9 de diciembre. Me podía dar el lujo de levantarme más tarde, como a las 7:15. Así podría comprobar cómo era el verdadero desayuno del hostal. Lo que me sirvieron fue un vaso de zumo de paquete, leche (o té o café), pan de molde con mantequilla y mermelada, una porción de tarta de manjar o dulce de leche. La tarta estaba malísima, pero me la comí igualmente. Había cereales, que no probé y es posible que me pusiesen algo de queso y embutido, pero no lo recuerdo.
En principio me tenían que recoger entre las 8:00 y las 8:30. Después de las 8:30 no había ido nadie, así que vuelta a enviar un whatsapp y me dijeron que estuviese preparado para las 8:45. Con todo, fueron a buscarme a las 9:00 o 9:15. Me desespera y me pone de mal humor la impuntualidad y sobre todo en este caso, que tenga que ser yo el que se ponga en contacto con una agencia para preguntar qué ocurre, en vez de contactar la agencia conmigo.
Apareció como guía-conductora la dueña de la agencia de viajes.
Las primeras paradas que hicimos fueron en la ciudad de Coyhaique:
- Monumento al mate: La costumbre de tomar mate no es sólamente argentina, como se puede pensar de antemano, sino que es compartida con la población chilena de la región de Aysen. Hicimos la foto ridícula simulando que bebíamos mate utilizando la boquilla del monumento.
- Piedra del Indio: Una roca sobre el río Simpson que debido a la erosión ha adquirido una forma que simula la cabeza de un indio.
- Mirador del río Simpson.
Nos adentramos por una zona bastante más rural con dirección al sector del lago Atravesado. Paramos junto a una cascada al lado de la carretera con los correspondientes "chochos" y al llegar al pueblo de Villa Lago Atravesado fuimos a una granja para tener nuestro momento de compras. Visitamos el taller de una artesana que trabaja con lana de ovejas y nos explicó de forma general el proceso que sigue desde que obtiene la lana hasta que la teje para realizar los distintos tipos de prendas u objetos. Alguna comprilla cayó. Seguidamente, pasamos a su casa, donde nos obsequió con un desayuno compuesto por té o café, pan con mantequilla y mermerlada de diferentes tipos (ruibarbo, rosa mosqueta, ....), así como unos dulces. La guía estaba con el mate dale que te pego. El desayuno dio paso a la sobremesa y a hablar de diferentes temas, como viajes, animales y cómo no, sobre la carretera austral y sobre cómo era la vida en la región de Aysen antes de que finalizasen su construcción, como la incomunicación y dificultad de desplazamiento entre pueblos y ciudades. En algunos casos era necesario montar a caballo para cruzar la frontera a Argentina. Esto podía resultar más fácil que ir a otro lugar de Aysen. La guía describió algunas situaciones de cuando era pequeña (años 70-80) y quedar incomunicados por nevadas, morir animales, ... Y hasta los años 90 no se acabó la carretera. A lo tonto a lo tonto debimos estar en esta granja por lo menos una hora y pico. Pensaba que nos quedábamos allí a comer y sin ver las lagunas. Por suerte, conseguimos arrancar de nuevo.
Entramos en el sector de 6 Lagunas, conocido así porque hay.....6 lagunas.
Las fuimos viendo desde la furgoneta y haciendo cortas paradas para hacer fotografías. El paisaje es bonito y tiene similitudes con el norte de España: las montañas, los prados, los lagos y lagunas. Después de ver Queulat, recorrer la carretera austral hasta Puerto Río Tranquilo, la excursión por el Parque Nacional Torres del Paine,... no es un paisaje que te pueda sorprender y hacerte abrir la boca, pero vale la pena.
La última parada de la excursión fue al lado del lago Elizalde, a 30 km de Coyhaique. Tiene una extensión de 25 km y en sus alrededores destacan los bosques de coigues y lengas. Además, el lago es ideal para la pesca con mosca y la navegación.
Llegamos a Coyhaique pasadas las 14:30, así que al final el tour duró más de 5 horas, en vez de las 4 horas que ponía en el programa.
