Éste fue el día que más nos encantó y del que mejores imágenes recordamos. Los auténticos paisajes toscanos son los de esta zona y los pueblos son extraordinariamente bellos. Madrugamos bastante ya que Montepulciano nos quedaba a unos 90 km. Cogimos la autovía que va hacia Siena (racordo FI-SI) y nos desviamos dirección Sinalunga y, de ahí, a Montepulciano.
De Sinalunga a Montepulciano
Montepulciano está en lo alto de una colina desde donde se tienen unas vistas espectaculares de la tierra Toscana. Es difícil aparcar, pero se puede en alguna de las calles que dan al recinto amurallado. Antes de entrar en la ciudad, visitamos la Iglesia de Sant’Agnese, pequeña pero muy coqueta.
Vistas desde la Iglesia de Sant'Agnese en Montepulciano
Al salir de la iglesia pasamos por los Giardinos di Poggifanti y atravesamos las murallas por la Porta del Prato, obra de Sangallo (ataviada también con sus banderas representativas). A partir de ahí, tocaba subir cuestas, pues la calle principal, la Via del Corso, rodeada de tiendas de artesanía típica y de bares para picotear, es la que recorre las zonas más bonitas de la ciudad.
Parte baja de la Via del Corso
Paseando tranquilamente por esta calle empinadísima nos encontramos con diferentes palacios (Conccini, Sangallo, Bucelli, Tarugi y Avignonesi) con unas fachadas impresionantes y restos etruscos en algunas de ellas. Al final de la cuesta, llegamos a la Piazza delle Erbe, donde se celebra el mercado municipal. Antes de proseguir el ascenso, giramos a la derecha para encontrarnos con una plazoleta con unas vistas increíbles (encima el dia acompañaba).
Vistas panorámicas desde Montepulciano
Después de hacer unas fotos maravillosas, continuamos el ascenso hasta llegar a la Piazza del Duomo, donde se encuentran el Palazzo Comunale (aunque no subimos a la torre porque estábamos exhaustos), el Palazzo Tarugi y el Palazzo Contucci, donde compramos algunas botellas de vino Nobile a buen precio. De la catedral, nos encantaron los relieves de Andrea Della Robbia.
Palazzo Tarugi en la Piazza del Duomo
La cuesta abajo se hizo mucho más corta para llegar hasta donde teníamos el coche y dirigirnos a la segunda parada del dia, Pienza, a través de la carretera SS146, rodeada de viñedos.
De Montepulciano a Pienza
Estuvimos media mañana en esta ciudad ya que, nuestra principal visita, el Palazzo Piccolomini (5€), se encontraba cerrado así que nos dedicamos a callejear alrededor de la Piazza Pio II y de la catedral, que nos ofrecieron unas vistas extraordinarias.
Palazzo Piccolomini de Pienza
Comimos un par de pizzas al taglio y nos compramos de postre una tarta de manzana (entera) de un horno tradicional de la ciudad. Tras comer, pudimos visitar el Duomo, el edificio más notable de la ciudad, con unos ventanales enormes y en la que descubrimos varios sensores adosados a las paredes, según nos comentaron, para evitar el desplome del edificio, pues Pio II lo encargó demasiado grande para el emplazamiento que tiene. Cuando se camina por el interior, se nota el desnivel desde el altar hacia la puerta. El paseo por la calle de atrás es imprescindible por las panorámicas que se divisan desde allí.
Duomo de Pienza
Vistas desde las callejuelas que rodean el Duomo de Pienza
Tras visitar Pienza, paramos a hacernos un capuccino en San Quirico d’Orcia, localidad muy pequeña pero que cuenta con una colegiata interesante, que estaba cerrada. Este tramo de carretera fue el más espectaular para nosotros en cuanto a paisajes.
