¡Otro día con el cielo azul! La señora Arnolds nos dijo mientras desayunábamos que estábamos teniendo mucha suerte con el tiempo. Ese día decidimos hacer un poco de senderismo por el valle de Lauterbrunnen y ver las cascadas Trummelbach, las únicas de Europa excavadas en la roca. Cogimos el coche y aparcamos en Lauterbrunnen.
El valle es increíblemente bonito. Es un valle de origen glaciar encajado entre montañas con muchas cascadas (me parece que son exactamente 72). Si alguna vez volvemos, y seguro que sí, me quedaría en Lauterbrunnen sin dudarlo. El pueblo de Lauterbrunnen está debajo de la cascada Staulbach y lo primero que hicimos fue acercarnos a la base de la cascada antes de empezar la ruta. Una vez en la base hay un camino abierto en la pared de roca para poder ver la cascada desde dentro. Una pasada, pero hay que ir con cuidado, porque el suelo resbala mucho.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Hay muchas rutas de senderismo para elegir por allí. El coche hay que dejarlo en Lauterbrunnen o en alguno de los pueblos que hay en el valle, ya que a los pueblecitos que están más arriba, sólo se puede llegar en teleférico o andando.
Nosotros ese día cogimos el teleférico desde Lauterbrunnen hasta Grutschalp, y allí empezamos a andar hacia Murren. Es poco más de hora y cuarto sin mucho desnivel, y vas viendo todo el rato a la izquierda las moles de Jungfrau, Monch y Eiger con sus picos nevados.
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A la mitad de camino más o menos está la quesería alpina Winterreg, compramos un queso típico (Alpkäse) que está buenísimo y nos fuimos comiendo a lo largo del viaje, y también unos dulces muy ricos que se llaman nidletäfeli. Según entendimos, lo hacen con mantequilla y azúcar caramelizada. ¡Quién los pillara ahora!...
En Mürren encontramos un sitio perfecto para tomarnos los bocatas a la salida del pueblo en dirección a Gimmelwald, nuestra siguiente parada. Mirad las fotos, esa vista te dejaba sin palabras y no la hubiera cambiado por ningún restaurante...
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De Mürren a Gimmelwald tardamos unos 45 minutos más o menos. Cuando llegamos nos sentamos a tomar café en la terraza de un hotelito muy mono y pintoresco, y habríamos estado allí un buen rato más si no hubiera sido porque tocaba la media hora de tormenta diaria.
Bajamos en el teleférico desde Gimmelwald hasta el valle y en el mismo sitio donde nos dejó, cogimos un autobús hasta las Trummelbach Falls.
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Otro espectáculo de la naturaleza, toda el agua que baja de los glaciares de Jungfrau, Eiger y Monch confluye aquí. Son 10 niveles de cascadas, la mayoría subterráneas. Hicimos muchas fotos, pero hay que tener cuidado con la cámara, porque el agua baja con mucha fuerza y salpica. Ya lo habíamos leído, pero por supuesto no hicimos ni caso y terminamos chorreando (la cámara también se llevó lo suyo).
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Volvimos a recoger el coche a Lauterbrunnen pero como no nos cansábamos de ver todo aquello fuimos conduciendo hasta el final de la carretera en el valle... No nos hubiéramos ido nunca.
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Esa noche jugaba España el partido de cuartos así que nos dimos prisa para coger sitio en la plaza donde ponían la pantalla gigante y nos tomamos allí la primera bratwurst (salchicha alemana) del viaje. No os imagináis lo soso que era el comentarista suizo hablando en alemán, ¡echamos mucho de menos los gritos de Camacho!
No esperaba ver a nadie con la camiseta de España, pero aparte de la de mi marido conté por los menos 8 o 9 y al final de la segunda parte aparecieron por allí unos tunos para animar el cotarro ¡están en todas partes! Acabábamos de ver a España ganar en cuartos (con más voluntad que gracia) así que íbamos sacando pecho de vuelta al Arnolds... La primera que veíamos a España en la semifinal de un Mundial!!