Salimos desde Madrid y, tras un vuelo de dos horas, aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Pisa, ciudad que visitamos en 2011 desde Livorno. Enseguida ubicamos la estación de tren, sacamos el billete en la taquilla, lo validamos en la máquina de color verde y no dio tiempo ni a acomodarse, pues el tren no coge velocidad en un trayecto inferior a cinco minutos hasta Pisa Centrale.
Disponíamos de tres horas antes de que partiera el tren hacia La Spezia y decidimos aprovecharlo visitando el campo de los Milagros, aunque ya lo conocíamos. Nada había cambiado: la torre con la misma inclinación, el césped muy verde invitando a tumbarse un rato, los puestecillos con souvenirs cargados de objetos y un montón de turistas improvisando mil maneras de hacerse una foto con la torre, aunque la que más se estila es la de poner las manos con la palma extendida en un intento de sujetarla, para que no se caiga.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Desde la estación hay unos 20 minutos caminando, en un paseo agradable que atraviesa un puente sobre el río Arno y a esas horas de la tarde la luz tenía un tono muy especial y cálido.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Una vez en el recinto entramos en el museo donde nos facilitan un ticket gratuito para poder visitar el Duomo por dentro, algo que no habíamos hecho la última vez. Nos sorprendió su interior.
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Pronto regresamos a la estación y el tren nos llevó a La Spezia, nuestro campamento base para los siguientes cuatro días. Desde casa, y en la web de trenitalia, sacamos los billetes por 14,50 euros los dos. El apartamento lo reservamos por internet y quedamos con la casera allí mismo, donde nos dio algunos consejos útiles para los días de estancia. Se trata de Daffy House, un bajo con dormitorio, salón con cocina integrada y baño, suficiente para los dos, y evitamos de este modo pagar la tasa turística por persona y noche que cobran en todos los hoteles italianos y que impuso hace unos años Mario Monti.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tras dejar el equipaje salimos a conocer la ciudad, de la que habíamos leído que no era muy bonita, pero esto puede deberse en parte, a la comparación con los sitios que la rodean, que son realmente lindos. Cenamos en una pizzería cerca del apartamento en la que repetiríamos durante la estancia y nos retiramos a descansar con ganas de ver al día siguiente las Cinque Terre en directo.
Disponíamos de tres horas antes de que partiera el tren hacia La Spezia y decidimos aprovecharlo visitando el campo de los Milagros, aunque ya lo conocíamos. Nada había cambiado: la torre con la misma inclinación, el césped muy verde invitando a tumbarse un rato, los puestecillos con souvenirs cargados de objetos y un montón de turistas improvisando mil maneras de hacerse una foto con la torre, aunque la que más se estila es la de poner las manos con la palma extendida en un intento de sujetarla, para que no se caiga.
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Desde la estación hay unos 20 minutos caminando, en un paseo agradable que atraviesa un puente sobre el río Arno y a esas horas de la tarde la luz tenía un tono muy especial y cálido.
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Una vez en el recinto entramos en el museo donde nos facilitan un ticket gratuito para poder visitar el Duomo por dentro, algo que no habíamos hecho la última vez. Nos sorprendió su interior.
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Pronto regresamos a la estación y el tren nos llevó a La Spezia, nuestro campamento base para los siguientes cuatro días. Desde casa, y en la web de trenitalia, sacamos los billetes por 14,50 euros los dos. El apartamento lo reservamos por internet y quedamos con la casera allí mismo, donde nos dio algunos consejos útiles para los días de estancia. Se trata de Daffy House, un bajo con dormitorio, salón con cocina integrada y baño, suficiente para los dos, y evitamos de este modo pagar la tasa turística por persona y noche que cobran en todos los hoteles italianos y que impuso hace unos años Mario Monti.
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Tras dejar el equipaje salimos a conocer la ciudad, de la que habíamos leído que no era muy bonita, pero esto puede deberse en parte, a la comparación con los sitios que la rodean, que son realmente lindos. Cenamos en una pizzería cerca del apartamento en la que repetiríamos durante la estancia y nos retiramos a descansar con ganas de ver al día siguiente las Cinque Terre en directo.