Llegamos a Nafplio sin darnos cuenta, siguiendo las indicaciones del GPS que se empeñó en llevarnos por el camino más corto posible, por calles estrechas y mal asfaltadas entre campos cultivados y casitas desperdigadas. Cuando nos dijo que faltaban 1000 metros para llegar a la dirección del apartamento que habíamos alquilado, miramos a nuestro alrededor y supusimos que estábamos en nuestro destino.
Nafplio me pareció un sitio precioso y tranquilo. Es una ciudad que a lo largo de su historia ha pasado por manos venecianas, turcas, romanas y griegas, llegando incluso a ser capital del país hasta 1834. Está en una península con unas vistas espectaculares.
Callejear por la zona antigua hasta el anochecer es algo que hay que hacer si se visita Nafplio. El ambiente muy animado pero a la vez tranquilo, con muchos restaurantes y tiendas abiertas. Paseando al lado del mar se puede observar la isla de Bourzi, un islote en el que está el castillo de Mar o de Pasqualigo, un fuerte veneciano de 1471.
Callejeando encontramos, en uno de los extremos de la península, un sitio ideal para darnos un chapuzón. Por lo que nos pareció, tenía toda la pinta de ser un recinto privado, de tipo club o algo similar. Pero como no había nadie que nos prohibiera la entrada y los carteles estaban en griego, nos hicimos los locos, y aprovechamos
Visitamos también el Bastión de San Andrés, en la colina de la foto anterior, a 216 metros, y al que se podía acceder por unas escaleras interminables de casi 1000 escalones. Con el calor sofocante, decidimos coger el coche y llegar por carretera, por la que también se puede acceder. Se trata de una fortaleza veneciana del siglo XVIII que te permite sacar fotos muy bonitas de la ciudad y de la bahía.
Saliendo de Nafplio hacia el este y atravesando la Argólida de llega a otra de las visitas obligadas de la zona: Epidauro. Nuestro GPS interpretó que debía llevarnos al pueblo Néa Epidavros, en lugar de al famoso teatro. Sin embargo, agradecimos el error, porque nos permitió descubrir este precioso pueblo que, de otra manera, nunca hubiésemos visto.
Un pueblito pequeño, al lado del mar, con mucho encanto y en el que aprovechamos para bañarnos y pasar unas horitas.
Cuando retomamos la carretera, pudimos llegar al yacimiento de Epidauro, gracias a los carteles que iban indicando (malamente) cómo llegar.
Epidauro es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y se considera una de las 7 maravillas de Grecia. El famoso teatro se usa hoy en día para celebrar el Festival de Epidauro. En la antigüedad era conocida por ser donde se inició el culto a Asclepio, hijo de Apolo, y considerado un dios de la medicina.
La atracción estrella es, sin duda, el teatro. Es enorme, y es de los teatros mejor conservados del país. Puede alojar hasta 14000 espectadores. En el centro se encuentra la base del altar de Dionisio, a la cual accedían los actores. El rato que pasamos allí, sentados en las gradas, numerosas personas se iban colocando en ese punto estratégico, la mayoría para cantar y ofrecer un concierto improvisado al los pocos turistas que estábamos de visita. Es una pasada la acústica, lo bien que se oye, aunque te coloques en la última fila (lo comprobamos).
A parte del teatro, Epidauro también tiene un área arqueológica más o menos amplia, pero cuya conservación es bastante pobre. Se ve muy rápido porque queda muy poco que ver… La siguiente foto corresponde al estadio, en la que se ven las gradas que quedan, y la tribuna de los jueces.