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Generalidades-
El barco-
Es impresionante y durante muchos momentos no notas que vayan casi 4.000 pasajeros, aunque en otros notas cierta masificación. Tiene una pantalla gigante central que es una maravilla y una zona para niños increíble.
Si te fijas en ciertas cosas, como los planos que distinguen por colores el área de popa, la central y la de proa es fácil no perderte. Hay dos plantas, la tres y la cuatro, que no se pueden atravesar porque en medio están las cocinas, así que para ir de la proa a la popa de ellas hay que subir a la cubierta cinco. Una vez controlado esto y con un poco de orientación de serie, es fácil manejarse. El barco no se mueve mucho, pero más en la parte delantera y en la trasera y cuanto más arriba más. Tiene cuatro piscinas, en teoría la de popa es para adultos, pero está siempre llena de críos. Te dejan en el camarote una toalla de playa, pero por todo el barco hay otras para utilizar en las piscinas. No fuimos ni al cine 4D, ni a los cursos de golf, ni al restaurante de pago, ni al simulador de Fórmula 1, si queréis ir a éste reservadlo pronto, porque se agotaron las plazas pronto. Tampoco fuimos a ningún espectáculo. Era nuestro momento jacuzzi sin nadie en ellos.
Comida-
Personalmente no me disgusto tanto como a otras personas con las que hablé, pero sí resultaba algo cansina. Para la cena en los restaurantes bastante bien, pero por el día era más complicado. Si te salías de su horario solo te quedaba el recurso de ensalada o pizza de dos tipos, margarita con poco tomate y poco queso, o una blanca con, si tenías suerte, una migaja de atún. A veces estaba abierto el grill o la zona de bocadillos y entonces tenías más variedad (filetes, hamburguesas, perritos calientes, patatas fritas…).
Nuestra idea era desayunar fuerte, aprovechar las escalas y comer hacia las 16 o 16.30 horas, así que comparado con otros cruceros esto no nos gustó, porque en este a veces a las 13.30 horas ya no te atendían para comer y te quedaba casi solo el remedio de la pizza. Llevan otros horarios diferentes a los españoles.
Todo incluido-
Los precios por separado de cada consumición son muy caros. Como ejemplo, una caña ronda los cinco euros, un cóctel seis euros, un zumo de naranja natural cinco, un café dos. Al final, vas sumando y merece la pena. Cuando pides algo tienes que firmar un ticket y si tienes el paquete todo incluido pone cero. Aconsejan quedarte con los tickets pos si luego hay algún problema o confusión y corregirlo. Nosotros hemos contado entre los dos 80 consumiciones y ahí no va contabilizado ni el agua ni el vino de la cena y os aseguro que ni trasnochábamos ni nos dábamos al alcohol. Al final si quieres un zumo natural por la mañana (el del buffet es de los de polvos), un cafetillo después de comer, un par de cañas por la tarde y un cóctel o chupito después de cenar amortizas y requeteamortizas el ‘todo incluido’ y no te duele gastar seis euros en un cóctel y luego dejarlo porque a lo mejor no te gusta. Por cierto, os recomiendo el Baileys Banana, que es espectacular, aunque una bomba calórica con medio plátano y licor de coco incluidos.
Zonas para fumadores-
Con esto hemos tenido algo de lío, porque unas veces eran unas y otras veces otras. En general no se puede fumar en cubierta. Sí se puede fumar en la piscina central y en diferentes zonas de las cafeterías y bares, menos en la chocolatería.
Internet-
Para tener wifi cuesta 0,50 euros el minuto o 10 euros la hora. Yo no lo probé. Quien lo hizo dice que un correo tarda en salir unos 10 segundos.
Camarotes-
El nuestro estaba justo en popa, en la cubierta 8, Marlene. Disfrutamos mucho del balcón sobre el mar.
