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Tras un largo día recorriendo los alrededores de Berlín, este día preferimos dedicarlo a la ciudad con más tranquilidad, visitando sitios nuevos y sitios ya vistos el primer día.
La primera parada fueron las iglesias francesa y alemana, que actualmente son museos. La primera está dedicada a la Historia del país a lo largo de los últimos años y se pueden ver imágenes de cómo quedaron distintas ciudades alemanes tras los últimos bombardeos de la II Guerra Mundial como Dresde, Munich, Colonia o Bonn. También se puede ver la maqueta del Berlín que ideó Hitler así como restos de guerra recuperados.
Desde aquí nos fuimos paseando hasta el Checkpoint Charlie, que no es más que el sitio en el que, durante la II GM estaba la "frontera" entre la Berlín rusa y la Berlín norteamericana, tal como puede verse en una de las muchas fotografías que adornan el lugar.
Sin embargo, lo único que queda es una reproducción de la caseta original y la placa que anunciaba la salida de un sector de Berlín y la entrada en otro sector de la ciudad. Además, por una pequeña cantidad de dinero, te ponen un sello en el pasaporte como se hacía entonces al salir de una zona y entrar en otra.
Cerca nos quedaba la Topografía del Terror, y hacia allí nos dirigimos. Se trata de una exposición al aire libre de fotografías de la Alemania nazi y se encuentra situada detrás de una parte del antiguo muro de Berlín y del antiguo Ministerio del Aire, único edificio del Tercer Reich que sigue en pie y en uso, el actual Ministerio de Economía y Hacienda.
En esta exposición se pueden ver de cómo era Alemania durante el dominio nazi, cómo se proclamaban las consignas anti judíos, cómo capturaban a la gente, incluso el símbolo que se cosía al traje de los prisioneros políticos españoles.
Justo detrás de la Topografía, y entre el muro y el Ministerio hay un par de osos, unas esculturas que se usaron durante una exposición y que han repartido por toda la ciudad. Junto a uno de ellos, me fijé en las tapas de las alcantarillas:
Continuando con nuestra ruta hitleriana, llegamos al punto en el que se encontró en su momento, la Cancillería Alemana. No queda nada ya, salvo algunas piedras que quedaron tras su destrucción, así como una caseta de información sobre excursiones. Después, y con alguna dificultad, llegamos al sitio en el que estuvo el búnker de Hitler. Actualmente es un parque público, rodeados de casas y sólo hay un pequeño panel informativo que describe cómo era el búnker y que, aunque lo volaron en el año 45, quedan en pie un par de paredes, por lo que se decidió sellarlo y no reconstruirlo.
Muy cerca está el Monumento al Holocausto, algo que no gustó a los berlineses cuando se propuso, ya que se trata de un laberinto de bloques de piedra de distinto tamaño bastante feo y, en mi opinión, poco significativo para lo que pretende memorar.
A estas horas el hambre apremia, así que, mientras buscamos un sitio donde poder comer en las inmediaciones, nos damos cuenta de que, a pesar de que la ciudad tuvo que ser reconstruida casi por completo, se pueden ver todavía algunos restos de épocas pasadas.
Por la tarde cogimos el metro para ir a la Iglesia rota, que en realidad es la del Kaiser Wilhem II, en la parada de metro y tren de Zoologischer Garten, justo al comienzo de la avenida comercial de Kurfürstendamm. Esta iglesia es de los poco edificios, por no decir el único, que no reconstruyeron tras la II GM; sin embargo, para que pueda oficiar servicios religiosos, han construido dos edificios conocidos familiarmente por los berlineses como la polvera y el pintalabios por la forma externa que tiene.
Después de hacer unas compras en los puestecillos que había, nos acercamos a ver el zoo, la famosa puerta de los elefantes y comprobamos que desde fuera se pueden ver muchos animales, como estos:
Como era jueves y ya eran las 6 de la tarde, nos fuimos a la isla de los museos, ya que teníamos previsto visitar el Pérgamo. Nos pusimos en la cola, infernal, para al final salirnos ya que descubrimos que la entrada no era gratuita (como todos los jueves por las tardes) puesto que había una exposición temporal y se pagaba entrada completa. Entramos al Altes Museum, donde se encontraba el busto de Nefertiti y, paradójicamente, no había ni una sola cola, ni un minuto que esperar para entrar.
Y de paseo hasta Alexanderplatz finalizamos el día, no sin antes cenar en uno de los kioscos que había allí, llenos de gente, de comida, de bebida y de fútbol en TV, cómo no, unas currywurst acompañadas de unas cervezas (salvo en mi caso, que no me gusta)
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