Decidimos que este día lo íbamos a dedicar a la zona del Valle del Ambroz.
En primer lugar visitamos el yacimiento de Cáparra, una ciudad romana situada entre Oliva de Plasencia y el Guijo de Granadilla. Fue una villa muy importante en su tiempo, con categoría de municipium, en parte debido a su cercanía a la vía de la plata y la zona rica y fértil en la que se encontraba.
Nosotros, por desconocimiento, nos dirigimos a Oliva de Plasencia, y desde allí nos desviamos a Cáparra. Sin embargo, se puede acceder directamente desde la N-630 ahorrando unos minutos. El camino es rural pero perfectamente pavimentado y con vistas de la dehesa.
Llegamos justo en el momento que abrían (10 horas). Visitamos el Centro de Interpretación para hacernos una idea de lo que fue, y a continuación visitamos lo poco que queda de la villa.
La visita lleva una hora aproximadamente, y se compone de 11 paradas: introducción, tumba, anfiteatro, puerta sureste, kardo máximus, domus, termas, arco tetrápilo, foro, insulae, decumanus máximus y tabernae, calzada y puerta suroeste.
Tras la visita nos encontramos una especie de convento en ruinas dirección a Abadía.
Probablemente se trate del Convento de la Bien Parada, convento barroco franciscano del siglo XVII.
El siguiente punto de destino era Granadilla, que fue declarada conjunto Histórico Antiguo en los ochenta.
Es una ciudad que conserva muy bien su muralla y Castillo. En 1955 fue desalojada por la construcción del embalse de Gabriel y Galán. Los alrededores quedaron totalmente inundados, pero la ciudad se transformó en una península, rodeada por las aguas del embalse salvo en la zona por la que se accede a la misma. Está abandonada pero conserva algunas de las principales casas gracias al Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados.
Tan sólo hay un acceso a la misma a través de una reja junto al castillo. Está abierta de martes a domingo, con unos determinados y estrictos horarios. De abril a octubre: 10-13 y 16-20 horas. De noviembre a marzo: 10-13 y 16-18 horas. Fuera de ese horario (oficiales), la ciudad permanece cerrada, y las puertas lo hacen 10 minutos antes de la hora.
La ruta que hicimos fue la siguiente: visita al Castillo (magnificas vistas), paseo por la muralla contemplando la ciudad (ruta circular), calle principal y plaza mayor. Hay una zona con casas derruidas donde no se aconseja pasar por la inestabilidad de éstas. Incluso hay toros en semi-libertad.
Por la cercanía, decidimos acercarnos a Abadía. Lo más interesante para visitar es el Palacio de Sotofermoso. Dimos varias vueltas hasta encontrarlo, o eso pensamos.
Dimos con el antiguo Monasterio cisterciense, que se ha integrado en el palacio de los Duques de Alba. Las visitas están restringidas a los lunes durante tan sólo 1 hora. Casi imposible verlo…
Nos llevamos una muy grata sorpresa al encontrarnos una piscina natural que no esperábamos. Nos pusimos el bañador y nos dimos un chapuzón junto a lo que parecía ser un puente romano.
Después nos acercamos a Hervás.
La oficina de turismo de Hervás estaba cerrada. Lo más interesante allí es pasear por la judería, así que decidimos esperar a tener un buen mapa / callejero más tarde.
Fuimos a almorzar al único sitio que conocíamos, el 60. Una decisión magnífica. Tomamos un vino muy rico (Palacio Quemado, un crianza 2010 de la D.O. Ribera del Guadiana) con unas papas bravas de tapa, y dentro del comedor pedimos jeta y solomillo ibérico a la brasa (de lo mejor que he probado). Totalmente aconsejable, si vais por allí es indispensable pedir comida a la brasa. El precio genial.
Al igual que en Plasencia, nos ofrecieron unas grandes tijeras para cortar y trinchar la carne en lugar de un cuchillo.
Tomamos rumbo a Candelario, un pueblo de Castilla y León (en la frontera con Extremadura) que no conocíamos pero del que hablaban maravillosamente en el foro. Está muy lejos, pero considero que es una parada indispensable.
De camino paramos en Béjar buscando la oficina de turismo, pero estaba cerrada. No teníamos previsto parar allí, pero las vistas de la muralla desde la carretera nos encantaron.
Candelario está muy cerca de Béjar, a tan sólo 3-4 kilómetros de subida. Es una ciudad preciosa, de postal. Destacan la ermita del Cristo del refugio (siglo XVI), la arquitectura de sus calles, sus gentes, las batipuertas (puertas inferiores de las casas para que entrara la luz y los animales no se escaparan en la matanza), regaderas (canales de agua que recorren las calles para mantenerlas limpias durante la matanza y regar las huertas), casas chacineras, fuentes, Ayuntamiento, y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (origen medieval). De visita obligada. No dejéis de comprar algún suvenir o pieza artesana de recuerdo.
