Hoy tocaba excursión de ida y vuelta a Tam Coc, en la provincia de Ninh Binh.
Por la mañana bien prontito vinieron a buscarnos en un microbús junto con más gente.
El viaje era todo por autopista, pero ya os aviso de que no es apta para gente que sufra de la espalda. En mi vida había visto una autopista con tantos baches. Algunos eran tan grandes que del bote que pegabas llegue a dar con la cabeza en el techo, jajá
Fueron 3 horas de camino hasta llegar a nuestra primera visita del día, la Tumba del primer emperador vietnamita.
La tumba está bastante bien, y se ve en 5 minutos. Al lado de la tumba estaba la de su sucesor, que además alberga un museo que no tiene prácticamente nada dentro.
La visita de las tumbas es totalmente prescindible, pero solo era un alto en el camino, ya que lo mejor del día estaba por llegar.
En poco más de media hora llegamos a lo que algunos llaman la bahía de Halong seca, pero no, horror!!!!! De pronto va y se poner a llover!!! Bueno, no pasa nada, el guía dijo que la lluvia sería cosa de un ratito, de modo que nos llevo a un restaurante cercano a comer a ver si paraba antes de que termináramos. Por suerte estaba en lo cierto y antes de que acabásemos ya había parado.
Nos dirigimos a un embarcadero y allí nos montaron de dos en dos en unos botes pequeños propulsados por la fuerza de una señora.
No voy a decir con que remaban porque no quiero fastidiar la sorpresa, solo os diré que es de las cosas más insólitas que vi en Vietnam, jajá.
Después de 5 minutos de travesía nos adentramos de pleno en la bahía de Halong seca. Lo llaman así por encontrarse en el interior y tener un gran parecido a Halong Bay.
La verdad que es súper similar, yo diría incluso que más bonito, lo malo es que se parece tanto que también tenía la dichosa bruma…
El recorrido transcurre por un rio entre montañas calcáreas llenas de vegetación, incluso se llega a pasar por 3 cuevas que atraviesan sendas montañas. Se va hasta un punto, y se vuelve por el mismo camino.
Esto si que es paz, el silencio solo se interrumpía cuando nos cruzábamos con alguna que otra barca y nuestra patrona hablaba con su homologo de la otra embarcación.
Por el camino un fotógrafo nos hizo una foto, que después te la ofrecían al final del recorrido por 1 dólar. La nuestra era graciosa y la compramos.
A mitad de recorrido la remera detuvo la marcha y nos ofreció cosas para comprar. No nos interesaba ninguna pero como se puso muy pesada, le dimos la Tip que le íbamos a dar al terminar el recorrido. Ya con esto se quedo muy contenta, o eso creíamos…
Reemprendimos la marcha y de pronto se puso a llover. Por suerte llevábamos chubasqueros y una de las cámaras que llevábamos es acuática, a si que no tuvimos mayores problemas. Era nuestro onceavo día en Vietnam y aun no nos había llovido, así que no era plan de quejarse.
Al llegar al embarcadero llego el problema con la remera. Nos exigía la propina y le dijimos que se la habíamos dado antes. Ella no hablaba nada de inglés, así que se fue a donde nuestro guía y gritándole se la pidió a él. Menudo morro tenía la señora; encima le habíamos dado una propina generosa.
Olvidada la discusión, nuestro guía nos llevo a coger unas bicis para dar una vuelta por la zona. Había parado de llover y el nos acompañaba, así que enseguida nos pusimos a pedalear.
Pasamos por un pueblito donde vimos como separaban con una maquina los granos de arroz de la espiga.
El paseo transcurrió entre aldeas y arrozales y de fondo las montañas calcáreas.
Pasamos por delante de un colegio donde coincidió justo la hora de salida. La mayoría de ellos iban en bicicleta y aquí empezó mi exhibición. Me pique con ellos y me puse hacer derrapes, jajá. Se reían un montón, no sé si de mí o conmigo, jajá.
Pedaleamos aproximadamente durante hora y con una buena sudada nos metimos en el autobús y vuelta a Hanói.
A nuestra llegada no tuvimos tiempo para nada, ya que a las 8 teníamos entradas para el teatro de marionetas sobre agua.
El espectáculo es dentro de un teatro, cubierto y con aire acondicionado. Las butacas son cómodas como las de cualquier cine, lo malo es que el espacio para las piernas es minúsculo. Si medís más de 1,80 coged primera fila, si no estaréis muy incómodos y no disfrutareis igual.
La sesión duro 45 minutos y la verdad es que estuve entretenido en todo momento. La música es en directo y la tocan con instrumentos ancestrales. A pesar de ser una turistada, si vais a Hanói es algo que curioso que no os debéis perder.
Al salir de los pupets, nos fuimos a dar un masaje que nos había regalado Rutas Vietnam. Fue un masaje de una hora, súper relajante. La masajista se te subía en la espalda y te apretaba con las rodillas y todo; menos mal que son pequeñitas. Nos vino de perlas, porque tenía la espalda hecha polvo del traqueteo del autobús en el camino a Ninh Binh, jaja.
Cerca del teatro y el centro de masajes estaba el lago de la ciudad, así que aprovechamos a verlo por la noche. Había un montón de ambiente. Estaba lleno de parejitas y grupos de jóvenes comiendo y bebiendo en la calle.
Después del paseíto rodeando el lago, nos fuimos al hotel, pero de camino paramos a comernos un kebab, que por cierto era muy barato y estaba riquísimo.