Al llegar al alojamiento me pensé si ir a comer a la pizzería Mamma Gaucha, de la que me habían hablado bien, pero decidí coger ya el autobús para ir a Puerto Aysen. En la ciudad hay varias estaciones de autobús y no desde todas ellas salen autobuses que vayan a Puerto Aysen. Las empresas que hacen esta ruta son las de buses Ali y buses Suray. Se encuentran pasado el cruce de la calle Dussen con la calle Arturo Prat, en dirección hacia la Plaza de Armas. Hay numerosos horarios, por lo que no reservar no es ningún problema. Yo compré el billete con buses Ali y me costó $2400.
El viaje a Puerto Aysen dura alrededor de una hora. Durante el camino tenía pinta de que se iba a estropear el tiempo y podía llover bastante. De Puerto Aysen pensaba, no sé por qué, que por el hecho de estar más cercano al mar tendría menos montañas, pero me sorprendió por precisamente todo lo contrario. El clima es más húmedo.
Al llegar a la parada de autobús de Puerto Aysen cogí un taxi para ir al hotel Patagonia Green. Me costó $1500.
www.patagoniagreen.cl/
Los alrededores del hotel no son muy agraciados, porque está en una calle de tierra hacia las afueras. Una vez que se entra al recinto es muy agradable en cambio. Las instalaciones del hotel están distribuidas por un jardín en diferentes edificios de 1 ó 2 plantas que parecen cabañas, todas ellas de color amarillo y granate. Cuando entré, la recepción estaba cerrada y todo el complejo estaba desierto. Estaba por llamar por teléfono cuando apareció el recepcionista a los 10 minutos con una carretilla (estaría haciendo trabajos de jardinería). Me dijo algo así como que los dueños estaban de vacaciones, estaba él solo en el hotel en ese momento y que como no había avisado de la hora de mi llegada... Pues eso, mejor que indiquéis a qué hora llegáis al hotel para que os estén esperando en la recepción.
La habitación que me asignaron estaba en la planta baja del edificio principal y era bastante espaciosa, con balcón al jardín. Tenía 2 camas (no hay habitaciones individuales) y eran bastante cómodas. Había un armario grande, TV, mesitas de noche, wi-fi gratuita. El cuarto de baño, al igual que el dormitorio, era espacioso y tenía artículos de baño.
Rápidamente salí del hotel para ver el puente Presidente Ibáñez, que debe ser la atracción más importante de la ciudad, si no la única. Saliendo del hotel es a la izquierda todo recto y en menos de 10 minutos se alcanza la avenida en la que está este puente. Este puente lleva el nombre del presidente Carlos Ibáñez del Campo, que fue el principal promotor para su construcción, aunque las obras comenzaron en 1961, un año después de su fallecimiento, bajo el mandato del presidente Jorge Alessandri. El puente fue inaugurado en 1966, bajo el mandato de Eduardo Frei. Fue declarado Monumento Nacional y tiene el récord de ser el puente colgante más largo de Chile, con sus 210 metros de longitud. Además, cumple una función importante, porque permite la comunicación de las zonas interiores de la región de Aysen, como Coyhaique, con el resto de Chile, a través del puerto regional de Puerto Chacabuco.
No estuve ni 3 minutos, dado que empezó a chispear y no me fiaba de que empezase a llover fuerte. Por lo tanto regresé al hotel. Empezó a llover y ya no paró en toda la tarde ni en toda la noche.
Con el recepcionista acordé compartir un taxi con otros huéspedes a la mañana siguiente, para ir hasta Puerto Chacabuco, punto desde el que comienzan las excursiones en catamarán a la Laguna San Rafael. Pasarían a buscarnos a las 6:50.
Como ese día no tenía que hacer nada más, pasé un rato leyendo en el salón que hay junto al restaurante, antes de ir a cenar. El horario de servicio es de 19:45 a 21:45. Y lo que comí fue:
- Sopa de cebolla con cruttones de queso y vino tinto.
- Salmón Renato con chorizo, pimientos, tomate, queso y puré natural: estaba preparado en modo papillote.
- Volcán Hudson: bizcocho de chocolate caliente, naranja y helado de vainilla.
Me gustaron más los platos principales que el postre, que no era lo que me esperaba.
El servicio fue atento, demasiado diría yo, con un punto de pesadez. No estoy acostumbrado a que me pregunten cada 2x3 si está todo bien y si necesito algo más. Me irrita. Con una vez es suficiente.
La cuenta de la cena fue de $20500. Aquí no me dijeron nada de la propina, ni me preguntaron si la deseaba añadir cuando indiqué que deseaba que me cargasen el coste de la cena a mi habitación.
