El único domingo que incluye nuestra semana en Nueva York es uno de los pocos días que no acepta demasiados cambios en el Planning. Y es que el Sunday es el único día posible para acudir a otro de los puntos de interés del viaje: una misa gospel en la zona de Harlem.
Tras pasar varias semanas barajando tres posibles iglesias situadas al norte de Central Park, la noche anterior tomamos la decisión de acudir a la Canaan Baptist Church of Christ. Situada a pocas calles del gran parque y con una parada de metro muy cercana, es ideal para no tener que alejarse demasiado de la zona habitual.
Antes de prepararse para salir a la calle, sesión de videoconferencia desde el hotel. La única manera de poder planear un encuentro, dado que nunca sabemos con exactitud cuando vamos a estar disponibles, es a primera hora de la mañana, cuando nos despertamos en el hotel. Así que a las 7 de la mañana, 1 del mediodía en España, establecemos contacto para que nuestros familiares se queden tranquilos.
Finalmente empezamos el periplo, y como vamos bien de tiempo y la línea de metro para Harlem pasa por Times Square, decidimos llegar hasta el gran cruce de caminos a pie. En la ruta paramos en un Starbucks para desayunar, y esta vez si conseguimos terminar nuestros mega-cafés. El "café-latte" de Starbucks es lo más parecido a un café con leche tradicional que hemos podido encontrar a este lado del Atlántico.
Cuando llegamos a Times Square, solo unas horas después de ver el caos de tráfico y peatones de la noche, nos llevamos una sorpresa al ver que se está celebrando la media maratón de Nueva York. La calle permanece totalmente cortada al tráfico, y muy poca expectación en la línea de meta, probablemente porque los primeros corredores habían llegado hace ya mucho tiempo.
Tras volver a deleitarnos con la grandeza de Times Square, nos metemos en las catacumbas para llegar a nuestro andén. Creo que no lo he mencionado antes: los andenes del metro de Nueva York son un infierno ambiental. El calor es asfixiante, y recomiendo enérgicamente llevar algo a mano con lo que abanicarse o una buena ración de agua si vamos a esperar el tren de alguna línea no principal.
Pasamos más de 30 minutos esperando al tren, a causa de un malentendido con las líneas Local (que hacen parada en todas las estaciones de la línea) y las Express (que solo paran en los puntos principales). Al parecer, en ese momento todos los trenes eran del tipo Local, así que los 4 o 5 que habíamos descartados por llegar a la estación por el andén Express realmente nos podían llevar a nuestro destino.
Con el tiempo algo más justo de lo que esperábamos, llegamos a Harlem sobre las 10:15. La ceremonia comienza a las 11, y se recomienda estar allí aproximadamente una hora antes para tener garantías de poder entrar. Finalmente no sería un problema.
La primera sensación al llegar a Harlem es que nos hemos equivocado de tren y aquello vuelve a ser el Soho. El aspecto es muy parecido: edificios de ladrillo con escaleras de incendio en la fachada. Sin embargo, estamos en Harlem: la raza de color predomina por las calles y, tal como ya sabíamos de antemano, la sensación de inseguridad de las películas de antaño nada tiene que ver con la realidad actual.
Llegamos con unos pocos pasos a la Canaan Baptist. En la entrada se encuentra ya una poblada cola, íntegramente formada por turistas. Finalmente, a unos 20 minutos del inicio de la ceremonia, la cola empieza a avanzar. Los "empleados" de la iglesia nos advierten de que debemos dejar nuestras mochilas a la entrada, y de que está terminantemente prohibido la toma de videos o fotografías dentro del templo.
Al cabo de un rato entramos en la iglesia, cuyas antesalas guardan el aspecto que tendría el interior de un edificio cualquiera. Hasta que llegamos a la sala principal. La grada está dividida en dos pisos: en el primero, solo se permite el acceso a aquellos que planean asistir a la ceremonia completa, de aproximadamente 2 horas. El piso superior queda reservado a todos aquellos turistas que no estén seguros de si asistirán a la ceremonia íntegra, y es allí donde vamos. Nos colocan en unos buenos asientos, apenas a dos o tres filas del balcón.
