Día 8 – 08/12/2012 – Rüdesheim, castillos del Rin, Frankfurt ✏️ Diarios de Viajes de AlemaniaNos levantamos pronto porque hoy nos espera una buena paliza en coche. Al principio pensábamos visitar el famoso castillo de Neuschwanstein, en el que se inspiró Walt Disney, pero mirando los mapas son más de tres horas de ida y otras tres horas...Diario: La Selva Negra y la Alsacia⭐ Puntos: 4.9 (12 Votos) Etapas: 10 Localización: AlemaniaNos levantamos pronto porque hoy nos espera una buena paliza en coche. Al principio pensábamos visitar el famoso castillo de Neuschwanstein, en el que se inspiró Walt Disney, pero mirando los mapas son más de tres horas de ida y otras tres horas de vuelta. Así que hemos optado por un plan improvisado basándonos en las publicaciones de otros viajeros: los castillos del Rin! Hacemos kilómetros por las autobahn alemanas pisando bien el acelerador. Así da gusto hacer viajes largos. Y antes de mediodía llegamos al pueblo de Rüdesheim, a orillas del Rin y comienzo de la ruta de los castillos, donde hemos leído que podemos conseguir información turística. Dejamos el coche en otro aparcamiento público, esta vez con unos precios no tan razonables (y es que se nota que esta zona es otra vez muy turística), y pedimos información en la oficina de turismo. La chica que nos atiende nos comenta que en esta época del año todos los castillos están cerrados excepto uno de ellos, por lo que sólo es posible visitarlos por fuera. También nos comenta sobre las posibilidades de cruzar el río usando un ferry, ya que no hay puentes hasta la ciudad de Koblenz, unos 65 kilómetros al norte. En esta época del año hay ferries cada hora (en vez de cada media hora que hay en temporada alta). Antes de partir en busca de los castillos decidimos dar una vuelta por Rüdesheim. Parece que hay mercadillos navideños y está muy animado. Y lo que era una parada para conseguir información se convierte en una gran sorpresa: el pueblo de Rüdesheim está lleno de casas tradicionales, lleno de tiendas y lleno de puestos navideños. Paseamos disfrutando de todo el ambiente y las vistas, hacemos unas pequeñas compras, nos tomamos unas castañas asadas y, como no, lo que va a ser nuestra última salchichen, acompañada de un vinazo blanco caliente, al que vamos a dar una segunda oportunidad debido al frío. La salchichen de nuevo nos sabe a gloria, pero el vinazo no hay quién se lo tome: un don simón caliente sigue siendo un don simón. A continuación cogemos el coche e iniciamos la ruta. Hemos decidido que no vamos a cruzar a la otra orilla porque no tenemos mucho tiempo, a no ser que veamos algún castillo que nos deje sin respiración. Esta zona del Rin es bastante fácil para ser visitada con el coche: a ambas orillas hay sendas carreteras por donde circular, y a su lado vías de ferrocarril. Hay muy poca circulación y se puede conducir a un máximo de 70 km/h, por lo que es ideal para ir disfrutando del paraje. Dejo aquí un extracto de un reportaje de National Geographic que resume lo que uno puede encontrar en esta zona: El tramo del Rin entre Coblenza y Maguncia, capital de Renania-Palatinado, recorre el valle más legendario de Alemania. Estos escasos ochenta kilómetros en el corazón del antiguo Sacro Imperio Germánico discurren entre meandros y desfiladeros, culminados por una treintena de castillos y punteados por pueblos rodeados de viñas escalonadas que enamoraron a los románticos alemanes, franceses y británicos. De hecho, el recorrido se conoce popularmente como Rin Romántico y se ha convertido en un destino muy popular, tanto en barco como en coche. La chica de la oficina de turismo nos ha dado un mapa en la que vienen señalados todos los castillos y nos ha marcado los más interesantes de visitar (a los que se puede acceder a partir de primavera). Poco a poco vamos viendo el primero de los castillos en la orilla contraria. Nos paramos en una especie de pequeño aparcamiento y hacemos unas fotos con zoom. Seguimos nuestra ruta y seguimos parando allá donde vemos otro. Están perfectamente conservados y no hay ni un solo turista. El día nos lo pasamos recorriendo en coche todo el valle, escalando de vez en cuando a algún que otro castillo situado en la orilla en la que nos encontramos, haciendo fotos y disfrutando. Es un día de turismo fácil, ya que nos pasamos casi todo el día en el coche calentitos. Pero después del frío que hemos pasado la última semana nos lo merecemos, ¿no? A las cuatro de la tarde llegamos a Koblenz, cruzamos el Rin por uno de sus puentes, y tras ver que se trata de otra gran ciudad salimos huyendo dirección a Frankfurt. Antes de llegar a Frankfurt buscamos alojamiento en la ciudad. Encontramos una oferta en booking en un NH que está cerca del aeropuerto (49€ la habitación doble sin desayuno), y nos decantamos por esa opción. El hotel, como casi todo NH, cumple con su estándar de cuatro estrellas y no decepciona. Tiene un parking de pago, pero la zona en la que se encuentra tiene bastantes lugares donde se puede aparcar de forma gratis. De hecho hay un Lidl cuyo aparcamiento no está cerrado. Después de dejar las cosas en la habitación cogemos el coche y enfilamos hacia el centro, donde dejamos el coche en un aparcamiento público con tarifas razonables (pagamos alrededor de tres euros por unas cuatro horas… igualito que Madrid…). Frankfurt es una ciudad oscura, con chimeneas y rascacielos. El centro está muy animado, como cualquier megalópolis europea, pero en cuanto te alejas un poco parece todo completamente desangelado. Suponemos que es el frío, que con temperaturas bajo cero a nadie le apetece salir a la calle… El centro de Frankfurt está lleno de mercadillos navideños, pero casi todo lo que venden es comida y bebida (vinazo). Deambulamos por el centro abriéndonos paso como podemos entre la marabunta de personas que están por allí en ese momento: es sábado y las siete de la tarde, así que no hemos podido elegir hora y día más punta. La plaza del centro de la ciudad tiene casas tradicionales alemanas y es muy bonita. Está adornada de forma navideña y tiene un enorme tiovivo en el centro. Cuando el frío comienza a ser insoportable decidimos buscar un restaurante sin calentarnos demasiado la cabeza. Encontramos uno muy cerca de la plaza con unos precios razonables y nos decidimos rápidamente a entrar. Al final la experiencia es buena: cenamos carne regada con dos cervezotes, todo por unos 30€ los dos. Seguimos pensando que en Madrid nos engañan con los precios. 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