A las siete y media de la mañana salí con Dale y Teresa a buscar el autobús hacia la escuela Epifanía. Había que cruzar todo el mercado para llegar a la parada de autobuses y se podía observar una actividad frenética en las paradas. La parada de autobuses locales de Granada es un solar donde están aparcados varios autobuses con destino a poblaciones cercanas. Subimos a nuestro autobús (trayecto Granada-Escuela Epifanía: C$6 / 0,2 euros). El calor era considerable. En la puerta delantera del autobús había un tipo anunciando el destino del autobús a gritos (¡Nandaimeeeee!, ¡Nandaimeeee!) mientras nos poníamos en marcha. Para no causar atascos mientras el autobús iba recogiendo gente en el casco urbano de Granada, el tipo en cuestión iba estirando del brazo a la gente para que de un salto subieran al autobús sin que éste tuviera que pararse. No había límite de aforo, sencillamente íbamos como sardinas en lata. En cinco minutos estábamos fuera de la ciudad y diez minutos más tarde llegamos a la Epifanía.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Mercado de Granada.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Granada. Estación de autobuses
Dale y Teresa ya habían ayudado en varias clases pero para mí iba a ser la primera y andaba un poco intrigado sobre como iría el tema. Nuestra ayudante, Vanessa, nos presentó a la directora del centro y al jefe de estudios y nos llevó a la clase. En la Epifanía se dan clases de primero, segundo y tercer grado (6, 10 y 14 años). Yo iba a empezar con “V” (el voluntario iraní) y Lara, una voluntaria alemana, en la clase de primer grado, los más canijos. La maestra ya había iniciado la clase cuando entramos en el aula (cuatro paredes de hormigón armado, techo de canaleta de aluminio y ventanas enrejadas). Se hizo el silencio. Diecisiete pares de ojos oscuros como el azabache nos miraban con curiosidad mientras la maestra nos presentaba. En realidad, deberían ser 35 alumnos pero el absentismo escolar es un problema habitual en esta zona. Empecé a entender la labor de La Esperanza en el tema educación. La relación alumno/profesor es altísima en las escuelas. En algunas clases llegan a haber más de 50 alumnos para un solo profesor y con los medios de que disponen es físicamente imposible atender a todos los niños.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Alumnos de primer grado.
Vera, la maestra, tenía una paciencia infinita, paciencia nica, imagino. Estábamos en clase de psicomotricidad. Los chavales tenían que repetir trazados en su cuaderno. Curvas, rectas, etc. Observé una diferencia de nivel notable en la misma clase. Mientras algunos lo hacían a la perfección, había otros que ni siquiera cogían bien el lápiz. Vera se dirigió a mí. “Profesor, ¿puede encargarse de esta niña?, tiene problemas para trasar el colocho”. “¿Colocho?”, me quedé mirando a Vera con cara de póker. Era evidente que para poder ayudar a aquella niña con el colocho primero yo debería aprender lo que era. Vera trazó el colocho en la pizarra sonriendo, era una espiral. Más adelante comprobaría que a pesar de que se considera que en Nicaragua se habla el castellano, la lista de palabras del vocabulario nica incomprensibles para alguien que entiende el castellano es larguísima (¿Alguién sabe qué significan las palabras “Chivería”, “Maje”, “Ala, perica!”, “Chuchar”, “Lioncu”, “Tuanis”, “Choteando”, “Cuchicuchi”, “Deacachimba”, “Encachimbado”?).
*** Imagen borrada de Tinypic *** Vera, V.
Kenyeli tenía cara de pillina, larga melena morena, tez morena, ojos oscuros, oscurísimos y sonrisa extraña. Estaba triste, sus compañeros habían terminado y ella todavía no había podido ni empezar. Cogimos juntos el lápiz y empezamos a trazar aquella espiral maldita que tanto se le resistía. “Ha salido bastante bien, vamos a repetirla”. Kenyely me miró sonriendo y todavía ando buscando mis pelotas por el suelo de la impresión por aquella primera sonrisa. Tras varios intentos juntos, Kenyeli cogió el lápiz ella sola y volvió al ataque. Salió un churro de cojones “!Muy bien, Kenyeli¡, otra vez”. A cada intento la espiral iba tomando más forma. Pasamos una hora de colocho en colocho. Orgullosa, le enseñó el resultado a la maestra. “Muy bien, Kenyeli”, y volvió a su asiento mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. Como dijo Pauline, estas sonrisas son parte del “sueldo” que cobramos los voluntarios, y es cierto. Kenyeli tendrá que hacer bastantes más espirales para llegar al nivel de la clase pero el curso sólo ha hecho más que empezar para ella……..y para mí.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Kenyeli.
