Buag, amanece lluvioso, gris y desagradable a más no poder.
Decidimos acercarnos a Estrasburgo, visitar la ciudad en la medida que la lluvia nos lo permita y por la tarde dependiendo del tiempo dirigirnos en una dirección u otra.
Estrasburgo se encuentra a tan solo 39km, milagrosamente no hay atasco y tardamos muy poco en llegar. Aparcar es otro tema. Damos vueltas y más vueltas y parece que es misión imposible, vamos a buscar un parking cuando por fin encontramos un hueco en un callejón bastante escondido. Ponemos el ticket de la hora y paraguas en mano nos vamos hacia el centro.
Llegamos a la zona llamada “petitfrance” callejuelas medievales surcadas de canales con casas de entramado en ambos lados. A diferencia de las multicolores fachadas de Colmar, aquí la mayoría de las casas están pintadas en blanco. Nos llama la atención el perfeccionado sistema de esclusas sobre el rio Ill y el curioso puente giratorio que se desplaza para dejar paso a los barcos.
La lluvia es constante y nos desluce un poco la visita a la ciudad. Aún así la catedral de Notre-Dame nos parece preciosa, imponente su fachada con su altísima y única torre de 142m y sobre todo nos sobrecogen las maravillosas vidrieras en el interior. Pasamos bastante rato dentro escudriñando las escenas y el reloj astronómico del SXVI y 18 m de altura.
Detalle de la fachada de la famosísisma Maison Kammerzell
Salimos afuera con la esperanza de que haya mejorado el día, pero no, sigue diluviando. Pues nada, bajo la lluvia seguimos recorriendo el centro hasta que de pronto localizo una pizzería italiana con pinta de auténtica. Dudamos si entrar ya que el plato estrella de toda la zona es la Tarte Flambee, o pizza alsaciana, y que a priori es lo que deberíamos hacer, degustar la comida regional. Nos decidimos por la pizzería, es un sitio de estos que con sólo verlos sabes que no te van a fallar, y no tengo ninguna duda de que acertamos, fue la mejor pizza que comimos en años, la vamos a recordar durante mucho tiempo!
Ya en la calle nos llevamos la sorpresa de que ya no llueve, damos otra vuelta y “en seco” todo nos causa mejor impresión. Vamos hasta el impresionante puente cubierto, dominado por 4 torres del SXIV, vestigios de las antiguas murallas que rodeaban la ciudad medieval.
Podíamos haber prolongado más la visita a Estrasburgo y conocer la zona financiera y los organismos de la Unión Europea, pero como parece que el tiempo mejora decidimos retornar a la montaña y ver algún pueblo más de la Selva Negra.
El elegido es Schiltach, pequeño pueblo encajado entre montañas y bosques que parece sacado de una postal. Llevo varios días detrás de la famosa tarta selva negra y por uno o por otro todavía no pude degustarla. Parece que esta va a ser mi última oportunidad, rastreo el pueblo en busca de una confitería, pero nada, no hay suerte, imposible encontrar algo abierto, así que me quedo sin probarla.
Por lo demás, el pueblo es muy bonito, cuenta con un casco histórico medieval excelentemente conservado repleto de casas con entramados de madera construidas entre los siglos XVI y XIX. En la plaza principal (Marktplatz) destaca el edificio del ayuntamiento. Los ríos Schiltach y Kinzig cruzan el pueblo y se puede dar un agradable paseo por la orilla.
A unos pocos kilómetros se encuentra Alpirsbach, famoso por la cerveza artesanal que producen los monjes. Nos encontramos a esta hora (son las 18.30h) la fábrica y el monasterio ya están cerrados. El pueblo no tiene otro interés que sepamos, así que nos marchamos sin hacer la cata que nos hubiera gustado.
Pasamos por el supermercado a comprar salchichas, como no, para la cena y llegamos al camping pronto, así que damos una vuelta por el lago y exploramos el inmenso camping. Terminamos de cenar justo a tiempo para no mojarnos, pues empieza a lloviznar y no parará durante toda la noche.
