El vuelo de Tehran a Tbilisi ha durado dos horitas y se me han pasado “volando”. Como en los vuelos domésticos hechos hasta la fecha, en este también me han dado de comer.
El aeropuerto de Tbilisi no es muy grande. Se puede ir a la ciudad en taxi (30 laris) o en el bus 37 (0’50 laris). Éste pasa por la famosa avenida rustaveli, por lo que me deja muy cerca del guest house donde me alojo esta noche.
En realidad tenía la invitación de un anfitrión, pero no teniendo aún número de teléfono georgiano, no me atrevía a preocuparle.
La casa de huéspedes es una casa particular que han habilitado con algunas habitaciones privadas al efecto. Me cuesta menos de 10 euros una habitación individual pequeñita, con terraza y desayuno. Está muy bien ubicada, junto al metro de rustaveli, por lo que no puedo sino aconsejarla: Zemeli.
Allí me he quedado la tarde, descansando hasta que he dado un paseo por rustaveli hasta la plaza de la libertad, ubicando algunos puntos interesantes de Tbilisi. Qué diferencia de temperatura con Irán, Dios mío. Esto es el paraíso.
Al volver he parado en un supermercado, con la idea de comprar yogour, pero ha sido ver la leche condensada (en una botella de medio litro de las de agua normal) y he cambiado inmediatamente de opinión. La cagalera puede ser antológica. Se verá.
He dormido como un enano. El día de hoy, 17 de agosto, toca ir a buscar una tarjeta microsim para el móvil. En Rustaveli hay una tienda de telefonía donde me han ayudado con el proceso, bastante simple al parecer. He pagado 13 euros por ella. No sé cuánto Internet y llamadas tengo, la verdad. Pero funciona y he contactado con Elvira, mi host, para acercarme a la tarde.
Primero tengo que aprovechar la mañana, para lo que me he apuntado, a través de Couchsurfing, a un free walking tour por Tbilisi. Resulta que a las 11:00, cuando empieza estamos sólo dos personas, una de ellas el guía. Ello no le impide comenzar el recorrido que ha de durar tres horas.
El recorrido comienza por la plaza de la libertad, adentrándose en el antiguo Tbilisi: pasando por la única iglesia católica de la ciudad, por la iglesia más antigua, por una escultura moderna bien curiosa: la torre del reloj.
Así llegamos a una calle que Misha me recomienda para ir a cenar algún día. En esta calle hay música tipo jazz por la noche en directo. No está en el recorrido entrar, pero como voy solo, lo hacemos. Allí nos observa una grupo de señores turcos que al ver la camiseta de Misha le proponen agregarse al grupo, pero en media horita, que están almorzando. Siento pena por el bueno de Misha (tal vez recuerdos nostálgicos de Moscú 80) y le propongo que podemos almorzar también nosotros y así hacemos tiempo para que se puedan unir.
Tomo una sopa tipo gulash, con muchas especias picantes, y mi primera copa de vino tinto kinzmarauli semidulce, deliciosamente frío. Pasado el tiempo del almuerzo, los turcos se nos unen. Ya somos seis.
Salimos de la zona antigua de Tbilisi, aún sin restaurar del todo, por el puente de la paz, ultramoderno, que me gusta bastante, la verdad (por la noche es precioso).
El puente salva el río, llegando al parque Europa. Bonita zona de esparcimiento.
Allí vamos a tomar el teleférico (1 lari) que nos ha de llevar a Narikala. Desde aquí se tienen unas vistas preciosas de la ciudad.
En este promontorio está el jardín botánico, la estatua de la madre de los georgianos y la fortaleza que lleva su mismo nombre. Todo ello gratuito. Respecto a la fortaleza, como suele ser habitual, es mucho más bonita desde la lejanía (y sobre todo, de nuevo, de noche).
Para bajar lo hemos hecho andando, ya que deja directamente en la zona antigua y turística, en los baños sulfurosos. Esta zona es muy acogedora. Vendré sin duda.
Desde allí nos hemos dirigido otra vez hacia la plaza de la independencia, donde Misha iba a volver a explicar cosillas a los turcos. Momento que he aprovechado para dejarles tranquilos, ya que la ruta de 3 horas se había prolongado a 5 horas. Y es que los turcos andaban más despacio que una colección de pingüinos cojos.
