Éste es un día libre en la ciudad de san Francisco. Los que quieran pueden contratar una visita a la calle Lombard, el Golden Gate y Sausalito. Nosotros decidimos hacerlo por nuestra cuenta, yendo primero a la isla de Alcatraz. Para ello muchos meses antes compramos por Internet en la página oficial las entradas (que incluye el traslado en ferry ida y vuelta y el audioguía en castellano). El precio es de 30 dólares por persona y conviene hacer la reserva pronto porque suelen agotarse rápido.
Después de desayunar salimos del hotel y vamos caminando por la calle Market hasta Powell, que subimos hasta llegar a Union Square. Luego bajamos de nuevo a Market y cogimos el tranvía F para ir al Muelle 33. El billete cuesta 2 dólares y puede usarse para hacer transbordo. El tranvía, pese a no ser uno de los históricos, tiene aspecto de bastante antiguo. Tanto que dispone de un sistema muy curioso para solicitar parada. Nada más y nada menos que estirar de una cuerda.
Una vez que llegamos al muelle 33 nos bajamos (junto con otros turistas) y nos encaminamos al punto desde donde salen los barcos a Alcatraz. El nuestro parte a las 8.45 y es el primero de la mañana. Pasamos el control, nos hacen la foto de rigor y subimos a bordo. El barco es bastante grande y va lleno (aunque a medida que avanza la mañana el número de turistas va en aumento y al final no cabe ni un alma). El trayecto dura apenas 15 minutos y resulta un poco movidito porque el océano a esas horas anda un poco revuelto.
Cuando llegamos a tierra nos recibe un chico con un micrófono que nos da la bienvenida en inglés. También nos dirige (en inglés por supuesto) unas palabras un señor que luego supimos que era un antiguo preso de la cárcel que había publicado un libro.
Para ir un poco más orientado se pueden comprar (por un dólar aunque nadie controla si pones o no el dinero) unos folletos allí mismo. Están disponibles en todos los idiomas.
En su origen Alcatraz era una isla en la que apenas había nadie; sólo algunos indios Ohlone o Miwok la visitaban de vez en cuando. Ni los españoles ni los mexicanos hicieron nada con ella (a pesar de que el último gobernador mexicano de California pretendía poner un faro). Cuando los americanos se hicieron con el control de esa zona y la fiebre del oro se hizo evidente se construyeron en Alcatraz un faro y una fortificación. En 1850 un comité militar vio necesario proteger mucho más la Bahía de San Francisco y por ese motivo Alcatraz, por su posición estratégica, se convirtió en el punto donde se edificaría una nueva fortificación mucho más importante que la que ya había. Llegaron a acuartelarse allí más de 400 soldados y en 1864 se instalaron los más modernos cañones. Sirvió como fortificación militar hasta 1907.
Casi desde el principio Alcatraz sirvió de prisión, ya fuera de soldados acusados de deserción, ciudadanos que eran considerados traidores a la patria o indios. Cuando en 1907 el ejército se marchó la Guardia Militar de EEUU ocupó su lugar y en un año estaban construidas las celdas para establecer lo que en un primer momento se llamó “Cuartel disciplinario de los Estados unidos división del Pacífico”. Fue en los años 30 cuando el Ministerio de Justicia vio allí un gran filón para establecer una prisión de alta seguridad. ¿Qué mejor sitio?. Una isla, agua helada, corrientes, tiburones… En 1934 se abrió como penitenciaría federal y allí estuvieron recluidos algunos de los hombres más peligrosos del momento. Dos de los más conocidos fueron el célebre gánster Al Capone (encerrado por evasión de impuestos) y Robert Stroud, “el hombre pájaro de Alcatraz”, llamado así por su pasión por esos animales aunque en la isla nunca se le permitiera tener ninguno (y que Burt Lancaster recreó en una película). De todos estos personajes y otros se nos habla en la prisión.
También se explica profusamente dos de los intentos de fuga más famosos que tuvieron lugar. De los 14 intentos que hubo en su historia el más conocido tuvo lugar en junio de 1962. Frank Morris y los hermanos Anglin consiguieron salir de la cárcel y nunca más se supo de ellos. Los prisioneros, de una forma casi insólita, perforaron el hormigón de la pared en la zona del respiradero de sus celdas con una cuchara de metal y un taladro improvisado. Robaron varios impermeables para usarlos de balsas y para engañar a los vigilantes fabricaron cabezas de papel maché a las que pegaron pelo real. Hoy en día es posible ver esas celdas con las cabezas en las camas mientras el audioguía explica la fuga al detalle. Llegados a este punto los aficionados al cine habrán descubierto en esta narración la película La fuga de Alcatraz y en la figura de Morris a Clint Eastwood. La película se rodó en la prisión real por lo que vale la pena, al margen de resultar una magnífica cinta, verla para hacerse una idea de lo que es ese lugar y de la claustrofobia que se sentía allí dentro.
