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En nuestra última escapada a Oporto, teníamos claro que íbamos a disfrutar de unas vistas de 360º de la ciudad desde la privilegiada atalaya que es la Torre de los Clérigos.
Visitar a primera hora de la mañana la Iglesia de los Clérigos y su torre mirador fue un auténtico placer. Se dice que desde sus 76 metros de altura se obtienen una de las mejores vistas de Oporto y, así es. La subida es sencilla, salvo por sus 240 escalones que son desiguales, empinados y en el último tramo muy estrechos dificultando el paso de visitantes. Lo mejor es que durante el ascenso existen varias estancias repartidas en 6 pisos en las que nos cuentan la historia de la construcción de la torre y que nos permiten recobrar el aliento. Desde la terraza las vistas son inmejorables; la iglesia de Lapa, la iglesia de nuestra Sra. de la Concepción, las torres Bonfim, el Palacio de la Bolsa, la Plaza de la Libertad, la Catedral, el Palacio Episcopal y la iglesia de los Grilos. De frente divisamos el Duero y al otro lado la ciudad de Gaia con sus bodegas de vino de Oporto.
La Torre de los Clérigos fue edificada por el conocido arquitecto Nicolau Nasoni a mediados del s. XVIII en estilo barroco y durante algo más de 2 siglos fue el edificio más alto de Portugal, de hecho, servía de faro a los barcos que navegaban por el río. Su silueta es visible desde casi todos los puntos de la ciudad. Durante las horas en punto, se pueden escuchar sus 49 campanas sonando al ritmo que les marca el carrillón de concierto instalado bajo ellas.
Nuestra guía nos informó que el lugar donde se construyó la torre era conocido como "el cerro de los ahorcados" puesto que aquí se enterraba a los ajusticiados que no podían ser recibidos en tierra consagrada. Los juicios se celebraban en la cercana y temida cárcel de la ciudad, hoy Centro Portugués de Fotografía.
Anexa a la torre se encuentra la iglesia del mismo nombre decorada en estilo barroco-rococó de planta elíptica. Destaca también el retablo de la capilla mayor, de mármol policromado en varios colores que dota de grandiosidad al conjunto. La iglesia goza de muy buena acústica y en ella se celebran conciertos de órgano de tubos y otras veladas musicales. Uno de los guardas que pasaba por allí nos recomendó regresar por la noche sobre las 21:00 cuando se celebra una bonita misa cantada. La iglesia de los Clérigos puede visitarse todos los días del año de manera gratuita, únicamente hay que pagar 3 euros por subir a la torre.
Pues tras recorrer de arriba a abajo la iglesia y pasar un buen rato en lo alto de la torre nos disponemos a relaizar una actividad que teníamos en mente y que no os podéis perder en Oporto. Montar en uno de los tranvías clásicos que recorren el centro de la ciudad, el número 22 que hace su recorrido entre Carmo y Batalha. Es una bonita experiencia que por 2,50€ y media hora vale la pena probar. El interior del tranvía es antiguo, de madera, incluso cuelgan las bombillas de toda la vida. Al llegar al final de la vía, la conductora sacó el volante y el asiento (que es como una palanquita de madera) y se bajó para montarlos justo al lado contrario. Los asientos de los pasajeros son reversibles y vuelta al lugar de origen por otro camino. Los viandantes sacan fotos durante todo el trayecto. Es casi como un trenecito turístico y nosotros lo disfrutamos mucho.
Existen otras 3 líneas más de tranvías antiguos, una de ellas llega hasta la desembocadura del Duero.
Después de esta experiencia ponemos rumbo a la Ribeira. Debemos concertar la visita al Palacio de la Bolsa que dejamos para el día siguiente a las 10:30 (en inglés y español). Justo a la vuelta de la Bolsa está la imponente iglesia de San Francisco. Ayer la guía nos dijo que su interior era impresionante y nos disponemos a entrar. Está dividida en dos partes. El templo se encuentra a la derecha y se dice que en su ornamentación interior se emplearon unos 400 kilos de oro traídos del Nuevo Mundo. Es estrecha y da la sensación de ser pequeña pero es bastante grande, en realidad. Es una mezcla de estilos donde se distinguen románico y gótico.
Enfrente de la iglesia se encuentran el museo y las catacumbas. En ellas fueron enterrados muchos miembros de la orden hasta el siglo XIX. La decoración es super lúgubre con hueso y cráneos por todas partes y pequeños sepulcros en paredes y suelos. Al final hay un osario en el suelo que pude observarse a través de una ventanita. Curioso, ¿verdad?
Como hemos terminado temprano tomamos en la puerta de la iglesia el autobús 500 que nos lleva a Matosihnos. El día es espectacular y nos han recomendado acercarnos a la costa el domingo, al igual que hacen los portuenses para pasear y comer pescado fresco mientras contemplamos el Atlántico que se muestra implacable y furioso, el oleaje choca contra los diques con toda su fuerza. En su desembocadura, el río Duero cuenta con varias playas, como la Praia do Titan y la Praia da Luz y un extenso paseo marítimo que llega hasta el acuario. Los domingos, si luce sol, acuden numerosas personas a pasear, hacer deporte y a comer pescado fresco en esta zona y eso mismo hicimos nosotros. No os cuento cómo está de fría el agua. Atreveos a meter los pies en el Atlántico a mediados de marzo y luego me decís.
Pero antes hicimos una parada para ver el Castelo do Queijo llamado así porque fue edificado sobre un piedra que tenía forma de queso. Si os digo la verdad, es un pequeño fuerte que conserva algunos cañones y un pequeño museo de objetos bélicos pero no merece la pena detenerse aquí. Un poco más adelante os toparéis con un edificio lleno de terrazas y restaurantes que fue donde comimos y un extenso arenal, la playa de Matosihnos.
La comida resultó estar buenísima y a un precio más que económico (menos mal pues tuvimos que esperar mesa durante 3 cuartos de hora). Resulta que todo Oporto estaba allí. Pedimos un vino verde fresquísimo, unas gambas cocidas muy jugosas y una bacalao para los dos que venía acompañado de gambas, patatas, ensalada, aceitunas, de todo (juzgar vosotros mismos por la foto). No nos hizo falta más y apenas pudimos terminarnos todo. La factura sumaba 35 euros.
Para el regreso, os recomiendo que si es domingo o festivo y hace sol volváis en metro (no queda lejos) y no en autobús porque el atasco que se montó de camino a Oporto fue tremendo, tardamos unos 90 minutos en volver. Con lo que de nuevo perdimos la oportunidad de ver el claustro de la catedral
. De nuevo, habría que dejarlo para mañana.De vuelta al hotel para descansar nos percatamos que teníamos que salir a cenar y decidimos hacerlo por los alrededores. Llevábamos varios sitios anotados pero al ser domingo muchos de ellos se encontraban cerrados y el salir a cenar pasadas las 21 tampoco ayuda mucho. Al final, tras varios intentos infructuosos, dimos con un bar que estaba lleno a rebosar y parecía estar animado y ... triunfamos.
Estaban viendo el fútbol en la tele y jugaba el Oporto, rápidamente nos hicieron hueco en la terraza cubierta y nos sirvieron 2 superbocks y 2 bocadillos de carne que nos supieron a gloria. Algunos comensales nos daban conversación mientras veían a su equipo ganar.
Ya veis que aún teníamos pendientes varias visitas pero nos quedaba prácticamente un día completo en Oporto pues nuestro vuelo salía a las 20:20.
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