Nos levantamos relativamente pronto con idea de cubrir los 120 Km o así que hay desde el aeropuerto hasta Frankfurt. Para esa hora el encargado del hotel ya estaba en pie y con pinta de muy resacoso, así que mejor no pedirle el café que nos prometió al llegar y nos fuimos en busca de alguna cafetería donde desayunar.
Nos dirigimos al centro de Frankfurt y aparcamos el coche cerca de la estación de tren, que queda bastante cerca de la zona antigua y la financiera, donde están los famosos rascacielos.
Frankfurt es el centro financiero de Alemania y de buena parte de Europa, ya que aquí está la sede del Banco Central Europeo además de las sedes de grandes bancos y compañias como el Deutsche Bank o Pricewaterhouse Coopers. Buena parte de ellos instalados en algunos de los rascacielos más altos de Europa.
Paseamos entre estos gigantes, de los que desgraciadamente he perdido las fotos, y nos dirigimos a la altstadt o ciudad antigua.
La parte antigua puede parecer muy poca cosa comparada con una ciudad tan grande e importante, y es que como tantas ciudades alemanas quedó completamente destruida durante la Segunda Guerra Mundial, tras la que se reconstruyó sólo una pequeña parte de lo que había.
Lo más interesante se concentra en la plaza del ayuntamiento, rodeada de edificios con los típicos entramados de madera y la iglesia de San Nicolás.
Volvimos hacia la zona del coche paseado por el parque que hay en la orilla del río, ya que ya habíamos estado anteriormente en la ciudad y no quisimos parar más. Frankfurt no es una ciudad impresionante ni imprescindible, pero personalmente me gusta ver los rascacielos y admirar su "skyline".
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Siguiendo la autovía dirección Würzburg paramos a comer en un área de servicio en la que nos sentimos como en casa, bajo un molino y con la compañía de Don Quijote, y que por suerte no nos salió nada caro. Comimos spätzels con queso (un tipo de pasta típica de harina y huevo) y schnitzel (filete empanado) en unos platos más que bien servidos.
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En Würzburg paramos nada más que para recoger a una amiga que vive allí, pues ya conocíamos la ciudad. Decir que en esta ciudad comienza la conocida como ruta romántica y que recorre multitud de pueblos y ciudades, a cada cual más bonito, durante unos 400 kilómetros hasta Füssen, cerca ya de la frontera austriaca.
Se trata de una ciudad de algo más de cien mil habitantes, con un casco histórico interesante y además, al ser una ciudad universitaria, tiene bastante vida nocturna. Lo mejor se encuentra alrededor del puente medieval, desde donde tenemos a un lado la fortaleza de Marienberg y al otro la ciudad medieval.
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Desde allí fuimos dirección Bamberg, disfrutando de unos impresionantes bosques ya con sus hojas amarillas y rojas, cuando en mitad del pequeño pueblo de Ebrach nos encontramos con una gran abadía, que estaba cerrada a las visitas, pero nos dimos una vuelta por los exteriores.
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En Bamberg nos encontramos una maravillosa ciudad medieval, patrimonio de la Unesco, que para mi es de las más bonitas de las que conozco en Alemania. Por suerte no quedó muy dañada durante la guerra y podemos disfrutar de ella casi en su aspecto original. No forma parte de la ruta romántica, pero merece la pena incluirla.
Para visitarla nos perdimos entre sus calles, sobretodo por el antiguo barrio de pescadores por donde se cuelan los canales alrededor de los cuales está edificada la ciudad vieja. En medio de uno de ellos nos encontramos con el ayuntamiento, que es probablemente el edificio más bonito, de estilo barroco con una impresionante fachada de frescos.
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No muy lejos está la catedral con una mezcla de estilo entre románico y gótico y la Alte Hofhaltung, la antigua residencia obispal, que forma una curiosa plaza muy medieval y con mucho encanto.
Actualmente la nueva residencia está al otro lado de la plaza y por supuesto es infinitamente más lujosa.
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Pero Bamberg es sobretodo famosa por sus cervezas; encontramos montones de cervecerías y buenos restaurantes por la ciudad donde tomar algo de comida típica y un montón de cervezas distintas.
Es típica de allí la cerveza ahumada, que probamos entre otras, y a mi no me gustó su sabor, pero el resto, eligiéndolas todas un poco al tuntun, estaban buenísmas.
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