Día 23, 31 de agosto: Airlie Beach-Hamilton Island-Sydney
Este ha sido un día de transición aunque no nos hemos librado de las compras: era día de mercadillo en Airlie Beach. Había ropa, antigüedades, objetos marineros, comida…
Después de esto al hotel desde donde un taxi nos lleva a puerto para coger el ferry a Hamilton Island y desde allí el avión a Sydney, donde teníamos contratado un transporte que nos ha llevado al hotel Devere.
Tras un pequeño paseo hemos cenado en Grill’d, una hamburguesa muy rica y mientras y después en el hotel, preparando las visitas de los próximos días en Sydney.
La verdad es que, a lo largo de los días siguientes, nos daríamos cuenta de lo bonita que es esta ciudad, pero a mí ya este primer rato me pareció que tenía un encanto especial. Nuestro hotel está en la zona de King Cross, un barrio un poco golfo, pero con un ambientazo genial y muy seguro.
Día 24, 1 de septiembre: Sydney
Hoy ha sido un día tremendamente largo.
Un poco antes de las 8 de la mañana ya estábamos en la calle. Nuestro hotel está en Macleay St, así que caminamos por ella hasta William St. para llegar a Hyde Park. Aquí se encuentra la Catedral de St. Mary.
Este ha sido un día de transición aunque no nos hemos librado de las compras: era día de mercadillo en Airlie Beach. Había ropa, antigüedades, objetos marineros, comida…
Después de esto al hotel desde donde un taxi nos lleva a puerto para coger el ferry a Hamilton Island y desde allí el avión a Sydney, donde teníamos contratado un transporte que nos ha llevado al hotel Devere.
Tras un pequeño paseo hemos cenado en Grill’d, una hamburguesa muy rica y mientras y después en el hotel, preparando las visitas de los próximos días en Sydney.
La verdad es que, a lo largo de los días siguientes, nos daríamos cuenta de lo bonita que es esta ciudad, pero a mí ya este primer rato me pareció que tenía un encanto especial. Nuestro hotel está en la zona de King Cross, un barrio un poco golfo, pero con un ambientazo genial y muy seguro.
Día 24, 1 de septiembre: Sydney
Hoy ha sido un día tremendamente largo.
Un poco antes de las 8 de la mañana ya estábamos en la calle. Nuestro hotel está en Macleay St, así que caminamos por ella hasta William St. para llegar a Hyde Park. Aquí se encuentra la Catedral de St. Mary.
Tras rodear Hyde Park nos vamos hacia la zona en la que se encuentran los edificios coloniales del siglo XIX: el museo Barracks, el hospital (donde está el famoso “porcellino” al que todo el mundo toca la nariz), el parlamento y la biblioteca de nueva Gales del Sur.
No son espectaculares, pero no dejan de tener encanto, especialmente el hospital y la biblioteca, y el porcellino es gracioso.
En cualquier caso, pasear por Sydney es relajante, ya que a pesar de que es una ciudad enorme es todo muy amplio y hay muchas zonas verdes.
Desde allí nos dirigimos a los Royal Botanic Gardens, un espectacular e inmenso jardín botánico donde ya no hay murciélagos (zorros voladores), que era una de sus principales atracciones, pero está lleno de cotorras. No sé muy bien si los murciélagos se habían ido para siempre o por esa temporada porque luego se nos olvidó preguntar.
No son espectaculares, pero no dejan de tener encanto, especialmente el hospital y la biblioteca, y el porcellino es gracioso.
En cualquier caso, pasear por Sydney es relajante, ya que a pesar de que es una ciudad enorme es todo muy amplio y hay muchas zonas verdes.
Desde allí nos dirigimos a los Royal Botanic Gardens, un espectacular e inmenso jardín botánico donde ya no hay murciélagos (zorros voladores), que era una de sus principales atracciones, pero está lleno de cotorras. No sé muy bien si los murciélagos se habían ido para siempre o por esa temporada porque luego se nos olvidó preguntar.
Una vez atravesado todo el parque llegamos a Mrs Macquarie’s Chair, uno de los mejores puntos de observación de la Ópera de Sydney y del puente sobre la bahía.
