Copán (Honduras) y Río Dulce
Para nuestra visita a Guatemala, decidimos llevar todos los alojamientos reservados para minimizar las sorpresas negativas que pudieran darse, así como algunos transportes. En Guatemala hay varias modalidades para moverse por el país: los chicken bus (antiguos autobuses escolares norteamericanos que van haciendo innumerables paradas a lo largo de una ruta); los autobuses de línea, con sus paradas ya establecidas; los shuttles, que son minivanes para 8-10 personas e incluyen servicio de recogida y dejada en los hoteles; y el traslado privado. La diferencia entre cada uno es la comodidad y el precio. Los chicken bus son los más baratos e incómodos, mientras que el traslado privado es el más caro y confortable. Nosotros probamos los cuatro medios de transporte en nuestro viaje… y alguno más.
Decidimos evitar Ciudad de Guatemala por razones de seguridad, así que a nuestra llegada al aeropuerto, una vez pasados los pertinentes controles, nos subimos al transporte privado que habíamos reservado con el alojamiento de la primera noche y fuimos a dormir a Antigua. Esta pequeña ciudad fue capital del país por un tiempo y es la única población guatemalteca considerada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Nuestro itinerario comenzaría y terminaría en Antigua, pero la visita de la ciudad la habíamos programado para el final del recorrido. Esa noche simplemente cenamos algo y nos fuimos a dormir, ya que a las 4 de la mañana vendría a recogernos un shuttle para trasladarnos a Copán Ruinas, en la vecina Honduras.
La miniván que nos recogió fue bastante puntual. Cuando lo hizo, ya había varios turistas en su interior; de hecho, nosotros fuimos los últimos: en cuanto nos subimos iniciamos nuestro recorrido hacia Copán. A eso de las 8 de la mañana paramos a desayunar, y un rato más tarde llegamos a la frontera. Una vez allí, descendimos del vehículo para pasar por el puesto de salida guatemalteco, seguido del de entrada hondureño. Sabíamos que en la salida terrestre de Guatemala a veces pedían dinero, pero que no era legal. Íbamos preparados por si acaso. Una vez el agente de inmigración guatemalteco nos hubo sellado los pasaportes nos pidió diez quetzales por persona. Comentamos que trabajábamos para el gobierno español y que nos habíamos puesto en contacto con la embajada de Guatemala, donde nos habían comunicado que no había que pagar por salir por tierra del país, a lo que el agente respondió que nos exoneraba del pago y nos devolvió rápidamente nuestros pasaportes.
La entrada en Honduras no tuvo incidencias. Ahí sabíamos que teníamos que pagar 3 dólares por persona o su equivalente en la moneda hondureña o guatemalteca, y así lo hicimos.
Una vez terminados los trámites burocráticos, volvimos al shuttle y llegamos a Copán Ruinas. El conductor nos dejó en la puerta de nuestro hotel y se despidió de nosotros.
El centro arqueológico se encuentra a unos dos kilómetros del pueblo, así que una vez nos hubimos instalado en la habitación del agradable hotel que habíamos reservado, nos pusimos nuestra ropa de exploradores y comenzamos las visitas programadas. A pesar del calor, decidimos acercarnos hasta Copán caminando, ya que habíamos estado casi doce horas metidos en una miniván.
El recorrido es sencillo, ya que no hay más que seguir la carretera. Hay además un camino peatonal que lo hace mucho más llevadero. A nuestra llegada a las ruinas, lo primero que nos encontramos fue un grupo de escandalosos guacamayos. Nos estuvimos entreteniendo viéndolos y fotografiándolos hasta que echaron todos juntos a volar, momento en el que iniciamos la visita de las ruinas mayas.
Decidimos evitar Ciudad de Guatemala por razones de seguridad, así que a nuestra llegada al aeropuerto, una vez pasados los pertinentes controles, nos subimos al transporte privado que habíamos reservado con el alojamiento de la primera noche y fuimos a dormir a Antigua. Esta pequeña ciudad fue capital del país por un tiempo y es la única población guatemalteca considerada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Nuestro itinerario comenzaría y terminaría en Antigua, pero la visita de la ciudad la habíamos programado para el final del recorrido. Esa noche simplemente cenamos algo y nos fuimos a dormir, ya que a las 4 de la mañana vendría a recogernos un shuttle para trasladarnos a Copán Ruinas, en la vecina Honduras.
