Día 10, 17 de agosto: N’gorongoro-Zanzíbar
Nos levantamos a las 7 de la mañana para dejar atrás el continente y marcharnos a la isla de Zanzíbar. En la carretera de salida que va bordeando la cresta de la caldera vimos un elefante a menos de un metro, tan cerca que se sintió amenazado e intentó embestirnos, de hecho nos persiguió un trecho por la carretera. Menos mal que el chófer estuvo hábil y sólo se quedó en un susto.
El viaje hasta Arusha, que era donde cogíamos el avión para ir a Zanzíbar duraba dos horas y media, pero el chófer iba muy lento porque su filosofía era “si hay tiempo de sobra para qué malgastarlo yendo rápido y aprovecharlo para hacer otras cosas, lo mejor es emplearlo en el viaje”. Por supuesto nos quejamos y sólo conseguimos que nos dejaran tirados en el aeropuerto, sin llegar siquiera a Arusha, tres horas antes de que saliera el avión y todo porque le dijimos que no queríamos parar en tiendas de regalos para turistas, lo que le cabreó un montón. Las instalaciones del aeropuerto eran tan básicas que ni pudimos comer.
El caso es que tras muchas indicaciones diferentes de que fuéramos a una puerta u otra, todo en una superficie de no más de 50 metros cuadrados, conseguimos subirnos a una avioneta de 18 plazas que, sobrevolando el Índico, nos llevó al aeropuerto de Zanzíbar.
El viaje fue muy incómodo (dura una hora y media) porque se movía muchísimo, el avión era muy pequeño y hacía mucho calor. Nos mareamos, pero cuando llegamos al archipiélago pudimos ver estas estupendas vistas de las islas y de los bancos de arena que quedan al descubierto cuando la marea baja.
El viaje hasta Arusha, que era donde cogíamos el avión para ir a Zanzíbar duraba dos horas y media, pero el chófer iba muy lento porque su filosofía era “si hay tiempo de sobra para qué malgastarlo yendo rápido y aprovecharlo para hacer otras cosas, lo mejor es emplearlo en el viaje”. Por supuesto nos quejamos y sólo conseguimos que nos dejaran tirados en el aeropuerto, sin llegar siquiera a Arusha, tres horas antes de que saliera el avión y todo porque le dijimos que no queríamos parar en tiendas de regalos para turistas, lo que le cabreó un montón. Las instalaciones del aeropuerto eran tan básicas que ni pudimos comer.
El caso es que tras muchas indicaciones diferentes de que fuéramos a una puerta u otra, todo en una superficie de no más de 50 metros cuadrados, conseguimos subirnos a una avioneta de 18 plazas que, sobrevolando el Índico, nos llevó al aeropuerto de Zanzíbar.
El viaje fue muy incómodo (dura una hora y media) porque se movía muchísimo, el avión era muy pequeño y hacía mucho calor. Nos mareamos, pero cuando llegamos al archipiélago pudimos ver estas estupendas vistas de las islas y de los bancos de arena que quedan al descubierto cuando la marea baja.
Al llegar nos recogió un coche con aire acondicionado, con una azafata que nos dio agua y un chófer muy amable que hablaba un perfecto inglés, en fin, el paraíso después de lo que habíamos tenido en el continente. Además, la capa de polvo que cubre todo en la Tanzania continental (que incluso se ve desde el avión) no existe en la isla, así que se tiene una sensación enorme de limpieza en cuanto llegas.
El hotel Breezes estaba estupendo, decorado con ambiente árabe, incluso los empleados iban vestidos al estilo árabe.
Aprovechamos para que nos lavaran gran parte de la ropa y nos dimos un baño en la piscina. Después otra novedad agradable: la cena no era bufet, sino que nos sirvieron sentados en la mesa una cena estupenda. La verdad es que esta es una de los principales atractivos del hotel, su exquisita cocina.
No nos dio tiempo a ir a la playa, pero el plan era quedarnos todo el día siguiente en el hotel, así que ya tendríamos tiempo de hacerlo. Hacía calor, otra novedad en la isla, ya que en el continente, especialmente por la mañana y al final de la tarde, tanto en Kenia como en Tanzania, hacía bastante fresco.
El hotel Breezes estaba estupendo, decorado con ambiente árabe, incluso los empleados iban vestidos al estilo árabe.
Aprovechamos para que nos lavaran gran parte de la ropa y nos dimos un baño en la piscina. Después otra novedad agradable: la cena no era bufet, sino que nos sirvieron sentados en la mesa una cena estupenda. La verdad es que esta es una de los principales atractivos del hotel, su exquisita cocina.
No nos dio tiempo a ir a la playa, pero el plan era quedarnos todo el día siguiente en el hotel, así que ya tendríamos tiempo de hacerlo. Hacía calor, otra novedad en la isla, ya que en el continente, especialmente por la mañana y al final de la tarde, tanto en Kenia como en Tanzania, hacía bastante fresco.
ALOJAMIENTO ZANZÍBAR:
Hotel Breezes:
http://thezanzibarcollection.com/home/zanzibar-hotels/breezesbeach-club-and-spa-zanzibar/