Monasterio de Tango y alrededores de Thimphu, la capital de Bután ✏️ Diarios de Viajes de Bhutan40 minutos de curvas y baches nos separaban de nuestro primer destino del día, el inicio del sendero al monasterio de Tango. Montes de pinos nativos y valles con pequeñas poblaciones formaban el paisaje que recorríamos en coche. Buda está presente...Diario: Por los monasterios y bosques de BUTAN⭐ Puntos: 5 (30 Votos) Etapas: 9 Localización: Bhutan40 minutos de curvas y baches nos separaban de nuestro primer destino del día, el inicio del sendero al monasterio de Tango. Montes de pinos nativos y valles con pequeñas poblaciones formaban el paisaje que recorríamos en coche. Buda está presente en cualquier lugar. En esta carretera no podía ser de otra manera, y un mural de Buda del siglo XVIII, acompañado de molinos de oración girando con agua del río y banderitas con plegarias componían uno de esos lugares de recogimiento espiritual en medio de la naturaleza. No creo que se avergonzasen de su propia música, tal vez la consideraban secreto de estado, ya que esquivaron nuestra sugerencia de sintonizar la radio, alegando que la música era demasiado tradicional, incluso la moderna. Su radio no emite música internacional. Sin embargo, los jóvenes empiezan a conocer música extranjera por internet. Muchas cosas han cambiado en Bután en los últimos años. ¡Y pensar que hasta 1999 ni siquiera tenían televisión! La subida al monasterio de Tango es preciosa, por un camino empedrado en medio de un bosque diverso: rododendros, robles, acebos, algunos pinos, crisantemos, y muchos otros árboles y plantas que no conocemos. Banderas y lugares de oración inmersos en el entorno natural conforman lugares realmente relajantes y espirituales. Ahora sí que percibimos la esencia del Bután tradicional, nada que ver con la insulsa capital. Tras 40 minutos de subida, alcanzábamos los 2900 m de altitud a los que se sitúa el monasterio. Las vistas eran magníficas, hacia las montañas cubiertas de bosque. Todo era armonía. Los monjes preparaban la comida en aquel momento. Perfectamente organizados, unos cocinaban, otros instalaban las sillas, otros fregaban o daban de comer a las mulas que usan para subir las cargas al monasterio. Otros, simplemente, contemplaban. Y alguno consultaba el móvil. Este monasterio alberga una Universidad del Budismo, que desde el siglo XII sigue enseñando las doctrinas budistas a cientos de jóvenes que viven su retiro en el bosque. El exterior es fantástico, y el interior alberga pinturas, escrituras empaquetadas y objetos de culto budista. La literatura escasea en el país. Sin embargo, las escrituras religiosas se guardan con mimo en los monasterios, y están sólo al alcance de unos pocos para sus prácticas espirituales. Arboles, flores, banderas, y ahora también una cabra salvaje, nos acompañaban en la bajada. Parece ser que se suelen mostrar bastante esquivas y no es habitual toparse con cabras salvajes en este camino. Para Sonam era su primera vez, a pesar de las docenas de veces que había subido a Tango. De regreso a Thimphu, pedí que nos parasen al lado de un río. Los árboles con tonalidades otoñales y el río cristalino y enérgico componían una estampa que me pareció muy bonita. Era la hora del almuerzo y la vida transcurría apacible en las calles de Thimphu. Los coches no pitan, la gente no se apresura. El tío del actual rey se cruzaba en nuestro camino, y tras las pertinentes presentaciones, no dejaba de sorprendernos que se interesase por nuestra procedencia y por nuestros planes de viaje, manteniendo una charla en plena calle, y ofreciéndose a ayudarnos en lo que necesitásemos. Tras comer en un agradable restaurante de comida butanesa, una colina sobre el valle era nuestro siguiente destino. Mientras hacíamos una caminata por esta zona alta, entre un bosque de gran diversidad, Sonam nos iba explicando la flora y fauna de Bután. Oíamos los cantos de los pájaros, nos íbamos fijando en las huellas de los animales, y los tonos otoñales daban colorido al bosque. Las vistas eran espléndidas hacia el valle de Thimphu, divisando casi todo el territorio poblado por árboles. La temperatura era perfecta en manga corta. Sonam no se quejaba, aunque sospecho que se debía de estar cociendo con su traje butanés. Conforme avanzábamos, nuestra vista iba abarcando el valle, hasta que empezamos a divisar el Dzong de Thimphu, el Taschichodzong, que visitamos ayer, así como la pequeña casa del rey y el Parlamento. Los campos de arroz teñidos de pálidos amarillos otoñales se escalonaban por el valle, configurándose en terrazas. Toda la comunidad local trabajaba en la restauración de un pequeño monasterio escondido en el bosque, hombres, mujeres y niños, cada uno realizaba su función. Tres años antes, un terremoto lo dejó seriamente perjudicado. Increíble el entramado de andamios de bambú que rodeaban lo que quedaba del edificio, más combados que enderezados. Tras una bajada pronunciada por el estrecho sendero de acceso al monasterio, llegábamos hasta otro monasterio, como no,………….