Entre Pienza y San Quirico d'Orcia
Colegiata de San Quirico d'Orcia
Como íbamos bastante bien de tiempo, nos desviamos hacia Bagno Vignoni, y realmente valió la pena. El pueblo no tiene nada, sólo una plaza, pero qué plaza, con una piscina de agua termal y unos abrevaderos donde la gente toma baños (nosotros también lo hicimos). Sencillamente impactante este pueblo.
Alrededores de Bagno Vignoni
Plaza Principal de Bagno Vignoni con la piscina de agua termal
Bañándonos los pies en las aguas termales de Bagno Vignoni
Sobre las 17 horas ya estábamos en la Abadía de Sant’Antimo, atravesando una carretera increíble en medio de campos arados, pequeñas ermitas y cipreses, la SP 14 hasta Montalcino y la SP 55 hasta Sant’Antimo.
Entre Montalcino y Sant'Antimo
La abadía es preciosa, en medio de campos de viñedos. Se dice que fue fundada por el mismísimo Carlomagno. La entrada era gratuita así que pudimos disfrutar de un interior muy bien conservado, con relieves medievales. Muy recomendable la visita.
Abadía de Sant'Antimo
Finalmente nos quedaba la última parada del día, Montalcino, que nos venía de camino al regresar de Sant’Antimo. La ciudad, encaramada también a lo alto de una colina, nos permitió contemplar unos paisajes espectaculares, a la vez que descubrimos los diferentes contrades o barrios de la ciudad decorados con sus propias banderas. Nos dirigimos a visitar el Duomo del siglo XI que, aunque no nos gustó demasiado al estar restaurado en el siglo XIX, tiene unos jardines a la izquierda que ofrecían una magnífica vista panorámica de gran parte de la Toscana. A continuación, nos dedicamos a descubrir la ciudad a través de los pasajes y callejuelas que parten de la Piazza del Popolo, con multitud de tiendas de artesanía y restaurantes.
Callejuelas de Montalcino
Vistas desde los jardines anexos al Duomo de Montalcino
En uno de ellos, el Grappolo Blu¸ en una callejuela con escalones saliendo de la Via Mazzini, nos decidimos a cenar unos increíbles platos de pasta fresca casera que degustamos con avidez después de un día cansado pero, a la vez, increíble, quizá el más auténticamente toscano de los que vivimos.
De Sinalunga a Montepulciano
Montepulciano está en lo alto de una colina desde donde se tienen unas vistas espectaculares de la tierra Toscana. Es difícil aparcar, pero se puede en alguna de las calles que dan al recinto amurallado. Antes de entrar en la ciudad, visitamos la Iglesia de Sant’Agnese, pequeña pero muy coqueta.
Vistas desde la Iglesia de Sant'Agnese en Montepulciano
Al salir de la iglesia pasamos por los Giardinos di Poggifanti y atravesamos las murallas por la Porta del Prato, obra de Sangallo (ataviada también con sus banderas representativas). A partir de ahí, tocaba subir cuestas, pues la calle principal, la Via del Corso, rodeada de tiendas de artesanía típica y de bares para picotear, es la que recorre las zonas más bonitas de la ciudad.
Parte baja de la Via del Corso
Paseando tranquilamente por esta calle empinadísima nos encontramos con diferentes palacios (Conccini, Sangallo, Bucelli, Tarugi y Avignonesi) con unas fachadas impresionantes y restos etruscos en algunas de ellas. Al final de la cuesta, llegamos a la Piazza delle Erbe, donde se celebra el mercado municipal. Antes de proseguir el ascenso, giramos a la derecha para encontrarnos con una plazoleta con unas vistas increíbles (encima el dia acompañaba).
Vistas panorámicas desde Montepulciano
Después de hacer unas fotos maravillosas, continuamos el ascenso hasta llegar a la Piazza del Duomo, donde se encuentran el Palazzo Comunale (aunque no subimos a la torre porque estábamos exhaustos), el Palazzo Tarugi y el Palazzo Contucci, donde compramos algunas botellas de vino Nobile a buen precio. De la catedral, nos encantaron los relieves de Andrea Della Robbia.