La miniván que nos recogió fue bastante puntual. Cuando lo hizo, ya había varios turistas en su interior; de hecho, nosotros fuimos los últimos: en cuanto nos subimos iniciamos nuestro recorrido hacia Copán. A eso de las 8 de la mañana paramos a desayunar, y un rato más tarde llegamos a la frontera. Una vez allí, descendimos del vehículo para pasar por el puesto de salida guatemalteco, seguido del de entrada hondureño. Sabíamos que en la salida terrestre de Guatemala a veces pedían dinero, pero que no era legal. Íbamos preparados por si acaso. Una vez el agente de inmigración guatemalteco nos hubo sellado los pasaportes nos pidió diez quetzales por persona. Comentamos que trabajábamos para el gobierno español y que nos habíamos puesto en contacto con la embajada de Guatemala, donde nos habían comunicado que no había que pagar por salir por tierra del país, a lo que el agente respondió que nos exoneraba del pago y nos devolvió rápidamente nuestros pasaportes.
La entrada en Honduras no tuvo incidencias. Ahí sabíamos que teníamos que pagar 3 dólares por persona o su equivalente en la moneda hondureña o guatemalteca, y así lo hicimos.
Una vez terminados los trámites burocráticos, volvimos al shuttle y llegamos a Copán Ruinas. El conductor nos dejó en la puerta de nuestro hotel y se despidió de nosotros.
El centro arqueológico se encuentra a unos dos kilómetros del pueblo, así que una vez nos hubimos instalado en la habitación del agradable hotel que habíamos reservado, nos pusimos nuestra ropa de exploradores y comenzamos las visitas programadas. A pesar del calor, decidimos acercarnos hasta Copán caminando, ya que habíamos estado casi doce horas metidos en una miniván.
El recorrido es sencillo, ya que no hay más que seguir la carretera. Hay además un camino peatonal que lo hace mucho más llevadero. A nuestra llegada a las ruinas, lo primero que nos encontramos fue un grupo de escandalosos guacamayos. Nos estuvimos entreteniendo viéndolos y fotografiándolos hasta que echaron todos juntos a volar, momento en el que iniciamos la visita de las ruinas mayas.
Copán está considerado el centro arqueológico más importante de Honduras. Comenzamos la visita por la gran plaza, una explanada alargada con unas estelas a un lado y una pequeña pirámide en el centro. Las estelas estaban decoradas con mucho detalle, y en algunas se notaban restos del color rojo del que se supone estaban pintadas. Todas tenían un rudimentario tejado metálico para evitar la erosión producida por la lluvia.
Al otro lado de la plaza, una vez hubimos pasado junto a la pirámide, nos encontramos con una majestuosa escalera de piedra muy bien conservada, gracias a que también la habían cubierto con una estructura. Así como a la pirámide central sí se podía subir, por esta escalera estaba prohibido el acceso.
Bordeamos la escalera y accedimos a la parte trasera del complejo, donde había otra pequeña plaza rodeada por diversas construcciones. Nos llamaron mucho la atención las caras esculpidas sobre las piedras.
Fue una visita muy tranquila, ya que apenas había gente. Además, aunque hacía calor, había sombras por todas partes en las que resguardarse.
Continuamos caminando junto a la carretera durante un kilómetro para visitar otro pequeño complejo conocido como Las Sepulturas. Este yacimiento está incluido en el precio de Copán, pero por algún motivo la gente en general no visita este segundo lugar.
Si Copán nos resultó tranquilo, Las Sepulturas lo fue aún más. Nos cruzamos solamente con otra pareja de turistas.
Las Sepulturas se encuentra más hacia el interior de la selva, de manera que hay menos construcciones para ver y éstas son menos impresionantes que en Copán. Aún así pudimos pasear por la gran plaza, aunque en este caso no tan grande, y disfrutar de las bien conservadas ruinas.
Una vez finalizamos la visita volvimos por el mismo camino pegado a la carretera hasta la población de Copán Ruinas, por la que estuvimos dando un paseo. El lugar es agradable y tranquilo, lleno de casas bajas y calles empedradas.
Continuamos caminando junto a la carretera durante un kilómetro para visitar otro pequeño complejo conocido como Las Sepulturas. Este yacimiento está incluido en el precio de Copán, pero por algún motivo la gente en general no visita este segundo lugar.
Si Copán nos resultó tranquilo, Las Sepulturas lo fue aún más. Nos cruzamos solamente con otra pareja de turistas.
Las Sepulturas se encuentra más hacia el interior de la selva, de manera que hay menos construcciones para ver y éstas son menos impresionantes que en Copán. Aún así pudimos pasear por la gran plaza, aunque en este caso no tan grande, y disfrutar de las bien conservadas ruinas.