Me he dirigido al hotel a recoger mis cosas y a casa de mi anfitriona. Evidentemente, no he llegado a la primera. Tenía que tomar el bus 55 y he tomado el minibús 55, casualidad. Vamos que al final he tenido que ir en taxi. Es una chica de mi edad, de Siberia, pero que vive en Georgia desde hacer 11 años. Tiene un hijo, de 20 años que está en Batumi. El problemilla es que no habla inglés y el hijo no puede traducirnos. Bueno, con buena intención y google, nos arreglamos. El día de hoy comparto la anfitriona con otro chico de Qatar, que está en la ciudad en este momento.
Después de ducharme, comer algo, tomar un te,… le propongo ir a la ciudad a dar una vuelta (y así conocer la forma de llegar en bus). El bus 55 en efecto, nos deja en los baños turcos de la parte antigua. Allí hemos quedado con el qatarí, cuyo nombre no recuerdo.
El tío es un poco asocial: le decimos para cenar algo (ya he cenado), le decimos para dar una vuelta (estoy cansado). Pues que te jodan, pienso yo. Estás haciendo CS, no estás un un hotel. Así que ya que hemos venido a la ciudad, por lo menos andemos un poco, no? Pues va a ser que no… tomamos el teleférico para subir al Narikala. Un acierto, porque por la noche las vistas son aún más bonitas.
Como el tipo está cansado, no deja de mostrárnoslo. Nosotros pasamos un poco de él y nos proponemos bajar andando, tranquilos. El qatarí baja en el teleférico. Bueno, pues vale, pero que nos espere tranquilo al final del mismo, porque vamos a ir andando, sin prisas hasta donde se encuentra. De hecho, nos paramos en algunos sitios a escuchar a los cantantes junto a las terrazas de los bares. Me gusta el ambiente nocturno de Tbilisi.
Cuando llegamos, le proponemos cenar algo, pero evidentemente, el tipo ya ha encontrado un taxi para volver a casa. No me ha gustado mucho el tipo éste. Lacónico, poco integrado, egoísta… En definitiva, que nos volvemos. Le comento para comprar una botellita de vino semi dulce georgiano para cepillárnosla mientras tomamos algo en su casa. Su respuesta es más que afirmativa: habíamos tenido la misma idea. Así que le dejamos al qatarí que duerma la mona mientras nos liquidamos la botellita junto a dos khachapuri.
El aeropuerto de Tbilisi no es muy grande. Se puede ir a la ciudad en taxi (30 laris) o en el bus 37 (0’50 laris). Éste pasa por la famosa avenida rustaveli, por lo que me deja muy cerca del guest house donde me alojo esta noche.
En realidad tenía la invitación de un anfitrión, pero no teniendo aún número de teléfono georgiano, no me atrevía a preocuparle.
La casa de huéspedes es una casa particular que han habilitado con algunas habitaciones privadas al efecto. Me cuesta menos de 10 euros una habitación individual pequeñita, con terraza y desayuno. Está muy bien ubicada, junto al metro de rustaveli, por lo que no puedo sino aconsejarla: Zemeli.
Allí me he quedado la tarde, descansando hasta que he dado un paseo por rustaveli hasta la plaza de la libertad, ubicando algunos puntos interesantes de Tbilisi. Qué diferencia de temperatura con Irán, Dios mío. Esto es el paraíso.
Al volver he parado en un supermercado, con la idea de comprar yogour, pero ha sido ver la leche condensada (en una botella de medio litro de las de agua normal) y he cambiado inmediatamente de opinión. La cagalera puede ser antológica. Se verá.
He dormido como un enano. El día de hoy, 17 de agosto, toca ir a buscar una tarjeta microsim para el móvil. En Rustaveli hay una tienda de telefonía donde me han ayudado con el proceso, bastante simple al parecer. He pagado 13 euros por ella. No sé cuánto Internet y llamadas tengo, la verdad. Pero funciona y he contactado con Elvira, mi host, para acercarme a la tarde.
Primero tengo que aprovechar la mañana, para lo que me he apuntado, a través de Couchsurfing, a un free walking tour por Tbilisi. Resulta que a las 11:00, cuando empieza estamos sólo dos personas, una de ellas el guía. Ello no le impide comenzar el recorrido que ha de durar tres horas.
El recorrido comienza por la plaza de la libertad, adentrándose en el antiguo Tbilisi: pasando por la única iglesia católica de la ciudad, por la iglesia más antigua, por una escultura moderna bien curiosa: la torre del reloj.
