Tulum es pequeñito y en seguida te puedes hacer una idea de cómo moverte. Tan sólo hay una avenida principal. Cuatro de la tarde, calor…..sofocaaaantee. Dejé las mochilas en la acera y me senté en la avenida, a la salida de la estación de autobuses ADO, piti. “Busca alojamiento, amigo”. El chaval se llamaba “Montero” y era de Palenque. En unos minutos me informó de alojamientos, precios, taxis, colectivos, como llegar a las playas, y se fue….Gracias, “Montero”. El Weary Traveler Hostel (dormitorio compartido: 130$MXC/8 euros) está al lado de la estación de autobuses ADO y no me apetecía arrastrar las mochilas ni un minuto más. Mochilas fuera, ducha fría, conexión a internet. Skype: “Hola mamá, estoy bien”. Hotmail: los editores me pagaban el nuevo vuelo de vuelta Miami-Barcelona del 1 de noviembre a cambio de seguir enviando reports, cojonudo. Facebook: Laura estaba en Chetumal y cogía el siguiente bus a Tulum para llegar sobre las diez de la noche con su flamante mochila.
Estaba anocheciendo mientras caminaba por la avenida. Numerosos coches de policía municipal patrullaban arriba y abajo mientras los turistas caminaban tranquilamente en busca de restaurantes. A pesar de ser bastante turístico, me encontraba a gusto en Tulum aunque los precios eran significativamente más altos que en Oaxaca o Chiapas (cosas del turismo). Un pequeño restaurante italiano me llamó la atención “Copa de vino blanco 30$MXC”. El vino era un sauvignon blanc excelente y el sitio tranquilo. Lugar perfecto para escribir mientras caía la noche.
A la mañana siguiente cambiamos de hostel. El Lobo Inn de Tulum (habitación privada doble con baño: 300$MXC/18 euros) está muy bien. Habitación cómoda y limpia, wi-fi (mejorable), piscina, bicicleta incluida en el precio (imprescindible si te apetece disfrutar de paseos por la playa y no quieres dejarte la pasta en coches de alquiler o taxis colectivos), muy cercano a las ruinas de Tulum. El único “pero” es su proximidad a la carretera federal 307 que conecta Tulum con Playa del Carmen y Cancún, demasiado ruidosa en algunos momentos.
Miré por la ventana, “Esto no para, joder”. La entrada del huracán Jova por el norte de la costa del Pacífico mexicano estaba dando polculo a todo el país. Ya debilitado en forma de tormenta tropical el colega llevaba cuatro días seguidos de “fiesta” por toda la costa de Quintana Roo y nos estaba aguando la visita a Tulum. Tampoco podíamos movernos hacía el norte ya que toda la península del Yucatán estaba afectada por el Jova. Miré el calendario y sonreí. “15 de octubre. Hoy debería estar en el avión, de vuelta a Miami, sino hubiera cambiado de planes”, pensé. El nuevo plan me dejaba cierta flexibilidad en caso de que la tormenta decidiera continuar haciendo de las suyas (y parecía que se encontraba muy a gusto sobre Tulum).
