He cogido el AVE desde Sevilla como un niño con zapatos nuevos, emocionado. Ya sé que lleva veinte años, pero es que nunca había subido a uno. Es una pasada, sin matices. En cuarenta minutos nos hemos plantado en la estación de Córdoba Central (13,50€ en una oferta web con tres semanas de antelación).
En la propia estación del tren hay una oficina de turismo. A mí me ha antendido con una profesionalidad, que ya podían aprender otros, un tal Carlos. He aprovechado para reservar el viaje a Medina Azahara para mañana sábado a la tarde (15:00 y vuelta a las 18:30) por 7€.
El autobús nº 5 te acerca a la zona antigua de la ciudad. Si en Sevilla el albergue era de lujo, el de Córdoba es más pequeño, también con todo tipo de comodidades... pero vacío. Además está en plena judería, a tres minutos de la puerta de Almodovar, a dos del puente romano y a menos de dos de la mezquita. Vamos excepcional. La habitación es más pequeña que la de Sevilla (no me extraña) y es más antigua (insisto que está en un edificio histórico), pero es que sólo tiene dos camas (nada de literas) y cuenta con baño propio. Yo sigo alucinando la suerte que estoy teniendo. El precio, incluido el desayuno (ya contaré qué tal está), por 18 euros la noche.
He aprovechado, como siempre, la primera tarde-noche, para intentar orientarme en el mapa de la ciudad. He paseado por la judería, auténtico laberinto de callejuelas; por el puente romano; la torre de Calahorra; por supuesto, la mezquita.
Como el Museo de Bellas Artes no cierra hasta las 20:30 he aprovechado para estar una horita por allí. Es gratuito, muy pequeñito, pero igualmente atractivo. Es prácticamente una pinacoteca, centrada en los autores cordobeses desde el siglo XIV hasta nuestros días. Cuenta con media docena de cuadros de Julio Romero de Torres (algunos preciosos) y de su padre y director del museo, pintor que no conocía y tiene dos o tres obras expuestas deliciosas. A la gente que le guste el arte contemporáneo (no es de mi gusto) también tiene algunas "obras". Ahora bien, si para admirarlo tienes que entender frases como la que transcribo, pues normal que no me gusten: "Lo más original de la postura del Equipo 57 pudiera estribar en haber asentado su práctica en el horizonte del arte abstracto y el concepto del espacio, formulando una teoría sobre la interactividad del espacio plástico según la cual la interactividad es la continuación plástica de la continuidad dinámica en el espacio, por lo que la máxima interactividad se conseguía cuando los puntos de inflexión eran máximos, siendo el espacio más interactivo cuando contuviese mayor cantidad de ángulos regularizados e iguales."
Tanta palabrería para no decir nada. Un cuadro, una mirada como la siguiente no hace falta explicaciones ininteligibles:
Para cenar, como casi todo en la judería estaba cerrado o no me atraía, he salido a la zona limítrofe. He visto bastante movimiento en la zona de Avenida del aeropuerto y allí he entrado a la Caña d'España. Un descubrimiento. Con la caña te regalan una tapa caliente, dejándote elegir entre más de 30, algunas elaboradas. He tomado un marmitako de atún con noséqué (que estaba de rechupete) y un montadito de carrillera (que, además de grande, estaba también espectacular). Total 3€ (sí no me he equivocado, 3 y servido en mesa). Creo que ya sé dónde voy a comer y cenar mañana.
Bueno, mañana es un día intenso: Mezquita, recorrido por varios paseos y acabar en Medina-Azahara. Si todo sale como debe (y no me llueve) el domingo saldré para Baeza a la mañana (en caso contrario, iré a la tarde)
SÁBADO 26
la ruta del día (bueno, de la mañana, porque a la tarde voy a Medina Azahara) prevista sería algo así como lo siguiente:
Hoy tengo un día más que ajetreado en Córdoba: Por la mañana visita de la ciudad y por la tarde visita al conjunto arqueológico de Madinat Al-Zahra.