(país de cientos de monasterios y miles de monjes)………Se trata de Dechen Phodrang, que funciona como escuela de estudios religiosos para niños, aunque no tuvimos la suerte de coincidir con ellos y poder conocerlos. Pema estaba perfectamente atento para recogernos en este lugar. Al menos, el hecho de tener un coche con conductor a nuestra disposición presentaba algunas ventajas. En 15 minutos llegábamos al Memorial Chorten, una estupa erigida en homenaje al tercer rey de Bután, muy frecuentada por fieles que acuden a rezar caminando alrededor de la estupa, tocando los rosarios de cuentas, girando los cilindros de colores. Nuestra interpretación paralela de este lugar es que también funciona como una especie de hogar del jubilado, donde se reúnen las personas mayores para hacerse compañía y conversar con los demás. La tarde estaba a punto de acabar. Los niños salían de sus escuelas, con sus uniformes butaneses, llenando de bullicio las calles. Es que vemos muchos niños y mucha gente joven. ¡El 70% de la población tiene menos de 25 años! Muchos jóvenes y pocos viejos en este país. Una gigantesca estatua de un buda sentado, de 65 m de altura, presidía el espléndido mirador del Bhuda point, alzado en lo alto de una colina. El valle de Thimphu quedaba a nuestros pies. Podíamos apreciar su escasa amplitud, que ha obligado a construir edificios de varias plantas para acomodar a una población que navega entre lo rural y lo urbano en esta zona, la más poblada del país. Soportar varios días la disciplina en compañía continua del guía se nos imaginaba difícil. Son las reglas del juego, sólo los indios pueden visitar Bután por libre. Por fin solos. Momentos para pasear tranquilamente por el centro de Thimphu hasta la hora de la cena, aprovechando para algunas compras y observando la vida pasar. La ciudad estaba muy animada. Me llamaba la atención la escasez de tiendas de ropa, y la abundancia de sastrerías. Thimphu está lleno de tiendas de telas, y todas ellas llenas de clientes. Nosotros también entramos a curiosear. Estanterías y estanterías repletas de telas, lisas, de cuadros, rayas, y en todas las combinaciones de colores posibles. Y es que los butaneses se hacen sus trajes tradicionales a medida. Metros y metros de telas de banderas de oración parecían ser otro éxito de ventas. Ellos eligen tejidos de cuadros o rayas en discretos colores para sus trajes de una pieza, que, al ajustarse con un cinturón, forman una falda, que acompañan con unos calcetines hasta la rodilla. Al sentarse quedaban a la vista sus piernas peladas. Cada día me fijaba con mayor insistencia, y, aunque no conseguí descubrirlo, yo apostaría que se depilan. Ellas se enfundan en elegantes vestidos de 2 piezas. Una falta recta y larga que las obliga a caminar con pasitos cortos, ajustada con un ancho cinturón de tela que se ciñe a la cintura en varias vueltas. Las casacas en gustosas telas de brillantes colores completaban su atuendo. Nos llamaba la atención la diferencia de vestimenta respecto a la tarde de domingo. En los días laborales sí que visten su traje tradicional. Es obligatorio usarlo para trabajadores gubernamentales o relacionados con el turismo………..o sea que para muchos no es más que un uniforme de trabajo. Las 8 fuentes de comida que nos servían en la cena………..no podíamos con todo: cerdo, pescado al curry, ensalada, verduras con salsa, patatas con verduras, arroz rojo, fideos con verduras………Menudos festines. Eso sí, los chiles con queso, su plato típico, siempre quedaban intactos. En una mesa adyacente cenaba una pareja de australianos. Eran de Melbourne y pronto entablamos conversación, recordando nuestro viaje por aquellas tierras. Su día había sido muy tranquilo, incluyendo una visita al hospital de medicina tradicional. Sorprendidos, nos contaban su experiencia al recibir masajes gratuitos para recuperarse de su subida al Tiger Nest del día anterior. Efectivamente, toda la sanidad es gratuita en Bután, no sólo para los nativos sino también para los extranjeros. Y es que la desproporcionada cuota que cada turista debe pagar por día de estancia en el país, además de servir para hacer negocio a algunos avezados, también contribuye a otros fines más sociales. Tanto la creación de puestos de trabajo en el sector turístico, como la financiación de la sanidad y la educación del país. Los butaneses no pagan impuestos, somos los turistas quienes pagamos sus hospitales y sus escuelas, e incluso sus estudios universitarios en el extranjero en un país que prácticamente carece de universidades propias. Es un planteamiento diferente, sin duda. No soy yo quién para juzgarlo…………….¿sostenible?............. el tiempo dirá. Los coros y danzas que emitían en la tele butanesa debían de ser cómplices de Morfeo…….rápidamente nos empujaban hacia sus brazos. Lo mejor está por venir. Mañana tomaremos rumbo hacia el Bután más rural, más tradicional y auténtico. Índice del Diario: Por los monasterios y bosques de BUTAN
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