Desde aquí hemos ido rodeando Farm Cove, por el paseo pegado al mar hasta la impresionante Ópera de Sydney. Es curioso ver como, mientras algunos monumentos infinitamente fotografiados, enseñados y explotados pierden su encanto en el momento en que los conoces, otros consiguen ganar en atractivo, porque no defraudan en las distancias cortas. Esto es lo que le pasa a este edificio.
En las escaleras de la Ópera nos hemos sentado a reponer fuerzas y disfrutar del paisaje. Serían las 10:30 más o menos. Desde allí hemos ido a Circular Quay, que es de donde salen los ferries que atraviesan la bahía, había mucha gente y algunos con la tabla de surf para subirse al ferry para ir a las playas a coger olas. Además era el día del padre, así que había un ambientazo. Y sobre todo, el día era espectacular.
Nuestro siguiente objetivo era subir al puente de la bahía para alcanzar el mirador de la primera pila, pero finalmente nos hemos animado a cruzar el puente hasta el otro lado. Las vistas desde el puente sobre la bahía son impresionantes.
Nuestro siguiente objetivo era subir al puente de la bahía para alcanzar el mirador de la primera pila, pero finalmente nos hemos animado a cruzar el puente hasta el otro lado. Las vistas desde el puente sobre la bahía son impresionantes.
Y una vez que se llega al otro lado se tiene una perspectiva muy diferente y no tan fotografiada.
Antes de subir al puente hemos atravesado The Rocks, que es el barrio con más aspecto británico de todo Sydney. También había un mercado, músicos tocando en la calle..., esas cosas que hacen que Sydney sea simplemente genial.
Tras comer fish and chips y disfrutar un rato de las vistas desde este parque desde el que hicimos las fotos hemos vuelto por el puente, hasta The Rocks de nuevo y compras, antes de volver caminado al hotel.
Tras descansar un rato hemos salido a cenar, hoy tailandés no muy lejos del hotel y agotados a la cama. Hemos caminado muchísimo, pero es que el tiempo acompaña, habría como 22 grados y un sol espectacular.
Día 25, 2 de septiembre: Blue Mountains-Manly Beach
Hoy nos levantamos a las 6 de la mañana para poder coger el tren de las 7:20 en Central Station que lleva a Katoomba, para ver las Blue Mountains. Para ello hemos comprado el All Day Pass, que sirve para usar cualquier medio de transporte público, incluido trenes y ferries por 23 dólares.
El tren llegó a las 9:20 y pasamos un frío horrible porque el aire acondicionado estaba muy fuerte y una vez en Katoomba hemos buscado la forma de llegar a Echo Point, el famoso mirador de las Blue Mountains. La idea que llevábamos es que con el All Day Pass podíamos coger los autobuses que llevaban desde el pueblo al mirador. Pero cuando llegamos allí y preguntamos cuál es el autobús nos dijeron que no valía el pase y que sólo se podía llegar en el bus turístico. Insistimos en preguntar e hicimos bien, ya que el autobús 686 lleva a Echo Point.
Aunque la foto más conocida es la de las Three Sisters, a nosotros lo que nos impresionó fue la enormidad del valle repleto de árboles.
Tras comer fish and chips y disfrutar un rato de las vistas desde este parque desde el que hicimos las fotos hemos vuelto por el puente, hasta The Rocks de nuevo y compras, antes de volver caminado al hotel.
Tras descansar un rato hemos salido a cenar, hoy tailandés no muy lejos del hotel y agotados a la cama. Hemos caminado muchísimo, pero es que el tiempo acompaña, habría como 22 grados y un sol espectacular.
Día 25, 2 de septiembre: Blue Mountains-Manly Beach
Hoy nos levantamos a las 6 de la mañana para poder coger el tren de las 7:20 en Central Station que lleva a Katoomba, para ver las Blue Mountains. Para ello hemos comprado el All Day Pass, que sirve para usar cualquier medio de transporte público, incluido trenes y ferries por 23 dólares.
