24 de septiembre 2010
Partimos con tranquilidad pasadas las diez de la mañana mucho más descansados, con dirección Somalomo, un pequeño poblado junto a la reserva de Dja, patrimonio de la humanidad desde 1987. Tomamos la carretera que va hacia Ayos, parcialmente arreglada con los fondos de la Unesco, el resto se ha retrasado un poco más, pues depende del gobierno camerunés, experto en desviar fondos a otros menesteres. Antes de llegar a Ayos tomamos un desvío hacia Messamena, última ciudad conquistada por los colonos alemanes. De nuevo circulamos por pistas de tierra. Paramos a comer en el único bar del pueblo, donde solo nos ofrecen carne de mono ilegal, por lo que hacemos uso de nuestra pequeña despensa.
Llegamos a Somalomo sobre las cuatro de la tarde. Nos alojamos en el albergue de Mama Rose, una mujer de armas tomar que mantiene buena relación con los poblados pigmeos nómadas de Dja. Una vez a la semana Mama Rose y sus hijas se adentran en la reserva para cambiar piezas de caza de los pigmeos por otros productos que estos no consiguen en el bosque, azúcar, sal…
El alojamiento es sencillo, una habitación con una cama y nada más, ducha africana fuera y un retrete de agujero, comunitario con el resto de la numerosa familia de Mama Rose. Cenamos carne de ciervo, plátano y ñame frito buenísimo que nos preparó nuestra anfitriona. Regresamos a nuestra habitación a preparar las mochilas para los dos próximos días que pasaremos en la reserva, antes del corte de luz a las 22h cuando apagan el generador familiar. Llueve toda la noche.
Bañera , en Flickr
Juego , en Flickr
25 de septiembre 2010
Salimos temprano para adentrarnos en la reserva de Dja, reserva mundial de la biosfera desde 1981 y declarada patrimonio de la humanidad unos años más tarde. Nuestro objetivo es encontrar a alguna de las familias baka, únicos habitantes de la reserva, que aun conservan su tradicional forma de vida nómada, basada en la caza y en la recolección. Nos acompaña además de nuestro guía Abdul, Mama Rose y dos de sus hijas, responsables del avituallamiento; nuestro guía local, un policía retirado, hermano del jefe de Somalomo y dos porteadores que llevan todo lo necesario para acampar en el bosque.
Río Dja , en Flickr
Caminamos a través de sembrados de maíz y cacahuete hasta llegar el río Dja, afluente del impresionante Congo, que en este punto forma un gran bucle, encerrando y protegiendo la reserva de forma natural. Desde la piragua podemos ver la gran masa forestal que compone la reserva, una selva húmeda tropical con árboles que llegan a alcanzar los setenta metros de altura. Una gran variedad de animales viven todavía hoy en la profundidad del bosque, elefantes, leopardos, gorilas, chimpancés y pequeños reptiles base de la alimentación del pueblo baka. Una vez al otro lado del río nos adentramos en silencio en el bosque, siguiendo pequeños caminos hechos por los animales, siempre atentos a cualquier ruido y a no pisar los ríos de hormigas “maña” que se abren paso a través de la hojarasca, y que muerden realmente fuerte.
De pronto atisbamos unas chozas entre los árboles, al fin nos topamos con uno de los pocos campamentos de pigmeos nómadas que aún quedan en el globo. Otro mundo nos da la bienvenida, un mundo en las antípodas del nuestro, habitado por gentes conocedoras de la jungla hasta tal punto, que pueden sobrevivir solo extrayendo de ella todo lo necesario.
Poblado baka , en Flickr
El poblado está compuesto por unas cincuenta personas, varias de las cuales no se encuentran en él en estos momentos, pues han salido de caza y tardarán varios días en regresar. Necesitan al menos un día de caminata para adentrarse en el bosque secundario, en el que todavía es posible encontrar animales para cazar. Solo los baka tienen autorización para cazar dentro de la reserva, pero por desgracia cada vez hay más furtivos.
