Excursiones desde Zugarramurdi.
Durante un viaje que hicimos por Navarra, después de visitar Zugarramurdi y sus cuevas, ya muy cerca de la frontera, nos dieron publicidad del Petit Train de La Rhune. Unos años antes, habíamos tomado otro petit train de los pirineos franceses, el de Artouste, así que no es que tuviéramos demasiado interés, pero como nos encontrábamos tan cerca, decidimos probar. Naturalmente, fue una tontería porque la estación (que nos costó bastante encontrar, por cierto) estaba hasta los topes, con turnos de espera de más de dos horas de subida y ni se sabe cuánto tiempo para bajar. Era de esperar en pleno verano y es que, ya en Francia, volvían (volvíamos) a aparecer los turistas a decenas. Así que nos fuimos por donde habíamos venido y cambiamos de objetivo.
Ainhoa.
Ubicado a escasos 9 Km. de Zugarramurdi, Ainoha está catalogado como “uno de los pueblos más bonitos de Francia”, lo cual no siempre significa demasiado. Realmente el paisaje es muy bello y sus casas muy pintorescas y cuidadas, aunque el gran número de coches aparcados junto a las casonas le quitaban algo de encanto.
Ayuntamiento y casas en Ainhoa.
Saint-Jean-Pied-de-Port.
Seguimos por la carretera francesa D-918 hasta este precioso pueblo medieval, a una decena de kilómetros de la frontera española. Este sí es de los que se aconseja visitar sin recelos porque seguro que gusta a todo el mundo. No voy a relatar aquí la agitada historia de esta villa, fundada en el siglo XII, y que pasó por manos aragonesas, navarras y francesas porque me llevaría demasiado tiempo, solo decir que.su importancia se debe ante todo a ser camino natural de paso de los peregrinos en la ruta jacobea francesa.
Mejor que describirlo es visitarlo y asomarse al puente sobre el río Nive (Errobi en euskera), perderse en sus animadas calles, recorrer la rue d’Espagne, que apenas ha variado su fisonomía desde los tiempos medievales donde los artesanos te ofrecen frutas, patés y mermeladas caseras, subir la empinada cuesta que lleva hasta lo alto de la fortaleza, bordeada de preciosas casas salpicadas de flores, todo ello en un entorno natural precioso. Quizás fue la luz maravillosa de aquel día, pero ni el gran número de turistas que abarrotaba el lugar (mejor procurar ir a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde para evitar las multitudes) menguaba el disfrute de la visita a un pueblo encantador.
Siguiendo por la D-933 que ya en España se convierte en la N-135, ni un momento te abandonan los idílicos paisajes de montañas verdes que esconden recónditos valles y escarpadas gargantas, cuya vista resulta espectacular desde el mirador del puerto de Ibañeta. Y como el que no quiere la cosa llegamos a Roncesvalles y lo pasamos de largo casi sin querer, con apenas un vistazo de pasada porque tenemos intención de venir aquí algún día para iniciar nuestra ruta jacobea a pie. Ya en la NA-140, paramos en el espectacular mirador de Aizkatua, que ofrece una perspectiva de 360 grados de los valles circundantes (Aezkoa y Salazar). Hay que subir hasta lo más alto por un camino rocoso. No tiene ningún peligro, tiene vallas de protección y está señalizado, pero mejor no ir en chancletas sobre todo si ha llovido. No era nuestro caso, pero el sol, las sombras y el inminente crepúsculo pugnaban por ganar su sitio en aquel inmenso horizonte verde haciendo que las fotos no respondan ni mucho menos a las magníficas perspectivas. Para mí, uno de los mejores miradores de Navarra.
Excursiones desde Isaba (Valle del Roncal).
Dos días después, desde nuestro alojamiento en Isaba visitamos en una jornada el Puente de Holtzarte, La Cueva La Verna y las Gargantas de Kakueta, lo que supone un recorrido total de 119 kilómetros, que no son muchos, pero se circula por carreteras de montaña que no permiten muchas alegrías y las medias de velocidad son bajas.
Perfil del recorrido según Google Maps.
Nos levantamos temprano, y dimos gracias por el nuevo día espléndido que había amanecido ya que la excursión de hoy requería buen tiempo. Dimos una vuelta por Isaba, a la espera de que abrieran alguna tienda para comprar fruta y el pan y el fiambre para los bocatas del día.