No sabemos si se podía hacer, pero nos bajábamos cócteles a la terracita para ver salir el barco sin las aglomeraciones de los bares. Problemas: se mueve más que en otras zonas (aunque no hubo ningún día malo) y notas cierta vibración de los motores (pese a que el mar esté como un plato). Otra cosa que no me gustó es que todos los días a las 7h me despertaba la instalación de la terraza Lido vía col Vento, justo encima de nuestro camarote que estaba en popa en la planta 8, y algún italiano gracioso se dedicó a tirarnos cereales o cuando hacía viento no tenían cuidado y te aparecía azúcar en la terraza. Si tuviera que elegir, preferiría los camarotes de la cubierta siete. La televisión es interactiva y mediante ella puedes verificar cuánto llevas gastado de tu cuenta, contratar el desayuno en la habitación a la hora que quieras (son gratis los productos, pero el servicio cuesta 5 euros) o comprar la visualización de alguna película. Hay Euronews en Español, el Canal Internacional de TVE y el 24 horas. Además de otros canales extranjeros.
La tripulación-
Aquello es una torre de babel. Hay muchos filipinos, indios y algunos latinoamericanos o de países del Este. Da igual que el barco sea italiano, no todos hablan italiano, muchos hablan mejor castellano, ya que Filipinas fue colonia española. Sea como fuere intentan entenderte y atenderte con la mayor celeridad posible y con una sonrisa, lo que se agradece. En general, la tripulación es genial. Yo me he enamorado del servicio y del interés de los trabajadores del barco a pesar de todos los que éramos y muchos con muy malas formas. Nuestro encargado del camarote era encantador, hasta nos hizo una figura de una especie de mono con una toalla y nos la dejó en el colgada del techo.
Son grandes trabajadores. Algunos trabajan 14 horas al día sin días de descanso. Es una especie de nueva esclavitud que me dejó algo ‘tocada’. Hay como diferentes categorías por nacionalidades, la animación es italiana y los puestos más bajos son para filipinos, indios, pakistaníes... En filipino gracias se dice salámad o algo así, yo se lo pregunté a una camarera y cuando se lo decía a algunos de los que nos atendían se les iluminaba la cara. Por lo visto están muy presionados para hacer las cosas bien y si tienen tres quejas les despiden. A cambio en las encuestas de calidad se les puede decir que fueron excelentes y tienen más posibilidades de promocionar. Además en unos paneles multimedia se puede coger la opción ‘bravissimi’ (está si no recuerdo mal en la parte baja de la pantalla), si os habéis fijado en el nombre de algún trabajador (todos llevan su placa con su nacionalidad) se le puede buscar y enviar una felicitación, aunque no me quedó claro si va para ellos o para la empresa y su posible ascenso.
Nosotros felicitamos a cuatro o cinco que nos gustó especialmente su atención y le dimos una propina de 20 euros a nuestro encargado de la cabina. No es obligatorio, pero creemos que las tasas de servicio no van para ellos como propina, sino que son su sueldo y como nos atendió tan bien quisimos tener un detalle, aunque sabemos que no es mucho.
Ropa y complementos –
Hace mucho calor. En el barco, sobre todo, estuve con pantalón corto o minifalda vaquera, camiseta y chanclas. Eché de menos no haber llevado un kaftán o camiseta larga y floja para ir y venir de la piscina y no solo con la toalla. Como calzado, por el barco me moví en chanclas, para las excursiones mejor deportivas, para subir y bajar escaleras empedradas ni las sandalias ni las chanclas son buena opción. Llevar un abanico también es una buena idea, hay momentos de un calor horrible. Yo me olvidé el mío en el teleférico de Santorini. Os aconsejo llevar en la maleta sombrero o gorra para el sol y mucha crema solar (y muestras para llevar en el bolso y echaros durante el día). Hay dos noches de gala, pero casi nadie iba muy arreglado. Pocos trajes de Noche Vieja y sí algún vestido corto y mono. Los chicos con unos chinos y camisa vale, aunque los había de traje. Algunos italianos son muy horteras. No usamos la lavandería, pero en Rodas nos ofrecieron lavar la ropa 25 prendas por 20 euros, creo que es un buen precio, y unos chicos que lo encargaron quedaron contentos.
