Sentada en el asiento trasero del 4×4 de vuelta a Antananarivo miraba por la ventana intentando disimular mi aflicción. Mis párpados hacían grandes esfuerzos por retener las lágrimas y cuando Toni me preguntó que qué hacía no las pude contener más y me eché a llorar. La visita a la ONG Fami me había dejado los sentimientos a flor de piel y el abrazo de despedida de una de las nenas en el patio tocada y casi hundida. Por mi cabeza pasaban decenas de imágenes que rememoraban cuan feliz había sido aquel mes por la gran isla.
Madagascar me había mostrado lo mejor y lo peor y de ello había aprendido. Animales y parques nacionales me habían hecho disfrutar del Madagascar más salvaje, y tours interminables, caminos imposibles y rutas agotadoras, que todo camino difícil tiene su recompensa. Pueblos encantadores, paisajes insólitos, playas preciosas y horas de taxi brousse, muchas muchas horas de taxi brousse. Entonces giré la vista hacia Toni y vi que él también intentaba disimular y casi casi le vi llorar. Madagascar había hecho mella en nosotros.
Niño gracioso en Antananarivo
Indri en la reserva de Analamazaotra
Nuestros viajes en taxi-brousse
Por la mañana habíamos vuelto al centro a desayunar y despedirnos de Julián y el resto de colaboradores. Les agradecimos de todo corazón todo lo que habían hecho por nosotros, firmamos en el libro de visitas y les prometimos que contaríamos en nuestro blog su gran labor. Tan solo habíamos estado allí poco más de un día pero nos costó decir adiós. Un grupo de niñas había venido a la entrada a despedirnos y en contra de nuestra voluntad subimos al coche. Debíamos partir pero teníamos la sensación que les estábamos abandonando. Nunca un adiós a un grupo de niños nos había hecho sentir semejante emoción.
Con el inolvidable Julián
Firmando en el libro de visitas de la ONG Fami
¡¡Nuestros niños!!
Mi niña
El trayecto se hizo más corto esta vez debido al menor número de paradas, ya no había nada más que visitar, nada que descubrir… Había llegado el punto y final. Ni siquiera al llegar a Tana se nos ocurrió algo que hacer, y eso que aún quedaban algunas horas hasta que saliese el avión, pero parecía que nuestra cabeza ya estaba metida en él.
Lilly y Ribo nos acompañaron hasta el aeropuerto y tras insistir en quedarse hasta que se hiciese la hora les pedimos que se marcharsen a descansar, ya habían hecho demasiado por nosotros. Hasta el último momento estuvieron atentos, algo que no olvidaremos jamás.
Con Lilly y Ribo en el aeropuerto
En el único restaurante del aeropuerto pasamos las dos últimas horas en Madagascar, comentando anécdotas del viaje e intentando ponerle buena cara a la despedida. No nos gustan las vueltas a casa, pero había que renovar pensamientos y empezar a pensar en toda la tarea que teníamos por delante para contar a nuestros amigos-lectores nuestro viaje, para hacerles partícipes de todo lo vivido en esta impresionante isla. Las horas fueron pasando y entre mirada a las redes sociales y algún refresco llegó la hora de partir.
Poniéndonos al día en el aeropuerto
Adiós Madagascar… con mucha pena
A las 10 de la noche subíamos al avión que nos llevaba de vuelta a casa, me acomodé en mi asiento, cerré los ojos y dije en voz alta: buenas noches. Nos quedaba un largo recorrido hasta Valencia en el que poder soñar a diez mil metros de altura, sabiendo que aquella noche ningún sueño iba a superar aquel que acababa de terminar. Sin duda alguna, África es un continente al que pienso volver, ha dejado en mí una profunda huella gracias a esas personas y animales con los que he tenido el privilegio de cruzarme en el camino, los cuales han hecho florecer en mí unos sentimientos que el dinero no puede pagar. Madagascar fue el primero de nuestros viajes a la África salvaje, el primero de una serie de escalones que estamos convencidos nunca nos dejarán indiferentes.
Veloma Madagascar…
Nota con permiso de los moderadores: En nuestra web tienes los vídeos y más información relativa a este viaje: http://www.conmochila.com