Una vez finalizamos la visita volvimos por el mismo camino pegado a la carretera hasta la población de Copán Ruinas, por la que estuvimos dando un paseo. El lugar es agradable y tranquilo, lleno de casas bajas y calles empedradas.
Para el día siguiente habíamos contratado un traslado privado ya que queríamos ir hacia el norte hasta Río Dulce, parando en Quiriguá, y no habíamos encontrado una combinación decente de shuttle o transporte público. Fue el traslado que más caro nos salió de todo el viaje (quien algo quiere, algo le cuesta).
En esta ocasión fueron más que puntuales, ya que llegaron a recogernos mucho antes de la hora convenida. Así pues, enfilamos hacia la frontera, donde hicimos los trámites inversos del día anterior (salida de Honduras y entrada en Guatemala).
Quiriguá, junto con las ciudades de Antigua y Tikal, son los tres lugares reconocidos patrimonio de la humanidad por la Unesco en Guatemala. En este viaje íbamos a visitar los tres.
La visita del sitio arqueológico de Quiriguá comienza por la gran plaza. En ésta se pueden ver bastantes estelas, también con sus tejados protectores (aunque en este caso de paja). Algunas estelas son bastante altas, e incluso están un poco inclinadas, no sabemos si por el peso o la altura.
En esta ocasión fueron más que puntuales, ya que llegaron a recogernos mucho antes de la hora convenida. Así pues, enfilamos hacia la frontera, donde hicimos los trámites inversos del día anterior (salida de Honduras y entrada en Guatemala).
Quiriguá, junto con las ciudades de Antigua y Tikal, son los tres lugares reconocidos patrimonio de la humanidad por la Unesco en Guatemala. En este viaje íbamos a visitar los tres.
La visita del sitio arqueológico de Quiriguá comienza por la gran plaza. En ésta se pueden ver bastantes estelas, también con sus tejados protectores (aunque en este caso de paja). Algunas estelas son bastante altas, e incluso están un poco inclinadas, no sabemos si por el peso o la altura.
El resto de construcciones de Quiriguá son menos interesantes. Salvo que se pase por esa carretera, no nos pareció un lugar al que merezca la pena ir ex profeso. De hecho, estuvimos prácticamente solos, así que se ve que los turistas no hacen el esfuerzo de ir hasta allí.
Continuamos nuestro camino hasta Río Dulce. Este nombre hace referencia tanto a una población como a un río. La población se halla en un enclave que une el lago de Izábal con el río Dulce, que desemboca en Livingston al mar Caribe. Río Dulce (la población) es poco más que un cruce de carreteras, pero junto al río hay un buen número de alojamientos con cierto encanto. Nosotros habíamos reservado en uno llamado Tortugal. A este hotel se accede en lancha, y el propio alojamiento incluye en el precio la recogida y el traslado. Cuando llegamos a Río Dulce, el personal de la empresa que nos había transportado telefoneó al hotel para que vinieran a buscarnos. Mientras esperábamos, contratamos para el día siguiente la excursión más típica de la zona: un recorrido de ida y vuelta en lancha por el río hasta la población de Livingston.
Esa tarde decidimos relajarnos en Tortugal tomando unos cócteles y cenando en el propio hotel.
Por la noche comenzó a llover torrencialmente y cuando nos levantamos nueve horas después continuaba lloviendo. Preguntamos si la excursión en lancha se suspendería pero nos dijeron que no, así que cogimos nuestros ponchos y nos dispusimos a mojarnos. Afortunadamente la lancha tenía tejado, así que pudimos sobrevivir.
La excursión comenzó recogiendo a los turistas con la propia lancha en sus hoteles. Una vez terminada la recolección, nos acercamos hasta el lago de Izábal, donde pudimos contemplar el castillo de San Felipe, pequeña fortaleza ubicada estratégicamente al final del río y al inicio del lago.
Continuamos transitando por el río, viendo entre otras cosas los curiosos “garajes” para embarcaciones que había por doquier.
Continuamos nuestro camino hasta Río Dulce. Este nombre hace referencia tanto a una población como a un río. La población se halla en un enclave que une el lago de Izábal con el río Dulce, que desemboca en Livingston al mar Caribe. Río Dulce (la población) es poco más que un cruce de carreteras, pero junto al río hay un buen número de alojamientos con cierto encanto. Nosotros habíamos reservado en uno llamado Tortugal. A este hotel se accede en lancha, y el propio alojamiento incluye en el precio la recogida y el traslado. Cuando llegamos a Río Dulce, el personal de la empresa que nos había transportado telefoneó al hotel para que vinieran a buscarnos. Mientras esperábamos, contratamos para el día siguiente la excursión más típica de la zona: un recorrido de ida y vuelta en lancha por el río hasta la población de Livingston.