Tiendas y cosméticos-
El barco cuenta con zonas para comprar ropa, relojes, joyas, algo de ropa, bolsos de Guess, relojes… Yo aluciné con los cosméticos. Si usáis Clinique ni se os ocurra traer los productos o comprarlos en España. Está todo directamente a mitad de precio. Un tónico grande que en España cuesta 30 euros me costó 15, el contorno Repairwear 26, el jabón 9 euros. También tienen cosas de Estee Lauder y de Lâncome más baratas que en España, aunque la diferencia no es tan grande. Sobre otros productos no sé tanto los precios de España, pero en principio los relojes Invicta también estaban a mejor precio, así como bolsos de Guess o de Fossil. Sobre el tabaco, lo dicho, más barato que en España, pero mucho más caro que en los Duty Free de Grecia.
Día 1 – Embarque en Bari
Cogemos el avión a las 12.40 en Barajas. Hemos dejado el coche en un aparcamiento low cost (Lomcar) que nos acerca en furgoneta hasta la T2 y nos viene a recoger a la vuelta. En el avión nos dan un tentempié. Llegamos a las cuatro al barco. Mucho calor. ¡Enorme! Habíamos pensado ver algo de Bari, pero resulta imposible. Comemos algo en el buffet, simulacro y reunión con el encargado de los españoles. Te intentan vender excursiones, pero es útil para conocer el barco, cómo va el ‘todo incluido’ etc… Primera apreciación: Merece la pena el todo incluido, si no cada cerveza o zumo es casi 5 euros, los cócteles 6, los cafés 2… Nosotros sin ser grandes bebedores lo amortizamos. Hace calor y apetecen las cañitas. Nada más zarpar mi novio compró tabaco. Yo no fumo, pero él sí. El Winston está igual que en España, pero el Fortuna mucho más barato. 2 cartones 28 euros, igualmente no merece la pena comprarlo en el barco, al día siguiente nos dimos cuenta por qué (ver Katakolon).
Por la noche nos toca cenar en el restaurante Gattopardo. Las raciones no son abundantes es una especie de degustación, y menos mal, porque hay entrada, crema, primer plato, segundo y postre. Se pueden pedir dos primeros, dos segundos o lo que se quiera, aunque el camarero de turno no siempre te entiende. La comida merece otro apartado. Por la noche un poco de fiesta. El equipo de animación es genial y hay muchos ambientes diferentes. Al día siguiente no madrugábamos. Toca Katakolon.
Día 2 – Katakolon
En principio no íbamos a ir a Olimpia. Las excursiones programadas nos parecían caras y por libre nos daba miedo. Pensábamos quedarnos de playa. Sin embargo, el día anterior en el boletín que te dejan en la habitación había la opción Olimpia a tu aire por 14 euros. Esto quería decir que nos llevaban a las 13.30 para volver a las 15.45 y llegar al barco hacia las 16h. Eso más la entrada a Olimpia de 6 euros nos dejaba la excursión a un precio más moderado. Lo contratamos la noche anterior. Ojo porque las plazas son limitadas. Nos despertamos a las 10 horas. Desayunamos en el buffet fuertemente y a las 12 desembarcamos en Katakolon. Literalmente son dos calles de tiendas de souvenirs, nada para ver, una playa de piedras de diez metros con un chiringuito según sales del barco a la izquierda (5 minutos) y otra larga al finalizar el pueblo. Hacía tanto calor que difícilmente hubiéramos soportado todo el día en la playa y eso que era junio. A la salida del barco también hay muchos taxis por si alguien quiere ir en ellos, locales para alquilar coches o motos y autobuses que adaptan sus horarios a los de los cruceros y son más baratos, 8 euros. Quizás no tendríamos que haber cogido el autobús del barco, perdimos 6 euros cada uno, pero íbamos sobre seguro. En fin, que de 12 a 13h vimos las tiendas de Katakolon y mi novio compró tabaco en una tienda Duty Free instalada en una especie de casa prefabricada en el mismo puerto, 12,40 euros el cartón de Winston y el resto de marcas también baratísimas. No se lo podía creer. Lo dejamos todo en el camarote y cogimos el autobús hacia Olimpia. Del aparcamiento a la garita en la que se venden las entradas hay unos 400 metros, justo a la entrada de la zona arqueológica. Cuesta 6 euros sin el museo y 9 con él. Con carné de estudiante o de prensa es gratis y no hace falta esperar la cola. Mi novio hace el doctorado y yo soy periodista así que entramos sin pagar ni esperar y sin ningún ticket, enseñando nuestros respectivos carnés directamente al de la entrada.