Anfitriones , en Flickr
Nos dan la bienvenida cantando: “moyuque yoco…yoco”, mientras unos críos nos atusan el pelo. Mostramos nuestro respeto al jefe y al brujo de la tribu obsequiándoles con arroz, dulces, tabaco y azúcar, que reparten equitativamente entre los moradores de cada choza. Sentados sobre un tronco observamos el ir y venir del poblado. Nos invitan a entrar en una de sus chozas que no es más que un diminuto espacio dividido con maderas colocadas en el suelo, a un lado la cocina donde siempre hay fuego y al otro lado el dormitorio, no alcanzo a ver ni esteras ni hojas. El humo en el interior hace que me escuezan los ojos, pero a ellos parece no afectarles. Sus rasgos, nada tienen que ver con sus compatriotas de República Centro Africana, estos son más dulces y bellos, incluso su estatura es más elevada. Pero hay algo en su aspecto que si tienen en común con sus vecinos del este, el limado de los dientes superiores y la escarificación del rostro. Observamos como hombres y mujeres comparten el cuidado de los hijos, algo llamativo en este continente.
Yo también quiero salir , en Flickr
Posando , en Flickr
Curiosidad , en Flickr
Cuidado , en Flickr
Igualdad , en Flickr
Estas chozas serán su hogar hasta que termine la estación de lluvias, después el brujo de la tribu buscará otro emplazamiento con la ayuda de los espíritus del bosque; a no ser que alguna desgracia sobrevenga sobre la tribu provocando alguna muerte y las abandonen antes. Su supervivencia se basa en el conocimiento del medio que les rodea y en obtener de él todo lo necesario de forma inmediata, nada les ata a una u otra parte del bosque, pero sí al bosque en sí mismo, fuera de él están perdidos.
Madre , en Flickr
Peque , en Flickr
Por la tarde acompañamos a tres jóvenes cazadores para que nos muestren sus técnicas de caza. En esta ocasión no utilizan red como en RCA, sino trampas para cazar pequeños animales o imitando el rugido de algún animal para atraerle y darle caza en grupo después, con la ayuda de lanzas. Cada cazador se especializa en una de las técnicas, hombres y mujeres por igual. Se integran con el bosque colocándose plumas o ramas de helecho en la cabeza y pintándose el rostro con pigmentos naturales. En ocasiones conseguían despistarnos a nosotros mismos, mimetizándose de tal manera con la vegetación que parecían parte de ella.
Cazador , en Flickr
Armado , en Flickr
Preparado para la caza , en Flickr
Ya de vuelta, tuvimos ocasión de compartir una interesante charla con los principales hombres del poblado en la casa de la palabra, un lugar sagrado y ligeramente alejado del resto de las chozas, donde las mujeres tienen prohibida la entrada. Una vez benditos por el jefe de la tribu cada contertulio va saliendo de la choza hasta que todos están fuera y vuelven a entrar de nuevo dando comienzo la charla. En total oscuridad nos dan la palabra, no puedo evitar preguntarles cómo ven el futuro de su pueblo, y de estremecerme ante la respuesta del jefe: “la sedentarización es inminente, la tala de los árboles..., ya nada es como antes, ni siquiera las medicinas que obtenemos del bosque tienen el mismo efecto, todo está cambiando. Algo se me mueve por dentro después de haber conocido el resultado que esa sedentarización ha tenido sobre el pueblo baka en el país vecino, nada que ver con el que ahora nos acoge. Este es un pueblo orgulloso, autosuficiente, con una capacidad extraordinaria de sobrevivir sin más ayuda que su habilidad y el conocimiento del bosque que les rodea, transmitido de generación en generación; y todo eso está ahora en grave peligro, su resignación me deja sin palabras.
Sabiduría , en Flickr
Hora del baño , en Flickr
Soy tan grande... pero tan pequeño , en Flickr
Todos se preparan para cenar en grupos fuera de las chozas. Compartimos con ellos un guiso de puercoespín acomodados en un tronco. Solo la luz de las hogueras ilumina el poblado, fuera de ellas la oscuridad es total, nuestros ojos son incapaces de acostumbrarse a ella, al contrario que nuestros anfitriones que se mueven entre las sombras sin ninguna dificultad. Tras la cena comienzan a tocar dos enormes tamtanes y empieza la danza. Participan niños y mayores moviéndose en círculos y agitando sus faldellines de paja al ritmo de la música. Después comienza una especie de juego, los bailarines se dividen en dos grupos, uno frente al otro y cada uno de ellos invita al baile a otro del grupo opuesto bailando frente a él. Nos unimos a ellos en la oscuridad, con la única luz de uno de nuestros frontales colgado de la rama de un árbol, fue excitante.
Curandero , en Flickr
Timidez , en Flickr
La música continúa fuera, mucho tiempo después de habernos retirado a dormir a nuestra tienda. Caemos agotados después de haber sufrido el ataque de las hormigas mañá, que muerden como condenadas. Las condiciones de higiene en el campamento son menos que básicas, pero la experiencia compensa las incomodidades con creces.