Fuimos por la NA-140 y luego por la NA-2011 hasta el Puerto de Larrau, en cuyo alto paramos para ver el paisaje y hacer algunas fotos en el mirador de Pikatua. Hacia la zona francesa se veían nubes bajas, pero nada preocupante. Había un buen grupo de ciclistas en el puerto. Nos llamó mucho la atención la cantidad de ciclistas que vimos en las carreteras navarras, hombres y mujeres, auténticos esforzados de la ruta, que a menudo en solitario afrontaban subidas que infundían respeto incluso en coche. Realmente hay mucha afición a la bicicleta en Navarra.
Puente de Holtzarte.
Reconozco que estaba un poco equivocada con el punto de comienzo de la ruta hacia el PUENTE DE HOLTZARTE. No sé por qué me empeñé en pensar que salía de las proximidades del Puerto de Larrau cuando lo cierto es que sale de Larrau, el primer pueblo francés que te encuentras bajando el puerto del mismo nombre, ya en la carretera D-26. Allí está indicado y se deja el coche en una especie de aparcamiento que hay junto a una central eléctrica, desde donde arranca la ruta. Es de ida y vuelta, tiene 4,4 Km, un desnivel de 300 metros y según el cartel indicador se tarda unos 50 minutos hasta el puente colgante, con lo cual la ruta completa puede llevar 1 hora 45 minutos, quizás algo menos, teniendo en cuenta el ratito que se esté allí. El camino comienza muy suave, paralelo al río, con un paisaje realmente encantador.
Lo malo es cuando se pasa la cascada y el sendero empieza a empinarse (hay cadenas y cuerda a lo largo de casi todo el camino para sujetarse en caso necesario, seguramente cuando si el piso está mojado puede haber peligro de resbalones). Realmente la subida se las trae, sobre todo el tramo desnudo de árboles, que con un tremendo calor y un sol de justicia como fue nuestro caso, a las 12 de la mañana, te deja sudando a chorros y casi fulminado. Afortunadamente, el mal trago dura una media hora y, al final, obtienes la recompensa de ver una construcción espectacular y te das cuenta de que el pequeño esfuerzo merece la pena: el puente colgante de Holtzarte impresiona. Fue construido en 1920, se conserva en perfectas condiciones y si bien se balancea un poco al cruzar sus 100 metros de longitud, tampoco se nota inseguridad alguna salvo que se tenga vértigo. Se disfruta un montón pasando al otro lado y observando desde el mismo centro la caída en vertical de 200 metros que apenas permite ver el curso del río en el fondo del tremendo tajo en la roca. Por lo demás, el entorno que forman las hoces también es muy bonito.
Esto se ve desde el puente mirando hacia el abismo, a duras penas se adivina el río:
Cueva de La Verna.
Volvimos al coche y pusimos rumbo a Sainte Engrâce, localidad en donde se encuentran las Gargantas de Kakueta. Sin embargo, antes de ir a las gargantas, teníamos reserva para ver la CUEVA DE LA VERNA. Me enteré de la posibilidad de realizar esta visita poco antes de partir para Navarra. Siempre me han gustado las cuevas, pero la espeleología me da bastante respeto y me tengo que conformar con disfrutarlas en plan turisteo. Mirando en internet, me enteré de que en Sainte Engrâce se podía visitar una de las cavidades subterráneas más grandes del mundo, y me puse manos a la obra para ver cómo podía compaginarla con la excursión a las gargantas de Kakueta y al Puente de Holtzarte. La jugada me salió perfecta, en parte gracias a las indicaciones del amabilísimo propietario de un quiosco de bebidas y helados francés, que me indicó el lugar correcto para visitar la cueva cuando estábamos totalmente perdidos y a punto de perder la reserva.
