EL DESIERTO
Bueno, creo que el despertar que tuve es indescriptible, los primeros rayos de sol en medio de la arena, el color del cielo, el silencio, la arena todavía fría y oscura... bufff, ¡¡¡se me ponen los pelos de punta todavía!!!...
Pero para mi chica todo empezó mucho antes, porque le costó dormir y disfrutó de dos experiencias increíbles:
- Durante la noche cerrada, sin la luz del mini-campamento, el cielo era un manto de estrellas, con una luna, que no sabe si lo era, pero parecía más grande de lo normal.
- Descubrir que en el desierto durante la noche hay algo de vida, porque sintió como un pequeño animal (probablente una ratita del desierto) se colocaba encima de ella para aprovechar su calor. Eso sí, ahora lo cuenta como bonito, pero me creo que se quedó paralizada de miedo, ¡¡por si era una serpiente!!
Nos dedicamos a disfrutar de las dunas y del amanecer durante unas dos horas, viendo como iba cambiando el color del cielo y de la arena hasta que apareció el sol en toda su magnitud, de luz y calor.
Me gustaría poder describir los colores y las sensaciones, pero soy muy poco poeta para esas cosas, supongo que sólo podré poner fotos...
A primera hora de la mañana salimos con los camellos de vuelta al albergue, y entonces fue cuando nos dimos cuenta, que a menos de 200 metros de nuestro campamento, había otro un poco más grande donde habían pasado la noche unos cuantos españoles ¡¡madre mía que voces pegaban encima de los camellos!!, pero oye, nos amenizaron el viaje de vuelta, jeje.
Llegamos de nuevo al albergue después de 2 horas ente dunas, con un cielo estrictamente azul y todas las dunas amarillas a nuestro alrededor (¡¡una pasada!!), con el culo destrozado por el camello y con más hambre que el perro de un ciego. Por lo que más que dispuestos estábamos a darnos una buena ducha y un maravilloso desayuno marroquí.
Antes de coger la carretera, Moha nos llevó a un pequeño poblado cerca de Merzouga, habitado prácticamente en su totalidad por subsaharianos, que han traído su cultura y música. Allí vimos una actuación de música local, "Los Bambaras" se llamaban.
CAMINO A OUARZAZATE
Desde allí, pusimos rumbo a Ouarzazate, al otro extremo de la "Ruta de las 1000 kasbahs", atravesando todo el sur de Marruecos.
Durante toda la mañana, no hicimos más que recorrer kilómetros de desierto casi desahabitado, pero al mediodía nos desviamos por primera vez de la ruta, adentrándonos hacia las gargantas del Thodra.
Es un valle que se va adentrando en el Alto Atlas, formando unas espectaculares gargantas de color arcilla, con un oasis de color verde intenso en el cauce. A ambos lados, pueblos camuflados al estar construidos con la misma arcilla de las paredes y cada uno con varias kasbhas desfiantes como castillos.
Creo que es uno de los lugares más espectaculares de Marruecos, con una carretera recién asfaltada por donde pasan dos coches a duras penas, que serpentea por la ladera y en ocasiones colgada hacia el precipicio. Ideal para llevar 4x4 y seguir subiendo hacia las entrañas del Atlas (muy, muy recomendable).
Pero teníamos mucha carretera por delante, por lo que decidimos regresar a nuestra ruta, camino de Ouarzazate.
LAS GARGANTAS DEL DADES
Lo que en un principio iba a ser una parada más de camino a Ouarzazate, se convirtió en una de las etapas más importantes del viaje.
Cuando llegamos a Boumaine-Dades, ya íbamos pensando en que a lo mejor tendríamos que quedarnos a dormir alli (porque no íbamos a llegar a Ouarzazate), así que echamos un vistazo a un par de chiringuitos para cenar esa noche antes de desviarnos hacia el valle.
Después de cerca de 20 kilómetros subiendo entre pueblos de adobe, por un valle abierto que se iba cerrando poco a poco, la carretera se encajona para mostrarnos más allá una maravilla de la naturaleza. Otro valle de arcilla que se adentra en el Alto Atlas, rodeado por paredes y montañas puede que con un desnivel de 1000 metros, como si fuera un gran tajo en las montañas. Pero no sólo eso, nos encotramos con multitud de kasbhas, muchas en buen estado, y el oasis que forma en la parte baja el río Dades.
Aunque creo que lo más llamativo está más allá de la zona de hoteles, justo al pasar un desfiladero por donde sólo cabe el río y la carretera cuando baja con poca agua.
A partir de aqui se abre de nuevo el valle, menos abrupto, pero albergando una población de bereberes completamente aislada del mundo exterior, donde los coches no suelen entrar, y menos aún los turistas. Un valle donde todavía el tiempo discurre al ritmo y del modo medieval. Una maravilla antropológica, en resumen.
Como estuvimos recreándonos bastante en el valle, se nos iba a hacer de noche antes de llegar a Ouarzazate, y por todo el valle habíamos visto varios hoteles, por lo que decidimos quedarnos en uno de ellos, a la mitad de camino y con unas maravillosas vistas, porque esta prácticamente colgando, el Hotel Panorama.
Cuando ya estábamos instalándonos, conocimos a los otros clientes del hotel, eran 4 españoles que venían haciendo una ruta parecida a la nuestra, pero en sentido contrario. Gracias a ellos, cambiamos nuestra ruta del día siguiente, para parar en un lugar maravilloso que ya os contaré. Además la cena que compartimos con ellos nos sirvió para aprender más cosas del país los unos de los otros y para enriquecer más el viaje.
