Amanece nublado y bastante fresquito. Ya solo nos quedan dos días en Berlín y muchas cosas por ver.
El primer paso es la visita obligada a la Torre de TV. Con el miedo que le teníamos a las colas decidimos que fuera la primera parada del día, a ver si con un poco de suerte estaba aquello menos concurrido. Una de las grandes buenas ideas del viaje, primero porque tal y como habíamos pensado no había un alma, llegamos sobre las 10 de la mañana, sacamos las entradas y ya estábamos en hora para entrar. Subimos y después de dar toda la vuelta entretenidas con las vistas, aquello se empezó a nublar (si llegamos a subir media hora más tarde no hubiéramos visto más que niebla). Sin duda fue el peor día, en cuanto al tiempo, que tuvimos.
Al bajar de la Torre cogimos un metro para acercarnos hasta el Parlamento, después de mucho intentarlo nos quedamos sin poder visitar la cúpula. No hubo manera de que nos la concedieran pero no podíamos dejar pasar la oportunidad de acercarnos aunque solo fuera para verlo por fuera.
Nuestra idea para el día de hoy era ir cogiendo metros para acercarnos a aquellas zonas que queríamos ver pero que quedaban bastante alejadas unas de otras. Lo dicho, esa era la idea, pero nos pusimos a andar y a mirar para el mapa diciendo aquellos de “¿y si vamos por aquí? no parece tan lejos” y cuando nos dimos cuenta ya habíamos cruzado todo el Tierganten. La verdad es que es una ciudad que se anda genial, prácticamente plana y con grandes avenidas que da gusto andar. En vez de seguir la Calle del 17 de junio fuimos bordeando el Río Spree hasta llegar a la Casa de las culturas del mundo y el Palacio Bellevue para luego bajar hasta el Ángel dorado.
Seguimos en dirección a la Iglesia del Kaiser Wilhehn y a K’damm. Paramos a comer alitas de pollo en el KFC y a partir de aquí prácticamente no tengo fotos del resto del día, fue tal la chaparrada que cayó el resto de la tarde que hasta nos olvidamos de sacarlas. En K’damm prácticamente solo teníamos dos objetivos, el Kadewe y el Hard Rock Caffe. Con la tarde que hacía fuimos a tiro fijo. A modo de curiosidad, decir que la única cola que hicimos en toda la semana, fue para entrar en el Hard Rock! La tienda es pequeñita y la tienen organizada de forma que solo van dejando entrar a grupos de 4 o 5 personas.
Era sábado, el último día laborable que nos quedaba en la ciudad y había una cosa que nos quedaba pendiente, visitar el barrio de tiendas vintage tan típicas de Berlín. No teníamos claro si habrían el domingo, así que como aún nos quedaba tiempo esa tarde, cogimos un metro (esta vez las distancias sí que eran inviables) y nos plantamos en la parada Eberswalder Strabe de la Línea U, concretamente la U2. La calle se llama Oderberguer y tiene un encanto especial, con sus tiendas y sus caffes vintage. Como seguía lloviendo no hicimos fotos, pero al día siguiente volveríamos por esa zona para el mercadillo de Mauer Park, así que simplemente entramos en las tiendas que nos interesó y empapadas, volvimos al hotel para darnos una buena ducha y prepararnos para ir a cenar.
En nuestros planes para cenar estaba el recomendadísimo Zur Gerichtslaube, pero nos encontramos con que, al haber llovido todo el día, todas las terrazas de Nikolaiviertel estaban cerradas y prácticamente no había sitio para comer en todo el barrio. Como ya era “tarde” decidimos probar al día siguiente, ya que teníamos muchas ganas de comer en esa zona, y nos fuimos a lo seguro, el Sony Center. Terminamos en el australiano, el Corroboree, y aunque en la carta aparecían unos apetecibles platos de cocodrilo y canguro, ninguna nos atrevimos a echarle el diente. Después de la experiencia de la alitas de pollo del KFC, aún teníamos la boda ardiendo de lo que picaban las condenadas!, nos decidimos por algo más "light".
Wrap de pollo
Pan con queso gratinado
Ensalada
Jack Potato
Pan con queso gratinado
Ensalada
Jack Potato
De precio genial, casi todos los platos eran primeros así que entre 5 y 10 euros cada uno, las cervezas sobre 3. Un vez más, para no perder la costumbre, y como buenas gallegas que somos, disfrutamos comiendo!
Después de cenar, nos tomamos unos cafecitos y chocolate caliente que nos sentaron genial, la verdad es que la noche se había quedado más que fresca. De ahí a la cama, a descansar para encarar el que sería nuestro último día en Berlín.