Entrada y túnel:
La cueva de la Verna es una inmensa sala subterránea de 62.000 metros cuadrados, 270 metros de longitud, 230 de ancho y 180 metros de altura, y se encuentra bajo la llamada Piedra de San Martín. Fue descubierta en 1953 por espeleologos franceses y se pensó en construir una central hidroeléctrica aprovechando el caudal del río que corre por su subsuelo, para lo cual se perforó un túnel de 800 metros hasta la misma sima. Finalmente, se descartó el proyecto de la central hidroeléctrica y el túnel se dejó para el acceso de los espeleólogos. En 2010 se acondicionó y se abrió al turismo en general, de modo que se puede visitar previa reserva por internet ya que hay límite de visitantes por turno. Existen varios tipos de recorridos, el más sencillo es apto para todo el mundo, incluso para discapacitados. Esta modalidad fue la que escogimos, entre otras cosas por cuestiones de tiempo. La visita dura una hora y cuesta 9,50 euros por persona. Además, se puede contratar transporte hasta la entrada de la cueva. Y así lo hicimos porque el acceso está en lo alto de un monte y se tarda bastante tiempo en llegar, en fin que sería otra marcha de unos 8 Km, media hora en todoterreno. En total, la entrada y el transporte, 15,5 euros por persona. Dentro hace bastante frío, sobre todo un viento fortísimo que congela hasta los huesos, más aún en contraste con el calorazo que hacía en el exterior. Con lo cual no hay que olvidarse de llevar prendas de abrigo. Por lo demás, el interior es impresionante, y se contempla la cascada subterránea que parece minúscula en comparación con las dimensiones de la cueva. Se puede hacer fotos sin flash, pero es imposible abarcar lo suficiente para dar una idea de su tamaño. Incluso con buenos equipos fotográficos es sumamente difícil conseguir imágenes que la capten en toda su magnitud, así que no digamos con mis modestos medios y con lo oscuro que estaba al principio, si bien la van iluminando poco a poco y en sitios estratégicos. De todas formas, pese a la poca calidad de las fotos, creo que es interesante poner aquí alguna ya que no hay demasiada información sobre esta cueva en el foro.
Detalle (malo, ya lo sé) de la cascada y una vista con personas a la izquierda:
Aquí se aprecia la cascada minúscula en su entorno, debajo aparece un maniquí a tamaño natural, así se puede comparar el tamaño de la cascada y el tamaño de ésta respecto de la cueva (aquí no aparece más que una cuarta parte o menos de la misma).
Parte central de la cueva:
Parte derecha de la cueva:
Y para compensar la mala calidad de las fotos, el entorno exterior de la cueva:
Gargantas de Kakueta.
La visita a la cueva nos llevo desde las 2 a las 4 de la tarde. Cuando terminamos, regresamos al aparcamiento de las GARGANTAS DE KAKUETA y compramos las bebidas para la comida al vendedor francés que nos dio las indicaciones para ir a la cueva de la Verna. ¿Quién ha dicho que los franceses son antipáticos y prepotentes? Tanto en nuestro viaje del año pasado al Valle del Loira, Bretaña y Normandía como en esta pequeña incursión en el Pirineo francés, he tenido que reconsiderar ciertos tópicos. Compramos la entrada a las gargantas en la cafetería (cinco euros) y comimos junto al pequeño pero bonito embalse de aguas turquesas que hay nada más empezar el sendero que lleva a “la Grotte”, se llama así porque el sendero que recorre las gargantas termina precisamente en una cueva.
Todo el trayecto está acondicionado con pasarelas y vallas de madera, lo cual quizás le reste algo de encanto y espíritu aventurero, pero dada la cantidad de gente que las visita, resulta más seguro para los niños y se minimiza la posibilidad de accidentes; incluso existe un sistema de alarma acústica pues en caso de tormenta con fuerte lluvia hay que abandonar las gargantas a toda prisa. El camino es un espectáculo natural para la vista, sucediéndose las cascadas, el alegre curso del río y las foces todo en medio de una exuberante vegetación.
El recorrido completo dura unas dos horas, pero te puedes entretener mucho más porque pese a las pasarelas el paraje es precioso e, incluso, permite bañarse o, para los frioleros, mojarse los pies en las numerosas pozas que forma el río.
Para culminar el recorrido está la preciosa cascada de la cola de caballo, por detrás de la cual se puede pasar, y una gran cueva. No digo más, sólo que si tenéis ocasión, es un lugar que realmente merece la pena ver. Por la tarde tiene la ventaja de que hay menos gente y no da el sol de lleno, importante en un día con tanto calor como el que tuvimos.
No volvimos a Isaba por el camino que habíamos venido, sino que seguimos nuestra ruta circular avanzando por la carretera D-113 hasta el enlace con la D-132.
En el Col de la Pierre de St. Martin empezó a bajar la niebla, aunque de vuelta a España volvió a aparecer el sol; no obstante, tuvimos que seguir con sumo cuidado pues no había prácticamente tráfico y nos encontramos con vacas y caballos no ya cruzando la carretera sino aposentados literalmente en ella. Vimos el sorprendente paisaje karstico de Larra y el precioso valle de Belagua, cierre norte del valle del Roncal: de toda la zona se tiene una visión perfecta desde el mirador de LARRA-BELAGUA.
Finalmente, llegamos a Isaba y tomamos otra cena suculenta en el Hostal Lola.