Todo empieza por madrugar, evidentemente. Para los 8:15 ya estoy desayunando en el muy buen buffet del albergue y para las 8:35 me planto en la puerta de entrada de la mezquita en un día que se ha levantado brumoso y fresco.
Han modificado el horario de acceso gratuito de la misma. Ahora se entra a las 8:30, pero como mucho hasta las 9:30; si entras más tarde has de pagar 8 euros. Además, la vacían antes de abrirla otra vez a la gente con entrada pagada. Para las 9:20 te “invitan” a abandonarla.
Es el edificio (civil o religioso) que más me ha gustado hasta el momento en todo el viaje. Decir que es espectacular no hace medida exacta de lo magnífica que es. Tiene una iluminación cuidada y tenue que ayuda a conferirle a la sucesión hacia el infinito de columnas perfectamente cuidadas algo casi místico. Deambular por las distintas naves es un gozo para todos los sentidos. Por supuesto, cuando llegas al Mirahb te sorprende su tamaño y detalle en la decoración, pero no tanto como el primer golpe de efecto al entrar en la mezquita.
La Catedral levantada en la mitad de la mezquita también es grandiosa. A pesar de lo aberrante del hecho de violar un edificio histórico tan maravilloso y único, hay que reconocer que es preciosa. A mí fundamentalmente me ha llamado la atención la sillería del coro, mucho mejor trabajada que la vista en la Catedral de Sevilla.
A las 9:20 nos han echado del interior apagando las luces primero e instándonos a abandonarla en el segundo siguiente. Así que he decidido continuar con el recorrido organizado, viendo además que, aunque hacía fresco, no tenía trazas de llover.
He paseado, esta vez de día, por la judería y sus callejuelas retorcidas como olivos. Es una experiencia sensacional, pasear sin apenas turistas por callejuelas estrechas, pero bien pavimentadas, con apenas coches esporádicamente, con sus casas blancas, todo tan bien cuidado y limpio: así da gusto. Además del recorrido clásico recomiendo alejarse un poquito a San Basilio, donde se puede ver uno de los patios más bonitos de la ciudad.
Por supuesto, también se puede acercar uno a la archiconocida plaza de las flores, que no desmerece, pero igual es un tanto más turístico. Tiene una perspectiva bonita de la torre de la mezquita.
He ido subiendo y alejándome de la judería, llegando en primer lugar a la plaza de las tendillas, rodeada de zonas comerciales (no centros comerciales) peatonales que no me han gustado mucho, pero de todo tiene que haber, claro. Sigo mi camino por la Iglesia de San Miguel, donde quería hacer una paradita en el bar “el pisto”, pero estaba cerrado.
Por lo tanto he seguido hacia el Norte, con parada obligada en la plaza Capuchinos para contemplar el Cristo de los Faroles, como dice la Guía Verde Michelín, en la soledad de la plaza “parece un paso de precesión abandonado”.
El punto más septentrional de mi recorrido ha sido la Torre de la malmuerta, muy bien conservada para ser tan antigua y sin una funcionalidad concreta.
Al lado se encuentra un edificio que me ha sorprendido, pues no estaba en el recorrido inicial: la diputación provincial. Este palacio situado detrás de la Plaza Colón tiene una fachada enorme (otra vez el problema del angular, por lo que he tenido que hacer la foto desde una esquina). Además, de lejos “da el pego” de ser una fachada imponente de mármol, cuando en verdad se trata del efecto buscado con la pintura. Eso sí, la portada (no toda la fachada) es de mármol blanco.
Tan bonito o más que el exterior es sin lugar a dudas su interior, donde destaca un patio precioso.
A partir de entonces ya he vuelto a bajar hacia el Guadalquivir siguiendo una especie de ruta de iglesias fernandinas. Así he pasado por la esbelta Iglesia de Santa Marina y el Palacio de los Marqueses de Viana (no he entrado; si fuera primavera hubiera pagado por ver los patios tan famosos que tiene). Al lado se encuentra la calle parras, donde la verdad, he sido incapaz de ver más de un patio cordobés. Me he alejado un poco (no lo tenía previsto) para acercarme a la Iglesia de San Rafael y la Iglesia de San Lorenzo. Todo un acierto. Ésta segunda, en la que se estaba congregando gente que iba a una boda, es la iglesia más bonita que he visto en Córdoba, y con diferencia.
