Nos dan un desayuno buenísimo y allí mismo en el comedor tenemos un ordenador que utilizamos para confirmar la reserva del hotel de Cuzco. Pasan a recogernos y nos llevan hasta el embarcadero del lago.
El día está precioso, no había visto un cielo tan azul y con tantísima luz en mi vida. Tras escuchar las indicaciones del guía subimos a cubierta y pasamos en ella el resto del viaje tomando el aire y maravillados con el paisaje. Antes de entrar en la isla de los Uros, hay que pasar por caja y pagar las pertinentes tasas. Los habitantes de la isla nos reciben con un baile y cantando una canción. Nos dan una detallada explicación de su vida día a día y sobre la construcción y el mantenimiento de las islas, que son de junco y flotan sobre el agua. Después visitamos sus cabañas e improvisan un mercadillo en el que todos nos sentimos obligados a comprar alguna de las artesanías que ofrecen. Nos despiden con un nuevo baile al son de “vamos a la playa”… no comment.
Nos llevan a otra isla donde solo hay un mercadillo y un bar, compramos bebida porque el sol pega que da gusto y nos estamos muriendo de sed. Allí nos sellan los pasaportes.
El trayecto hasta la isla de Taquile nos lleva bastante tiempo, pero no importa, es genial estar en medio de aquella inmensidad de agua sintiendo el viento en la cara. Hay un punto desde el que se divisan a lo lejos unas montañas, es Bolivia.
Una vez en la isla de Taquile iniciamos una ligera ascensión, pero con la altitud vamos todos con la lengua fuera (la cuesta nos cuesta), hasta el restaurante donde vamos a comer. Allí nos sirven sopa de quinua y trucha del Titicaca a la brasa, todo buenísimo. Continuamos paseando por la isla y nos cruzamos con algunos lugareños con sus coloridas vestimentas tradicionales. Hacemos fotos sin parar y enseguida llega la hora de regresar al embarcadero.
El sol empieza a bajar y en cubierta enseguida empieza a hacer un poco de frío, además se levanta bastante oleaje con lo que el barco tiene que ir despacio, por este motivo la vuelta hasta Puno nos lleva casi tres horas, por suerte no me mareé.
Una vez en Puno vamos a dar una vuelta por el centro del pueblo, que está muy concurrido y llenísimo de tiendas. Me compro una chompa de alpaca de lo más colorida. También aprovechamos para cambiar dinero. De vuelta en el Manzano Lodge pagamos las 2 noches de estancia (100 soles).
El día está precioso, no había visto un cielo tan azul y con tantísima luz en mi vida. Tras escuchar las indicaciones del guía subimos a cubierta y pasamos en ella el resto del viaje tomando el aire y maravillados con el paisaje. Antes de entrar en la isla de los Uros, hay que pasar por caja y pagar las pertinentes tasas. Los habitantes de la isla nos reciben con un baile y cantando una canción. Nos dan una detallada explicación de su vida día a día y sobre la construcción y el mantenimiento de las islas, que son de junco y flotan sobre el agua. Después visitamos sus cabañas e improvisan un mercadillo en el que todos nos sentimos obligados a comprar alguna de las artesanías que ofrecen. Nos despiden con un nuevo baile al son de “vamos a la playa”… no comment.
Nos llevan a otra isla donde solo hay un mercadillo y un bar, compramos bebida porque el sol pega que da gusto y nos estamos muriendo de sed. Allí nos sellan los pasaportes.
El trayecto hasta la isla de Taquile nos lleva bastante tiempo, pero no importa, es genial estar en medio de aquella inmensidad de agua sintiendo el viento en la cara. Hay un punto desde el que se divisan a lo lejos unas montañas, es Bolivia.
Una vez en la isla de Taquile iniciamos una ligera ascensión, pero con la altitud vamos todos con la lengua fuera (la cuesta nos cuesta), hasta el restaurante donde vamos a comer. Allí nos sirven sopa de quinua y trucha del Titicaca a la brasa, todo buenísimo. Continuamos paseando por la isla y nos cruzamos con algunos lugareños con sus coloridas vestimentas tradicionales. Hacemos fotos sin parar y enseguida llega la hora de regresar al embarcadero.
El sol empieza a bajar y en cubierta enseguida empieza a hacer un poco de frío, además se levanta bastante oleaje con lo que el barco tiene que ir despacio, por este motivo la vuelta hasta Puno nos lleva casi tres horas, por suerte no me mareé.
Una vez en Puno vamos a dar una vuelta por el centro del pueblo, que está muy concurrido y llenísimo de tiendas. Me compro una chompa de alpaca de lo más colorida. También aprovechamos para cambiar dinero. De vuelta en el Manzano Lodge pagamos las 2 noches de estancia (100 soles).