Partimos con tranquilidad pasadas las diez de la mañana mucho más descansados, con dirección Somalomo, un pequeño poblado junto a la reserva de Dja, patrimonio de la humanidad desde 1987. Tomamos la carretera que va hacia Ayos, parcialmente arreglada con los fondos de la Unesco, el resto se ha retrasado un poco más, pues depende del gobierno camerunés, experto en desviar fondos a otros menesteres. Antes de llegar a Ayos tomamos un desvío hacia Messamena, última ciudad conquistada por los colonos alemanes. De nuevo circulamos por pistas de tierra. Paramos a comer en el único bar del pueblo, donde solo nos ofrecen carne de mono ilegal, por lo que hacemos uso de nuestra pequeña despensa.
Llegamos a Somalomo sobre las cuatro de la tarde. Nos alojamos en el albergue de Mama Rose, una mujer de armas tomar que mantiene buena relación con los poblados pigmeos nómadas de Dja. Una vez a la semana Mama Rose y sus hijas se adentran en la reserva para cambiar piezas de caza de los pigmeos por otros productos que estos no consiguen en el bosque, azúcar, sal…
El alojamiento es sencillo, una habitación con una cama y nada más, ducha africana fuera y un retrete de agujero, comunitario con el resto de la numerosa familia de Mama Rose. Cenamos carne de ciervo, plátano y ñame frito buenísimo que nos preparó nuestra anfitriona. Regresamos a nuestra habitación a preparar las mochilas para los dos próximos días que pasaremos en la reserva, antes del corte de luz a las 22h cuando apagan el generador familiar. Llueve toda la noche.
Bañera , en Flickr
Juego , en Flickr
25 de septiembre 2010
Salimos temprano para adentrarnos en la reserva de Dja, reserva mundial de la biosfera desde 1981 y declarada patrimonio de la humanidad unos años más tarde. Nuestro objetivo es encontrar a alguna de las familias baka, únicos habitantes de la reserva, que aun conservan su tradicional forma de vida nómada, basada en la caza y en la recolección. Nos acompaña además de nuestro guía Abdul, Mama Rose y dos de sus hijas, responsables del avituallamiento; nuestro guía local, un policía retirado, hermano del jefe de Somalomo y dos porteadores que llevan todo lo necesario para acampar en el bosque.
Río Dja , en Flickr
Caminamos a través de sembrados de maíz y cacahuete hasta llegar el río Dja, afluente del impresionante Congo, que en este punto forma un gran bucle, encerrando y protegiendo la reserva de forma natural. Desde la piragua podemos ver la gran masa forestal que compone la reserva, una selva húmeda tropical con árboles que llegan a alcanzar los setenta metros de altura. Una gran variedad de animales viven todavía hoy en la profundidad del bosque, elefantes, leopardos, gorilas, chimpancés y pequeños reptiles base de la alimentación del pueblo baka. Una vez al otro lado del río nos adentramos en silencio en el bosque, siguiendo pequeños caminos hechos por los animales, siempre atentos a cualquier ruido y a no pisar los ríos de hormigas “maña” que se abren paso a través de la hojarasca, y que muerden realmente fuerte.
De pronto atisbamos unas chozas entre los árboles, al fin nos topamos con uno de los pocos campamentos de pigmeos nómadas que aún quedan en el globo. Otro mundo nos da la bienvenida, un mundo en las antípodas del nuestro, habitado por gentes conocedoras de la jungla hasta tal punto, que pueden sobrevivir solo extrayendo de ella todo lo necesario.
Poblado baka , en Flickr
El poblado está compuesto por unas cincuenta personas, varias de las cuales no se encuentran en él en estos momentos, pues han salido de caza y tardarán varios días en regresar. Necesitan al menos un día de caminata para adentrarse en el bosque secundario, en el que todavía es posible encontrar animales para cazar. Solo los baka tienen autorización para cazar dentro de la reserva, pero por desgracia cada vez hay más furtivos.
Anfitriones , en Flickr
Nos dan la bienvenida cantando: “moyuque yoco…yoco”, mientras unos críos nos atusan el pelo. Mostramos nuestro respeto al jefe y al brujo de la tribu obsequiándoles con arroz, dulces, tabaco y azúcar, que reparten equitativamente entre los moradores de cada choza. Sentados sobre un tronco observamos el ir y venir del poblado. Nos invitan a entrar en una de sus chozas que no es más que un diminuto espacio dividido con maderas colocadas en el suelo, a un lado la cocina donde siempre hay fuego y al otro lado el dormitorio, no alcanzo a ver ni esteras ni hojas. El humo en el interior hace que me escuezan los ojos, pero a ellos parece no afectarles. Sus rasgos, nada tienen que ver con sus compatriotas de República Centro Africana, estos son más dulces y bellos, incluso su estatura es más elevada. Pero hay algo en su aspecto que si tienen en común con sus vecinos del este, el limado de los dientes superiores y la escarificación del rostro. Observamos como hombres y mujeres comparten el cuidado de los hijos, algo llamativo en este continente.
