Verona
Día 6. Martes 19/8/08
Seguimos nuestro viaje a través de la gran y fértil llanura del Po, destino Verona. Qué curioso lo de este río, el más largo de Italia y con un nombre tan corto. La zona está densamente poblada, y hay una cantidad ingente de industrias y fábricas a los lados de la autopista. Se nota que atravesamos una zona rica. Con el tráfico en la autopista fluido (llama la atención la cantidad de camiones que transitan por ella) no tardamos en alcanzar Verona, a sólo 73 km de Brescia. Vamos directamente al hotel Ibis. La oferta aquí es más cara, 89 euros, quizá por el festival de música que luego sabremos que se celebra en estas fechas, o simplemente por la ciudad en sí. Es la habitación más fea y antigua que hemos cogido hasta ahora pero con todo sigue siendo un buen precio. Dejamos nuestras maletas y nos vamos a la ciudad, armados con los mapas, las guías y las cámaras de fotos. Nos hace mucha ilusión visitar esta ciudad patrimonio de la humanidad, de la que tan buenas referencias nos han dado, y que inmortalizó Shakespeare como la de los amantes imposibles, ¡ay!
Antes que nada señalar que Verona ha sido un gran descubrimiento. Es espectacular, un museo de la historia al aire libre, una ciudad que enamora por su encanto medieval. Es mucho más que el balcón de Julieta. Monumental, vibrante y llena de color. Merece dedicarle un día entero, si no dos o tres. Y para los amantes de la música ha de ser maravilloso escuchar opera aquí y luego pasear por estas calles llenas de rincones preciosos. Nosotros sólo hemos tenido tiempo de visitar lo imprescindible, no todo lo que quisiéramos ni el tiempo que nos hubiera gustado. Pero nos vamos con una muy grata impresión, y con ganas de retornar un día a pasear por sus lindas callejuelas y plazas antiguas.
Camino del centro nos recibe una antigua puerta romana, la Porta Nuova, en la plazoleta del mismo nombre, una puerta de tres arcos, de un tamaño considerable, y que ha sido reubicada en este lugar. Seguimos y aparcamos en la piazza Citadella, cerca de la muralla, en la zona de la Arena. Han habilitado el centro de la plaza como un enorme aparcamientoal aire libre, el cual está muy lleno y me cuesta encontrar una plaza. Cobran 1 euro la hora, con un máximo de 10 euros. ¿Caro? Espérate a ver los precios de Venecia. Es la presión turística, que dispara las tarifas.
Entramos en la ciudad antigua cruzando la muralla por la puerta que se abre en Via Carlo Montanari. La muralla es alta y de gran grosor, enorme.Como nos viene ocurriendo en nuestro periplo por Italia quedamos nuevamente deslumbrados ante un monumento, esta vez, ante la Arena. Es colosal. Me parece bellísima en su enormidad, allí plantada después de dos mil años, recia, alta, retadora. Emocionante, en una palabra. Dice la información turística que es la tercera más grande del mundo, después del Coliseo romano y de la Arena de Nápoles. La de Verona sigue en activo, sigue rindiendo dos mil años después, ¡dios santo!, los romanos, que trabajo de ingeniería. En estos días hay un festival de música, y para mañana anuncian a Gades, y para más adelante a Sara Baras. También celebran en ella un festival anual de opera que por lo visto tiene reconocimiento mundial, y ahí están las fotos de P.Domingo actuando en este bello recinto. Deber resultar mágico escuchar opera en este espacio ancestral.