Muy majo, por cierto, porque si el carné no tiene fecha de caducidad no te debería dejar entrar, el de mi novio no tenía, pero pasó igual. Las ruinas me encantaron, pero porque me esperaba unas ruinas más ruinosas. Me explico, todo el mundo me vendió tan mal Olimpia (de hecho no pensábamos ir) que finalmente me encantaron. Que nadie se espere ver nada entero, ni similar a lo que fue, pero con imaginación uno se puede hacer una idea de la magnitud de aquello, sobre todo al ver el diámetro de los trozos de columnas que hay por el suelo o los restos de muros que marcan la superficie de los templos.
Mi consejo es que vayáis, pero a sabiendas de que todo está destrozado y porque no hay nada más que hacer en Katakolon. A las 16h regresamos al barco, cogimos la toalla de playa que te dejan en el camarote para que la bajes y nos fuimos a dar un baño a la miniplaya de piedras de cerca del puerto. Agua cristalina, mucha piedra, chiringuito y ¡ojo! había alguna medusa.
Habíamos desayunado fuerte a las 11h y no comimos nada hasta el regreso a las 17h. Ya no llegamos al buffet de la comida (hasta las 16.30h), pero hay buffet de bocadillos, pizzas, pasteles, ensaladas, helados… después. Para mí más que suficiente para un primer día, luego acabé un poco harta de comer siempre lo mismo. Esta noche tuvimos la cena de gala de bienvenida. Había gente vestida de todo tipo, algunos muy arreglados y otros nada. Con un vestido corto las mujeres y camisa el chico creo que es suficiente.
Día 3, Santorini.
El Costa Fascinosa se acerca a la costa de la isla y con barcas desembarcan hacia las 8 horas las personas que tienen contratada la excursión. El resto tenemos que esperar. El barco se mueve hasta situarse frente a Thira.
Hay que coger unos números para desembarcar por orden en unos barcos llamados tenders. La hora para cogerlos es las 9.15, pero vamos a menos cuarto. Otras personas pensaron lo mismo y ya hay algo de cola, aunque va rápido. Cogemos el número 6 (en cada barco entran las personas asignadas con dos o tres números), así que vamos en uno de los primeros. Una vez con el número van llamando a los que tienen diferentes números, sigues a un animador y embarcas en las lanchas. Todo está muy bien organizado. A las 9.30 estamos en nuestro barco para Thira, llegamos en cinco minutos y vamos a la cola del teleférico. En nuestro día había otros cuatro cruceros más en la caldera, los más grandes el nuestro y el Nieuw Amsterdam.
Por suerte desembarcamos bastante pronto y no había aún mucha cola en el teleférico. En esta escala creo que merece la pena madrugar, para evitar grandes colas y por el calor. El precio del teleférico es de 4 euros. La otra opción es subir unas escaleras en zigzag por el acantilado, bastante duras. Nosotros las bajamos a la vuelta, pero creo que merece la pena el teleférico. Otra posibilidad es subirlas en burro, también cuesta cuatro o cinco euros, pero no lo vi nada seguro.
Una vez en Thira buscamos el autobús para ir a Oia. Mi consejo es que siempre veáis lo que está más lejos lo primero, para luego estar cerca del barco cuando se acerca la hora de marchar y no estar preocupados. Nos perdimos un poco y cogimos el autobús en una parada que no es la del centro, pero es fácil de encontrar. Hay un mapa en una pared al salir del teleférico. La estación más cercana está hacia la derecha. El autobús a Oia cuesta 1,6 euros el trayecto. Lo cobran dentro del mismo autobús una vez dentro y se tarda en llegar unos 20 minuto. Cuando fuimos las salidas eran a las medias horas y a las en punto y para volver desde Oia a las y veinte y a las menos diez.