La narración del audioguía es magnífica y en ningún momento resulta pesada o confusa. Te hace recorrer cada rincón de ese lugar, con narraciones de antiguos presos o de guardias reales, exponiendo las sensaciones que podían tener allí dentro, estando tan lejos y tan cerca a la vez de San Francisco, que se ve en el horizonte. Puedes ver todas las celdas, las zonas de castigo (donde la claustrofobia es aún mayor, el comedor), la cocina o la biblioteca y pasear por esos corredores. Y en casi todos los sitios hay alguna celda abierta para que puedas entrar y vivir en tus carnes un poco de lo que era la prisión más segura (y dura) de EEUU. Eso no significa que los presos no comieran. Se sabe que la comida era buena (quizás repetitiva) y las instalaciones estaban limpias. No obstante el último de los presos que abandonó la cárcel, Frank Watherman, afirmó “Alcatraz nunca hizo ningún bien a nadie”.
En la narración se nos explica también otro intento de fuga que para nosotros no es tan famoso como el de Morris y los Englin. Se nos cuenta al detalle cómo fue la Batalla o Motín de Alcatraz, que tuvo lugar entre el 2 y el 4 de mayo de 1946. Murieron dos guardias y tres presos y dos de los que sobrevivieron fueron ejecutados.
La cárcel se cerró en 1963 porque mantenerla resultaba muy caro y los reclusos se trasladaron a otras prisiones. La isla no tardó en ser ocupada por nativos americanos que luchaban por sus derechos. Hasta en 3 ocasiones se instalaron allí. Aún hoy pueden verse algunas pintadas de ese tiempo. Finalmente, en 1972, el gobierno decidió instalar allí un área recreacional administrada por parques nacionales. Hoy en día, además de ser museo, se le da mucha importancia a la naturaleza. Es un reducto de aves protegidas como cormoranes, grandes colonias de gaviotas y garzas la visitan a menudo y es típico hacer recorridos viendo las plantas. También llama la atención saber que allí no sólo habitaban guardias y presos sino también las familias de los primeros, incluso con niños.
En cuanto a los edificios, en Alcatraz no sólo está la prisión sino que hay muchas otras estructuras, mejor o peor conservadas. De ese modo podemos ver el muelle, el cuartel de la guardia y la entrada fortificada, la tienda de provisiones y el club de oficiales, la capilla militar, los cuarteles y apartamentos, la casa del director, el faro y los jardines. A casi ninguno se permite la entrada por no estar en buen estado de conservación.
La visita se completa con un vídeo en la zona de cuarteles que explica la historia de la cárcel (en inglés con subtítulos en castellano) y una tienda (donde estaba firmando libros el expresidiario cuando salimos).
Recomiendo especialmente esta visita. A mí fue lo que más me gustó de San Francisco y creo que no dejará a nadie indiferente. A las 11.25 cogimos el ferry de vuelta. Que nadie se preocupe porque hay muchos y los horarios están expuestos en el muelle.
A las 12.15 desde el muelle 41 cogimos otro ferry (sólo de ida, 11$) para ir a Sausalito. Tardamos media hora en llegar, con mucho viento (cuando salimos a hacer fotos al Golden Gate, ya que el barco pasa muy cerca, casi nos llevaba) y el agua movida.
Sausalito se encuentra al otro lado del Golden Gate y a 8 kilómetros de San Francisco. Es una ciudad pequeña y tranquila que se fundó a mediados del siglo XIX. En su origen se llamó Saucelito porque abundaban los sauces por esa zona. Hoy en día aún recibe muchos visitantes. Una de las principales atracciones son las casas flotantes que se instalaron allí en los años 60. Después de dar una vuelta y comprar algo para comer en un supermercado ecológico cogimos el autobús 10 que para justo enfrente de una de las plazas de la ciudad, céntrica y bonita, decorada con una fuente y estatuas de elefantes y donde está la oficina de Wells and Fargo. El billete sencillo cuesta 5$ y atraviesa del Golden Gate. El puente se puede pasar en vehículo (pagando peaje de entrada a la ciudad; actualmente son 7$) o a pie (ojo con el viento y el vértigo).