Arena de Verona
Hacemos un rato de cola bajo un sol abrasador. ¡Qué verano nos está haciendo! Venimos de Las Palmas, pero este sol nos está matando. Bueno, a mí me mata un poco más que a Elena y Adrián, que lo aguantan mejor. Estoy desarrollando una nueva paranoia, y es pensar que estoy incubando una alergia al sol, porque cada vez lo tolero peor. En fin, que a veces me aburro y me pongo a pensar cosas raras. Sigo. Ya dentro del coliseo, sobrecoge su amplitud, su magnificencia. Está prácticamente entero y en muy buen estado. Nos hacemos las fotos de rigor en la tribuna del emperador, ejerciendo de tales. Ni que decir tiene que yo tengo mejor pinta de emperador que Adrián, faltaría más, que para eso pago yo la gasolina. Subo hasta lo alto de las gradas, y llego resollando, porque se elevan con mucha verticalidad, alcanzando una altura considerable en poca superficie. Ahí fuera se abre la plaza, con la gran arboleda central, las terrazas en los laterales y las coloridas fachadas de las casas que la circundan. Adrián no para de subir y bajar, haciendo un gran despliegue de energía. Antes de salir paseamos por los pasillos interiores, a la sombra de las enormes bóvedas que sustentan las gradas, pensando en los romanos que pasearían por aquí al igual que ahora hacemos nosotros, y en los gladiadores, que quizá también pisarían estos pasillos camino de su lucha por la supervivencia.
Plaza de la Arena
Ya es mediodía. El calor es horrible. Con este sol sobre mi cabeza y el esfuerzo de subir y bajar por las gradas del circo, me quedo sin fuerzas, tengo otro bajón de tensión. Nos sentamos en una terraza y me dejo caer sobre la mesa, con la cabeza apoyada en los brazos, no puedo más. Entro en un estado de somnolencia, no tengo fuerzas ni para hablar. Las piedras emanan calor y el toldo recalentando hace que el aire sobre nosotros sea sofocante. Tomo mi café helado y en cuanto recupero un poco de energía escapo de este infierno y busco el fresco en la sombra en los soportales. Me topo con una heladería, Bar Gelateria Emanuel, con muy buena pinta. Entro y pido otro café helado. Me lo preparan con nata y batido en una coctelera. Está bien frío y delicioso, no he probado uno igual. La chica que me lo ha preparado me pregunta si me ha gustado, y no puedo por menos que alabarla, a lo que ella sonríe satisfecha. Allí mismo nos compramos un helado Adrián y yo, con sabor a nocilla, que también resulta riquísimo.
Nos dirigimos hacia el Castel Vecchio, y el Ponte Scaligero, que está detrás. Es una preciosidad de puente medieval, de ladrillo rojo, con torres y altos parapetos, al que los veroneses tienen especial afecto, al punto que después de ser destruido por los alemanes en su huida durante la II guerra mundial, dragaron el río, rescataron las piedras originales y lo reconstruyeron. La Verona romana nació al socaire de un largo meandro, de forma que se hallaba protegida en tres de sus lados por el ancho cauce del Adige. Hoy en día numerosos puentes comunican la ciudad antigua con la otra orilla, y el más bonito quizá sea este. Merece la pena venir hasta aquí, pasearlo, y asomarse a sus troneras para ver el perfil de la ciudad asomada al suave discurrir del río.
Puente Scaligero
Ribera de Verona
Retornamos a la Arena y cogemos la vía Mazzini para ir hasta la piazza Erbe. Es una calle estrecha, muy transitada, con un aire medieval evocador, unos rincones llenos de encanto y repleta de tiendas. Conviene ir mirando los edificios que la flanquean, porque hay fachadas que son puro arte. Llegamos a la plaza, de una belleza espectacular. Tiene forma de elipse, alargada, y me recuerda, en su forma, a la Puerta del Sol de Madrid, pero en pequeño. Esta me resulta más bella. Otrora aquí se ubicaba el Foro Romano, hoy es un espacio vivo y popular, con un mercadillo muy concurrido en el centro, donde venden desde comida hasta souvenirs. Sobre la plaza planea la orgullosa torre de Lamberti, de 84 m de altura, desde la que se pueden ver los Alpes, según dicen. Al fondo está la columna de San Marcos, con el león alado apoyando su pata sobre un libro abierto, símbolo del señorío de Venecia sobre estas tierras. En el centro se conserva una fuente romana que aún da agua. Realmente es una plaza bellísima, de las más bonitas que he visto nunca, rodeada de coloridas y floreadas casas y palacios medievales.