Nos percatamos de la enorme vigilancia que hay respecto al tema de las cámaras y videocámaras. Varias personas de la iglesia se sitúan estratégicamente entre el público para abarcar todos los ángulos posibles y advertir inmediatamente al que haga un atisbo de tomar una instantánea.
Empieza la ceremonia y se cumplen las expectativas. Coros gospel, público en pie acompañando con las palmas, ambiente cálido. Avanza la mañana y el reverendo celebra un par de bautizos, sumergiendo a los fieles en una bañera en la que él mismo está metido. Llega el turno de los testimonios, con señoras que empiezan su relato en un estado calmado y terminan enfervorizadas, proclamando a los cuatro vientos la fuerza que les dio la fe, acompañadas de los "Yeah!" del público entre frase y frase.
Me quedo con una reflexión de L que creo que resume a la perfección la diferencia entre ir a Iglesia en un lugar u en otro: en las ceremonias gospel reina el optimismo, las ganas de superar obstáculos, mientras que en las ceremonias cristianas del viejo continente predomina el pesimismo, el buscar el perdón por los pecados. Son dos maneras de enfocar una misma cuestión de fondo y que, desde luego, marcan una diferencia a la hora de hacer de la ceremonia un espectáculo.
Durante la ceremonia, y con mil ojos puestos en los "vigilantes", consigo grabar dos pequeños fragmentos de audio, sin imagen. Un buen recuerdo del principal motivo de nuestra visita a Harlem.
Tras pasar el cepillo al cubrir la primera hora de la ceremonia, decidimos abandonar el recinto y seguir con nuestro propio domingo. En una sola parada de metro nos plantamos en el inicio de Central Park por el norte. Es nuestra primera incursión en el enorme pulmón verde de la ciudad.
El lago Harlem, con gente paseando en barca, preside la entrada por este lado. Nos adentramos por uno cualquiera de los múltiples caminos, y no tardamos en darnos cuenta de lo fácil que es perderse por el laberinto que es Central Park.
A pocos metros del extremo norte encontramos una piscina enorme, con gente esperando para que abran las puertas. No tenía ni idea de que hubiera piscina alguna en el parque.
Tras dar varias vueltas, sospecho que sin avanzar a ninguna parte, decidimos pararnos un rato en una porción de césped a pie de una de las vías para ciclistas y los pocos coches que transitan por el parque. Es el momento de aprovechar las mantas de Continental Airlines que encontramos en el avión para cada pasajero. Son perfectas para tirarse en la hierba.
Tras la breve parada, seguimos paseando por el parque en dirección sureste, hasta salir a la Museum Mile. La "milla de los museos" no deja de ser la Quinta Avenida cuando pasa junto a Central Park, pero recibe ese nombre por ser punto de acceso a varios de los principales museos de la ciudad.
Tras caminar un rato por las baldosas de la acera, volvemos a reentrar en el parque. Esta vez si que damos de lleno con la Jackie Onassis Reservoir: un lago de proporciones descomunales que era perfectamente visible desde los rascacielos del Midtown.
La extensión del lago es abrumadora, tanto que mirar desde él hasta el sur y ver los rascacielos de fondo, da una sensación parecida a la de ver el paisaje urbano dejando la ciudad por el océano. El lago está totalmente rodeado por un camino con indicaciones para que la gente solo pasee o haga footing en sentido contrario a las agujas del reloj, y así facilitar la circulación.
Cruzamos toda la parte sur del lago, de este a oeste, hasta salir a la calle por Central Park West, la prolongación de la Octava Avenida. Se acerca la hora de comer, y cerca de nuestra posición teníamos localizado un restaurante conocido: el Dallas BBQ.
El Dallas BBQ es un local de comida típicamente americana, pero con más calidad que las cadenas de comida rápida. Nada más entrar, el camarero (que no sabía lo que eran unos nachos) nos toma nota y nos ofrece para beber el especial de la casa, una variante del Long Island Ice Tea. Como desconfiamos, accedemos a pedirlo pero en tamaño pequeño. A los pocos minutos se presenta con dos tanques de bebida de color azul, con palmera incluida. Terminé bebiéndome el mío y la mitad del de L, ya que era una carga letal de alcohol y ella no suele beber, así que pidió una Pepsi.