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Jesús, Iván y Eulogio llevan el Lobo Inn y tienen caracteres muy diferentes. Mientras que Jesús es el más “pillo” de los tres (y el más divertido), Iván es el vivo ejemplo de seriedad y del “Estas son las normas”. Eulogio es un tipo bueno y afable. Cuatro días lloviendo sin parar dan para conocer a todo el mundo en el hostal, poco más se puede hacer (que se pueda explicar en estas Crónicas). Las previsiones para mañana indicaban mejoría del tiempo (por lo menos, dejaba de llover) por lo que podíamos empezar a pensar en movernos por Tulum.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Desde el Lobo Inn, llegas en bicicleta a las ruinas de Tulum en cinco minutos (Entrada: 51$MXC/ 3 euros). Aunque no son las ruinas mayas más espectaculares de México, son las únicas que se encuentran frente al mar y eso les da un encanto especial. Las sensaciones paseando entre las ruinas de Tulum eran prácticamente nulas en comparación con las experiencias del Monte Albán o Palenque. La razón era obvia, a pesar de estar en temporada baja había un montón de visitantes y si a eso le añades que las ruinas son pequeñas aquello parecía más un parque de atracciones donde lo más importante es hacerse una foto al lado de un montón de piedras que un lugar mágico donde permanecer en silencio observando y sintiendo. Laura también andaba un poco cruzada por la misma razón y decidimos separarnos para que cada cual encontrara la calma por su cuenta y a su modo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Salté por encima de uno de los cordones que delimitaban el área de visita y me asomé al acantilado sobre el mar. Desde este punto se podía ver con claridad y sin voces alrededor tipo “!Echa otra foto!”. Ahí estaba, solemne y a pesar de sus reducidas dimensiones, majestuoso. El Templo del Dios del Viento me atrajo desde el día que lo vi en la portada de la Lonely Planet de México. No es ninguna maravilla arquitectónica de grandes dimensiones pero su presencia en lo alto de las rocas frente al mar caribe aguantando estoicamente el elemento a cuyo dios representa me parece fascinante.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Durante unos momentos encontré el momento de calma que buscaba, hasta que uno de los guías me lanzó un silbido para que volviera al redil con el resto de las ovejas. Por lo demás, las ruinas de Tulum son entretenidas de visitar aunque el tipo de construcción, mucho más sencillo, difiera mucho de la imponente Palenque.
No podía irme de Tulum sin dar un paseo por sus playas ahora que la tormenta había amainado. Aproveché la puesta de sol para dar un paseo en bicicleta por la playa de Santa Fe, la más cercana a las ruinas. Dejé la bicicleta en la entrada y caminé hasta la playa….pufff.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Un playón de arena blanca, blanquísima se abría frente a mí. El mar caribe todavía andaba movido tras la tormenta pero ya iba recuperando la calma y podían observarse sus magnéticos tonos turquesa. Una suave brisa caliente me golpeaba el careto mientras caminaba empanado por el espectáculo. Algunos locales caminando lentamente, un grupo de jóvenes jugando a vóley, el sol escondiéndose lentamente, esos tonos magenta en el cielo…recordé las palabras de Catalina “Todo está bien, baby”. Y vaya si lo estaba.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En décimas de segundo mi cabeza voló hacia las Corn Islands del caribe nicaragüense. Hacia aquellos fantásticos paseos en solitario, aquellos momentos con las sirenitas (Petons per totes, Silvia, Nur, Lau y Sara), aquella sensación de desbloqueo mental total, aquellos momentos de máxima intensidad con Laura… y me sentí afortunado. Afortunado por poder volver a recordar todos aquellos momentos en un lugar distinto pero con la misma intensidad con la que los sentí y por poder compartirlo de nuevo con Lau aunque en este momento no estuviera aquí. Ahora sí, tras la tormenta tropical ha vuelto la calma. Gracias, Tulum.
Estaba anocheciendo mientras caminaba por la avenida. Numerosos coches de policía municipal patrullaban arriba y abajo mientras los turistas caminaban tranquilamente en busca de restaurantes. A pesar de ser bastante turístico, me encontraba a gusto en Tulum aunque los precios eran significativamente más altos que en Oaxaca o Chiapas (cosas del turismo). Un pequeño restaurante italiano me llamó la atención “Copa de vino blanco 30$MXC”. El vino era un sauvignon blanc excelente y el sitio tranquilo. Lugar perfecto para escribir mientras caía la noche.
A la mañana siguiente cambiamos de hostel. El Lobo Inn de Tulum (habitación privada doble con baño: 300$MXC/18 euros) está muy bien. Habitación cómoda y limpia, wi-fi (mejorable), piscina, bicicleta incluida en el precio (imprescindible si te apetece disfrutar de paseos por la playa y no quieres dejarte la pasta en coches de alquiler o taxis colectivos), muy cercano a las ruinas de Tulum. El único “pero” es su proximidad a la carretera federal 307 que conecta Tulum con Playa del Carmen y Cancún, demasiado ruidosa en algunos momentos.
Miré por la ventana, “Esto no para, joder”. La entrada del huracán Jova por el norte de la costa del Pacífico mexicano estaba dando polculo a todo el país. Ya debilitado en forma de tormenta tropical el colega llevaba cuatro días seguidos de “fiesta” por toda la costa de Quintana Roo y nos estaba aguando la visita a Tulum. Tampoco podíamos movernos hacía el norte ya que toda la península del Yucatán estaba afectada por el Jova. Miré el calendario y sonreí. “15 de octubre. Hoy debería estar en el avión, de vuelta a Miami, sino hubiera cambiado de planes”, pensé. El nuevo plan me dejaba cierta flexibilidad en caso de que la tormenta decidiera continuar haciendo de las suyas (y parecía que se encontraba muy a gusto sobre Tulum).
