca principalmente por el maravilloso jardín del siglo XVII Kenroku-en, el barrio de las geishas y los samuráis e incluso la galería de arte moderno Siglo XXI. Ni cortos ni perezosos nos bamos directamente en el autobús hasta el jardín. Deben ser aproximadamente las 3 y media y ni qué decir que el calor sigue siendo de lo más agobiante, tanto que me veo obligado a recorrer el jardín armado de abanico y paraguas, para quitarme el sol. Este jardín está considerado uno de los tres más bonitos de Japón y ni qué decir que al menos me parece espectacular. El nombre de Kenroku está relacionado con el jardín chino de la dinastía Sung que exigía 6 atributos para la perfección: aislamiento, antigüedad, amplitud, artificialidad, agua abundante y vistas panorámicas. Este jardín cumple con estos requisitos de pleno. Durante el recorrido vemos diversos lagos (espectacular el primero, donde me hago una foto con una panorámica bastate completa), árboles con formas curiosas, sobre todo uno con el tronco en posición totalmente horizontal y que casi reposa sobre el lago, también vemos los postes que utilizan para atar las ramas de los árboles en invierno (con el doble efecto de crear formas de gran belleza y evitar que caigan por el peso de la nieve), por supuesto los cuervos, y algunas cascadas y riachuelos.
Después de ver el jardín nos marchamos hacia el barrio de los samuráis, o más bien, lo poco que queda de él, en el distrito Nagamachi, una zona de calles estrechas y sinuosas, aunque a mí no me lo parece tanto. Vamos a realizar la visita de la casa samurái de Nomura (500 JPY, 8:30-17:30 h abr-sep, hasta las 16:30 oct-mar). La casa me gusta especialmente por dos motivos, al margen de la casa como tal propiamente dicha: uno es el jardín que tiene en el patio central y el otro es la armadura de guerra (supongo que de samurái) que está expuesta en una vitrina.
Terminada la visita de esta casa nos tenemos que dirigir ya hacia el hotel. No obstante, un grupito de gente nos quedamos por el centro, porque vamos a entrar al Museo de Arte Contemporáneo Siglo XXI. La entrada cuesta 900 JPY y bueno......qué decir del museo. Este tipo de arte, o más bien determinadas obras, escapan a mi capacidad de comprensión y tengo dudas de si considerarla obra de arte o de caradura. La primera sala que visitamos me hace renegar un poco de la entrada que acabo de pagar. Aparte de alguna obra que me recordaba a cierta exposición que había visto hace años en el Guggenheim de Bilbao, o también en el Reina Sofía de Madrid, hay una colección de fotografías en blanco y negro de ciertas partes del cuerpo, pero peludas, muy peludas Haciendo un momentáneo salto a la actualidad, meses después del viaje, mi mente ha borrado de su memoria esas imágenes, cree recordar que eran fotos muy ampliadas de manos muy peludas, aunque como está traumatizada no está segura de si en realidad eran fotos de culos muy peludos, o puede que ambas cosas. ¡Prefiero no recordarlo!
Pero sigamos con la visita del museo. Lo que más me llama la atención es la pequeña fuente con forma de estanque que hay en el patio central. Cuando te asomas resulta que ves gente debajo del agua. Intrigados por el mágico misterio bajamos a la planta inferior, entramos en una pequeña habitación rectangular de color azul y con las esquinas redondeadas. Miramos hacia arriba y...... vemos agua y unas personas que nos miran. Así pues, resulta que la fuente está sobre una habitación con el techo transparente. Esta obra de arte, por llamarla de alguna manera, me anima bastante, aunque sea una chorrada y ahora estoy más contento por los 900 JPY pagados. Después de hacer el tonto y unas fotos de risa en esta habitación nos vamos a otra exposición temporal que hay en el piso inferior, en este caso de pintura contemporánea (no sé llamarla de otra manera). Aunque sigo sin entender demasiado este arte, al menos me gusta y me llama la atención la combinación de colores de muchos de los cuadros y lo que han intentado representar. En este caso sí que me llevaría alguno para mí casa.
Después de los pros y contras del Museo de Arte Contemporáneo nos dirigimos a pie hacia el hotel, que está a unos 10 ó 15 minutos del hotel, el Kanazawa New Grand Hotel. Nos cuesta un poco de trabajo encontrarlo, son varios edificios anexos y no sabemos muy bien cuál es. Al final, preguntando a una chica que pasa por la calle nos acompaña hasta dejarnos medio encaminados. Descansamos una horita en la habitación y salimos de nuevo para pasear y buscar restaurante, a eso de las 19:30. Según la guía Lonely Planet, esta ciudad cultural tenía bastante ambiente, pero dada la hora que es no me lo parece. Después de algún que otro almuerzo en área de servicio y de la cena en Takayama a base de carne que no me hizo demasiada gracia, quiero volver a la comida japonesa por excelencia: el sushi y el sashimi.