La comida, como era de esperar, terriblemente copiosa. Pides un par de hamburguesas y lo que tienes son dos platos descomunales, con un montón de cebolla frita, ensalada y tiras de bacon que hacen imposible divisar la carne y el pan al final del plato.
Tras comer con mucha paciencia (y estómago), salimos a la calle y vemos horrorizados como el cielo ha dejado de ser azul para pasar al gris. Se preveé tormenta, y eso desbarata todos los planes, como se vería a continuación.
Volvemos hacia Central Park para intentar ver lo que podamos en lo que tarde en arrancar el chaparrón. Pasamos por delante del Edificio Dakota, la que fue residencia y escenario de la muerte de John Lennon, y entramos al parque justo por Strawberry Fields, el homenaje al extinto Beatle.
Bordeando el lado oeste del parque llegamos a otro lago (y van tres en lo poco que hemos visto de todo el recinto). Se trata de The Lake, y las barcas empiezan a quedar atracadas en vistas de que el cielo no parece despejarse. A las orillas del lago vemos una fina capa verdosa que resultan ser casi tres metros de musgo adentrándose en el agua.
Nos despedimos por hoy de Central Park y enfilamos el camino al Museo de Historia Natural, ese de las películas en las que en lugar de cuadros hay montones de escenas de la naturaleza recreadas al detalle.
Sin embargo, no seríamos nosotros los que disfrutáramos de dichas escenas, ya que tal cual pasamos la puerta giratoria del museo, decidimos salir de él, en vista de la aglomeración de gente a causa del temporal que se avecina en el exterior.
Nos quedamos sentados en las escaleras de la entrada esperando a que amaine la tormenta, que parece que va para largo. Por fortuna, desde la misma entrada podemos acceder a la red wi-fi pública del museo, que resulta ser una conexión de 20 Mbps con la que nos pasamos un buen rato charlando con la familia.
Cuando por fin parece que el sol vuelve a ganar terreno, tomamos rumbo hacia el hotel. Quizás luego demos una pequeña vuelta, pero hoy intentaremos descansar más de lo habitual para prepararnos para el maratón de compras que se nos avecina mañana.
A la llegada a la Grand Central Station, L aprovecha las cabinas telefónicas para hablar con su casa, ya que no lo consiguió ayer desde Battery Park. Mientras tanto, doy un paseo en video hasta llegar al hall principal.
Tras un breve tiempo en la habitación, decidimos dar una vuelta por la Biblioteca Pública y el Bryant Park, que quedan a tiro de piedra de nuestra ubicación.
Nos llevamos un chasco al llegar a la Biblioteca. El acceso está cerrado desde hace un par de horas, y la fachada se encuentra totalmente cubierta de una lona por tareas de remodelación. Tendremos que hacer un hueco en los días que nos quedan para poder volver.
Bryant Park, sin embargo, si que nos deja satisfechos. Una zona verde muy pequeña en comparación con el resto de parques que hemos visitados, pero perfectamente distribuida. Una zona de terrazas en la que poder disfrutar del ambiente, y una extensión de hierba perfectamente cuidada, aunque sin embargo en el momento de nuestra visita permanecía cerrada hasta el próximo pase de cine al aire libre. Lo mejor del parque es poder disfrutar del césped mientras miras al cielo rodeado de rascacielos (los edificios más altos de Times Square están a apenas unos metros).
Volvemos hacia al hotel y topamos por accidente con un par de tiendas más: un H&M y un Model's. Hacemos un par de compras de emergencia porque el ducharse y cambiarse dos veces al día está haciendo estragos con la ropa que habíamos traído, y nos vamos al hotel.
En la habitación, trazamos un pequeño plan para la excursión de mañana: nos vamos a un mega centro comercial de descuento (un Outlet, vamos) a unos 60 km de la ciudad, en el estado de Nueva Jersey.