Nos acercamos de nuevo a Béjar de vuelta, pero andábamos cortos de tiempo y no estaba en nuestros planes. En la oficina de turismo nos aconsejaron hacer una ruta de 1 hora por el casco antiguo, pero finalmente decidimos acercarnos en coche en un momento a la plaza de toros más antigua de España (la Ancianita, con 300 años de historia). Estaban montando algo dentro y nos dejaron pasar a verla.
Nos encontrábamos en el puerto del Castañar, a 1080 metros de altura y a 1-2 kilómetros de Béjar. Allí mismo se encuentra el Santuario de Nuestra Señora del Castañar, que llevan por padres Teatinos y anteriormente franciscanos.
Al bajar vimos un mirador donde observar parcialmente Béjar y su muralla. Volveremos a visitarla tranquilamente algún día.
De camino a Hervás hicimos una pequeña parada en Baños de Montemayor. Aparcamos el coche junto a la oficina de turismo, donde nos indicaron los puntos de mayor interés. El principal atractivo del pueblo es el Hotel-Balneario (no visitable), fuentes, iglesia, ayuntamiento, arquitectura urbana, antiguo molino, y los restos de la calzada romana. Hay rutas de senderismo desde allí (Camino de Santiago incluido), pero no había tiempo para más.
Por fin llegamos a Hervás. Y de nuevo, la oficina de turismo cerrada (y eso que llegamos a tiempo…).
Visitamos el Museo de Pérez Comendador-Leroux (Palacio de los Dávila, construcción barroca del siglo XVIII), que cerraba a las 20 horas. Alberga obras del autor extremeño (esculturas y cuadros) y de su mujer y familia en la parte de arriba. En las salas de la parte de abajo, obras de autores contemporáneos (arte abstracto). La persona que se encontraba en la recepción fue muy amable. Entrada gratuita.
Finalmente hicimos la visita a Hervás por nuestra cuenta. Primera parada, Iglesia-Castillo de Santa María de Aguas Vivas (magníficas vivas desde lo más alto de Hervás).
Tras esto, preguntamos por el barrio judío y recorrimos las principales calles. Todas ellas disponen de una placa con su nombre y la estrella de David.
El barrio judío se encuentra situado al noroeste, en el terreno más abrupto y desnivelado. La mayor actividad judía se dio en el siglo XV. Abundan las casas de 2-3 plantas con entramado de madera con ladrillo, tapial o adobe y con paredes cubiertas de tejas superpuestas y planchas de madera. Calles estrechas, con encanto y con muchas revueltas. Fachadas muy irregulares y asimétricas.
Vimos las calles de Abajo, de la Bodeguilla, rincón de Don Benito, Travesía del Moral, del Vado, travesía de la Sinagoga hasta bajar al puente y la fuente.
Nos montamos en el coche y preguntamos por el Convento Trinitario- Iglesia de San Juan Bautista (1664), que está casi a las afueras y habíamos visto desde el Castillo. La fachada es de ladrillo rojo (arquitectura barroca castellana de principios del siglo XVII), que lo hace inconfundible.
Justo al lado está la Hospedería Valle del Ambroz ****, cuyo edificio fue un antiguo convento de Trinitarios del siglo XVII.
Decidimos terminar la jornada y volvimos a Plasencia. Disfrutamos de unas geniales vistas nocturnas de la ciudad con la luna llena al fondo desde la entrada a la misma.
Cenamos en el restaurante Succo, situado en la calle Vidriero (junto a la Plaza Mayor). Es un lugar con decoración moderna y fina.
Llegamos bastante tarde e iban a cerrar la cocina en breve. Probamos el zorongollo típico (ensalada de pimientos, bonito, lechuga y frutas) y un par de tostas: magret de pato con pimientos y mermelada de cereza, y una de torta del casar con miel y pimentón. De beber, un par de copas de vino “Nadir”, de la tierra. Nos faltó probar una de las famosas hamburguesas de ternera retinta. Buen precio, calidad, excelente atención y amabilidad.
Fuimos de nuevo a la Pitarra del Gordo para llevarnos unas botellas de vino a casa. La botella sale por unos 4€ y se puede elegir entre las cuatro variedades existentes: clarete, tinto, dulce y sin alcohol.
Aprovechamos para tomarnos una copa con tapa de jamón mientras nos despachaban. Casi todos los locales de la plaza estaban cerrados o recogiendo las mesas de la terraza. Junto a la taberna podéis tomar un helado, que sirve el mismo personal.
Nos fuimos pronto a la cama, pues el día siguiente visitaríamos la comarca de la Vera.