Llegamos a Segovia sobre las 11 de la mañana, pero cuando llegamos al hotel, nuestra habitación todavía no estaba preparada, por lo que dejamos las maletas allí y nos fuimos a llevar el coche al garaje del hotel, para empezar la visita mientras esperábamos. Y que mejor forma de empezar la visita, que por el monumento más significativo de Segovia, el Acueducto.
El Acueducto de Segovia es la obra de ingeniería civil romana más importante del país, y hacía un recorrido de 17 kilómetros desde la fuente de Fuenfría hasta lo que hoy es el Alcázar. Alcanza su altura máxima en la Plaza del Azoguejo, cerca de 30 metros. Hoy no se sabe en que época exactamente fue construido, pero se estima que fue sobre el siglo I d.C. Si se ha mantenido en tan buen estado a pesar de que sus sillares no están unidos por ningún tipo de argamasa, es porque se ha estado utilizando hasta casi nuestros días, llevándose a cabo trabajos de restauración desde tiempos de los Reyes Católicos, que respetaron la estética del edificio.
Lamentablemente el tráfico y la contaminación lo han dañado más en los últimos 40 años que todas las vicisitudes de los 1800 años anteriores… En la Plaza del Azoguejo, además de una réplica de la Loba Capitolina, se encuentra el famoso Mesón de Cándido, aunque nosotros no comimos allí.
Después de hacernos las fotos de rigor, enfilamos la animada calle Cervantes, y enseguida entramos en el caso amurallado, y seguimos en dirección a la Plaza de Medina del Campo, pasando por delante de la pintoresca Casa de los Picos, del siglo XV, hoy Escuela de Arte y Superior de Diseño, y por el Palacio de los Condes de Alpuente, del siglo XV, con elementos góticos, y que hoy pertenece a la Junta de Castilla y León.
La Plaza de Medina del Campo es de las más pintorescas de la ciudad. En ella se encuentra la iglesia de San Martín, construida en el siglo XII en estilo románico, sobre un anterior edificio mozárabe. Nosotros la encontramos cerrada (como todas las iglesia de la ciudad…).
En la plaza, también encontramos una casa del siglo XV, el Torreón de los Lozoya, del siglo XIV con dos patios convertidos en salas de exposiciones, y el monumento al comunero Juan Bravo, con las dos famosas Esfinges o Sirenas de Bellver.
Una escalinata une esta plaza con la de San Martín con una fuente también de Bellver. También pasamos por una antigua Sinagoga, hoy iglesia del Corpus Christi (también cerrada).
Nuestro paseo continuó hasta la Plaza Mayor, presidida por un quiosco de música en su centro, y que acoge el Teatro Juan Bravo, el Ayuntamiento, la Iglesia de San Miguel (donde fue coronada Isabel la Católica) y la grandiosa cabecera de la Catedral. Cuando nosotros llegamos había un mercadillo en el que vendían de todo y que ocupaba toda la plaza.
La Catedral de Santa María y San Frutos fue la última catedral gótica construida en España, en el siglo XVI, mezclando ya algunos elementos renacentistas.
Su amplio interior (3 euros) es bastante luminoso, por los grandes ventanales (con hermosas vidrieras) y la claridad de la piedra. El claustro pertenece a la anterior catedral, y fue trasladado hasta aquí piedra a piedra. Atención al techo de la sacristía…
Vista la catedral, bajamos por la calle Desamparados, pasando por delante de la Casa Museo de Antonio Machado, hasta la iglesia de San Esteban, un templo románico del siglo XII, cuyo campanario fue el más alto de la ciudad hasta la construcción de la catedral. Su interior estaba en restauración, por lo que estaba cerrada.
A su lado se encuentra el Palacio Episcopal. Paseando ya de vuelta, nos metimos en el barrio de la Trinidad, donde vimos por fuera la iglesia románica de la Santísima Trinidad (cerrada) y el convento de la dominicas con la Torre de Hércules.
Desde ahí fuimos a la plaza de los Huertos, con la torre de los Arias Dávila, del siglo XV, y ya enlazamos con la plaza de San Martín y el camino de ida.
Tras dejar las maletas en nuestras habitaciones, comimos en un ultramoderno restaurante junto al acueducto, que tenía menú diario por 12 euros. No se comía mal… Después de comer, mis compañeras de viaje subieron a la habitación a descansar, pero yo me fui a seguir investigando. Para ello me fui hacia el barrio de la Judería, el antiguo barrio judío de la ciudad. La verdad es que pasear por sus estrechas callejuelas está bien, pero la mayoría de las casas están restauradas. Sí que merece la pena acercarse hasta la Puerta de San Andrés, de origen mozárabe, aunque lo que vemos hoy es fruto de la restauración realizada por los Reyes Católicos.
Tras mi paseo, decidí esperar a mis acompañantes, para juntos, dirigirnos hacia otro de los emblemas de la ciudad, el Alcázar.
Se trata de un castillo originario del siglo XII, que fue residencia de los reyes de castilla en multitud de ocasiones.
Hoy es archivo militar. En 1862 un incendio destruyó las suntuosas techumbres del edificio, por lo que lo que hoy vemos es una reconstrucción. La visita (4 euros, 6,5 si subimos a la torre) nos permite ver las salas nobles y una pequeña colección de armas.
Desde la Torre de Juan II, se tienen unas magníficas vistas de la ciudad, merece la pena el esfuerzo.
Visto el Alcázar, ya nos dispusimos a pasear sin prisas para disfrutar de la ciudad y tomarnos algo. También paseamos por la avenida de Fernández Ladreda, muy animada, y que nos lleva hasta la iglesia de San Millán (cerrada, por supuesto), arquetipo de templo románico castellano.