Decidimos acercarnos a Estrasburgo, visitar la ciudad en la medida que la lluvia nos lo permita y por la tarde dependiendo del tiempo dirigirnos en una dirección u otra.
Estrasburgo se encuentra a tan solo 39km, milagrosamente no hay atasco y tardamos muy poco en llegar. Aparcar es otro tema. Damos vueltas y más vueltas y parece que es misión imposible, vamos a buscar un parking cuando por fin encontramos un hueco en un callejón bastante escondido. Ponemos el ticket de la hora y paraguas en mano nos vamos hacia el centro.
Llegamos a la zona llamada “petitfrance” callejuelas medievales surcadas de canales con casas de entramado en ambos lados. A diferencia de las multicolores fachadas de Colmar, aquí la mayoría de las casas están pintadas en blanco. Nos llama la atención el perfeccionado sistema de esclusas sobre el rio Ill y el curioso puente giratorio que se desplaza para dejar paso a los barcos.
La lluvia es constante y nos desluce un poco la visita a la ciudad. Aún así la catedral de Notre-Dame nos parece preciosa, imponente su fachada con su altísima y única torre de 142m y sobre todo nos sobrecogen las maravillosas vidrieras en el interior. Pasamos bastante rato dentro escudriñando las escenas y el reloj astronómico del SXVI y 18 m de altura.
Detalle de la fachada de la famosísisma Maison Kammerzell
Salimos afuera con la esperanza de que haya mejorado el día, pero no, sigue diluviando. Pues nada, bajo la lluvia seguimos recorriendo el centro hasta que de pronto localizo una pizzería italiana con pinta de auténtica. Dudamos si entrar ya que el plato estrella de toda la zona es la Tarte Flambee, o pizza alsaciana, y que a priori es lo que deberíamos hacer, degustar la comida regional. Nos decidimos por la pizzería, es un sitio de estos que con sólo verlos sabes que no te van a fallar, y no tengo ninguna duda de que acertamos, fue la mejor pizza que comimos en años, la vamos a recordar durante mucho tiempo!
Ya en la calle nos llevamos la sorpresa de que ya no llueve, damos otra vuelta y “en seco” todo nos causa mejor impresión. Vamos hasta el impresionante puente cubierto, dominado por 4 torres del SXIV, vestigios de las antiguas murallas que rodeaban la ciudad medieval.
Podíamos haber prolongado más la visita a Estrasburgo y conocer la zona financiera y los organismos de la Unión Europea, pero como parece que el tiempo mejora decidimos retornar a la montaña y ver algún pueblo más de la Selva Negra.
El elegido es Schiltach, pequeño pueblo encajado entre montañas y bosques que parece sacado de una postal. Llevo varios días detrás de la famosa tarta selva negra y por uno o por otro todavía no pude degustarla. Parece que esta va a ser mi última oportunidad, rastreo el pueblo en busca de una confitería, pero nada, no hay suerte, imposible encontrar algo abierto, así que me quedo sin probarla.
Por lo demás, el pueblo es muy bonito, cuenta con un casco histórico medieval excelentemente conservado repleto de casas con entramados de madera construidas entre los siglos XVI y XIX. En la plaza principal (Marktplatz) destaca el edificio del ayuntamiento. Los ríos Schiltach y Kinzig cruzan el pueblo y se puede dar un agradable paseo por la orilla.
A unos pocos kilómetros se encuentra Alpirsbach, famoso por la cerveza artesanal que producen los monjes. Nos encontramos a esta hora (son las 18.30h) la fábrica y el monasterio ya están cerrados. El pueblo no tiene otro interés que sepamos, así que nos marchamos sin hacer la cata que nos hubiera gustado.
Pasamos por el supermercado a comprar salchichas, como no, para la cena y llegamos al camping pronto, así que damos una vuelta por el lago y exploramos el inmenso camping. Terminamos de cenar justo a tiempo para no mojarnos, pues empieza a lloviznar y no parará durante toda la noche.