Media hora de juegos con los niños en el patio y una hora más de dibujo y lectura. Tras la sesión matinal estaba más cansado que después de una sesión de surf. Hacía un calor sofocante. Era como haber estado rodeado de diecisiete conejitos “Duracell” durante cerca de tres horas, no paran nunca. Una deliciosa sensación de cansancio. Fran andaba ocupado en el aula contigua. El llevaba a los alumnos mayores en clases de recuperación de tercer grado, los más problemáticos. Se notaba que ya tenía las bolas peladas, sabía cuándo debía imponerse y cuándo no merecía la pena hacerlo, tenía tablas después de cinco meses en La Esperanza. Probablemente era la tarea más compleja y de mayor responsabilidad ya que el resultado de esas clases marca que el chaval continúe estudiando o lo deje para siempre.
Las clases terminaron a las 12, antes de lo previsto, sin motivo aparente. Bienvenido a Nicaragua. Aproveché para coger el bus de vuelta a casa. Tenía ganas de una buena ducha, comer un poco y ponerme a escribir crónicas a solas. No hubo manera. En casa estaba Dale ensayando canciones para los chavales con la guitarra. Salí a buscar un sitio tranquilo. “Comeré en el bar inglés mientras veo la segunda parte del Arsenal-Barça y escribiré con calma”, pensé. En el bar inglés me encontré a Ignasi viendo el partido por lo que nos pasamos un rato de conversación birrera. Al salir me dirigí al Euro-café de siempre “café, piti, crónicas, perfecto”. De camino me encontré con Fran “¿Te vienes a tomar un “licuado” (zumo)?”, vamos allá. Tras repasar con él la sesión matinal de clases nos despedimos y llegué al Eurocafé “Por fin, calma y a escribir”…..”!Xavi!”. Claudia y Marco me saludaron desde una de las mesas….las crónicas deberían esperar. Llevaba tres días en Granada y ya iba encontrando conocidos allá donde iba. Me sentía bien, parecía que todo seguía fluyendo delicadamente en Granada.
Al salir del Eurocafé con Claudia y Marco debían ser las seis de la tarde y ya era de noche. Me dirigí a las paradas del Parque Central. “¿Cómo te encuentras?”. Nicole tenía mejor cara y estuvimos charlando un rato. Nicole tiene 24 años y es de Managua. Como tantas mujeres jóvenes nicaragüenses es madre soltera. Tiene dos hijos de 3 y 6 años, Brigitte y Jaime, y el capullo del padre la había dejado por otra tras tener el segundo hijo. Vive en Managua y compagina algunos trabajos de “modelo” con estudios. Trabajaba en la parada ocasionalmente para sacarse un sobresueldo. Nicole hablaba con la mirada fija y sonriendo. Puffff, qué tendrán estas nicaragüenses…”¿Te paso a buscar cuando cierres y vamos a dar una vuelta, Nicole?”. “Todavía no me encuentro, bien. Quisás mañana”. ¡Cachis!, al menos se intentó. A pesar de la negativa de Nicole, buenas noches.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Mercado de Granada.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Granada. Estación de autobuses
Dale y Teresa ya habían ayudado en varias clases pero para mí iba a ser la primera y andaba un poco intrigado sobre como iría el tema. Nuestra ayudante, Vanessa, nos presentó a la directora del centro y al jefe de estudios y nos llevó a la clase. En la Epifanía se dan clases de primero, segundo y tercer grado (6, 10 y 14 años). Yo iba a empezar con “V” (el voluntario iraní) y Lara, una voluntaria alemana, en la clase de primer grado, los más canijos. La maestra ya había iniciado la clase cuando entramos en el aula (cuatro paredes de hormigón armado, techo de canaleta de aluminio y ventanas enrejadas). Se hizo el silencio. Diecisiete pares de ojos oscuros como el azabache nos miraban con curiosidad mientras la maestra nos presentaba. En realidad, deberían ser 35 alumnos pero el absentismo escolar es un problema habitual en esta zona. Empecé a entender la labor de La Esperanza en el tema educación. La relación alumno/profesor es altísima en las escuelas. En algunas clases llegan a haber más de 50 alumnos para un solo profesor y con los medios de que disponen es físicamente imposible atender a todos los niños.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Alumnos de primer grado.
Vera, la maestra, tenía una paciencia infinita, paciencia nica, imagino. Estábamos en clase de psicomotricidad. Los chavales tenían que repetir trazados en su cuaderno. Curvas, rectas, etc. Observé una diferencia de nivel notable en la misma clase. Mientras algunos lo hacían a la perfección, había otros que ni siquiera cogían bien el lápiz. Vera se dirigió a mí. “Profesor, ¿puede encargarse de esta niña?, tiene problemas para trasar el colocho”. “¿Colocho?”, me quedé mirando a Vera con cara de póker. Era evidente que para poder ayudar a aquella niña con el colocho primero yo debería aprender lo que era. Vera trazó el colocho en la pizarra sonriendo, era una espiral. Más adelante comprobaría que a pesar de que se considera que en Nicaragua se habla el castellano, la lista de palabras del vocabulario nica incomprensibles para alguien que entiende el castellano es larguísima (¿Alguién sabe qué significan las palabras “Chivería”, “Maje”, “Ala, perica!”, “Chuchar”, “Lioncu”, “Tuanis”, “Choteando”, “Cuchicuchi”, “Deacachimba”, “Encachimbado”?).
