Ese día pasó algo muy raro tratándose de mí ¡me desperté prontísimo! Me asomé a la ventana y vi que no había ni una nube, ¡podíamos subir al Top of Europe! Por una vez y sin que sirva de precedente desperté yo a mi marido y no al revés. Habíamos escrito la noche antes en la pizarra que queríamos el desayuno a las 7:15, así que nos lo zampamos deprisa y salimos sin perder ni un minuto.
El Top of Europe es la estación de tren más alta de Europa y tiene un complejo con restaurantes, miradores, un palacio de hielo, y actividades en la nieve. Llegas hasta los 3454 metros, justo debajo de las cumbres del macizo de Jungfrau y sobre el glaciar Aletsch. Salvo que hayáis hecho alpinismo, es una de esas experiencias que se deben tener al menos una vez en la vida, a pesar de lo carísimo que es el billete (en torno a 120 € por persona).
Precisamente por el precio, hay que tener más en cuenta que para ninguna otra excursión la previsión del tiempo. No merece la pena hacerla si el día está nublado, porque evidentemente no veréis nada arriba. Hay que considerar que aunque abajo esté nublado, tal vez a esa altitud esté despejado, por lo que lo mejor es preguntar en turismo o en el alojamiento la misma mañana que se vaya a subir. Es recomendable disponer de varios días en la zona, que es absolutamente espectacular y planes no faltan, y así hay muchas más oportunidades para verlo.
El tren para subir al Top of Europe se puede coger en Interlaken, pero nosotros fuimos en coche hasta el pueblo de Grindelwald, a unos 20 kms de Interlaken, porque costaba un poco menos y nuestra idea era darnos una vuelta por allí a la bajada.
En realidad cogimos dos trenes, el primero va subiendo por el valle de Grindelwald hasta Kleine Scheidegg, y el paisaje ya es impresionante, pero lo mejor está por llegar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Kleine Scheidegg está justo a los pies de la cara norte del Eiger, una pared famosa entre los alpinistas de todo el mundo por la dificultad para escalarla. Allí se cambia de tren y a partir de ahí el resto del viaje lo haces por el interior de la montaña. El tren recorre 7,3 kms por túneles excavados directamente en la roca. Hay dos paradas antes de llegar al Top of Europe, en las dos te puedes bajar del tren y asomarte a unos ventanales para disfrutar del paisaje.
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Por fin, llegamos a la estación y cuando sales de los túneles el paisaje es increíble, alucinante, una de esas imágenes que no se te olvidan. Estás a casi 3.500 metros y tienes debajo el glaciar del Aletsch, el más grande de Europa continental y alrededor el Eiger, el Mönch y el Jungfrau. Hemos visto cosas preciosas en el viaje, pero si tuviera que elegir una, el Top of Europe es sencillamente espectacular.
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Decidimos hacer parte del camino hacia el refugio del Mönch andando por la nieve. No hace falta llevar crampones ni nada por el estilo, es suficiente con las botas de montaña (aunque vimos a alguno haciendo el sendero con chanclas de playa, no es broma). Eso sí, hay que tener cuidado con no salir del sendero señalizado, fuera de él lo que hay es nieve virgen y bajo el hielo puede haber simas bastante profundas.
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Los obedientes japoneses seguro que no se salían del camino...
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Con las prisas de por la mañana se nos había olvidado la crema protectora, un fallo gordísimo porque a esa altura a pesar del frío el sol atizaba que no veas. Nos sentamos un rato en los flotadores del Glacier Bar viendo como la gente hacía tirolina o se tiraba en trineo.
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Volvimos a entrar y nos tomamos los bocatas y de postre unas chocolatinas buenísimas que compramos en la cafetería sin cansarnos de mirar al glaciar.
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Después de comer, entramos en el palacio de hielo. Es curiosa la sensación de andar directamente sobre el hielo. El de las chanclas todavía nos dio otra sorpresa: intentaba abrazarse a una escultura de hielo para sacarse la foto...Verlo para creerlo
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Nos daba mucha pena, pero ya tocaba volver, eso sí, antes volvimos a asomarnos a todas las terrazas y subimos al Sphinx. Es un mirador que hay en el complejo del Top of Europe. Para subir se coge un ascensor que más tarde nos enteramos de que es el más rápido de Suiza.
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Se me olvidaba decir que no os asustéis si notáis el mal de altura, es bastante normal a esa altitud: a nosotros nos dolía un poco la cabeza y cuando íbamos hacia el refugio parecíamos abuelas, sobre todo yo, que me tenía que parar cada dos pasos porque notaba la falta de oxígeno, pero se te quita en cuanto vuelves a bajar. Esa es una de las razones por las que el tren sube muy despacio, para que la gente se vaya aclimatando.
A las 4:30 nos bajamos del tren en Grindelwald, pero se nos fastidió el plan de dar la vuelta por el pueblo porque empezó a caer una tormenta de aúpa. Nos pasó los tres días que estuvimos en Suiza: sol radiante y casi 30º de temperatura, pero a primera hora de la tarde aparecían los nubarrones, descargaban durante 20 minutos y otra vez buen tiempo...
Decidimos bajar hacia el lago Brienz y dar una vuelta por los pueblos de la orilla. Son preciosos y se respira una paz y una tranquilidad que dan ganas de mudarse allí una temporadita. Estas fotos están hechas en Iseltwald.
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De vuelta a Interlaken dimos un paseo, nos tomamos una cerveza y nos fijamos en que ponían una pantalla gigante en una plaza que nos iba a venir muy bien para ver el partido de España al día siguiente. Ni que decir tiene que estábamos muertos, así que después de cenar otra vez en Bebbis nos fuimos directamente a dormir.