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Nos levantamos temprano, es nuestro primer día en la RCA y hay ganas de disfrutarlo. Y hoy además, en mi caso particular, hay un importante valor añadido. Vamos a buscar gorilas.
Desde siempre, el gorila, ha sido para mí un animal especial, desde muy pequeño he soñado en poder ver a uno de estos animales, no en una jaula o tras un cristal, sino en mitad de la selva, en “su casa” y hoy, con un poco de suerte, podré ver cumplido mi sueño. Así que, ansioso, soy de los primeros en subir al todoterreno que nos acercará al lugar donde se sabe que hay un par de familias de gorilas vagando por la selva.
Los gorilas que habitan esta zona, son los llamados gorilas de llanura, algo más grandes que los más conocidos gorilas de montaña, que se pueden ver en las zonas montañosas de Uganda o la Rep. Democrática del Congo. El lugar al que nos dirigimos, es una pequeña estación científica, situada a un par de horas de Sangha Lodge, donde hasta antes del conflicto, se acercaban cada año muchos investigadores a estudiar a estos primates. Ahora, prácticamente nadie usa este centro, solamente los rangers encargados de custodiar la zona y un investigador local siguen aquí.
Antes de empezar a caminar en busca de una de las familias de gorilas, los rangers nos dan un pequeño repaso de las normas que hay que seguir. Solamente podemos acercarnos a donde se encuentran los gorilas en grupos de tres y una vez allí, una hora es el tiempo máximo que se nos permitirá permanecer, una vez transcurrida la hora, sale el primer grupo de tres y entra el segundo grupo, que dispondrá de otra hora para poder observar a los animales. Otra regla básica es, prohibido acercarse a menos de tres o cuatro metros de ningún gorila y por supuesto, ni pensar en intentar tocarlos, esta regla solo puede ser rota en un caso, que es que sea el gorila el que decida venir a verte a ti y se acerque, posibilidad que no es que nos tranquilice mucho, la verdad.
Y empezamos a andar, siguiendo pequeños senderos por la selva, nos vamos dirigiendo hacia el lugar donde se encuentra una de las familias, de la otra que hay por la zona, se ha perdido el rastro desde hace un par o tres de días, así que solo podemos intentarlo con esta.
Mientras andamos, pienso en que hace mucho tiempo que espero esto y me intranquiliza pensar que, al tener tantas ganas de hacer lo que estoy a punto de hacer, quizás me haya creado unas expectativas demasiado grandes y que a ver si al final, esto se va a convertir en una decepción, espero que no sea así.
Y de pronto, un ruido nos deja a todos, a nosotros y a los rangers, clavados en el sitio. Un gorila acaba de golpearse el pecho. No es el ruido parecido a un tambor que imaginaba, parece más una especie de aplauso muy fuerte y es que no se golpean el pecho con los puños, sino que la hacen con las manos abiertas, pero no por ello deja de ser menos intimidatorio. Nos ha oído acercarnos y nos advierte de que andemos con cuidado, que está aquí.
Uno de los rangers, empieza a hacer un ruido con la boca, como si chascara la lengua y se va acercando hacia donde ha sonado el ruido, el otro ranger, nos explica que han acostumbrado a estos animales a este ruido, de manera que el gorila sabe que, cuando se acerca un ser humano que va haciendo ese ruido, no representa una amenaza y dejan de hacernos caso.
A los pocos minutos, el ranger regresa y le dice al primer grupo de tres, que le siga y desaparecen los cuatro entre la maleza, los otros tres nos quedamos allí, esperando, una hora falta para que nosotros podamos entrar también. Y tarda en pasar. Pero todo llega y nos indican que adelante, así que despacio y en silencio nos vamos acercando, nos cruzamos con los otros tres que están saliendo, casi no cruzamos una palabra, solo un breve que tal, fantástico nos responden y seguimos adelante. Y de pronto, ahí están, casi toda la familia se encuentra en lo alto de los árboles, es hora de comer y han subido a buscar frutos, así que nos toca ir dando vueltas por debajo de los árboles, buscando un sitio desde el que poder verlos mientras están arriba. Y cuando llevamos ya quince minutos debajo del árbol donde están los mayores, el macho alfa empieza a bajar, una compañera de viaje y yo, estamos cerca del tronco de ese árbol, intentando encontrar un buen ángulo para hacer fotos, cuando de golpe, desde una altura de unos dos metros, el gorila salta al suelo, delante de nosotros, notamos un temblor bajo nuestros pies cuando toca el suelo, a menos dos metros de nuestras narices tenemos a un gorila, un macho alfa, un “espalda plateada”, 200 kg. de hueso y musculo, justo ahí, con unos bíceps mayores que mis muslos y unas manos que pensé “Si me pega un bofetón, me arranca la cabeza”.
Que nos quedamos ambos helados, es lo mínimo que puedo decir, por supuesto y pese a tener la cámara en las manos, ni se nos ocurre movernos un milímetro para hacer una foto, es más, diría que ninguno de los dos, recuerda en ese momento que tenga una cámara en la mano, no podemos hacer nada más que mirar a ese magnífico animal.
El gorila, simplemente nos ignora y tranquilamente se pone a andar alejándose del árbol y de nosotros, al momento, el resto de la familia le sigue y nosotros con ellos y siguiendo al macho, de pronto nos damos cuenta que, en realidad, estamos andando entre la familia de gorilas, delante el macho sigue andando, a nuestra derecha e izquierda y por detrás, hembras, jóvenes y crías nos rodean, estamos metidos en medio de la familia! Seguimos así durante un tiempo, el macho alfa parece andar buscando algo y finalmente ha encontrado lo que buscaba, un pequeño claro. Después de comer, toca siesta, así que se tumba en el suelo y al momento, el resto de la familia, las hembras, jóvenes y crías hacen lo mismo.
Los rangers nos indican que es hora de irse, casi no nos lo podemos creer, pero nos han regalado media hora de más, en lugar de una hora, hemos estado allí una hora y media y la verdad es que los tres juraríamos que no han pasado más de diez minutos.
Poco a poco, nos vamos alejando, no podemos dejar de mirar atrás, intentando ver entre la maleza a alguno de los gorilas, mientras vamos regresando hacia la estación científica y a los coches y a reencontrarnos con nuestros tres compañeros, de pronto un pensamiento me viene a la cabeza. El miedo a que no se cumplieran las grandes expectativas que tenía era totalmente infundado, no solo se han cumplido, sino que la experiencia que acabamos de vivir ha superado esas expectativas y en mucho.
No he estado en Uganda, no podría comparar lo que es ver los gorilas en la RCA, con lo que es verlos allí, pero la pareja que ha entrado conmigo, estuvieron en Uganda hace un par de años y por si os sirve de algo, el comentario de él, mientras andábamos saliendo fue:”Joder. Ahora sí que puedo decir que he visto gorilas”.
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