He vuelto después a la ruta con el Palacio de Orive y la Iglesia de San Pablo. Ésta última estaba cerrada, pero me he colado. Es muy oscura (ya, ya sé que me he colado, pero podía entrar luz natural). Aunque no he podido observarla lo suficientemente bien, me ha parecido que tenía un artesonado bonito y una figura de una piedad preciosa.
También en la zona he encontrado un monumento al torero Manolete. Dos cosas me han llamado la atención, por una parte los personajes secundarios que me han parecido más propios de un realismo socialista de las repúblicas ex-soviéticas y, por otra parte, el parecido (tal vez sea solo sugestión) con la caracterización de Adrian Brody.
Al lado se encuentra el ayuntamiento de la ciudad y restos de un Templo Romano. A partir de este lugar ha aparecido de la nada una marabunta de gente. Al parecer, se celebra en Córdoba un mercado medieval que no es que estuviese concurrido, es que en la Plaza de la Corredera no entraba un alma. Hasta el punto que he tenido que desviarme para llegar a la Plaza del Potro, donde estaba la gente que no había podido entrar en la otra plaza; pues nada, otro rodeo. Ya de aquí me he vuelto a acercar al puente romano, la mezquita y el albergue, que está en medio, pues quería descansar unos minutos antes de comer.
La segunda parte del día la he dedicado a una visita a Medina Azahara. Ya la reservé ayer en la oficina de turismo. Te recoge un autobús que te lleva (15:00) y te trae (18:30). Se detiene en el parking habilitado en el museo, situado a dos kilómetros de los restos arqueológicos. Allí tienes un autobús lanzadera cada quince minutos aproximadamente. El precio de todos los transportes es de 7’13€ (sic) y te plantas en unos veinte minutos.
Una vez hemos llegado al parking del museo, se ha presentado Rafael, un guía oficial, para ofrecernos sus servicios por 6€. (En la oficina de turismo, la misma excursión en horario de mañana, la más demandada, tiene un coste de 20€; no me salen los números, pero es así). Evidentemente, he optado por la visita guiada.
Ha sido un acierto, pues además de resultar muy simpático y accesible, lo que se ven son ruinas y reconstrucciones (las menos), por lo que sin su contexto no me hubieran gustado. De hecho, más que la belleza de las ruinas (muy limitada), el aliciente de la excursión es su aspecto histórico. Aún reconociendo la distancia, esta ciudad de lujo efímera me ha recordado la ciudad que Akenaton y Nefertiti quisieron construir, todo un derroche de recursos, que apenas duró un suspiro.
Si se viene con el tiempo justo a Córdoba, no merece la pena dejar de ver la mezquita y la judería para ver los restos arqueológicos; pero si se tiene tiempo suficiente, resulta muy instructiva la excursión.
Ya de vuelta a Córdoba, una duchita rápida en el albergue y a la Caña de España (donde también he comido) a tomar unas tapitas (montadito de morcilla, patatas con salsa gaucha, costilla adobada a la barbacoa y choricito al vino… sí es que tenía hambre; bueno y que todo eso cuesta 5 euros, incluida una caña).
También he aprovechado para coger los billetes de autobús para Úbeda de mañana (11’5€) en la propia estación. Si los comprar por Internet (además de tener que imprimirlos, problema no menor), te cargan un 19% sobre el precio anterior (¡inaudito! Cosas de ALSA).
DOMINGO 27
Hoy toca decir adiós a Córdoba. Levantarse tarde (8:45), desayunar tranquilo (cada vez me gusta más el desayuno de los albergues inturjoven) y recoger la información necesaria para el alojamiento y actividades a realizar en Úbeda y en Granada.