Recorrimos todo Oia, tiene fotos espectaculares y muchas tiendas bonitas. No me pareció caro, aunque apenas gastamos nada. Como ejemplo, una botella de agua de litro y medio nos costó un euro. Eso sí, si compráis algún souvenir, como imanes de cocina o postales, están más baratos en Thira. Después de ver Oia regresamos en autobús a Thira, dimos una vuelta por el pueblo y, como el teleférico tenía una cola enorme, bajamos por las escaleras al puerto, con cierto cuidado porque las escaleras resbalan y están llenas de ‘regalos’ de los burros, además de encontrarnos con alguno que prácticamente nos empotra contra la pared. La verdad es que somos de ver las cosas rápido y no nos entretuvimos en tomar nada en ninguna terraza, ni ver demasiadas tiendas, así que hacia las 14h nos volvimos al barco. Así nos evitamos las colas de última hora para coger el tender y pudimos comer tranquilamente con vistas a la isla de piedra volcánica que se puede visitar y que aún tiene cierta actividad. Por la noche había fiesta blanca en la piscina central, pero jugaba la selección española, así que fuimos a ver el partido después de cenar hamburguesas en el grill y no fuimos al restaurante.
Día 4, Rodas.
Simplemente, espectacular. Es nuestra escala favorita junto con Dubrovnik. Salimos casi los primeros del barco, que nos deja al lado de la ciudad vieja. Rápidamente fuimos a alquilar un coche para ir a Lindos. Lo cogimos justo a la salida del puerto. Nos costó 40 euros con seguro incluido y sin límite de kilómetros. Cogimos un Fiat Panda, pero por ese precio también había Toyota Aygo y un Hyundai I10. Un Corsa, por ejemplo, eran 45 o 50. Todos son gasolina. Te recomiendan echar unos 20 euros para ir a Lindos y luego devolverlo con el depósito vacío. A nosotros nos sobró parte.
Te dicen dónde echar la gasolina, porque hay gasolineras más caras. Eko y Shell son más económicas, dentro de lo que cuesta la gasolina en Grecia, y BP más cara. La gasolina estaba sobre 1,48 y el diesel 1,76. Es fácil llegar a Lindos siguiendo las indicaciones. Se trata casi todo el tiempo de una carretera de cuatro carriles y dos sentidos, aunque a veces es solo de dos carriles y ahí los griegos hacen de las suyas conduciendo, como adelantar a tres o cuatro coches, un autobús y un camión con doble línea continua. En general se va bien. Es fácil saber que se está en la dirección correcta porque está lleno de autobuses de excursiones que van y de otros coches de alquiler. En unos 40 minutos llegas. Hay una explanada en la que se puede aparcar gratuitamente al lado de la propia carretera y antes de bajar al pueblo. Veréis autobuses. Dejad el coche ahí. Más abajo hay un pequeño aparcamiento de pago y está solo un poco más abajo. No merece la pena. El pueblo es de casitas blancas y lleno de tiendas. Eran las nueve de la mañana y decidimos subir a la acrópolis. La subida es dura, pero sobre todo por el calor. Sin embargo merece la pena. Las vistas son espectaculares y las ruinas están bien. Cuesta la entrada seis euros (debe ser la tarifa plana de Grecia), no tenemos que pagar por nuestros carnés de prensa y de la universidad. Desde arriba vemos dos playas espectaculares, una la del pueblo y otra al otro lado de la roca, prácticamente cerrada por rocas. Decidimos ir al bajar. Se agradece, porque son las diez de la mañana pero estamos muertos de calor. Bajamos vemos algo del pueblo, compramos agua (1,20 la misma botella de 1,5l de Santorini), volvemos a subir para coger el coche e ir a la calita.
Es fácil, seguimos por la carretera por la que veníamos y nos desviamos a la izquierda. Hay sitio para aparcar gratuito. Es espectacular. La arena gorda o piedras, pero el agua verde y completamente transparente. En esta minibahía hay dos calitas cada una con sus chiringuitos. Es pronto y junio, así que no están llenas. No usamos el servicio de hamacas y sombrillas, así que ni idea del precio.