El tren llegó a las 9:20 y pasamos un frío horrible porque el aire acondicionado estaba muy fuerte y una vez en Katoomba hemos buscado la forma de llegar a Echo Point, el famoso mirador de las Blue Mountains. La idea que llevábamos es que con el All Day Pass podíamos coger los autobuses que llevaban desde el pueblo al mirador. Pero cuando llegamos allí y preguntamos cuál es el autobús nos dijeron que no valía el pase y que sólo se podía llegar en el bus turístico. Insistimos en preguntar e hicimos bien, ya que el autobús 686 lleva a Echo Point.
Aunque la foto más conocida es la de las Three Sisters, a nosotros lo que nos impresionó fue la enormidad del valle repleto de árboles.
Después de disfrutar de las vistas nos acercamos a la oficina de turismo para ver qué recorrido podríamos hacer por la zona caminando. La otra opción es el Scenic Walk (funicular+tren cremallera), que te lleva por toda la zona pero sin caminar, haciendo paradas en los distintos miradores.
Finalmente optamos por bajar por la Giant Starway, que tiene 1000 escalones y caminar por el fondo del valle hasta llegar al Scenic Walk.
No habíamos oído nada respecto a esta particular escalera, en la que yo (tengo vértigo) sufrí bastante en algunos momentos, pero es impresionante porque se baja de forma casi vertical por unas escaleras adosadas a los monolitos de las Tres Hermanas hasta llegar al fondo del valle y caminar por allí en mitad de la espesura. En esta foto de abajo se ve lo lejos que queda el mirador.
Finalmente optamos por bajar por la Giant Starway, que tiene 1000 escalones y caminar por el fondo del valle hasta llegar al Scenic Walk.
No habíamos oído nada respecto a esta particular escalera, en la que yo (tengo vértigo) sufrí bastante en algunos momentos, pero es impresionante porque se baja de forma casi vertical por unas escaleras adosadas a los monolitos de las Tres Hermanas hasta llegar al fondo del valle y caminar por allí en mitad de la espesura. En esta foto de abajo se ve lo lejos que queda el mirador.
Después llegamos a la parte del Scenic Walk, con la visita clásica, incluidas las Katoomba Falls, que llevaban muy poquita agua. Allí cogimos el funicular que sube con una inclinación de 52º, casi como una atracción de parque.
La vista del valle que se tiene desde una zona un poco más alta es esta:
La vista del valle que se tiene desde una zona un poco más alta es esta:
Una vez terminada la subida de vuelta cogemos el tren de vuelta a las 12:20, comemos una chuches y nos echamos una siestita hasta llegar a Sydney, un par de horas después.
Una vez allí, desde la estación fuimos en metro a Circular Quay, desde donde salen todos los ferries. El nuestro desde el muelle nº 3 para ir a Manly Beach. En lugar de coger un barco turístico que hace la excursión por la bahía y que cuestan una pasta, lo mejor es uno de estos ferris que salen hacia la costa, incluso aunque no se tenga intención de visitar ninguna playa. Las vistas desde aquí a la ciudad merecen la pena.
Una vez allí, desde la estación fuimos en metro a Circular Quay, desde donde salen todos los ferries. El nuestro desde el muelle nº 3 para ir a Manly Beach. En lugar de coger un barco turístico que hace la excursión por la bahía y que cuestan una pasta, lo mejor es uno de estos ferris que salen hacia la costa, incluso aunque no se tenga intención de visitar ninguna playa. Las vistas desde aquí a la ciudad merecen la pena.
Manly es una de las playas más famosas y surferas de Sydney. El pueblo tiene una avenida principal peatonal que conecta el puerto, donde llegan los ferries, con la playa. Como no habíamos comido compramos unos “calamari and chips”, que comimos en la calle junto con unas cervecitas, eso sí, escondidas en unas bolsas de papel como los delincuentes, ya que está prohibido el consumo de alcohol en las calles.
Tras reponer fuerzas nos vamos a la playa, donde hay un montón de chavales entrenado surf (pero qué palizones, tenían que correr desde el muro del paseo marítimo, coger la tabla, ir “remando” con la manos hasta una boya que estaba lejísimos, volver a la orilla, soltar la tabla y tocar el muro. Eso unas cien veces y con el agua a 18º C). Así que allí estuvimos paseando, pegando la hebra con unos y con otros, hasta que anocheció y el frío empezó a apretar. Pero no queríamos volver antes de que fuera de noche porque queríamos ver la Ópera desde la bahía iluminada.