Por la mañana bien prontito vinieron a buscarnos en un microbús junto con más gente.
El viaje era todo por autopista, pero ya os aviso de que no es apta para gente que sufra de la espalda. En mi vida había visto una autopista con tantos baches. Algunos eran tan grandes que del bote que pegabas llegue a dar con la cabeza en el techo, jajá
Fueron 3 horas de camino hasta llegar a nuestra primera visita del día, la Tumba del primer emperador vietnamita.
La tumba está bastante bien, y se ve en 5 minutos. Al lado de la tumba estaba la de su sucesor, que además alberga un museo que no tiene prácticamente nada dentro.
La visita de las tumbas es totalmente prescindible, pero solo era un alto en el camino, ya que lo mejor del día estaba por llegar.
En poco más de media hora llegamos a lo que algunos llaman la bahía de Halong seca, pero no, horror!!!!! De pronto va y se poner a llover!!! Bueno, no pasa nada, el guía dijo que la lluvia sería cosa de un ratito, de modo que nos llevo a un restaurante cercano a comer a ver si paraba antes de que termináramos. Por suerte estaba en lo cierto y antes de que acabásemos ya había parado.
Nos dirigimos a un embarcadero y allí nos montaron de dos en dos en unos botes pequeños propulsados por la fuerza de una señora.
No voy a decir con que remaban porque no quiero fastidiar la sorpresa, solo os diré que es de las cosas más insólitas que vi en Vietnam, jajá.
Después de 5 minutos de travesía nos adentramos de pleno en la bahía de Halong seca. Lo llaman así por encontrarse en el interior y tener un gran parecido a Halong Bay.
La verdad que es súper similar, yo diría incluso que más bonito, lo malo es que se parece tanto que también tenía la dichosa bruma…
El recorrido transcurre por un rio entre montañas calcáreas llenas de vegetación, incluso se llega a pasar por 3 cuevas que atraviesan sendas montañas. Se va hasta un punto, y se vuelve por el mismo camino.
Esto si que es paz, el silencio solo se interrumpía cuando nos cruzábamos con alguna que otra barca y nuestra patrona hablaba con su homologo de la otra embarcación.
Por el camino un fotógrafo nos hizo una foto, que después te la ofrecían al final del recorrido por 1 dólar. La nuestra era graciosa y la compramos.
A mitad de recorrido la remera detuvo la marcha y nos ofreció cosas para comprar. No nos interesaba ninguna pero como se puso muy pesada, le dimos la Tip que le íbamos a dar al terminar el recorrido. Ya con esto se quedo muy contenta, o eso creíamos…
Reemprendimos la marcha y de pronto se puso a llover. Por suerte llevábamos chubasqueros y una de las cámaras que llevábamos es acuática, a si que no tuvimos mayores problemas. Era nuestro onceavo día en Vietnam y aun no nos había llovido, así que no era plan de quejarse.
Al llegar al embarcadero llego el problema con la remera. Nos exigía la propina y le dijimos que se la habíamos dado antes. Ella no hablaba nada de inglés, así que se fue a donde nuestro guía y gritándole se la pidió a él. Menudo morro tenía la señora; encima le habíamos dado una propina generosa.
Olvidada la discusión, nuestro guía nos llevo a coger unas bicis para dar una vuelta por la zona. Había parado de llover y el nos acompañaba, así que enseguida nos pusimos a pedalear.
Pasamos por un pueblito donde vimos como separaban con una maquina los granos de arroz de la espiga.
El paseo transcurrió entre aldeas y arrozales y de fondo las montañas calcáreas.
Pasamos por delante de un colegio donde coincidió justo la hora de salida. La mayoría de ellos iban en bicicleta y aquí empezó mi exhibición. Me pique con ellos y me puse hacer derrapes, jajá. Se reían un montón, no sé si de mí o conmigo, jajá.
Pedaleamos aproximadamente durante hora y con una buena sudada nos metimos en el autobús y vuelta a Hanói.
A nuestra llegada no tuvimos tiempo para nada, ya que a las 8 teníamos entradas para el teatro de marionetas sobre agua.
El espectáculo es dentro de un teatro, cubierto y con aire acondicionado. Las butacas son cómodas como las de cualquier cine, lo malo es que el espacio para las piernas es minúsculo. Si medís más de 1,80 coged primera fila, si no estaréis muy incómodos y no disfrutareis igual.
La sesión duro 45 minutos y la verdad es que estuve entretenido en todo momento. La música es en directo y la tocan con instrumentos ancestrales. A pesar de ser una turistada, si vais a Hanói es algo que curioso que no os debéis perder.
Al salir de los pupets, nos fuimos a dar un masaje que nos había regalado Rutas Vietnam. Fue un masaje de una hora, súper relajante. La masajista se te subía en la espalda y te apretaba con las rodillas y todo; menos mal que son pequeñitas. Nos vino de perlas, porque tenía la espalda hecha polvo del traqueteo del autobús en el camino a Ninh Binh, jaja.
Cerca del teatro y el centro de masajes estaba el lago de la ciudad, así que aprovechamos a verlo por la noche. Había un montón de ambiente. Estaba lleno de parejitas y grupos de jóvenes comiendo y bebiendo en la calle.
Después del paseíto rodeando el lago, nos fuimos al hotel, pero de camino paramos a comernos un kebab, que por cierto era muy barato y estaba riquísimo.