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Jesús, Iván y Eulogio llevan el Lobo Inn y tienen caracteres muy diferentes. Mientras que Jesús es el más “pillo” de los tres (y el más divertido), Iván es el vivo ejemplo de seriedad y del “Estas son las normas”. Eulogio es un tipo bueno y afable. Cuatro días lloviendo sin parar dan para conocer a todo el mundo en el hostal, poco más se puede hacer (que se pueda explicar en estas Crónicas). Las previsiones para mañana indicaban mejoría del tiempo (por lo menos, dejaba de llover) por lo que podíamos empezar a pensar en movernos por Tulum.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Desde el Lobo Inn, llegas en bicicleta a las ruinas de Tulum en cinco minutos (Entrada: 51$MXC/ 3 euros). Aunque no son las ruinas mayas más espectaculares de México, son las únicas que se encuentran frente al mar y eso les da un encanto especial. Las sensaciones paseando entre las ruinas de Tulum eran prácticamente nulas en comparación con las experiencias del Monte Albán o Palenque. La razón era obvia, a pesar de estar en temporada baja había un montón de visitantes y si a eso le añades que las ruinas son pequeñas aquello parecía más un parque de atracciones donde lo más importante es hacerse una foto al lado de un montón de piedras que un lugar mágico donde permanecer en silencio observando y sintiendo. Laura también andaba un poco cruzada por la misma razón y decidimos separarnos para que cada cual encontrara la calma por su cuenta y a su modo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Salté por encima de uno de los cordones que delimitaban el área de visita y me asomé al acantilado sobre el mar. Desde este punto se podía ver con claridad y sin voces alrededor tipo “!Echa otra foto!”. Ahí estaba, solemne y a pesar de sus reducidas dimensiones, majestuoso. El Templo del Dios del Viento me atrajo desde el día que lo vi en la portada de la Lonely Planet de México. No es ninguna maravilla arquitectónica de grandes dimensiones pero su presencia en lo alto de las rocas frente al mar caribe aguantando estoicamente el elemento a cuyo dios representa me parece fascinante.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Durante unos momentos encontré el momento de calma que buscaba, hasta que uno de los guías me lanzó un silbido para que volviera al redil con el resto de las ovejas. Por lo demás, las ruinas de Tulum son entretenidas de visitar aunque el tipo de construcción, mucho más sencillo, difiera mucho de la imponente Palenque.
No podía irme de Tulum sin dar un paseo por sus playas ahora que la tormenta había amainado. Aproveché la puesta de sol para dar un paseo en bicicleta por la playa de Santa Fe, la más cercana a las ruinas. Dejé la bicicleta en la entrada y caminé hasta la playa….pufff.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Un playón de arena blanca, blanquísima se abría frente a mí. El mar caribe todavía andaba movido tras la tormenta pero ya iba recuperando la calma y podían observarse sus magnéticos tonos turquesa. Una suave brisa caliente me golpeaba el careto mientras caminaba empanado por el espectáculo. Algunos locales caminando lentamente, un grupo de jóvenes jugando a vóley, el sol escondiéndose lentamente, esos tonos magenta en el cielo…recordé las palabras de Catalina “Todo está bien, baby”. Y vaya si lo estaba.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En décimas de segundo mi cabeza voló hacia las Corn Islands del caribe nicaragüense. Hacia aquellos fantásticos paseos en solitario, aquellos momentos con las sirenitas (Petons per totes, Silvia, Nur, Lau y Sara), aquella sensación de desbloqueo mental total, aquellos momentos de máxima intensidad con Laura… y me sentí afortunado. Afortunado por poder volver a recordar todos aquellos momentos en un lugar distinto pero con la misma intensidad con la que los sentí y por poder compartirlo de nuevo con Lau aunque en este momento no estuviera aquí. Ahora sí, tras la tormenta tropical ha vuelto la calma. Gracias, Tulum.