Esa tarde decidimos relajarnos en Tortugal tomando unos cócteles y cenando en el propio hotel.
Por la noche comenzó a llover torrencialmente y cuando nos levantamos nueve horas después continuaba lloviendo. Preguntamos si la excursión en lancha se suspendería pero nos dijeron que no, así que cogimos nuestros ponchos y nos dispusimos a mojarnos. Afortunadamente la lancha tenía tejado, así que pudimos sobrevivir.
La excursión comenzó recogiendo a los turistas con la propia lancha en sus hoteles. Una vez terminada la recolección, nos acercamos hasta el lago de Izábal, donde pudimos contemplar el castillo de San Felipe, pequeña fortaleza ubicada estratégicamente al final del río y al inicio del lago.
Continuamos transitando por el río, viendo entre otras cosas los curiosos “garajes” para embarcaciones que había por doquier.
La siguiente parada de lancha fue junto a la llamada isla de los pájaros, aunque como comentó el lanchero, en realidad son dos islas. Sobre estos dos islotes cubiertos de vegetación y situados en medio del río se apostaban un buen número de aves. Tras observarlas un rato, reanudamos la travesía hasta llegar a una zona de nenúfares, que el lanchero atravesó despacio.
En la siguiente atracción pudimos desembarcar. En este lugar había dos cosas reseñables: una cueva que se puede visitar y una pequeña zona donde manan aguas sulfurosas muy calientes ricas en propiedades minerales y donde podríamos bañarnos. Pero debido a las copiosas lluvias recientes, no se podía disfrutar de ninguna de las dos atracciones. La cueva estaba llena de lodo y parcialmente cubierta de agua. Por otro lado, como el río había subido un metro el nivel de su cauce, las aguas calientes estaban muy abajo y se mezclaban con el agua del río. Podíamos bañarnos pero se perdía el encanto de las aguas termales. Así que tras la infructuosa parada volvimos a la lancha y ya no paramos hasta llegar a Livingston. Allí dispondríamos de unas dos horas y media hasta que la lancha iniciase el camino de vuelta.
Livingston es una curiosa población ubicada junto al mar Caribe: a ella sólo se puede acceder por vía marítima y parte de su población pertenece a la etnia garífuna. Esta etnia de ascendencia afrocaribeña vive principalmente entre Honduras, Belice, Guatemala y Nicaragua. Tienen su propio idioma aunque con los que interaccionamos en Livingstone hablaban español.
Livingston es una curiosa población ubicada junto al mar Caribe: a ella sólo se puede acceder por vía marítima y parte de su población pertenece a la etnia garífuna. Esta etnia de ascendencia afrocaribeña vive principalmente entre Honduras, Belice, Guatemala y Nicaragua. Tienen su propio idioma aunque con los que interaccionamos en Livingstone hablaban español.
La localidad nos pareció que no tenía demasiado encanto, pero aprovechamos para comer un plato típico, el tapado, que estaba delicioso. Es una sopa de pescado y marisco con leche de coco y plátano, muy jugosa y que sirven en un plato tapado (suponemos que de ahí le vendrá el nombre).
Al terminar la comida comenzó a diluviar, así que nos refugiamos bajo el techado de una cancha de deporte a esperar pacientemente la salida de nuestra embarcación, mientras conversábamos con una pareja de norteamericanos con los que habíamos compartido la excursión.
El único aliciente destacable del camino de vuelta fue que paramos en una gasolinera para embarcaciones a llenar el deposito. Recorrimos el río Dulce en sentido inverso y llegamos a Río Dulce, donde nos llevaron hasta nuestro alojamiento.
El único aliciente destacable del camino de vuelta fue que paramos en una gasolinera para embarcaciones a llenar el deposito. Recorrimos el río Dulce en sentido inverso y llegamos a Río Dulce, donde nos llevaron hasta nuestro alojamiento.
La tarde fue un tanto tranquila, ya que no paró de llover y no teníamos mucho que hacer, pues para cualquier cosa necesitábamos una embarcación. El hotel disponía de unos kayaks de uso gratuito para clientes, pero no parecía una gran idea. Así tuvimos que conformarnos con unos cócteles, un poco de lectura y poco más.