Así llegamos a una calle que Misha me recomienda para ir a cenar algún día. En esta calle hay música tipo jazz por la noche en directo. No está en el recorrido entrar, pero como voy solo, lo hacemos. Allí nos observa una grupo de señores turcos que al ver la camiseta de Misha le proponen agregarse al grupo, pero en media horita, que están almorzando. Siento pena por el bueno de Misha (tal vez recuerdos nostálgicos de Moscú 80) y le propongo que podemos almorzar también nosotros y así hacemos tiempo para que se puedan unir.
Tomo una sopa tipo gulash, con muchas especias picantes, y mi primera copa de vino tinto kinzmarauli semidulce, deliciosamente frío. Pasado el tiempo del almuerzo, los turcos se nos unen. Ya somos seis.
Salimos de la zona antigua de Tbilisi, aún sin restaurar del todo, por el puente de la paz, ultramoderno, que me gusta bastante, la verdad (por la noche es precioso).
El puente salva el río, llegando al parque Europa. Bonita zona de esparcimiento.
Allí vamos a tomar el teleférico (1 lari) que nos ha de llevar a Narikala. Desde aquí se tienen unas vistas preciosas de la ciudad.
En este promontorio está el jardín botánico, la estatua de la madre de los georgianos y la fortaleza que lleva su mismo nombre. Todo ello gratuito. Respecto a la fortaleza, como suele ser habitual, es mucho más bonita desde la lejanía (y sobre todo, de nuevo, de noche).
Para bajar lo hemos hecho andando, ya que deja directamente en la zona antigua y turística, en los baños sulfurosos. Esta zona es muy acogedora. Vendré sin duda.
Desde allí nos hemos dirigido otra vez hacia la plaza de la independencia, donde Misha iba a volver a explicar cosillas a los turcos. Momento que he aprovechado para dejarles tranquilos, ya que la ruta de 3 horas se había prolongado a 5 horas. Y es que los turcos andaban más despacio que una colección de pingüinos cojos.
Me he dirigido al hotel a recoger mis cosas y a casa de mi anfitriona. Evidentemente, no he llegado a la primera. Tenía que tomar el bus 55 y he tomado el minibús 55, casualidad. Vamos que al final he tenido que ir en taxi. Es una chica de mi edad, de Siberia, pero que vive en Georgia desde hacer 11 años. Tiene un hijo, de 20 años que está en Batumi. El problemilla es que no habla inglés y el hijo no puede traducirnos. Bueno, con buena intención y google, nos arreglamos. El día de hoy comparto la anfitriona con otro chico de Qatar, que está en la ciudad en este momento.
Después de ducharme, comer algo, tomar un te,… le propongo ir a la ciudad a dar una vuelta (y así conocer la forma de llegar en bus). El bus 55 en efecto, nos deja en los baños turcos de la parte antigua. Allí hemos quedado con el qatarí, cuyo nombre no recuerdo.
El tío es un poco asocial: le decimos para cenar algo (ya he cenado), le decimos para dar una vuelta (estoy cansado). Pues que te jodan, pienso yo. Estás haciendo CS, no estás un un hotel. Así que ya que hemos venido a la ciudad, por lo menos andemos un poco, no? Pues va a ser que no… tomamos el teleférico para subir al Narikala. Un acierto, porque por la noche las vistas son aún más bonitas.
Como el tipo está cansado, no deja de mostrárnoslo. Nosotros pasamos un poco de él y nos proponemos bajar andando, tranquilos. El qatarí baja en el teleférico. Bueno, pues vale, pero que nos espere tranquilo al final del mismo, porque vamos a ir andando, sin prisas hasta donde se encuentra. De hecho, nos paramos en algunos sitios a escuchar a los cantantes junto a las terrazas de los bares. Me gusta el ambiente nocturno de Tbilisi.
Cuando llegamos, le proponemos cenar algo, pero evidentemente, el tipo ya ha encontrado un taxi para volver a casa. No me ha gustado mucho el tipo éste. Lacónico, poco integrado, egoísta… En definitiva, que nos volvemos. Le comento para comprar una botellita de vino semi dulce georgiano para cepillárnosla mientras tomamos algo en su casa. Su respuesta es más que afirmativa: habíamos tenido la misma idea. Así que le dejamos al qatarí que duerma la mona mientras nos liquidamos la botellita junto a dos khachapuri.