Nuestro primer día en Madeira decidimos dedicarlo a hacer la levada del Caldeirão Verde, en el noreste de la isla, y visitar el cercano pueblo de Santana. Nuestra primera idea era visitar Funchal el primer día, pero era domingo y el Mercado dos Lavradores estaba cerrado, así que cambiamos de planes.
Fuimos por la ER102, guiándonos por un mapa de carreteras que nos mandaron de la Oficina de Turismo, bastante básico pero que nos dio el apaño, y en parte también por el GPS del móvil. La noche anterior le habíamos cargado el mapa, pero el problema era que para poner una dirección necesitaba internet, con lo que solo nos valía para llegar al primer destino.
La carretera, como todas, con cuestas y curvas, aunque no fue ni mucho menos la más complicada que nos encontramos. De camino paramos en el mirador de Portela, con unas vistas magníficas de Penha d'Aguia.
Seguimos hasta Faial por la carretera convencional (se puede ir por vía rápida) para pararnos en otro de los miradores señalizados. Es curioso el tema de los miradores en Madeira. Los que son oficiales e “importantes” suelen tener un puesto de venta de souvenirs más o menos grande (normal, teniendo en cuenta que es sitio habitual de turistas) y un altar con un santo o una virgen. Esto ya me pareció menos normal, pero es verdad que en Portugal se ven este tipo de altares en bastantes sitios.
En Santana queríamos ver las típicas casas con tejados de paja, la principal atracción del pueblo. Junto al ayuntamiento, hay 4 de ellas rehabilitadas y preparadas para el turismo, con su jardín de flores y que albergan una exposición de artesanía, una pastelería/licorería, un puesto de turismo,... La verdad, son muy bonitas y merece la pena verlas, aunque sea algo hecho única y exclusivamente para el turista.
Además, se pueden ver algunas de estas casas de tejado de paja habitadas, que no suelen estar pintadas de colores llamativos, pero con un aire menos artificial.
Compramos pan justo a la iglesia, que estaba llena a rebosar de gente en misa. Y además la retransmitían por los altavoces para que se oyera en todo el pueblo. Se ve que son bastante religiosos por aquí.
Preguntamos a una señora que estaba barriendo su casa como llegar a Queimadas, de donde sale la levada del Caideirão Verde. Durante el viaje preguntamos mucho, y solo encontramos amabilidad a la hora de darnos indicaciones. Los madeirenses me parecieron muy amables.
La carretera que sube hasta Queimadas es bastante estrecha y empinada, y dudo que cupieran dos coches, aunque cada cierta distancia había lugares donde apartarse, que me recordaron a los “passing place” de Escocia. No nos encontramos con nadie en sentido contrario, se ve que íbamos un poco tarde. Cuando llegamos, no había ni un sitio libre en el aparcamiento, y tuvimos que dar la vuelta y aparcar como pudimos en la carretera.
El camino nos pareció precioso, con la vegetación frondosa pero con vistas espectaculares cuando abría, agua rebosando de las paredes y algún que otro salto de agua. Hay varios túneles, por lo que recomiendo llevar linterna, ya que dentro no se ve nada. En algunos momentos llegó a ser algo agobiante porque había mucha gente y en algunos lugares el camino es bastante estrecho. Creo que al ser domingo había más gente de lo normal.
Según te vas acercando al final de la levada, empiezas a oír el ruido del agua, cada vez más intenso, hasta que llegas y te quedas con la boca abierta. Un salto de agua de más de 100 metros cayendo por una pared verde. Una más que justa recompensa al esfuerzo de la caminata.
Con esas magníficas vistas nos sentamos a comer. Tras reponer fuerzas emprendimos el camino de vuelta, que lo hicimos más rápido que la ida, ya que hicimos menos paradas para hacer fotos. En total tardamos unas 5 horas en recorrer los 13 km de la ruta. Es más de lo que dicen las guías, pero es que nosotros nos paramos muchos a hacer fotos y a disfrutar de las vistas, además del buen rato de la comida.
El camino de vuelta lo hicimos por el este de la isla, por la vía rápida, ya que estaba anocheciendo y había empezado a llover.
En Funchal paramos en un supermercado Continente para comprar víveres para los siguientes días. Allí pudimos probar nuestra primera CORAL, la cerveza autóctona de Madeira más popular, que nos sentó de lujo después del esfuerzo de la jornada.
Aunque teníamos intenciones de salir a cenar a Funchal, el cansancio nos hizo desistir y finalmente cenamos en el apartamento, que tenía un jardín muy agradable. Como sobremesa, nuestros primeros chupitos de poncha, licor típico de la isla, a base de aguardiente, miel de caña y limón.