Casa en via Mazzini
Torre Lamberti
fuente romana
Contigua a la de Erbe se encuentra la piazza dei Signore, también muy bonita, pero con un estilo más aristocrático, más frío. Se nota que esto fue el centro administrativo de la ciudad medieval. Aunque hay una terraza en una de sus esquinas, es un lugar tranquilo y despejado, con una enorme estatua de Dante en el centro. El poeta estuvo aquí exiliado unos años, y dedicó parte de su Divina Comedia al señor de la ciudad que le acogió, Cangrande I (Perro grande I, menudo pájaro tuvo que ser con este nombre). A la derecha está el Palazzo della Ragione, por cuyo patio hay que pasar para ir a los baños, limpios y cuidados (son de pago), y en la que se puede admirar en uno de sus rincones una bella escalinata renacentista.
Dante
Escalera en P.Ragione
Nada más salir de la plaza por Santa Maria in Chiavica, a la derecha se encuentra una coqueta iglesia románica del s.VII, Santa Maria Antica, sobre cuya puerta se halla el mausoleo de Cangrande I, con sarcófago y estatua a caballo del susodicho. Adosado a la iglesia se encuentra el conjunto gótico-funerario del Arche Scaligeri, las tumbas de la familia, que de tan aparatosas no cabían en la pequeña iglesia románica, y es que los señores hasta en la muerte quieren ser más. Comprende las tumbas elevadas sobre el terreno, cubiertas por baldaquinos de piedra, rodeadas por numerosas estatuas de caballeros, y culminadas por guerreros a caballo espada en mano. Un conjunto magnífico, sin duda. Luego entras a la iglesia y quedas sobrecogido por la espiritualidad que se respira en ella, muy simple y pequeña, nada que ver con las tumbas externas, que son más grandes que la propia iglesia a la que se adjuntan.
Mausuleo Cangrande
Desde aquí nos dirigimos a la Iglesia de Sant´Anastasia, románica también, pero más evolucionada, altísima, y muy bella en su interior. Retornamos por la Via Sottoriva, una calle con soportales que le dan mucho encanto y la hacen muy sugerente, lástima que no sea peatonal. No visitamos el supuesto balcón de Julieta, no nos interesa. Ya está anocheciendo, estamos muy cansados, por el largo paseo y el calor que ha hecho todo el día, así que decidimos volver al coche y cenar, para reponer fuerzas. Mañana tenemos intención de ir hasta Padua, alojarnos y desde allí ir con el coche a visitar Venecia.
Via Sottoriva
Antes que nada señalar que Verona ha sido un gran descubrimiento. Es espectacular, un museo de la historia al aire libre, una ciudad que enamora por su encanto medieval. Es mucho más que el balcón de Julieta. Monumental, vibrante y llena de color. Merece dedicarle un día entero, si no dos o tres. Y para los amantes de la música ha de ser maravilloso escuchar opera aquí y luego pasear por estas calles llenas de rincones preciosos. Nosotros sólo hemos tenido tiempo de visitar lo imprescindible, no todo lo que quisiéramos ni el tiempo que nos hubiera gustado. Pero nos vamos con una muy grata impresión, y con ganas de retornar un día a pasear por sus lindas callejuelas y plazas antiguas.
Camino del centro nos recibe una antigua puerta romana, la Porta Nuova, en la plazoleta del mismo nombre, una puerta de tres arcos, de un tamaño considerable, y que ha sido reubicada en este lugar. Seguimos y aparcamos en la piazza Citadella, cerca de la muralla, en la zona de la Arena. Han habilitado el centro de la plaza como un enorme aparcamientoal aire libre, el cual está muy lleno y me cuesta encontrar una plaza. Cobran 1 euro la hora, con un máximo de 10 euros. ¿Caro? Espérate a ver los precios de Venecia. Es la presión turística, que dispara las tarifas.