Palazzo Tarugi en la Piazza del Duomo
La cuesta abajo se hizo mucho más corta para llegar hasta donde teníamos el coche y dirigirnos a la segunda parada del dia, Pienza, a través de la carretera SS146, rodeada de viñedos.
De Montepulciano a Pienza
Estuvimos media mañana en esta ciudad ya que, nuestra principal visita, el Palazzo Piccolomini (5€), se encontraba cerrado así que nos dedicamos a callejear alrededor de la Piazza Pio II y de la catedral, que nos ofrecieron unas vistas extraordinarias.
Palazzo Piccolomini de Pienza
Comimos un par de pizzas al taglio y nos compramos de postre una tarta de manzana (entera) de un horno tradicional de la ciudad. Tras comer, pudimos visitar el Duomo, el edificio más notable de la ciudad, con unos ventanales enormes y en la que descubrimos varios sensores adosados a las paredes, según nos comentaron, para evitar el desplome del edificio, pues Pio II lo encargó demasiado grande para el emplazamiento que tiene. Cuando se camina por el interior, se nota el desnivel desde el altar hacia la puerta. El paseo por la calle de atrás es imprescindible por las panorámicas que se divisan desde allí.
Duomo de Pienza
Vistas desde las callejuelas que rodean el Duomo de Pienza
Tras visitar Pienza, paramos a hacernos un capuccino en San Quirico d’Orcia, localidad muy pequeña pero que cuenta con una colegiata interesante, que estaba cerrada. Este tramo de carretera fue el más espectaular para nosotros en cuanto a paisajes.
Entre Pienza y San Quirico d'Orcia
Colegiata de San Quirico d'Orcia
Como íbamos bastante bien de tiempo, nos desviamos hacia Bagno Vignoni, y realmente valió la pena. El pueblo no tiene nada, sólo una plaza, pero qué plaza, con una piscina de agua termal y unos abrevaderos donde la gente toma baños (nosotros también lo hicimos). Sencillamente impactante este pueblo.
Alrededores de Bagno Vignoni
Plaza Principal de Bagno Vignoni con la piscina de agua termal
Bañándonos los pies en las aguas termales de Bagno Vignoni
Sobre las 17 horas ya estábamos en la Abadía de Sant’Antimo, atravesando una carretera increíble en medio de campos arados, pequeñas ermitas y cipreses, la SP 14 hasta Montalcino y la SP 55 hasta Sant’Antimo.
Entre Montalcino y Sant'Antimo
La abadía es preciosa, en medio de campos de viñedos. Se dice que fue fundada por el mismísimo Carlomagno. La entrada era gratuita así que pudimos disfrutar de un interior muy bien conservado, con relieves medievales. Muy recomendable la visita.
Abadía de Sant'Antimo
Finalmente nos quedaba la última parada del día, Montalcino, que nos venía de camino al regresar de Sant’Antimo. La ciudad, encaramada también a lo alto de una colina, nos permitió contemplar unos paisajes espectaculares, a la vez que descubrimos los diferentes contrades o barrios de la ciudad decorados con sus propias banderas. Nos dirigimos a visitar el Duomo del siglo XI que, aunque no nos gustó demasiado al estar restaurado en el siglo XIX, tiene unos jardines a la izquierda que ofrecían una magnífica vista panorámica de gran parte de la Toscana. A continuación, nos dedicamos a descubrir la ciudad a través de los pasajes y callejuelas que parten de la Piazza del Popolo, con multitud de tiendas de artesanía y restaurantes.
Callejuelas de Montalcino
Vistas desde los jardines anexos al Duomo de Montalcino
En uno de ellos, el Grappolo Blu¸ en una callejuela con escalones saliendo de la Via Mazzini, nos decidimos a cenar unos increíbles platos de pasta fresca casera que degustamos con avidez después de un día cansado pero, a la vez, increíble, quizá el más auténticamente toscano de los que vivimos.