El campanario es mudéjar, anterior a la iglesia, del siglo XI. Tras cenar en la avenida, nos dimos una vuelta para hacer unas cuantas fotos nocturnas, y de ahí a descansar.
El Acueducto de Segovia es la obra de ingeniería civil romana más importante del país, y hacía un recorrido de 17 kilómetros desde la fuente de Fuenfría hasta lo que hoy es el Alcázar. Alcanza su altura máxima en la Plaza del Azoguejo, cerca de 30 metros. Hoy no se sabe en que época exactamente fue construido, pero se estima que fue sobre el siglo I d.C. Si se ha mantenido en tan buen estado a pesar de que sus sillares no están unidos por ningún tipo de argamasa, es porque se ha estado utilizando hasta casi nuestros días, llevándose a cabo trabajos de restauración desde tiempos de los Reyes Católicos, que respetaron la estética del edificio.
Lamentablemente el tráfico y la contaminación lo han dañado más en los últimos 40 años que todas las vicisitudes de los 1800 años anteriores… En la Plaza del Azoguejo, además de una réplica de la Loba Capitolina, se encuentra el famoso Mesón de Cándido, aunque nosotros no comimos allí.
Después de hacernos las fotos de rigor, enfilamos la animada calle Cervantes, y enseguida entramos en el caso amurallado, y seguimos en dirección a la Plaza de Medina del Campo, pasando por delante de la pintoresca Casa de los Picos, del siglo XV, hoy Escuela de Arte y Superior de Diseño, y por el Palacio de los Condes de Alpuente, del siglo XV, con elementos góticos, y que hoy pertenece a la Junta de Castilla y León.
La Plaza de Medina del Campo es de las más pintorescas de la ciudad. En ella se encuentra la iglesia de San Martín, construida en el siglo XII en estilo románico, sobre un anterior edificio mozárabe. Nosotros la encontramos cerrada (como todas las iglesia de la ciudad…).
En la plaza, también encontramos una casa del siglo XV, el Torreón de los Lozoya, del siglo XIV con dos patios convertidos en salas de exposiciones, y el monumento al comunero Juan Bravo, con las dos famosas Esfinges o Sirenas de Bellver.
Una escalinata une esta plaza con la de San Martín con una fuente también de Bellver. También pasamos por una antigua Sinagoga, hoy iglesia del Corpus Christi (también cerrada).
Nuestro paseo continuó hasta la Plaza Mayor, presidida por un quiosco de música en su centro, y que acoge el Teatro Juan Bravo, el Ayuntamiento, la Iglesia de San Miguel (donde fue coronada Isabel la Católica) y la grandiosa cabecera de la Catedral. Cuando nosotros llegamos había un mercadillo en el que vendían de todo y que ocupaba toda la plaza.
La Catedral de Santa María y San Frutos fue la última catedral gótica construida en España, en el siglo XVI, mezclando ya algunos elementos renacentistas.
Su amplio interior (3 euros) es bastante luminoso, por los grandes ventanales (con hermosas vidrieras) y la claridad de la piedra. El claustro pertenece a la anterior catedral, y fue trasladado hasta aquí piedra a piedra. Atención al techo de la sacristía…
Vista la catedral, bajamos por la calle Desamparados, pasando por delante de la Casa Museo de Antonio Machado, hasta la iglesia de San Esteban, un templo románico del siglo XII, cuyo campanario fue el más alto de la ciudad hasta la construcción de la catedral. Su interior estaba en restauración, por lo que estaba cerrada.
A su lado se encuentra el Palacio Episcopal. Paseando ya de vuelta, nos metimos en el barrio de la Trinidad, donde vimos por fuera la iglesia románica de la Santísima Trinidad (cerrada) y el convento de la dominicas con la Torre de Hércules.
Desde ahí fuimos a la plaza de los Huertos, con la torre de los Arias Dávila, del siglo XV, y ya enlazamos con la plaza de San Martín y el camino de ida.
Tras dejar las maletas en nuestras habitaciones, comimos en un ultramoderno restaurante junto al acueducto, que tenía menú diario por 12 euros. No se comía mal… Después de comer, mis compañeras de viaje subieron a la habitación a descansar, pero yo me fui a seguir investigando. Para ello me fui hacia el barrio de la Judería, el antiguo barrio judío de la ciudad. La verdad es que pasear por sus estrechas callejuelas está bien, pero la mayoría de las casas están restauradas. Sí que merece la pena acercarse hasta la Puerta de San Andrés, de origen mozárabe, aunque lo que vemos hoy es fruto de la restauración realizada por los Reyes Católicos.
Tras mi paseo, decidí esperar a mis acompañantes, para juntos, dirigirnos hacia otro de los emblemas de la ciudad, el Alcázar.
Se trata de un castillo originario del siglo XII, que fue residencia de los reyes de castilla en multitud de ocasiones.
Hoy es archivo militar. En 1862 un incendio destruyó las suntuosas techumbres del edificio, por lo que lo que hoy vemos es una reconstrucción. La visita (4 euros, 6,5 si subimos a la torre) nos permite ver las salas nobles y una pequeña colección de armas.
Desde la Torre de Juan II, se tienen unas magníficas vistas de la ciudad, merece la pena el esfuerzo.
Visto el Alcázar, ya nos dispusimos a pasear sin prisas para disfrutar de la ciudad y tomarnos algo. También paseamos por la avenida de Fernández Ladreda, muy animada, y que nos lleva hasta la iglesia de San Millán (cerrada, por supuesto), arquetipo de templo románico castellano.
El campanario es mudéjar, anterior a la iglesia, del siglo XI. Tras cenar en la avenida, nos dimos una vuelta para hacer unas cuantas fotos nocturnas, y de ahí a descansar.