Entramos en la ciudad antigua cruzando la muralla por la puerta que se abre en Via Carlo Montanari. La muralla es alta y de gran grosor, enorme.Como nos viene ocurriendo en nuestro periplo por Italia quedamos nuevamente deslumbrados ante un monumento, esta vez, ante la Arena. Es colosal. Me parece bellísima en su enormidad, allí plantada después de dos mil años, recia, alta, retadora. Emocionante, en una palabra. Dice la información turística que es la tercera más grande del mundo, después del Coliseo romano y de la Arena de Nápoles. La de Verona sigue en activo, sigue rindiendo dos mil años después, ¡dios santo!, los romanos, que trabajo de ingeniería. En estos días hay un festival de música, y para mañana anuncian a Gades, y para más adelante a Sara Baras. También celebran en ella un festival anual de opera que por lo visto tiene reconocimiento mundial, y ahí están las fotos de P.Domingo actuando en este bello recinto. Deber resultar mágico escuchar opera en este espacio ancestral.
Arena de Verona
Hacemos un rato de cola bajo un sol abrasador. ¡Qué verano nos está haciendo! Venimos de Las Palmas, pero este sol nos está matando. Bueno, a mí me mata un poco más que a Elena y Adrián, que lo aguantan mejor. Estoy desarrollando una nueva paranoia, y es pensar que estoy incubando una alergia al sol, porque cada vez lo tolero peor. En fin, que a veces me aburro y me pongo a pensar cosas raras. Sigo. Ya dentro del coliseo, sobrecoge su amplitud, su magnificencia. Está prácticamente entero y en muy buen estado. Nos hacemos las fotos de rigor en la tribuna del emperador, ejerciendo de tales. Ni que decir tiene que yo tengo mejor pinta de emperador que Adrián, faltaría más, que para eso pago yo la gasolina. Subo hasta lo alto de las gradas, y llego resollando, porque se elevan con mucha verticalidad, alcanzando una altura considerable en poca superficie. Ahí fuera se abre la plaza, con la gran arboleda central, las terrazas en los laterales y las coloridas fachadas de las casas que la circundan. Adrián no para de subir y bajar, haciendo un gran despliegue de energía. Antes de salir paseamos por los pasillos interiores, a la sombra de las enormes bóvedas que sustentan las gradas, pensando en los romanos que pasearían por aquí al igual que ahora hacemos nosotros, y en los gladiadores, que quizá también pisarían estos pasillos camino de su lucha por la supervivencia.
Plaza de la Arena
Ya es mediodía. El calor es horrible. Con este sol sobre mi cabeza y el esfuerzo de subir y bajar por las gradas del circo, me quedo sin fuerzas, tengo otro bajón de tensión. Nos sentamos en una terraza y me dejo caer sobre la mesa, con la cabeza apoyada en los brazos, no puedo más. Entro en un estado de somnolencia, no tengo fuerzas ni para hablar. Las piedras emanan calor y el toldo recalentando hace que el aire sobre nosotros sea sofocante. Tomo mi café helado y en cuanto recupero un poco de energía escapo de este infierno y busco el fresco en la sombra en los soportales. Me topo con una heladería, Bar Gelateria Emanuel, con muy buena pinta. Entro y pido otro café helado. Me lo preparan con nata y batido en una coctelera. Está bien frío y delicioso, no he probado uno igual. La chica que me lo ha preparado me pregunta si me ha gustado, y no puedo por menos que alabarla, a lo que ella sonríe satisfecha. Allí mismo nos compramos un helado Adrián y yo, con sabor a nocilla, que también resulta riquísimo.
Nos dirigimos hacia el Castel Vecchio, y el Ponte Scaligero, que está detrás. Es una preciosidad de puente medieval, de ladrillo rojo, con torres y altos parapetos, al que los veroneses tienen especial afecto, al punto que después de ser destruido por los alemanes en su huida durante la II guerra mundial, dragaron el río, rescataron las piedras originales y lo reconstruyeron. La Verona romana nació al socaire de un largo meandro, de forma que se hallaba protegida en tres de sus lados por el ancho cauce del Adige. Hoy en día numerosos puentes comunican la ciudad antigua con la otra orilla, y el más bonito quizá sea este. Merece la pena venir hasta aquí, pasearlo, y asomarse a sus troneras para ver el perfil de la ciudad asomada al suave discurrir del río.