Nos bañamos y después vamos a la playa de Tsambika, una de las más conocidas. Está a medio camino entre Lindos y Rodas. Si lo llegamos a saber nos hubiéramos parado en otras, porque hubiéramos tenido tiempo. Hay una que se llama Anthony Quinn y que por postales tenía pinta de bonita. Se llama así porque el actor rodó en Lindos Zorba, El Griego. Tsambika es una playa larga, llena de chiringuitos y hamacas. Se puede aparcar casi en la playa gratis. Quisimos colocar nuestras toallas y nos indicaron que no podíamos por las hamacas, pero que podíamos al final de la playa. Fuimos para allá porque no pensábamos quedarnos mucho. La playa en apariencia no es demasiado bonita, pero al entrar en el mar todo cambia. La arena (no en la orilla) es fina y puedes entrar y entrar y no cubre. Lo mejor era entrar en el agua con gafas de bucear y ver los pececitos, cangrejos y sobre todo mirar hacia la zona más profunda y descubrir que se puede mirar al infinito, porque el agua es clarísima. Después de un par de baños regresamos a Rodas y devolvemos el coche. Comemos en el barco y a ver Rodas.
Es una ciudad maravillosa, la parte vieja es espectacular, y no fuimos a la nueva, pero nos contaron que también es bonita. Nos acercamos a ver las columnas donde en su día estaba el coloso de Rodas y fuimos regresando por la ciudad vieja y sus diferentes barrios (judío, otomano…), la calle de los caballeros. Es preciosa. Fue, por cierto, el sitio en el que encontramos souvenirs más baratos, como imanes de cocina, que colecciono. Un consejo para los que queráis playa y no ir a Lindos. Se puede ir a pie a dos. Según se sale del puerto hay una a la izquierda, que no es muy bonita; a la derecha frente a la muralla hay otro sitio en el que uno se puede bañarse (no me atrevería a llamarlo playa), pero el agua sigue siendo espectacular; pero al zarpar el barco nos dimos cuenta de que Rodas tiene una gran playa, está a unos 25 minutos a pie del barco, después de pasar el puerto viejo (donde estaba el coloso). Es larga y con sombrillas. Sinceramente, a mí lo que más me gustó fue el mar en sí mismo. Si no vais a Lindos no merece la pena coger autobús o coche para ir a Tsambika. La playa de Rodas tenía muy buena pinta y no tiene pérdida. Está justo después de la zona del puerto viejo.
Día 5, navegación
Para mí el día de navegación fue el peor. Todos en el barco y todo masificado. Aprovechamos para leer, dormir la siesta (hasta que nos despertaron por megafonía con tonterías). La verdad es que había tanta gente en todos los sitios que no sabías a dónde ir. Las únicas hamacas libres estaban arriba del todo, cerca de la chimenea, pero en el entorno de la piscina nada. Además hacía mucho viento. El mejor momento fue hacia las 20 horas. A las 19h es el primer turno de cena, así que la mitad de la gente ya no está por el barco, sino en los dos restaurantes; por otro lado la otra mitad se va a ducharse para el segundo turno de cena o a los espectáculos. Nosotros varios días aprovechamos para estar solos en los jacuzzis de la piscina central. En ese momento llega la tranquilidad.
Día 6, Dubrovnik
Escala muy corta, pero suficiente. La ciudad es preciosa y amurallada, pero solo tiene 500 metros de diámetro y unos dos kilómetros de perímetro. Da tiempo de sobra para verla, aunque es demasiado justo para ir al islote de Lokrum, así que no lo hicimos. El Costa Fascinosa echa el ancla frente al puerto viejo y de nuevo nos lleva a tierra mediante barcas, en este caso los botes salvavidas del barco.
Hay que coger número a las 8 para bajar, así que por miedo a hacerlo de los últimos nos plantamos en la cola a las 7.20 y somos los segundos. Una persona puede coger número para todo un grupo, así que decidimos turnarnos para desayunar. Bajamos en el segundo barco, porque uno está ya lleno previamente por un grupo de japoneses. Como hace mucho calor decidimos hacer primero lo más duro, la muralla. Se puede subir a ella por distintos puntos. Lo hacemos por la izquierda del puerto viejo y el recorrido en dirección contraria a las agujas del reloj.