De otros servicios del hotel utilicé el de lavandería y el wi-fi gratuito. Con el servicio de lavandería fueron bastante rápidos, porque pese a recoger la ropa a la mañana siguiente, me la devolvieron limpia el mismo día por la tarde.
En principio me tenían que recoger entre las 8:00 y las 8:30. Después de las 8:30 no había ido nadie, así que vuelta a enviar un whatsapp y me dijeron que estuviese preparado para las 8:45. Con todo, fueron a buscarme a las 9:00 o 9:15. Me desespera y me pone de mal humor la impuntualidad y sobre todo en este caso, que tenga que ser yo el que se ponga en contacto con una agencia para preguntar qué ocurre, en vez de contactar la agencia conmigo.
Apareció como guía-conductora la dueña de la agencia de viajes.
Las primeras paradas que hicimos fueron en la ciudad de Coyhaique:
- Monumento al mate: La costumbre de tomar mate no es sólamente argentina, como se puede pensar de antemano, sino que es compartida con la población chilena de la región de Aysen. Hicimos la foto ridícula simulando que bebíamos mate utilizando la boquilla del monumento.
- Piedra del Indio: Una roca sobre el río Simpson que debido a la erosión ha adquirido una forma que simula la cabeza de un indio.
- Mirador del río Simpson.
Nos adentramos por una zona bastante más rural con dirección al sector del lago Atravesado. Paramos junto a una cascada al lado de la carretera con los correspondientes "chochos" y al llegar al pueblo de Villa Lago Atravesado fuimos a una granja para tener nuestro momento de compras. Visitamos el taller de una artesana que trabaja con lana de ovejas y nos explicó de forma general el proceso que sigue desde que obtiene la lana hasta que la teje para realizar los distintos tipos de prendas u objetos. Alguna comprilla cayó. Seguidamente, pasamos a su casa, donde nos obsequió con un desayuno compuesto por té o café, pan con mantequilla y mermerlada de diferentes tipos (ruibarbo, rosa mosqueta, ....), así como unos dulces. La guía estaba con el mate dale que te pego. El desayuno dio paso a la sobremesa y a hablar de diferentes temas, como viajes, animales y cómo no, sobre la carretera austral y sobre cómo era la vida en la región de Aysen antes de que finalizasen su construcción, como la incomunicación y dificultad de desplazamiento entre pueblos y ciudades. En algunos casos era necesario montar a caballo para cruzar la frontera a Argentina. Esto podía resultar más fácil que ir a otro lugar de Aysen. La guía describió algunas situaciones de cuando era pequeña (años 70-80) y quedar incomunicados por nevadas, morir animales, ... Y hasta los años 90 no se acabó la carretera. A lo tonto a lo tonto debimos estar en esta granja por lo menos una hora y pico. Pensaba que nos quedábamos allí a comer y sin ver las lagunas. Por suerte, conseguimos arrancar de nuevo.
Entramos en el sector de 6 Lagunas, conocido así porque hay.....6 lagunas.
Las fuimos viendo desde la furgoneta y haciendo cortas paradas para hacer fotografías. El paisaje es bonito y tiene similitudes con el norte de España: las montañas, los prados, los lagos y lagunas. Después de ver Queulat, recorrer la carretera austral hasta Puerto Río Tranquilo, la excursión por el Parque Nacional Torres del Paine,... no es un paisaje que te pueda sorprender y hacerte abrir la boca, pero vale la pena.
La última parada de la excursión fue al lado del lago Elizalde, a 30 km de Coyhaique. Tiene una extensión de 25 km y en sus alrededores destacan los bosques de coigues y lengas. Además, el lago es ideal para la pesca con mosca y la navegación.
Llegamos a Coyhaique pasadas las 14:30, así que al final el tour duró más de 5 horas, en vez de las 4 horas que ponía en el programa.
Al llegar al alojamiento me pensé si ir a comer a la pizzería Mamma Gaucha, de la que me habían hablado bien, pero decidí coger ya el autobús para ir a Puerto Aysen. En la ciudad hay varias estaciones de autobús y no desde todas ellas salen autobuses que vayan a Puerto Aysen. Las empresas que hacen esta ruta son las de buses Ali y buses Suray. Se encuentran pasado el cruce de la calle Dussen con la calle Arturo Prat, en dirección hacia la Plaza de Armas. Hay numerosos horarios, por lo que no reservar no es ningún problema. Yo compré el billete con buses Ali y me costó $2400.