Bajamos cerca del ayuntamiento, en Golden Gate con Polk, y nos vamos justo enfrente del City Hall a comer lo que hemos comprado mientras vemos entrar y salir a las parejas de novios. Cuando terminamos vamos de nuevo a Market street para coger el F e ir a ver Misión Dolores. Nos bajamos en la parada de Duboce y caminamos hasta la calle Dolores. La Misión de san Francisco de Asís fue la sexta de las misiones que fundó en California el célebre Fray Junípero Serra. Se fundó el 26 de junio de 1776. La visita vale la pena y es una lástima que no se le dé la importancia que merece en los viajes organizados. La entrada cuesta 5$ por persona y te facilitan un folleto en castellano. El primero de los edificios que se visita es la misión, del año 1791, en la que aún se celebra misa. En el techo conserva restos de las pinturas que hicieron los indios. El retablo proviene de México así como también los dos altares de las capillas laterales. El siguiente edificio que visitamos es la basílica, que fue destruida por el terremoto y se reconstruyó en 1918. Fue declarada basílica por el Papa Pío XII en 1952. Dentro tenemos que fijarnos en las vidrieras. Desde allí pasamos a un pasillo cubierto en el que hay una pequeña exposición con dibujos y fotografías históricas, incluyendo las de la visita de Juan Pablo II. Sigue un pequeño museo y después salimos al jardín para llegar al cementerio. Algunas de las tumbas que se conservan son las de Don Luis Antonio Argüello, primer gobernador de Alta California bajo el dominio de México o Don Francisco de Haro, primer alcalde de san Francisco.
Después de la visita vamos andando hasta Castro, el barrio gay. Pasamos ante el Castro Theatre, escenario del Festival anual de cine gay y donde se reponen a menudo películas, incluso del cine mudo. Abrió sus puertas en 1910 y en 1922 se trasladó a su ubicación actual, muy cerca del edificio original. Destaca su fachada de estilo barroco colonial. Cuenta con más de 1400 asientos en dos plantas y ha sido escenario también de muchas galas de homenaje a estrellas legendarias de Hollywood como Tony Curtis o Jane Russell. En 2008, para el estreno de la película Milk, que narraba la defensa de los derechos de los gays que hizo el activista y político Harvey Milk, se reformó y se pintó la fachada. Aunque fue una zona muy castigada en los años 80 por el SIDA hoy se ha recuperado y resulta tranquila y agradable, llena de locales para tomar algo y tiendas.
Con el 24 vamos a la zona de Álamo Square, pequeño parque empinadísimo que es famoso porque junto a él se alzan las casas victorianas más famosas de la ciudad, las Painted Ladies (a las que la guía no nos llevó el día antes porque decía que no pasaba bien el bus y que había mejores). Se trata de 7 casas muy pintorescas (una de ellas en obras) que se han convertido en una de las estampas más conocidas de la ciudad. Son bonitas pero como he dicho en la ciudad hay un montón de casas victorianas.
He leído por ahí que aparecían en la serie Padres forzosos. Ahí va el vídeo de la intro (por cierto, se ven muchas más cosas conocidas de San Francisco).
Con el autobús 5 fuimos al Golden Gate Park pero esta vez a la parte final, la que está tocando al océano. Por unos cambios de recorrido tuvimos que bajar antes de tiempo y coger el 5L, que nos deja junto a una zona llamada The Beach, junto al Pacífico, con un montón de gente sentada en la arena alrededor de hogueras aunque el tiempo no acompaña.
Dimos un corto paseo por el parque, más que parque bosque en muchas zonas. Vimos el Tulip Garden, que tiene un molino de viento holandés y un jardincito de tulipanes. En el otro lado hay otro molino pero éste sin restaurar. También pasamos junto a uno de los lagos y un campo de golf y vimos algunos de los búfalos que viven en el parque (aunque ya estaban a punto de acostarse).
Volvimos a coger el autobús 5 para ir a la calle Powell y coger el famoso “cable car”. Este medio de transporte, monumento nacional, lo inventó Andrew Hallidie en 1873 y funciona con un cable subterráneo enganchado en una cremallera. Hoy en día sólo quedan tres líneas: Powell-Hyde, Powell-Mason y California Street. Las más famosas son las dos primeras, que tienen parada en el cruce de Market y Powell. Los billetes se pueden comprar dentro (no sé cómo puede moverse el revisor con el tranvía repleto de gente) y cuesta 6$ el trayecto. Nosotros no lo hicimos entero (llega hasta la zona del Fisherman’s Wharf) sino que nos bajamos en la calle Lombard. Esta famosa calle se encuentra en la Russian Hill, cuyo nombre proviene de un pequeño cementerio donde se habían enterrado a marineros rusos antes de los años de la fiebre del oro. Lombard Street es una de las calles más tortuosas del mundo y hasta 1922 la calle más empinada de la ciudad, con un 27% de inclinación. Para que los coches puedan bajar “mejor” y no en picado se hicieron 8 curvas y la “gracia” es ir a ver cómo bajan mientras estás plantado junto a las hortensias que adornan la calle.
Varios coches después bajamos por Union (viendo como hay muchas calles inclinadísimas) hasta el barrio italiano, donde cenamos, y Chinatown. Luego volvimos al hotel a pie (la distancia es considerable).