Solo se puede pagar con kunas (moneda local) o tarjeta bancaria, en el resto de la ciudad aceptan euros, así que si tenéis tarjeta no merece la pena cambiar. La entrada a la muralla son 70 kunas (equivalen a 10 euros) por persona, el chico de la entrada nos dice que nos hace un descuento por nuestros carnés de prensa y universidad, pero luego nos deja entrar gratis. El recorrido, con el sol, se hace duro. No da la sombra en casi ningún sitio, pero las vistas son preciosas. Se ve toda la ciudad con sus edificios muy antiguos y tejados completamente nuevos (fue muy atacada en la guerra), las islas cercanas… Casi llegando a nuestro punto de partida hay un par de bares con terracita en la propia muralla. Al bajar decidimos ir a la fuente de Onofrio a beber agua y refrescarnos. Compramos un helado por 1,5 euros. Antes de ver la ciudad desde abajo, vamos a ver la puerta de Pile, que está al lado de la fuente de Onofrio, salimos por ella y vemos que hay audioguías que se pueden alquilar para tener explicaciones de toda la ciudad. Se alquilan nada más salir de la puerta de Pile y por la ciudad hay números marcados que corresponden a cada explicación. No sé el precio, pero seguro que más barato que la excursión del barco. Ya que habíamos salido por ahí y al lado está una especie de fortaleza subimos hacia ella y antes de llegar vemos una cala de piedras al otro lado con el agua verde y cristalina.
Tenemos tanto calor que no lo pensamos. Nos bajamos a dar un baño. Está frecuentada por locales y tiene hasta una zona de hormigón chiquitita con escaleras de piscina para facilitar bajar al agua y clavos en la roca para colgar la mochila. Nos bañamos por turnos para no dejar las cosas solas porque no nos fiamos.
Llevamos de milagro el bañador y bikini puestos y una toalla de Quechua de las que no ocupan nada. Os aconsejo que salgáis del barco con ella porque el chapuzón apetece. Después nos dedicamos a callejear por la ciudad, ver sus iglesias, la torre del reloj, comprar recuerdos, etc… Ya fresquitos el paseo se hace mejor. Volviendo hacia el barco, casi al llegar a la entrada al puerto viejo, a la izquierda (a la derecha si se viene del barco a la ciudad) hay una calle que te hace salir de la fortaleza y detrás de un puesto de recuerdos vemos un panel impresionante con todos los puntos que fueron bombardeados de la ciudad. La verdad es que impresiona. Por ahí hay otra calita que vimos desde el barco, pero ya no vamos. Son las 12.30 y a las 13.30 sale la última lancha hacia el Costa Fascinosa. No queremos ser los últimos, así que vamos al puerto viejo y ya hay una cola enorme. Creo que todos pensamos lo mismo. La cola va rápido y pronto estamos en una de las lanchas. Vamos a comer de nuevo al restaurante, que esta vez te atienden si vas antes de las 14 horas. Por la tarde, de nuevo, bastante masificación. Volvemos a dormir la siesta, tomar alguna cerveza o cóctel y a las 20 horas nos hacemos fuertes en el jacuzzi de la piscina central. Es la hora para disfrutar de él.
Día 7, Venecia
Pensamos que al subir al norte bajarán las temperaturas, pero no. Hace un día muy, muy caluroso.