Tras reponer fuerzas nos vamos a la playa, donde hay un montón de chavales entrenado surf (pero qué palizones, tenían que correr desde el muro del paseo marítimo, coger la tabla, ir “remando” con la manos hasta una boya que estaba lejísimos, volver a la orilla, soltar la tabla y tocar el muro. Eso unas cien veces y con el agua a 18º C). Así que allí estuvimos paseando, pegando la hebra con unos y con otros, hasta que anocheció y el frío empezó a apretar. Pero no queríamos volver antes de que fuera de noche porque queríamos ver la Ópera desde la bahía iluminada.
Las vistas nos encantaron, ahora bien, hay que ir muy pendiente, sólo se tarda media hora y hay mucho donde mirar. El skyline de la ciudad está muy iluminado y la vista al aproximarse es preciosa. Eso sí, nos sorprendió que la Ópera apenas estuviera iluminada. Pensábamos que tal vez hiciera algo de frío al ir fuera en la cubierta, pero hasta por su agradable clima Sydney es especial.
El día ha sido muy largo, así que lo mejor es regresar a la zona de nuestro hotel y buscar un sitio cerca para cenar.
Este fue un día intenso, como casi todos la verdad, y estábamos de vuelta en el hotel a las 21:30, eso sí, catorce horas después de haber salido por la mañana y con 1000 escalones en nuestra piernas.
Día 26, 3 de septiembre: Sydney
El día comenzó a las 7 de la mañana yendo a una lavandería a hacer la colada. Mientras se lavaba nuestra ropa fuimos a desayunar a una de las muchas cafeterías/pastelerías que había en la calle de nuestro hotel. Como nos temíamos, nos dieron un café malísimo, pero acompañado de un cruasán espectacular. Una vez recogida la colada nos acercamos a la zona de Bondi a hacer algunas compras. Íbamos a tiro hecho a un centro comercial, así que no nos costó mucho tiempo.
Tras dejar las compras en el hotel nos fuimos a visitar el barrio Chino, caminando por la calle Liverpool, una zona residencial con casas bajitas que nos gustó mucho, por su aspecto y su tranquilidad. Esta calle desemboca en la City, muy bonita con una mezcla de altos edificios de cristal, iglesias y casas coloniales. Realmente nos sorprendió porque no habíamos oído a nadie comentar nada especial sobre este lugar y a nosotros nos gustó bastante.
El día ha sido muy largo, así que lo mejor es regresar a la zona de nuestro hotel y buscar un sitio cerca para cenar.
Este fue un día intenso, como casi todos la verdad, y estábamos de vuelta en el hotel a las 21:30, eso sí, catorce horas después de haber salido por la mañana y con 1000 escalones en nuestra piernas.
Día 26, 3 de septiembre: Sydney
El día comenzó a las 7 de la mañana yendo a una lavandería a hacer la colada. Mientras se lavaba nuestra ropa fuimos a desayunar a una de las muchas cafeterías/pastelerías que había en la calle de nuestro hotel. Como nos temíamos, nos dieron un café malísimo, pero acompañado de un cruasán espectacular. Una vez recogida la colada nos acercamos a la zona de Bondi a hacer algunas compras. Íbamos a tiro hecho a un centro comercial, así que no nos costó mucho tiempo.
Tras dejar las compras en el hotel nos fuimos a visitar el barrio Chino, caminando por la calle Liverpool, una zona residencial con casas bajitas que nos gustó mucho, por su aspecto y su tranquilidad. Esta calle desemboca en la City, muy bonita con una mezcla de altos edificios de cristal, iglesias y casas coloniales. Realmente nos sorprendió porque no habíamos oído a nadie comentar nada especial sobre este lugar y a nosotros nos gustó bastante.
Por la calle había bastantes oficinistas que salían a comer y muy pocos turistas, así que vimos el ambiente de un día de oficina. Otra cosa que nos resultó curiosa, es que en todos los sitios con información para turistas, te atendían voluntarios, que en su mayoría eran jubilados. Lo mismo sucedía en Melbourne.