Decidimos buscar el restaurante Janome-Sushi, que según la guía es un famoso restaurante de la ciudad que sirve sushi, sashimi fresco y cocina Kaga. A pesar de tenerlo situado en el mapa no hay manera de encontrarlo. Cansados de dar vueltas, entramos a un restaurante de comida rápida a preguntar dónde está el susodicho restaurante de sushi. Y aquí es cuando me vuelve a sorprender la amabilidad de los japoneses. Una de las camareras nos acompaña, pero de una forma peculiar. Cuando sale de su local echa a correr, y nosotros detrás. Se para, mira atrás y cuando ve que la seguimos se ríe y vuelve a correr. Repite esta jugada unas 3 veces. A mí me da la risa y me da por pensar, al margen de la amabilidad de la chica, si corre por haber dejado su puesto, si le falta un hervor o si es que le apetece jugar. Sea como sea nos deja prácticamente junto al restaurante, que por mala fortuna está cerrado. Seguimos caminando en busca de otro sitio para comer y entonces vemos un pequeño restaurante muy colorido y algo hortera. Entramos y nos llevan a la planta de arriba. Está vacío, ¡mala señal!. Alguien dice que sobre la mesa hay no se qué de una ruleta china, y claro, resulta que en vez de restaurante japonés hemos terminado en uno chino. Miramos la carta. Enterita en japonés, o en chino. Aunque vienen algunos dibujos, no sabemos si los platos son de tallarines, de cerdo o de gambitas. Para mayor inri, la camarera no habla ni palabra de inglés. Nosotros que pensamos en irnos, la camarera que llama a un hombre, que no sé si trata de hacer de intérprete, pero que tampoco habla más de 2 palabras en inglés. Entre que no somos capaz de comunicarnos y las películas que me monto en mi cabeza pensando que hemos ido a parar a un restaurante de la mafia china , damos la espantada (cuando ya tenemos la mesa preparada y las bebidas servidas) y salimos por piernas del restaurante.
Seguimos paseando, ya cada vez más tarde, y encontramos un típico izakaya japonés. Entramos, nos ponen la mesa de nuevo, todo muy agradable. Nos traen la carta y resulta que aquí sólo tienen tonkatsu (chuleta de cerdo empanada) y 4 cosas más por el estilo. A ninguno de los 5 que vamos nos apetece cerdo, así que otra espantada y de nuevo a buscar restaurante. Finalmente y a riesgo de quedarnos sin cenar, terminamos en una galería comercial que tiene restaurantes y al menos 1 está abierto a pesar de ser casi las 10 de la noche. Así que pasamos del prometedor sushi y sashimi a una triste lasaña de frutos del mar y un helado. Una cena bastante anodina. Con la hora que se nos hace, más de las 11 de la noche, ya no vamos a pasear ni al distrito de las geishas (Higashi) ni a ningún otro, sino derechos al café-bar del hotel. Verdaderamente, no hemos aprovechado demasiado bien la tarde en esta ciudad: ni templos del distrito Teramachi, ni distrito de las geishas, ni villa Seison-Kaku, ni otros museos más interesantes que el Siglo XXI. Lamentablemente al día siguiente nos marchamos directamente a Kyoto.
Decidimos buscar el restaurante Janome-Sushi, que según la guía es un famoso restaurante de la ciudad que sirve sushi, sashimi fresco y cocina Kaga. A pesar de tenerlo situado en el mapa no hay manera de encontrarlo. Cansados de dar vueltas, entramos a un restaurante de comida rápida a preguntar dónde está el susodicho restaurante de sushi. Y aquí es cuando me vuelve a sorprender la amabilidad de los japoneses. Una de las camareras nos acompaña, pero de una forma peculiar. Cuando sale de su local echa a correr, y nosotros detrás. Se para, mira atrás y cuando ve que la seguimos se ríe y vuelve a correr. Repite esta jugada unas 3 veces. A mí me da la risa y me da por pensar, al margen de la amabilidad de la chica, si corre por haber dejado su puesto, si le falta un hervor o si es que le apetece jugar. Sea como sea nos deja prácticamente junto al restaurante, que por mala fortuna está cerrado. Seguimos caminando en busca de otro sitio para comer y entonces vemos un pequeño restaurante muy colorido y algo hortera. Entramos y nos llevan a la planta de arriba. Está vacío, ¡mala señal!. Alguien dice que sobre la mesa hay no se qué de una ruleta china, y claro, resulta que en vez de restaurante japonés hemos terminado en uno chino. Miramos la carta. Enterita en japonés, o en chino. Aunque vienen algunos dibujos, no sabemos si los platos son de tallarines, de cerdo o de gambitas. Para mayor inri, la camarera no habla ni palabra de inglés. Nosotros que pensamos en irnos, la camarera que llama a un hombre, que no sé si trata de hacer de intérprete, pero que tampoco habla más de 2 palabras en inglés. Entre que no somos capaz de comunicarnos y las películas que me monto en mi cabeza pensando que hemos ido a parar a un restaurante de la mafia china , damos la espantada (cuando ya tenemos la mesa preparada y las bebidas servidas) y salimos por piernas del restaurante.
Seguimos paseando, ya cada vez más tarde, y encontramos un típico izakaya japonés. Entramos, nos ponen la mesa de nuevo, todo muy agradable. Nos traen la carta y resulta que aquí sólo tienen tonkatsu (chuleta de cerdo empanada) y 4 cosas más por el estilo. A ninguno de los 5 que vamos nos apetece cerdo, así que otra espantada y de nuevo a buscar restaurante. Finalmente y a riesgo de quedarnos sin cenar, terminamos en una galería comercial que tiene restaurantes y al menos 1 está abierto a pesar de ser casi las 10 de la noche. Así que pasamos del prometedor sushi y sashimi a una triste lasaña de frutos del mar y un helado. Una cena bastante anodina. Con la hora que se nos hace, más de las 11 de la noche, ya no vamos a pasear ni al distrito de las geishas (Higashi) ni a ningún otro, sino derechos al café-bar del hotel. Verdaderamente, no hemos aprovechado demasiado bien la tarde en esta ciudad: ni templos del distrito Teramachi, ni distrito de las geishas, ni villa Seison-Kaku, ni otros museos más interesantes que el Siglo XXI. Lamentablemente al día siguiente nos marchamos directamente a Kyoto.