Como muchas de las cosas que leo, no recuerdo donde, pero preparando el viaje leí que Vientiane era la capital menos capital de Asia. Pues debe de ser verdad.
Tranquila (como todo el país), con pocos coches, asequible a pie. Inicialmente, solo íbamos a estar dos días en Vientiane, pero una inesperada anulación de vuelos de Lao Airlines nos obligó a restar un día de Pakse y sumarlo a Vientiane. Tampoco me importó. En los foros leía a menudo que un día o a lo sumo dos, son suficientes para Vientiane. Si tienes tres, puedes permitirte hacer las cosas con más calma, tomarte algún ratillo libre en la piscina del hotel, callejear con más pereza, hacerte un masaje. Vamos, que tampoco me aburrí.
Llegamos a la capital al mediodía y el aeropuerto venía con taxis, esta vez. Precio fijo. Compras un bono en una taquilla y después das el ticket al taxista. Supongo que sale algo más caro pero te ahorras la negociación. Nos instalamos en nuestro hotel, el Novotel Vientiane. No muy céntrico, pero el segundo día descubrimos que estábamos al lado de la zona que más nos gustó de Vientiane. Además tiene piscina y eso es un plus, con las calores de por allí.
Salimos a comer algo y nos hicimos ya a la primera clientes habituales del Tata Café, justo enfrente del hotel, con wifi gratis y café buenísimo. Allí desayunamos también alguna mañana.
Después de comer compramos bebida y algunas cosillas para picar en una tienda al lado del Tata. Esa tarde la dedicamos a descansar, a la piscina, a organizar fotos (ya llevábamos una buena cantidad), a acabar de decidir que haríamos los tres días en Vientiane y a dormir como bebés.
Pero a primera hora de la mañana salimos decididos a buscar nuestro primer desayuno típicamente laosiano: bocadillo de paté. Y bien bueno que estaba, aunque no es paté como lo entendemos nosotros. Es una especie de fiambre de cerdo al que le añaden de todo (pepinillos, cebolla, salsas de colores…). Está buenísimo y sigo viva. También hay bocadillos de La vache qui rit. Realmente, los franceses siguen por allí, su influencia aún se nota en tantas cosas.
Después del desayuno, a ver el arco del triunfo. Madre mía¡ Con todo ese cemento tenían que construir una pista de aterrizaje, pero decidieron construir el Patuchai (no recuerdo como se escribe, pero se pronuncia así). Impresionante sí que es. Y bastante horroroso…
Desde allí caminamos todo el paseo que lleva hasta el palacio presidencial. A medio camino paramos en un mercado, caótico donde los haya, porque además estaba en obras. Compramos algunas cosillas (entre otras un libro de texto laosiano, del que no entiendo nada de lo que pone, pero los dibujos hablan por si solos: algo así como las buenas costumbres del niño laosiano bien educado). Y seguimos hasta llegar finalmente al Wat Si Saket, para mi el templo más bonito de Vientiane.
Realmente, hasta que llegamos a Vientiane no habíamos visto muchos templos, pero a partir de allí fue un no parar.
El Wat Si Saket está en el inicio de lo que yo llamé el “centro” de la capital, unas cuantas calles más agradables que el resto, con más restaurantes y tiendas, con más turistas. Comimos, callejeamos, descubrimos el Joma Bakery Café Y vaya descubrimiento. Es caro pero absolutamente todo está delicioso. Me hice adicta a su granizado de lima con menta. Volvimos más veces y también fuimos al de Luang Prabang. Vimos algunas tiendas y se nos acabó el día.
¿Esto ya será seguro?
Tranquila (como todo el país), con pocos coches, asequible a pie. Inicialmente, solo íbamos a estar dos días en Vientiane, pero una inesperada anulación de vuelos de Lao Airlines nos obligó a restar un día de Pakse y sumarlo a Vientiane. Tampoco me importó. En los foros leía a menudo que un día o a lo sumo dos, son suficientes para Vientiane. Si tienes tres, puedes permitirte hacer las cosas con más calma, tomarte algún ratillo libre en la piscina del hotel, callejear con más pereza, hacerte un masaje. Vamos, que tampoco me aburrí.
Llegamos a la capital al mediodía y el aeropuerto venía con taxis, esta vez. Precio fijo. Compras un bono en una taquilla y después das el ticket al taxista. Supongo que sale algo más caro pero te ahorras la negociación. Nos instalamos en nuestro hotel, el Novotel Vientiane. No muy céntrico, pero el segundo día descubrimos que estábamos al lado de la zona que más nos gustó de Vientiane. Además tiene piscina y eso es un plus, con las calores de por allí.
Salimos a comer algo y nos hicimos ya a la primera clientes habituales del Tata Café, justo enfrente del hotel, con wifi gratis y café buenísimo. Allí desayunamos también alguna mañana.
Después de comer compramos bebida y algunas cosillas para picar en una tienda al lado del Tata. Esa tarde la dedicamos a descansar, a la piscina, a organizar fotos (ya llevábamos una buena cantidad), a acabar de decidir que haríamos los tres días en Vientiane y a dormir como bebés.
Pero a primera hora de la mañana salimos decididos a buscar nuestro primer desayuno típicamente laosiano: bocadillo de paté. Y bien bueno que estaba, aunque no es paté como lo entendemos nosotros. Es una especie de fiambre de cerdo al que le añaden de todo (pepinillos, cebolla, salsas de colores…). Está buenísimo y sigo viva. También hay bocadillos de La vache qui rit. Realmente, los franceses siguen por allí, su influencia aún se nota en tantas cosas.
Después del desayuno, a ver el arco del triunfo. Madre mía¡ Con todo ese cemento tenían que construir una pista de aterrizaje, pero decidieron construir el Patuchai (no recuerdo como se escribe, pero se pronuncia así). Impresionante sí que es. Y bastante horroroso…
Desde allí caminamos todo el paseo que lleva hasta el palacio presidencial. A medio camino paramos en un mercado, caótico donde los haya, porque además estaba en obras. Compramos algunas cosillas (entre otras un libro de texto laosiano, del que no entiendo nada de lo que pone, pero los dibujos hablan por si solos: algo así como las buenas costumbres del niño laosiano bien educado). Y seguimos hasta llegar finalmente al Wat Si Saket, para mi el templo más bonito de Vientiane.
Realmente, hasta que llegamos a Vientiane no habíamos visto muchos templos, pero a partir de allí fue un no parar.
El Wat Si Saket está en el inicio de lo que yo llamé el “centro” de la capital, unas cuantas calles más agradables que el resto, con más restaurantes y tiendas, con más turistas. Comimos, callejeamos, descubrimos el Joma Bakery Café Y vaya descubrimiento. Es caro pero absolutamente todo está delicioso. Me hice adicta a su granizado de lima con menta. Volvimos más veces y también fuimos al de Luang Prabang. Vimos algunas tiendas y se nos acabó el día.
¿Esto ya será seguro?