Puente Scaligero
Ribera de Verona
Retornamos a la Arena y cogemos la vía Mazzini para ir hasta la piazza Erbe. Es una calle estrecha, muy transitada, con un aire medieval evocador, unos rincones llenos de encanto y repleta de tiendas. Conviene ir mirando los edificios que la flanquean, porque hay fachadas que son puro arte. Llegamos a la plaza, de una belleza espectacular. Tiene forma de elipse, alargada, y me recuerda, en su forma, a la Puerta del Sol de Madrid, pero en pequeño. Esta me resulta más bella. Otrora aquí se ubicaba el Foro Romano, hoy es un espacio vivo y popular, con un mercadillo muy concurrido en el centro, donde venden desde comida hasta souvenirs. Sobre la plaza planea la orgullosa torre de Lamberti, de 84 m de altura, desde la que se pueden ver los Alpes, según dicen. Al fondo está la columna de San Marcos, con el león alado apoyando su pata sobre un libro abierto, símbolo del señorío de Venecia sobre estas tierras. En el centro se conserva una fuente romana que aún da agua. Realmente es una plaza bellísima, de las más bonitas que he visto nunca, rodeada de coloridas y floreadas casas y palacios medievales.
Casa en via Mazzini
Torre Lamberti
fuente romana
Contigua a la de Erbe se encuentra la piazza dei Signore, también muy bonita, pero con un estilo más aristocrático, más frío. Se nota que esto fue el centro administrativo de la ciudad medieval. Aunque hay una terraza en una de sus esquinas, es un lugar tranquilo y despejado, con una enorme estatua de Dante en el centro. El poeta estuvo aquí exiliado unos años, y dedicó parte de su Divina Comedia al señor de la ciudad que le acogió, Cangrande I (Perro grande I, menudo pájaro tuvo que ser con este nombre). A la derecha está el Palazzo della Ragione, por cuyo patio hay que pasar para ir a los baños, limpios y cuidados (son de pago), y en la que se puede admirar en uno de sus rincones una bella escalinata renacentista.
Dante
Escalera en P.Ragione
Nada más salir de la plaza por Santa Maria in Chiavica, a la derecha se encuentra una coqueta iglesia románica del s.VII, Santa Maria Antica, sobre cuya puerta se halla el mausoleo de Cangrande I, con sarcófago y estatua a caballo del susodicho. Adosado a la iglesia se encuentra el conjunto gótico-funerario del Arche Scaligeri, las tumbas de la familia, que de tan aparatosas no cabían en la pequeña iglesia románica, y es que los señores hasta en la muerte quieren ser más. Comprende las tumbas elevadas sobre el terreno, cubiertas por baldaquinos de piedra, rodeadas por numerosas estatuas de caballeros, y culminadas por guerreros a caballo espada en mano. Un conjunto magnífico, sin duda. Luego entras a la iglesia y quedas sobrecogido por la espiritualidad que se respira en ella, muy simple y pequeña, nada que ver con las tumbas externas, que son más grandes que la propia iglesia a la que se adjuntan.
Mausuleo Cangrande
Desde aquí nos dirigimos a la Iglesia de Sant´Anastasia, románica también, pero más evolucionada, altísima, y muy bella en su interior. Retornamos por la Via Sottoriva, una calle con soportales que le dan mucho encanto y la hacen muy sugerente, lástima que no sea peatonal. No visitamos el supuesto balcón de Julieta, no nos interesa. Ya está anocheciendo, estamos muy cansados, por el largo paseo y el calor que ha hecho todo el día, así que decidimos volver al coche y cenar, para reponer fuerzas. Mañana tenemos intención de ir hasta Padua, alojarnos y desde allí ir con el coche a visitar Venecia.
Via Sottoriva