El barrio Chino queda muy cerca de esta zona y ese era nuestro siguiente destino. Habíamos leído en la Lonely Planet que si te gustan los “dim sum” en el Marygold te sentirás en el cielo. Pues bien, hoy iríramos a comer allí. Está situado en dos pisos de un centro comercial. Los días laborables sólo abren uno y el fin de semana necesitan los dos.
Así que subimos en el ascensor a la planta 4ª, se abren las puertas y nos encontramos frente a un salón enorme, diáfano, todo rojo (suelo, paredes y techo), lleno de mesas, muchas y de mucha gente. Se acerca un señor chino, muy trajeado y nos acompaña a la mesa. La verdad es que tuvimos algún problema de comunicación con él, porque hablaba un inglés con un acento fortísimo y cada palabra parecía otra. Constantemente pasan carritos con comida y tú eliges lo que quieres comer, aunque también puedes pedir a la carta. Eso sí, no preguntes a los que empujan el carrito qué es cada cosa, porque no saben hablar nada más que chino. De hecho, si preguntas avisan a uno de esos señores con traje con el que, al menos, la comunicación no es imposible.
Nos encantó la comida y además en el local había chinos en su mayoría, algunos australianos y muy pocos turistas. Altamente recomendable.
Con la tripa llena seguimos paseando por el barrio chino y después, caminando también de vuelta al hotel, al que llegamos a las 4 de la tarde. Normalmente caminamos mucho por las ciudades porque andar nos gusta, pero es que en Sydney siempre apetece caminar. Como empezamos a tener algunas agujetas de las escaleras de ayer hoy nos vamos a permitir el lujo de quedarnos descansando un ratito en el hotel.
Después del descanso hay que ir pensando en preparar la maleta: mañana dejamos Australia. Así que tocaba despedirse de la Opera y del puente de la Bahía, pero ahora cogemos el metro.
El barrio Chino queda muy cerca de esta zona y ese era nuestro siguiente destino. Habíamos leído en la Lonely Planet que si te gustan los “dim sum” en el Marygold te sentirás en el cielo. Pues bien, hoy iríramos a comer allí. Está situado en dos pisos de un centro comercial. Los días laborables sólo abren uno y el fin de semana necesitan los dos.
Así que subimos en el ascensor a la planta 4ª, se abren las puertas y nos encontramos frente a un salón enorme, diáfano, todo rojo (suelo, paredes y techo), lleno de mesas, muchas y de mucha gente. Se acerca un señor chino, muy trajeado y nos acompaña a la mesa. La verdad es que tuvimos algún problema de comunicación con él, porque hablaba un inglés con un acento fortísimo y cada palabra parecía otra. Constantemente pasan carritos con comida y tú eliges lo que quieres comer, aunque también puedes pedir a la carta. Eso sí, no preguntes a los que empujan el carrito qué es cada cosa, porque no saben hablar nada más que chino. De hecho, si preguntas avisan a uno de esos señores con traje con el que, al menos, la comunicación no es imposible.
Nos encantó la comida y además en el local había chinos en su mayoría, algunos australianos y muy pocos turistas. Altamente recomendable.
Con la tripa llena seguimos paseando por el barrio chino y después, caminando también de vuelta al hotel, al que llegamos a las 4 de la tarde. Normalmente caminamos mucho por las ciudades porque andar nos gusta, pero es que en Sydney siempre apetece caminar. Como empezamos a tener algunas agujetas de las escaleras de ayer hoy nos vamos a permitir el lujo de quedarnos descansando un ratito en el hotel.
Después del descanso hay que ir pensando en preparar la maleta: mañana dejamos Australia. Así que tocaba despedirse de la Opera y del puente de la Bahía, pero ahora cogemos el metro.
La verdad es que nos entretuvimos muchísimo con las fotos. Además coincidimos con la salida del espectáculo en la Ópera, por lo que había bastante gente, así que se nos hizo tarde y ya estábamos muy cansados. Por eso, nuestra última cena en Australia la hicimos en un Hungry Jack’s, que es el nombre que la franquicia Burger King tiene en Australia, ya que éste ya estaba allí registrado por un restaurante en Adelaida.
Tras la cena, un último paseíto y casi con lágrimas nos despedimos de la bella Sydney…
Tras la cena, un último paseíto y casi con lágrimas nos despedimos de la bella Sydney…