El viaje a Puerto Aysen dura alrededor de una hora. Durante el camino tenía pinta de que se iba a estropear el tiempo y podía llover bastante. De Puerto Aysen pensaba, no sé por qué, que por el hecho de estar más cercano al mar tendría menos montañas, pero me sorprendió por precisamente todo lo contrario. El clima es más húmedo.
Al llegar a la parada de autobús de Puerto Aysen cogí un taxi para ir al hotel Patagonia Green. Me costó $1500.
www.patagoniagreen.cl/
Los alrededores del hotel no son muy agraciados, porque está en una calle de tierra hacia las afueras. Una vez que se entra al recinto es muy agradable en cambio. Las instalaciones del hotel están distribuidas por un jardín en diferentes edificios de 1 ó 2 plantas que parecen cabañas, todas ellas de color amarillo y granate. Cuando entré, la recepción estaba cerrada y todo el complejo estaba desierto. Estaba por llamar por teléfono cuando apareció el recepcionista a los 10 minutos con una carretilla (estaría haciendo trabajos de jardinería). Me dijo algo así como que los dueños estaban de vacaciones, estaba él solo en el hotel en ese momento y que como no había avisado de la hora de mi llegada... Pues eso, mejor que indiquéis a qué hora llegáis al hotel para que os estén esperando en la recepción.
La habitación que me asignaron estaba en la planta baja del edificio principal y era bastante espaciosa, con balcón al jardín. Tenía 2 camas (no hay habitaciones individuales) y eran bastante cómodas. Había un armario grande, TV, mesitas de noche, wi-fi gratuita. El cuarto de baño, al igual que el dormitorio, era espacioso y tenía artículos de baño.
Rápidamente salí del hotel para ver el puente Presidente Ibáñez, que debe ser la atracción más importante de la ciudad, si no la única. Saliendo del hotel es a la izquierda todo recto y en menos de 10 minutos se alcanza la avenida en la que está este puente. Este puente lleva el nombre del presidente Carlos Ibáñez del Campo, que fue el principal promotor para su construcción, aunque las obras comenzaron en 1961, un año después de su fallecimiento, bajo el mandato del presidente Jorge Alessandri. El puente fue inaugurado en 1966, bajo el mandato de Eduardo Frei. Fue declarado Monumento Nacional y tiene el récord de ser el puente colgante más largo de Chile, con sus 210 metros de longitud. Además, cumple una función importante, porque permite la comunicación de las zonas interiores de la región de Aysen, como Coyhaique, con el resto de Chile, a través del puerto regional de Puerto Chacabuco.
No estuve ni 3 minutos, dado que empezó a chispear y no me fiaba de que empezase a llover fuerte. Por lo tanto regresé al hotel. Empezó a llover y ya no paró en toda la tarde ni en toda la noche.
Con el recepcionista acordé compartir un taxi con otros huéspedes a la mañana siguiente, para ir hasta Puerto Chacabuco, punto desde el que comienzan las excursiones en catamarán a la Laguna San Rafael. Pasarían a buscarnos a las 6:50.
Como ese día no tenía que hacer nada más, pasé un rato leyendo en el salón que hay junto al restaurante, antes de ir a cenar. El horario de servicio es de 19:45 a 21:45. Y lo que comí fue:
- Sopa de cebolla con cruttones de queso y vino tinto.
- Salmón Renato con chorizo, pimientos, tomate, queso y puré natural: estaba preparado en modo papillote.
- Volcán Hudson: bizcocho de chocolate caliente, naranja y helado de vainilla.
Me gustaron más los platos principales que el postre, que no era lo que me esperaba.
El servicio fue atento, demasiado diría yo, con un punto de pesadez. No estoy acostumbrado a que me pregunten cada 2x3 si está todo bien y si necesito algo más. Me irrita. Con una vez es suficiente.
La cuenta de la cena fue de $20500. Aquí no me dijeron nada de la propina, ni me preguntaron si la deseaba añadir cuando indiqué que deseaba que me cargasen el coste de la cena a mi habitación.
De otros servicios del hotel utilicé el de lavandería y el wi-fi gratuito. Con el servicio de lavandería fueron bastante rápidos, porque pese a recoger la ropa a la mañana siguiente, me la devolvieron limpia el mismo día por la tarde.