Salimos hacia Copán Ruinas ✏️ Diarios de Viajes de Honduras

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Habíamos quedado sobre las 8 de la mañana, pero nosotros ya llevábamos un buen rato despiertos y me decidí a salir para ir a recepción, y es en el momento en el que salgo de la habitación, cuando descubro que el hotel tiene algo de encanto. Ya con la luz del día puede verse un patio central, adonde dan a parar las puertas de las habitaciones, el cual está decorado con muchas plantas que dan la sensación de frescor y algún que otro detalle que le disimulan un tanto su aspecto decadente, eso sí, para seguir en su línea, este patio tenía un techado de hojalata. Ya en recepción, me facilitan una clave y puedo usar wifi, y pienso: ¡mira si hasta tienen wifi, no, si al final no va a estar tan mal!.

Salimos del hotel con nuestras maletas, las cargamos en la furgoneta y nos disponemos a comenzar la ruta. Julia nos propone parar a desayunar a unas “cuadras” (manzanas-calles) del hotel y ya por la calle vamos descubriendo que hay vida en la ciudad. Paramos en un sitio auténtico donde desayunan los hondureños, era como una especie de cárcel toda rodeada de barrotes y cerrada a cal y canto, de manera que desde dentro te abrían la puerta si lo consideraban oportuno. En nuestro caso así fue y degustamos un desayuno típico, con unas baleadas recién hechas. Las baleadas son unas tortas de maíz que las van extendiendo como si fueran pizzas, y luego se rellenan al gusto: huevos revueltos, aguacate, fríjoles en puré, queso, etc, todo ello acompañado de unos zumos naturales de tamarindo y otra fruta llamada nance o algo así, ambos buenísimos. Mientras desayunábamos nos llamó la atención una farmacia que había enfrente, tenía dos guardias de seguridad y uno de ellos llevaba un pedazo de rifle que imponía, luego descubriríamos que dada la inseguridad que hay en el país, cualquier sitio que pueda tener algo de valor, está custodiado con gente armada hasta los dientes.

Después del desayuno, salimos rumbo a Copán Ruinas, nuestro primer destino, y en la primera parada que hacemos en una gasolinera todavía en San Pedro, descubrimos que llevamos un artista con nosotros, El Rasta, como así se hacía llamar, de hecho yo no recuerdo ni su nombre (os recuerdo, aquel exótico que vino al aeropuerto, el noviete de la guía), bajó de la furgoneta mientras esperábamos y se puso a hacer unos malabares en medio de la calle. Yo pensé: ¡toma ya, si tenemos hasta animación!, en fin, esto formaba parte de nuestro loco viaje.

Después de unas tres horas y media o cuatro llegamos a Copán Ruinas y allí nos dirigimos a nuestro hotel. Esta vez si era un hotel muy decente y bonito, con un aire colonial, con sus palmeritas, piscina,….., ¡nada que objetar!. Si acaso, comentar que estábamos un poco alejados del centro, en lo alto de una colina, pero bajábamos una calle y en cinco minutos ya estábamos en pleno centro.

Julia nos preguntó que dada la hora que era que queríamos hacer, y nosotros que habíamos desayunado un montón, le dijimos que preferíamos dejar las cosas en el hotel y salir para ver las famosas ruinas mayas lo antes posible, sobre la una de la tarde y que ya comeríamos después. Esto fue un gran acierto, ya que estábamos casi solos con el guía experto que nos acompañaba, de manera que pudimos disfrutar estas ruinas de una forma muy especial.

Terminada la visita, ahí estaba esperándonos Julio, nuestro chófer y nos llevó al centro del pueblo, donde habíamos quedado para ir a comer. La guía también se vino con nosotros y nos llevó a un sitio muy bonito donde comimos muy bien. Tras la comida nos despedimos y quedamos para la noche, en ese momento nos fuimos paseando para el hotel, había que subir un pedazo cuesta que quitaba tol sentío, pero esto venía bien para bajar la comida. De camino descubrimos una casita muy bonita que hacía las veces de todo: tiendita, restaurante, bar,.. y tenía una terracita al aire libre con muchas macetas y plantas, y además como el día acompañaba, ya que estaba nublado y a veces caía una ligera llovizna, decidimos subir a esta terracita y tomarnos algo. Mira por donde vimos que en ese momento estaban de “Hora Feliz”, ya sabéis 2x1, y aprovechamos para hacernos unos mojitos y unos daiquiris.

Regresamos al hotel, descansamos un poco, una duchita y de nuevo a enfilar la cuestecita para bajar al Parque Central, que era el centro. Allí habían tiendecitas de artesanía, algún puestecito callejero de lo mismo,.. y vimos a Julia con la que habíamos quedado, quien nos indicó algún sitio para cenar. La verdad es que entre que habíamos comido muy tarde, las copitas y el cansancio, decidimos que no nos apetecía comer nada, eso sí, degustamos dos zumos naturales en un sitio de allí, que te preparaban al momento, con la combinación de frutas que quisieras, buena forma de acabar el día. De nuevo la cuestecita para arriba, ¡cada vez costaba más!, y al hotel a dormir.

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