Conseguimos levantarnos para ver parte de la entrada del barco en Venecia. Es espectacular pero hace el mismo recorrido a la salida, así que si no queréis podéis madrugar un poco menos. Salimos del barco en cuanto nos dejan, a las 9 horas. Cogemos el People Mover un tren sin conductor monorraíl que nos lleva desde el puerto a Piazzale Roma, centro neurálgico del transporte veneciano. Cada billete cuesta un euro y se saca en unas máquinas justo bajo el lugar en el que se coge. Según haces el recorrido te sientes timado, porque son cosa de tres o cuatro minutos, pero nosotros hicimos a la vuelta el recorrido a la inversa y a pie es bastante más largo y muy feo. El tren como va por unas vías elevadas ataja. Creo que merece la pena. En Piazzale Roma puedes coger el vaporetto (línea 1) por 8 euros que te lleva a San Marcos, pero preferimos callejear. Desde Piazzale Roma hasta San Marcos ya vas viendo lo que es Venecia, sus canales, tiendecitas… antes de llegar pasas por Rialto. Nos ‘pateamos’ toda la isla. No cogimos ni góndola ni vaporetto, pero en la primera aconsejan regatear mucho. Con los souvenirs hay un baile de precios tremendo. Un imán exactamente igual costaba 69 céntimos o 4 euros. Pasa lo mismo con máscaras o cristal de murano (ojo porque mucho es plástico chino). La zona más barata es la que se aleja de San Marcos, sin llegar a Piazzale Roma. Entrar en San Marcos es gratis, pero hay cola. Por un euro uno se puede saltar la cola si reserva la entrada a una hora concreta por Internet y paga con tarjeta. Se puede ver en la página web de San Marcos. Si no, como fue nuestro caso, toca esperar. Va bastante rápido. En un principio (y como yo ya había estado) pensamos no esperar. La cola llegaba a la columna de San Marcos que hay cerca del Gran Canal. Después de dar un paseo, había mucha menos cola (iba un poco más atrás de la puerta del Palacio Gran Ducal, cerca de un puesto de souvenirs) así que decidimos ponernos, fueron unos 20 minutos. Ojo son muy estrictos con la vestimenta y no dejan entrar en tirantes. Yo ya sabía que a veces tampoco en pantalón corto, corto o minifalda, así que íbamos en bermudas por la rodilla. La noche antes me avisaron de lo de los tirantes y metí un fular en el bolso para tapar los hombros. Si no te hacen ir a comprarlo y no sé si esperar de nuevo la cola. Por dentro San Marcos es bonita, muy bizantina y con mucho pan de oro.
No subimos al Campanille (para el que también había cola), ni entramos en la Academia, ni en el Palacio Gran Ducal, así que no os puedo decir qué tal. De vuelta al barco (hacia las 14 horas) porque hacía demasiado calor, comida, siesta y a ver salir de Venecia desde el balcón. Echaros crema porque es fácil quemarse en ese momento. La verdad es que la salida es divina, se pasa frente a San Marcos y la isla de San Jorge, frente al Lido… Es una maravilla.
Esa tarde aprovechamos para hacer alguna compra de última hora en el barco. Los cosméticos son mucho más baratos que en España. Por la noche tocaba hacer la maleta y dejarla en la puerta de la habitación antes de la 1 de la madrugada. Hay que dejar fuera la ropa y calzado del día siguiente y objetos de valor. No cenamos en el comedor porque de nuevo hay partido de la selección española, en este caso contra Croacia. Aunque no iban a abrir el grill, como también juega Italia lo abren y cenamos hamburguesas y patatas.
Día 8, fin del crucero
Antes de las 9 horas hay que abandonar el camarote y revisar que no nos dejamos nada. Da pena. Llegamos a Bari a las 12.30 y de nuevo nos encontramos con zonas masificadas, sobre todo las áreas de buffet y piscinas. Hay mucha gente nueva que quiere disfrutar de ellas por primera vez y la otra mitad, los que desembarcamos, no podemos estar en nuestros camarotes. Nos situamos a esperar en uno de los salones cubiertos y más tranquilos. Nuestro avión sale a las 16.30, pero los autobuses hacia el aeropuerto salen a las 13 horas. A las 12.45 nos reúnen en el Piano Bar y nos quedamos sin ver Bari. Tampoco nos deprime mucho, porque tendrá cosas bonitas, pero lo que hemos visto al venir o lo que se ve desde el barco tampoco nos apasiona. Por si no hay dónde comer en el aeropuerto (al venir nos pareció muy chiquitito). Cogemos unos bocadillos en el puesto de Paninis. En principio no los hacen para llevar, pero siendo discretos nadie nos dice nada por envolverlos en servilletas y meterlos en el bolso. Ya lo hicimos en otras escalas por si queríamos no volver al barco a comer, aunque siempre regresamos a causa del calor.
El aeropuerto de Bari es pequeñito. Hay zonas marcadas para fumar en el exterior y también después de facturar. Cogemos el avión con algo de retraso. Hay algunas turbulencias y a las 19.30 estamos en Madrid. Nos vienen a recoger del aparcamiento Lomcar, cogemos nuestro coche y de vuelta a casa. Se acabaron las vacaciones.
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