Bueno, creo que el despertar que tuve es indescriptible, los primeros rayos de sol en medio de la arena, el color del cielo, el silencio, la arena todavía fría y oscura... bufff, ¡¡¡se me ponen los pelos de punta todavía!!!...
Pero para mi chica todo empezó mucho antes, porque le costó dormir y disfrutó de dos experiencias increíbles:
- Durante la noche cerrada, sin la luz del mini-campamento, el cielo era un manto de estrellas, con una luna, que no sabe si lo era, pero parecía más grande de lo normal.
- Descubrir que en el desierto durante la noche hay algo de vida, porque sintió como un pequeño animal (probablente una ratita del desierto) se colocaba encima de ella para aprovechar su calor. Eso sí, ahora lo cuenta como bonito, pero me creo que se quedó paralizada de miedo, ¡¡por si era una serpiente!!
Nos dedicamos a disfrutar de las dunas y del amanecer durante unas dos horas, viendo como iba cambiando el color del cielo y de la arena hasta que apareció el sol en toda su magnitud, de luz y calor.
Me gustaría poder describir los colores y las sensaciones, pero soy muy poco poeta para esas cosas, supongo que sólo podré poner fotos...
A primera hora de la mañana salimos con los camellos de vuelta al albergue, y entonces fue cuando nos dimos cuenta, que a menos de 200 metros de nuestro campamento, había otro un poco más grande donde habían pasado la noche unos cuantos españoles ¡¡madre mía que voces pegaban encima de los camellos!!, pero oye, nos amenizaron el viaje de vuelta, jeje.
Llegamos de nuevo al albergue después de 2 horas ente dunas, con un cielo estrictamente azul y todas las dunas amarillas a nuestro alrededor (¡¡una pasada!!), con el culo destrozado por el camello y con más hambre que el perro de un ciego. Por lo que más que dispuestos estábamos a darnos una buena ducha y un maravilloso desayuno marroquí.
Antes de coger la carretera, Moha nos llevó a un pequeño poblado cerca de Merzouga, habitado prácticamente en su totalidad por subsaharianos, que han traído su cultura y música. Allí vimos una actuación de música local, "Los Bambaras" se llamaban.
CAMINO A OUARZAZATE
Desde allí, pusimos rumbo a Ouarzazate, al otro extremo de la "Ruta de las 1000 kasbahs", atravesando todo el sur de Marruecos.
Durante toda la mañana, no hicimos más que recorrer kilómetros de desierto casi desahabitado, pero al mediodía nos desviamos por primera vez de la ruta, adentrándonos hacia las gargantas del Thodra.
Es un valle que se va adentrando en el Alto Atlas, formando unas espectaculares gargantas de color arcilla, con un oasis de color verde intenso en el cauce. A ambos lados, pueblos camuflados al estar construidos con la misma arcilla de las paredes y cada uno con varias kasbhas desfiantes como castillos.
Creo que es uno de los lugares más espectaculares de Marruecos, con una carretera recién asfaltada por donde pasan dos coches a duras penas, que serpentea por la ladera y en ocasiones colgada hacia el precipicio. Ideal para llevar 4x4 y seguir subiendo hacia las entrañas del Atlas (muy, muy recomendable).
Pero teníamos mucha carretera por delante, por lo que decidimos regresar a nuestra ruta, camino de Ouarzazate.
LAS GARGANTAS DEL DADES
Lo que en un principio iba a ser una parada más de camino a Ouarzazate, se convirtió en una de las etapas más importantes del viaje.
Cuando llegamos a Boumaine-Dades, ya íbamos pensando en que a lo mejor tendríamos que quedarnos a dormir alli (porque no íbamos a llegar a Ouarzazate), así que echamos un vistazo a un par de chiringuitos para cenar esa noche antes de desviarnos hacia el valle.
Después de cerca de 20 kilómetros subiendo entre pueblos de adobe, por un valle abierto que se iba cerrando poco a poco, la carretera se encajona para mostrarnos más allá una maravilla de la naturaleza. Otro valle de arcilla que se adentra en el Alto Atlas, rodeado por paredes y montañas puede que con un desnivel de 1000 metros, como si fuera un gran tajo en las montañas. Pero no sólo eso, nos encotramos con multitud de kasbhas, muchas en buen estado, y el oasis que forma en la parte baja el río Dades.
Aunque creo que lo más llamativo está más allá de la zona de hoteles, justo al pasar un desfiladero por donde sólo cabe el río y la carretera cuando baja con poca agua.
A partir de aqui se abre de nuevo el valle, menos abrupto, pero albergando una población de bereberes completamente aislada del mundo exterior, donde los coches no suelen entrar, y menos aún los turistas. Un valle donde todavía el tiempo discurre al ritmo y del modo medieval. Una maravilla antropológica, en resumen.
Como estuvimos recreándonos bastante en el valle, se nos iba a hacer de noche antes de llegar a Ouarzazate, y por todo el valle habíamos visto varios hoteles, por lo que decidimos quedarnos en uno de ellos, a la mitad de camino y con unas maravillosas vistas, porque esta prácticamente colgando, el Hotel Panorama.
Cuando ya estábamos instalándonos, conocimos a los otros clientes del hotel, eran 4 españoles que venían haciendo una ruta parecida a la nuestra, pero en sentido contrario. Gracias a ellos, cambiamos nuestra ruta del día siguiente, para parar en un lugar maravilloso que ya os contaré. Además la cena que compartimos con ellos nos sirvió para aprender más cosas del país los unos de los otros y para enriquecer más el viaje.