Yo también quiero salir , en Flickr
Posando , en Flickr
Curiosidad , en Flickr
Cuidado , en Flickr
Igualdad , en Flickr
Estas chozas serán su hogar hasta que termine la estación de lluvias, después el brujo de la tribu buscará otro emplazamiento con la ayuda de los espíritus del bosque; a no ser que alguna desgracia sobrevenga sobre la tribu provocando alguna muerte y las abandonen antes. Su supervivencia se basa en el conocimiento del medio que les rodea y en obtener de él todo lo necesario de forma inmediata, nada les ata a una u otra parte del bosque, pero sí al bosque en sí mismo, fuera de él están perdidos.
Madre , en Flickr
Peque , en Flickr
Por la tarde acompañamos a tres jóvenes cazadores para que nos muestren sus técnicas de caza. En esta ocasión no utilizan red como en RCA, sino trampas para cazar pequeños animales o imitando el rugido de algún animal para atraerle y darle caza en grupo después, con la ayuda de lanzas. Cada cazador se especializa en una de las técnicas, hombres y mujeres por igual. Se integran con el bosque colocándose plumas o ramas de helecho en la cabeza y pintándose el rostro con pigmentos naturales. En ocasiones conseguían despistarnos a nosotros mismos, mimetizándose de tal manera con la vegetación que parecían parte de ella.
Cazador , en Flickr
Armado , en Flickr
Preparado para la caza , en Flickr
Ya de vuelta, tuvimos ocasión de compartir una interesante charla con los principales hombres del poblado en la casa de la palabra, un lugar sagrado y ligeramente alejado del resto de las chozas, donde las mujeres tienen prohibida la entrada. Una vez benditos por el jefe de la tribu cada contertulio va saliendo de la choza hasta que todos están fuera y vuelven a entrar de nuevo dando comienzo la charla. En total oscuridad nos dan la palabra, no puedo evitar preguntarles cómo ven el futuro de su pueblo, y de estremecerme ante la respuesta del jefe: “la sedentarización es inminente, la tala de los árboles..., ya nada es como antes, ni siquiera las medicinas que obtenemos del bosque tienen el mismo efecto, todo está cambiando. Algo se me mueve por dentro después de haber conocido el resultado que esa sedentarización ha tenido sobre el pueblo baka en el país vecino, nada que ver con el que ahora nos acoge. Este es un pueblo orgulloso, autosuficiente, con una capacidad extraordinaria de sobrevivir sin más ayuda que su habilidad y el conocimiento del bosque que les rodea, transmitido de generación en generación; y todo eso está ahora en grave peligro, su resignación me deja sin palabras.
Sabiduría , en Flickr
Hora del baño , en Flickr
Soy tan grande... pero tan pequeño , en Flickr
Todos se preparan para cenar en grupos fuera de las chozas. Compartimos con ellos un guiso de puercoespín acomodados en un tronco. Solo la luz de las hogueras ilumina el poblado, fuera de ellas la oscuridad es total, nuestros ojos son incapaces de acostumbrarse a ella, al contrario que nuestros anfitriones que se mueven entre las sombras sin ninguna dificultad. Tras la cena comienzan a tocar dos enormes tamtanes y empieza la danza. Participan niños y mayores moviéndose en círculos y agitando sus faldellines de paja al ritmo de la música. Después comienza una especie de juego, los bailarines se dividen en dos grupos, uno frente al otro y cada uno de ellos invita al baile a otro del grupo opuesto bailando frente a él. Nos unimos a ellos en la oscuridad, con la única luz de uno de nuestros frontales colgado de la rama de un árbol, fue excitante.
Curandero , en Flickr
Timidez , en Flickr
La música continúa fuera, mucho tiempo después de habernos retirado a dormir a nuestra tienda. Caemos agotados después de haber sufrido el ataque de las hormigas mañá, que muerden como condenadas. Las condiciones de higiene en el campamento son menos que básicas, pero la experiencia compensa las incomodidades con creces.