*** Imagen borrada de Tinypic *** Vera, V.
Kenyeli tenía cara de pillina, larga melena morena, tez morena, ojos oscuros, oscurísimos y sonrisa extraña. Estaba triste, sus compañeros habían terminado y ella todavía no había podido ni empezar. Cogimos juntos el lápiz y empezamos a trazar aquella espiral maldita que tanto se le resistía. “Ha salido bastante bien, vamos a repetirla”. Kenyely me miró sonriendo y todavía ando buscando mis pelotas por el suelo de la impresión por aquella primera sonrisa. Tras varios intentos juntos, Kenyeli cogió el lápiz ella sola y volvió al ataque. Salió un churro de cojones “!Muy bien, Kenyeli¡, otra vez”. A cada intento la espiral iba tomando más forma. Pasamos una hora de colocho en colocho. Orgullosa, le enseñó el resultado a la maestra. “Muy bien, Kenyeli”, y volvió a su asiento mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. Como dijo Pauline, estas sonrisas son parte del “sueldo” que cobramos los voluntarios, y es cierto. Kenyeli tendrá que hacer bastantes más espirales para llegar al nivel de la clase pero el curso sólo ha hecho más que empezar para ella……..y para mí.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Kenyeli.
Media hora de juegos con los niños en el patio y una hora más de dibujo y lectura. Tras la sesión matinal estaba más cansado que después de una sesión de surf. Hacía un calor sofocante. Era como haber estado rodeado de diecisiete conejitos “Duracell” durante cerca de tres horas, no paran nunca. Una deliciosa sensación de cansancio. Fran andaba ocupado en el aula contigua. El llevaba a los alumnos mayores en clases de recuperación de tercer grado, los más problemáticos. Se notaba que ya tenía las bolas peladas, sabía cuándo debía imponerse y cuándo no merecía la pena hacerlo, tenía tablas después de cinco meses en La Esperanza. Probablemente era la tarea más compleja y de mayor responsabilidad ya que el resultado de esas clases marca que el chaval continúe estudiando o lo deje para siempre.
Las clases terminaron a las 12, antes de lo previsto, sin motivo aparente. Bienvenido a Nicaragua. Aproveché para coger el bus de vuelta a casa. Tenía ganas de una buena ducha, comer un poco y ponerme a escribir crónicas a solas. No hubo manera. En casa estaba Dale ensayando canciones para los chavales con la guitarra. Salí a buscar un sitio tranquilo. “Comeré en el bar inglés mientras veo la segunda parte del Arsenal-Barça y escribiré con calma”, pensé. En el bar inglés me encontré a Ignasi viendo el partido por lo que nos pasamos un rato de conversación birrera. Al salir me dirigí al Euro-café de siempre “café, piti, crónicas, perfecto”. De camino me encontré con Fran “¿Te vienes a tomar un “licuado” (zumo)?”, vamos allá. Tras repasar con él la sesión matinal de clases nos despedimos y llegué al Eurocafé “Por fin, calma y a escribir”…..”!Xavi!”. Claudia y Marco me saludaron desde una de las mesas….las crónicas deberían esperar. Llevaba tres días en Granada y ya iba encontrando conocidos allá donde iba. Me sentía bien, parecía que todo seguía fluyendo delicadamente en Granada.
Al salir del Eurocafé con Claudia y Marco debían ser las seis de la tarde y ya era de noche. Me dirigí a las paradas del Parque Central. “¿Cómo te encuentras?”. Nicole tenía mejor cara y estuvimos charlando un rato. Nicole tiene 24 años y es de Managua. Como tantas mujeres jóvenes nicaragüenses es madre soltera. Tiene dos hijos de 3 y 6 años, Brigitte y Jaime, y el capullo del padre la había dejado por otra tras tener el segundo hijo. Vive en Managua y compagina algunos trabajos de “modelo” con estudios. Trabajaba en la parada ocasionalmente para sacarse un sobresueldo. Nicole hablaba con la mirada fija y sonriendo. Puffff, qué tendrán estas nicaragüenses…”¿Te paso a buscar cuando cierres y vamos a dar una vuelta, Nicole?”. “Todavía no me encuentro, bien. Quisás mañana”. ¡Cachis!, al menos se intentó. A pesar de la negativa de Nicole, buenas noches.